PROGRAMA Nº 1164 | 27.03.2024

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CATEQUESIS Y CATECISMO EN EL CONCILIO VATICANO II

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El Concilio Vaticano II (1962-1965) evidenció cristalinamente la ruina de la identidad tridentina y delineó los rasgos de la nueva identidad de la Iglesia católica para los siguientes años. No se sabe bien por cuántos años, pero en verdad será mucho menos que la duración del período postridentino.

Los documentos Lumen gentium (que propone la renovación interna de la Iglesia), Gaudium et spes (renovación de la presencia y misión de la Iglesia en el mundo), Dei Verbum (la Palabra de Dios, retomo a la Biblia de los católicos) y Sacrosanctum Concilium (renovación de la Liturgia), constituyen los ejes centrales para una nueva identidad de la Iglesia católica frente al mundo contemporáneo, apoyados por una serie de otros documentos menores que explicitan aspectos de esos grandes textos conciliares.

A pesar de que el Concilio Vaticano II no haya elaborado un documento sobre la catequesis, ni haya solicitado un catecismo universal, como lo hiciera el Concilio de Trento y lo quisiera el Concilio Vaticano I, en diversos textos trató sobre la importancia de la catequesis. Así, por ejemplo, en Gravissimum educationis (declaración sobre la educación cristiana), presenta una buena definición de catequesis, considerada el primer medio para la misión educativa de la Iglesia, pues "ilumina y fortifica la fe, nutre la vida según el espíritu de Cristo, lleva a una participación consciente y activa en el misterio litúrgico y despierta para la actividad apostólica" (GE 4, 1509).

También en el decreto conciliar sobre los obispos y las Iglesias particulares (Christus Dominus), el Concilio coloca como misión primera de los obispos la de "enseñar, anunciar el Evangelio de Cristo": "Al ejercer el ministerio de enseñar, anuncien a los hombres el Evangelio de Cristo. Éste es, entre los principales deberes de los obispos, el más eminente" (CD 13, 1040). Más adelante, en el mismo decreto, hay también esta preciosa recomendación: "Para anunciar la doctrina cristiana, traten de emplear los más variados medios que en la época moderna están a mano. Y esto sobre todo para la predicación y la instrucción catequética" (CD 13, 1042).

Al transmitirla, obsérvense el orden correcto y el método conveniente, no sólo para la materia de la cual se trata, sino también para la índole, capacidad, edad y condiciones de vida de los oyentes. Así, esta instrucción se fundamenta en las Sagradas Escrituras, en la Tradición, en la Liturgia, en el Magisterio y en la vida de la Iglesia. Cuiden que los catequistas estén perfectamente preparados para su misión, conozcan cabalmente la doctrina de la Iglesia y aprendan en la teoría y en la práctica las leyes de la psicología y las disciplinas pedagógicas. Provean también que se restablezca la institución de los catecúmenos adultos, o que sea mejor adaptada.

En este sentido, es evidente entonces que la catequesis "está alimentada y regida por las Sagradas Escrituras" IDV 21, 192). Entre las recomendaciones de este documento destacamos también: a) "Es preciso que el acceso a las Sagradas Escrituras esté ampliamente abierto a los fieles… Cuide la Iglesia que se hagan versiones adecuadas y correctas para las diversas lenguas" (DV 22.193); b) "He aquí por qué es necesario que todos los clérigos y los catequistas, que legítimamente se consagran al ministerio de la Palabra, se apeguen a las Escrituras, por medio de asiduas lecturas sagradas y diligente estudio, para que no llegue a ser predicador de la Palabra de Dios externamente quien no la escucha internamente" IDV 25, 196).

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