PROGRAMA Nº 1164 | 27.03.2024

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LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO (Primera Parte)

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La vida moral de los cristianos esta sostenida por los dones del Espíritu Santo. Estos son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu. Los siete dones son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes las reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas.

Sabiduría
Es el más perfecto de todos los Dones. El nos hace preferir los bienes celestiales a los terrenales y que encontremos así nuestras delicias en las cosas de Dios.

Inteligencia (Entendimiento)
Nos hace comprender mejor las verdades de la Fe.

Consejo
Nos da a conocer con toda prontitud y seguridad, lo que conviene para nuestra salvación y la del prójimo.

Fortaleza
Nos da la energía que necesitamos para resistir a los obstáculos que se oponen a nuestra santificación –para resistir las tentaciones y no caer en pecado- para perseverar durante toda la vida en el cumplimiento del deber, en la vida cristiana.

Ciencia
No se trata de la ciencia del mundo, sino de la ciencia de Dios, nos da a conocer el camino que debemos llevar para llegar al cielo. Este don nos hace ver todas las cosas en Dios, como creaturas suyas, como manifestaciones de su Poder, Sabiduría y Bondad infinita.

Piedad
Despierta un afecto filial hacia Dios a quien podemos dirigirnos con toda confianza y una tierna devoción y prontitud para cumplir con nuestros deberes religiosos.

Temor de Dios
Inclina nuestra voluntad a un respeto filial hacia El; nos aleja del pecado porque le desagrada y nos hace esperar en su poderoso auxilio. Para entenderse bien, este Don nada tiene de común con el temor al castigo de Dios por nuestros pecados, el temor a las penas de esta vida, a las del Purgatorio y del Infierno. Nos es el temor del esclavo que sirve al amo porque no lo castigue, sino el temor del buen hijo que teme disgustar al mejor de los padres.

Frutos del Espíritu Santo

Son perfecciones que forman en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce: caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia y castidad.

Los frutos del Espíritu Santo son doce:

Caridad: El acto de amor de Dios y del prójimo.

Gozo espiritual: El que nace del amor divino y bien de nuestros prójimos.

Paz: Una tranquilidad de ánimo, que perfecciona este gozo.

Paciencia: Sufrimiento sin inquietud en las cosas adversas.

Longanimidad: Firmeza del ánimo en sufrir, esperando los bienes eternos.

Bondad: Dulzura y rectitud del ánimo.

Benignidad: Ser suave y liberal, sin afectación ni desabrimiento.

Mansedumbre: Refrenar la ira, y tener dulzura en el trato y condición.

Fe: Exacta fidelidad en cumplir lo prometido.

Modestia: La que modera, regula en el hombre sus acciones y palabras.

Continencia: La que modera los deleites de los sentidos.

Castidad: La que refrena los deleites impuros.

Paciencia y Mansedumbre

Los frutos anteriores disponen al alma a los de paciencia, mansedumbre y moderación. Es propio de la virtud de la paciencia moderar los excesos de la tristeza, y de la virtud de la mansedumbre moderar los arrebatos de cólera, que se levanta impetuosa para rechazar el mal presente. Estas dos virtudes combaten, pero no alcanzan la victoria sino a costa de violentos esfuerzos y grandes sacrificios; mas la paciencia y la mansedumbre, que son frutos del Espíritu Santo, apartan a sus enemigos sin combate, o si llegan a combatir, es sin dificultad y con gusto.

Longanimidad

La longanimidad o perseverancia impide el aburrimiento y la pena que provienen precisamente del deseo del bien que se espera, o de la lentitud y duración del bien que se hace, o del mal que se sufre y no de la grandeza de la cosa misma o de las demás circunstancias.

Bondad y Benignidad

Estos dos frutos miran al bien del prójimo. La bondad y la inclinación que lleva a ocuparse de los demás y a que participen de lo que uno tiene. No tenemos en nuestro idioma la palabra que exprese propiamente el significado de benígnitas: y la palabra benignidad, se usa únicamente para, significar dulzura; y esta clase de dulzura consiste en, manejar a los demás con gusto, cordialmente, con alegría, sin sentir la dificultad que siente los que tienen la benignidad sólo en calidad de virtud y no como fruto del Espíritu Santo.

Modestia

La modestia es bastante conocida como virtud. Regula los movimientos del cuerpo, los gestos y las palabras. Como fruto del Espíritu Santo, todo esto lo hace sin trabajo y como naturalmente; y además dispone todos los movimientos interiores del alma, como en la presencia de Dios.

Continencia (Templanza) y Castidad

Las virtudes de templanza y castidad atañen a los placeres del cuerpo, reprimiendo los ilícitos y moderando los permitidos: aquélla refrena la desordenada afición de comer y de beber, impidiendo los excesos que pudieran cometerse; ésta regula o cercena el uso de los placeres de la carne.

Mas los frutos de templanza y castidad desprenden de tal manera al alma del amor a su cuerpo, que ya casi no siente tentaciones y lo mantienen sin trabajo en perfecta sumisión.

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