PROGRAMA Nº 1167 | 17.04.2024

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LA CABEZA PARLANTE DEL PAPA SILVESTRE II

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Tras la muerte de Gregorio V, el 18 de febrero de 999, Gerberto de Aurillac, fue nombrado papa y consagrado el 2 de abril con el nombre de SILVESTRE II como homenaje a Silvestre I, que fue papa en tiempos del emperador Constantino I que adoptó el cristianismo como religión oficial del Imperio romano.

Era hombre de gran erudición; se lo conoció como la luz de la Iglesia y la esperanza de su siglo y durante su pontificado, otorgó el título de rey a los soberanos cristianos de Hungría, coronando a Esteban I, y de Polonia.

Alcanzó gran renombre como teólogo y filósofo, pero es en su faceta de matemático en la que más destacó. Así introdujo en Francia el sistema decimal y el cero que se utilizaban desde que Al-Khuwarizmi los trajera de la India y los difundiera en Europa a través de Al-Ándalus y la Marca Hispánica. También difundió el astrolabio, de origen árabe.

Utilizó su cargo de papa para hacer que se utilizara el sistema decimal por parte de los clérigos occidentales, lo que facilitó enormemente el cálculo, ya que, por ejemplo, hacia el año mil, la práctica de la división, sin usar el cero, requería unos conocimientos que sólo poseían los eruditos.

Inventó un tipo determinado de ábaco: el ÁBACO DE GERBERTO. El ábaco constaba de 27 compartimentos de metal, en el cual se depositaban 9 fichas con los números arábigos grabados. La primera columna del extremo derecho, contenía las unidades; la segunda, a su izquierda, las decenas; y así sucesivamente. Este ingenioso ábaco permitía multiplicar y dividir rápidamente. El desplazamiento de estas fichas por los 27 compartimientos indicaba finalmente el resultado de multiplicaciones y divisiones.

Así era posible efectuar rápidamente un gran número de operaciones matemáticas. Marcó las pautas para que, luego, otros estudiosos perfeccionaran el sistema con la introducción del número cero, que finalmente, él no llegó a aplicar. El invento era, en realidad, un antecedente de las modernas calculadoras de nuestros días. También se le atribuye la introducción del péndulo y la invención de un reloj de ruedas dentadas.

También fabricó una nueva versión del monocordio, un instrumento musical consistente en una caja de resonancia sobre la cual se tensaba una cuerda de longitud variable con la que se medían las vibraciones sonoras y los intervalos musicales. Estos cálculos le permitieron clasificar las distancias entre las diferentes notas en lo que luego se ha llamado, tonos y semitonos.

Silvestre II, además, fue el precursor de una especie de sistema taquigráfico, un lenguaje secreto o en clave, inspirado en una escritura abreviada que recuperó de los antiguos sabios romanos. Se le conocía como apuntes tironjanos, y había sido creada por Tirón, un compañero de Cicerón, pero había caído en desuso hasta que Silvestre II la redescubrió, se dio por enterado de su importancia, re-adaptándola. Se trataba de un alfabeto compuesto de símbolos y signos que ahorraba tiempo y tenía la ventaja de ser incomprensible para los profanos en la materia. Era una especie de criptografía.

Existen numerosas leyendas en torno a su vida, además de atribuírseles una serie de inventos ya mencionados: se le acusó de tener un pacto con el diablo y de inspirarse en obras de autores herejes. Se sostiene que este sabio medieval, era un esotérico que buscó en conocimientos arcanos como la cábala, el sufismo, la astrología, etc.

Otra leyenda que se forma en torno a Silvestre II es la de que ejerció el pontificado rompiendo una de las características más propias de los clérigos que es la del celibato. Se dice que Silvestre II hizo un pacto con Satanás, quien a su vez le puso como guardiana a un súcubo o demonio femenino, este demonio se enamoró tan profundamente de sus conocimientos que renuncio a la inmortalidad y se hizo mujer y vivió en concubinato con el pontífice. La leyenda dice que una vez que murieron los dos fueron enterrados en la misma tumba en la catedral de San Juan de Letrán y que de su tumba emana un fluido con poderes afrodisíacos.

Cautivaba a la aristocracia y a los sabios de su época con tantos conocimientos y talento, lo que le generó odio y envidia de todo tipo. La vida de Silvestre II está envuelta en un halo de misterio. Se sostiene, como parte de la leyenda en torno a él, que en el mismo instante en que él venía al mundo, un gallo cantó tres veces a miles de kilómetros de allí, en un valle de Jordania, y su sonido se escuchó incluso en Roma.

Un hecho parece haber marcado su infancia. Se dice que cerca de Aurillac, vivía un ermitaño, que había sido un antiguo clérigo. Éste era temido por todos, y se hacía llamar Andrade. Habitaba en una cueva y se auto-proclamaba descendiente de los druidas que allí celebraron rituales y sacrificios a sus divinidades. El pequeño Gerberto, impulsado por la curiosidad, venció su miedo y fue a visitarle. El anciano, se dice, que le predijo un futuro magnífico y, en contra de la voluntad de su padre, el pequeño Gerberto empezó a frecuentar la madriguera de Andrade. Según reza la leyenda, fue allí donde recibió sus conocimientos de magia celta.

Cuando Gerberto tenía 12 años, la abadía cercana a su pueblo se transformó en una escuela para los niños. Un día, unos monjes que iban por el bosque, lo vieron cuando estaba tallando en una rama, un tubo para observar las estrellas. Estos, monjes, quedaron impresionados por la inteligencia de aquel niño, y le recogieron para que estudiara en la abadía. A partir de ese momento, su destino comenzó a configurarse en el personaje que habría de ser.

Entre esta mezcla de fábulas y hechos reales, se destaca una leyenda, según la cual su tumba, en la Iglesia de San Juan de Letrán, destila agua, y ese fluir, junto al ruido de huesos, que algunas veces se dice que se oye en su sepulcro, anuncia la muerte de un papa.

Estas historias eran normales en el siglo XV, tanto, que el Liber Pontificalis, redactado en aquella época, se hizo eco de alguna de las mismas. Sin embargo, en el Renacimiento se fue más condescendiente con la figura de Silvestre II. Se reivindicó su memoria y, por ejemplo, el cardenal e historiador Caesar Baronius escribió que aquel papa, por quien no demostró jamás demasiada simpatía, fue un sabio que se adelantó a su tiempo y por ello fue objeto de calumnias y difamaciones.

Luego, algunos historiadores románticos del siglo XIX presentaron el cambio de milenio, que coincidió con su papado, como un tiempo de oscurantismo, de guerras, de epidemias y de terror. Insistieron en sus contactos con el mundo árabe, ya que se presume que durante sus estudios de matemáticas en Barcelona bajo la protección del conde Borrell, mantuvo contacto con sabios musulmanes que le iniciaron en los conocimientos mágicos y místicos, y en sus pactos con el diablo. Con ello se vinculaba al sabio con el terror que supuso el año 1000.

Por otra parte, según el cronista Guillermo de Malmesbury, Silvestre II alcanzó fama y prestigio y llegó hasta el trono de Pedro gracias a su pacto con el diablo. Sin embargo, sostiene, en el momento de su muerte sintió remordimientos y mandó que su cadáver fuera cortado en trozos y que no fuera enterrado en un lugar sagrado.

Todas estas especulaciones forman una leyenda en torno a esta figura sobresaliente. En cambio, una de las anécdotas que tuvo gran difusión en la época, fue la de las cabezas parlantes que Silvestre II habría construido, una de las cuales, respondía a las consultas que se le hacían. Según este autor, había sido fabricada con oro puro, y en Roma se decía que el Papa había descubierto un tesoro enterrado en el Campo de Marte -cerca del Vaticano- y que fundió el metal de una estatua para hacerse construir la cabeza diabólica que le vaticinaría el futuro de su pontificado.

Entre los discípulos más aventajados de Silvestre II, se encontraba Richer de Saint-Rémy, que sería su amigo y su mejor biógrafo, y quien intentó llevar a la práctica sus enseñanzas. Entre ambos construyeron esferas, astrolabios, planetarios, instrumentos musicales, e incluso relojes hidráulicos, parecidos a los que el Papa había visto en Córdoba y que cada hora dejaban caer una esfera de metal.

Quizá uno de los puntos más sacrílegos que se le atribuyen a Gerberto, fue la lectura de El Corán en árabe o de las obras de Rhazes, un famoso alquimista. Astrología, matemáticas, música, filosofía, alquimia; Trivium y Quadrivium, hicieron de este Papa, una figura mítica y célebre en todo el mundo conocido de entonces.

Entre el mito y la leyenda, entre la espiritualidad y el esoterismo, la figura del Papa Silvestre II del Año 1000, sigue intrigando hoy día.

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