Con la palabra transustanciación la Iglesia quiere expresar la verdad revelada de que en las especies de pan y vino consagradas está verdaderamente presente el Cuerpo y la Sangre del Señor.
Transustanciación es un término que nos remite al concepto filosófico de sustancia y accidentes, tal como lo formuló Aristóteles (recogido más tarde por Santo Tomás de Aquino).
De este modo, para explicar el cambio producido por la consagración en las especies de pan y vino, afirmamos que mientras sus accidentes (color, apariencia, sabor, textura, etc.) no han cambiado, sin embargo su sustancia (la de pan) sí se ha transformado en la sustancia del Cuerpo de Cristo.
Lo mismo se predicaría de su sangre. Transustanciación por tanto nos habla del cambio de sustancia (trans-sustancia) realizado en el pan y vino consagrados. Ya no son pan y vino, aunque parezcan pan y vino, pues son el Cuerpo y la Sangre del Señor. A ese cambio radical, a ese cambio en la sustancia es al que se refiere la transustanciación.
El término se usó en la doctrina de la Iglesia por primera vez en la carta CUM MARTHAE CIRCA del Papa Inocencio III de 29 de noviembre de 1202. Sin embargo, como definición dogmática definitiva fue recogido por el Concilio de Trento en el Decreto sobre el sacramento de la Eucaristía, en la 13ª sesión de 11 de octubre de 1551, en el que se dice:
"Cristo, Redentor nuestro, dijo ser verdaderamente su cuerpo lo que ofrecía bajo la apariencia de pan, de ahí que la Iglesia de Dios tuvo siempre la persuasión y ahora nuevamente lo declara en este santo Concilio, que por la consagración del pan y del vino se realiza la conversión de toda la sustancia del pan en la sustancia del cuerpo de Cristo Señor nuestro, y de toda la sustancia del vino en la sustancia de su sangre. La cual conversión, propia y convenientemente, fue llamada transustanciación por la santa Iglesia Católica."
Este concepto fue nuevamente tratado por la doctrina magisterial del Papa Pablo VI (entre otros) con ocasión de su Encíclica MYSTERIUM FIDEI, de 3 de septiembre de 1965. Ciertas doctrinas procedentes de la fenomenología y la filosofía existencial, habían puesto en entredicho el concepto de transustanciación, proponiendo como alternativa la transignificación o la transfinalización.
En la encíclica del Papa Pablo VI recuerda que la transustanciación define completamente el cambio producido en las especies eucarísticas, mientras la sola referencia a la transignificación o la transfinalización no aclaran el concepto de la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Por tanto, sin condenar el uso de esos términos, los declara insuficientes para expresar el dogma eucarístico.
La veneración con la que la Iglesia trata la doctrina consolidada y recibida, así como los términos que se usan para definirla, hace que si bien los conceptos de sustancia y accidentes son elaboraciones que pertenecen al ámbito filosófico y no forman parte del dominio común, en cambio la transustanciación expresa perfectamente el milagro realizado en cada Misa al convertir el pan y el vino en el Cuerpo y en la Sangre del Señor y por ello sigue siendo un concepto plenamente válido para acercarnos a ese milagro del que somos testigos a diario.
Esta conversión se opera, de acuerdo a lo establecido en el Catecismo, en la plegaria eucarística con la consagración, mediante la eficacia de la palabra de Cristo y de la acción del Espíritu Santo. Se considera que bajo las especies consagradas del pan y del vino, "Cristo mismo, vivo y glorioso, está presente de manera verdadera, real y substancial, con su Cuerpo, su Sangre, su alma y su divinidad" (cf Cc. de Trento: DS 1640; 1651)" Dicha presencia eucarística se mantiene mientras subsistan las especies eucarísticas.
Los cristianos de la Iglesia ortodoxa aceptan también esta doctrina, opuesta a la doctrina luterana de la consubstanciación. Los protestantes la rechazan, a veces bajo el argumento de que a los judíos les tenían (y tienen) prohibido beber sangre y ellos aún estaban bajo esa ley.
La doctrina de la Transustanciación halla su base en la narración bíblica de la última cena y en la interpretación literal que de ella se hace. Se basa en las palabras de Cristo:
"Tomad y comed, esto es mi cuerpo"... "Tomad y bebed, esto es mi sangre"
Mateo 26, 26-29, Marcos 14, 22-25, Lucas 22, 14-20
Que -de acuerdo a este dogma- deben ser interpretados literalmente sin interpretaciones simbólicas, ya que el texto original del Evangelio según San Juan utiliza las palabras griegas "fagon" que significa literalmente "comer".
Esta presencia real fue negada por diversos grupos de manera directa o indirecta, como los docetas, y más tarde por Wyclif, Juan Calvino, Zwinglio, y en cierto aspecto Lutero, quien elaboró la doctrina de la Consubstanciación que aunque no negaba la presencia real, hacía permanecer la substancia del pan y el vino al lado de la substancia del cuerpo y sangre de Cristo.
La doctrina de la Transustanciación fue declarada sobre todo contra las sectas espiritualistas nacidas de la Iglesia Católica en el siglo XII, como los albigenses, cátaros o petrobrusianos, quienes atacaban la jerarquía eclesial, con ello el poder del sacerdote de consagrar y por último la presencia real de Cristo en la eucaristía. La doctrina fue reafirmada por el concilio de Trento esta vez contra los reformadores.
Para entender la doctrina de la Transustanciación se emplean dos términos filosóficos básicos: sustancia y accidentes. Sustancia es aquello que hace que una cosa sea lo que es. Accidentes son las propiedades no esenciales y que son perceptibles por los sentidos. Por ello en la Transustanciación la sustancia del pan cambia, por un milagro y por las palabras de la consagración que pronuncia el sacerdote, y se convierte en la sustancia del cuerpo de Cristo, el pan ya no tiene lo que lo hacía pan, ahora es el cuerpo de Cristo, de igual manera pasa con el vino, pero permaneciendo los accidentes del pan y el vino como su olor, textura, sabor. Como la substancia es la de Cristo, cualquier pedazo minúsculo contiene a Cristo todo entero, igualmente cualquier gota del vino. De este modo comiendo sólo el pan o bebiendo sólo el vino se come o bebe el cuerpo entero de Cristo.
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma al respecto:
"La presencia del verdadero Cuerpo de Cristo y de la verdadera Sangre de Cristo en este sacramento, `no se conoce por los sentidos, dice S. Tomás, sino sólo por la fe, la cual se apoya en la autoridad de Dios'. Por ello, comentando el texto de S. Lucas 22,19: `Esto es mi Cuerpo que será entregado por vosotros', S. Cirilo declara: `No te preguntes si esto es verdad, sino acoge más bien con fe las palabras del Señor, porque él, que es la Verdad, no miente"
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