domingo, 19 de marzo de 2023

¿PORQUÉ LO MATARON A JESÚS?

Todos saben cómo murió Jesús: crucificado. Pero casi nadie sabe por qué lo mataron, cuál fue el motivo determinante de su muerte. Durante su vida pública, Jesús tuvo serios enfrentamientos con las autoridades de su tiempo por diversas razones. Porque no respetaba el sábado (Mc 2,27), no observaba las normas de pureza (Mc 7,1-23), modificaba la ley de Moisés (Mt 5,20-48), se rodeaba de gente excomulgada (Mc 2,13-14), comía con personas de mala fama (Mc 2,15-17), tocaba a los leprosos y a los muertos (Mc 1,41). Y varias veces las autoridades estuvieron a punto de apresarlo y darle muerte, pero no pudieron hacerlo por temor a la reacción de la gente. Sin embargo en cierto momento Jesús hizo algo que colmó la paciencia de los gobernantes, y los obligó a tomar la decisión de acabar con su vida. ¿Cuál fue ese incidente?

La versión de Mateo es diferente (Mt 21,12-17). Él escribe para lectores de origen judío, que esperaban la llegada de un futuro Mesías. Por eso adapta el relato a esta mentalidad. Ante todo, dice que Jesús expulsó a los vendedores del Templo el mismo día en que entró en Jerusalén, y no al día siguiente como indica Marcos. Se trata de un detalle muy importante. Porque el día de su entrada en Jerusalén es el día en que la ciudad entera lo había aclamado como Rey y Mesías. De este modo, Mateo quiere decir que el Jesús que acaba de ingresar en el Templo es el Mesías que ellos esperaban.

¿Y qué viene a hacer el Mesías al Templo? Según la creencia judía, el Templo de Jerusalén estaba impuro desde hacía muchos años. En efecto, en el año 167 a.C., un rey de Siria llamado Antíoco Epífanes había invadido Jerusalén y había ofrecido en su Santuario sacrificios a los dioses paganos. Desde entonces los judíos sentían que su Templo estaba manchado, y vivían consternados por eso, pero no podían hacer nada. Sólo les quedaba aguardar que, según una antigua profecía (Mal 3,1-3), llegara el Mesías a purificarlo (1Mac 4,44-46). Mateo, al presentar a Jesús como Mesías, y además purificando el Templo, sugiere que lo purifica no sólo de los vendedores y cambistas, sino de su antigua y vergonzosa mancha.

Para reafirmar esta idea, agrega dos detalles propios de él: a) refiere que luego de expulsar a los vendedores se le acercaron unos ciegos y paralíticos, y los curó; porque estas curaciones se esperaban del Mesías cuando viniera (Mt 11,5); b) señala que un coro de niños hebreos se puso a aclamarlo como Mesías; así, ya no quedaba duda alguna de su identidad. A Mateo no le interesa, como a Marcos, el atrio de los paganos (por eso no cuenta el detalle de que Jesús obstaculiza el paso de la gente por el Templo, ni dice que este será casa de oración para todas las naciones). Le interesa el Templo judío propiamente dicho, y mostrar a Jesús que se presenta como el Mesías que viene a tomar posesión de él y a purificarlo. Por eso decidieron matarlo.

La versión de Lucas es la más breve de todas. Apenas tiene dos versículos, y no cuenta casi nada (Lc 19,45-46). Sólo dice que Jesús echó fuera a los vendedores. No hay mesas volcadas, ni puestos de palomas derribados, ni gente bloqueada para que no pase. ¿Por qué Lucas lo acortó tanto? Porque él escribe para una comunidad cristiana formada por ex paganos y ex judíos, que está en crisis, y que amenaza con dividirse por problemas internos. Por eso busca eliminar de su Evangelio (y también del incidente del Templo) casi todas las escenas de violencia y agresión que pudieran aumentar aún más las tensiones que ya había entre sus lectores.

Y para Lucas, ¿que pretendió hacer Jesús aquel día en el Templo? Simplemente lo purificó para convertirlo en un lugar apto para sus enseñanzas (19,47), algo que no irritaba a ninguno de los lectores de su comunidad. Por eso, a partir de ese momento aparecerá Jesús enseñando permanentemente en el Templo (20,1; 21,37.38; 22,53). Y por ese motivo decidieron matarlo.

Aunque con matices distintos, los tres primeros evangelistas coinciden al menos en que la muerte de Jesús se debió a la expulsión de los vendedores del Templo. En cambio san Juan da una explicación totalmente diferente: lo que provocó la muerte de Jesús fue el haber resucitado a Lázaro (Jn 11,45-54). ¿Por qué? La resurrección de Lázaro es el último milagro que Jesús realiza en el cuarto Evangelio, y el más impresionante de todos. Jesús ya había curado a otros enfermos: a un niño con fiebre (4,52), a un paralítico que llevaba treinta y ocho años enfermo (5,5), a un ciego de nacimiento (9,32). Pero nunca había devuelto la vida a un muerto. Con este milagro, el más espectacular de todos, san Juan presenta a Jesús con el poder sorprendente de dar la vida a los muertos; él es la resurrección en persona que ha venido a visitarnos (11,25-26).

Frente a esto, los sumos sacerdotes y los fariseos no pueden tolerar más, y deciden matarlo. Que alguien devuelva la vida a los muertos ya es demasiado; se torna peligroso, y difícil de manejar. Por eso planean eliminarlo (11,45-53). Pero las autoridades no cuentan con una sorpresa: que precisamente matándolo hacen que Jesús devuelva la Vida a los muertos. La muerte de Jesús es la que inaugura los nuevos tiempos, la nueva era de la resurrección y la Vida eterna. A partir de ese momento, todo el que cree en él ya tiene la Vida plena. La gran ironía de san Juan es mostrar que a Jesús le quitan la vida para que él no dé más la Vida; y sin embargo así es como logran que él dé la Vida.

Si para Juan lo que llevó a la muerte a Jesús fue la resurrección de Lázaro, ¿qué pasó con el incidente del Templo? También él lo cuenta, pero al principio de su Evangelio, y con otra intención. Para Juan, al comienzo de su vida pública Jesús subió un día a Jerusalén y se dirigió al Templo. Allí se encontró con los vendedores de animales y los cambistas, y los expulsó (2,13-22). Pero en la versión de Juan, Jesús tiene una intención distinta a la que presentaron los otros tres evangelistas: lo que Jesús quiere hacer aquí es directamente eliminar el Templo, y reemplazarlo por su persona.

Por eso Juan añade detalles propios en su relato, que muestran esta idea. Por ejemplo, además de ahuyentar palomas (como decían los otros tres Evangelios), dice que Jesús también echó afuera bueyes y ovejas. Porque estos eran los animales empleados como sacrificios en el Templo, y al venir ahora Jesús, ya no hacen falta más animales ni más sacrificios que su muerte redentora. También dice Juan (y sólo él) que cuando le preguntaron a Jesús por qué hacía eso él respondió: "Destruyan este Templo y yo lo levantaré en tres días". Es decir, no sólo los sacrificios sino el mismo Templo ya no tienen sentido, con la llegada de Jesús. Todo debe ser eliminado.

Jesús murió para que no hubiera más excluidos (Marcos), para eliminar la impureza de las intenciones torcidas de los creyentes (Mateo), para que lo que enseñamos sea lo que vivimos (Lucas), y para que el mundo tenga una vida mejor (Juan). La muerte de Jesús fue un hecho tan lleno de significado, tan denso e inagotable en sus consecuencias, que aun con todas las explicaciones que los evangelistas nos den no llegamos a desentrañarla del todo. Pero una cosa es cierta: sólo quien se compromete con alguna de esas consecuencias demuestra haber experimentado la Vida que ella ha traído.

Extracto de la nota escrita por el biblista Ariel Álvarez Valdés
Revista Vida Pastoral
Editorial San Pablo

RAMADÁN

El RAMADÁN coincide con la fecha en la que el PROFETA MAHOMA recibió la primera revelación del CORÁN, el libro sagrado de los musulmanes que, entre otras muchas cosas, establece los límites en las relaciones entre individuos y entre el individuo y la comunidad. Durante el RAMADÁN, los musulmanes deben cumplir con el ayuno, uno de los cinco pilares del ISLAM, considerado como un método de auto-purificación por el que aprenden a tener fuerza y paciencia y, por lo tanto, a conocerse a sí mismos. De este modo, este mes sagrado tiene, además de una función religiosa, una sanitaria (purifica el cuerpo), mental (fortalece la voluntad) y moral (hacer comprender lo que sufren las personas privadas de alimento). Los musulmanes tienen su propio calendario: el ciclo lunar, cuyos días no coinciden de año a año. El RAMADÁN siempre es el noveno mes del calendario lunar, comenzando con la aparición de la luna nueva y acabando con la siguiente luna nueva. El RAMADÁN comienza unos 11 días antes cada año, lo que hace que no siempre coincida con el verano en occidente: por ejemplo, en 2020 será entre abril y mayo, con lo que el esfuerzo del ayuno será menor al haber más horas de oscuridad. Al basarse en ciclos lunares, el tiempo del RAMADÁN no es exactamente el mismo cada año, aunque siempre suele durar unos 29 ó 30 días.

El RAMADÁN es obligatorio para todo musulmán sano desde el momento en el que llega a la pubertad. Existen, no obstante, ciertas excepciones. Las niñas y las mujeres con la regla o que aún no se hayan recuperado de un parto reciente pueden saltarse el RAMADÁN, aunque éstas deberán "compensar" los días que no ayunen a lo largo del año. Lo mismo ocurre con los enfermos y aquellos que estén de viaje durante estas fechas: pueden retrasar su ayuno, pero deberán cumplirlo otros días antes de que acabe el año. La rutina durante los días de ayuno debe ser prácticamente la misma que la del resto del año, de ahí el sacrificio con el que deben cumplir los musulmanes. Pero hay ciertas diferencias: como sólo pueden comer cuando no ha salido el sol, los musulmanes suelen levantarse antes del alba para desayunar, pues no volverán a ingerir nada hasta la noche. Asimismo, el ayuno se rompe con la puesta de sol y la llamada al rezo, y es costumbre tomar un pequeño 'tentempié' antes de la cena.

Asimismo, este mes se considera el de la comunidad, y se pide a los musulmanes que ayuden a sus vecinos, especialmente los más necesitados, y que se posponga todo lo que no sea absolutamente indispensable para pasar más tiempo en familia. Durante el RAMADÁN la gente debe ser más generosa, cordial, amistosa y servicial con los demás. Por supuesto, la oración, otro de los pilares del islam, es esencial en esta fecha, en la que en las mezquitas se recita el Corán entero. En todo el mundo se celebra el AID EL FITR, la FIESTA DEL FINAL DEL AYUNO, que tiene, a su vez, dos momentos cumbre: la oración de la ruptura del ayuno y la entrega de una limosna en especies, generalmente comida, a personas necesitadas (ZAKAT AL FITR). Normalmente, el ZAKAT EL FITR consiste en el equivalente a cuatro manos llenas de pasas, dátiles, grano o queso; si no es posible dar alimento se puede entregar dinero. Ese día, los musulmanes también hacen regalos a los niños, les visten con ropa nueva y con ella acuden a la mezquita para la primera oración de la mañana. Al salir del rezo, toda la familia acude al cementerio a recordar a sus parientes fallecidos y por la tarde visitan a sus familiares y amigos.

MONSEÑOR ROMERO

Oscar Arnulfo Romero y Galdámez nació el 15 de agosto de 1917 en Ciudad Barrios, Departamento de San Miguel. Su padre era telegrafista y su madre de oficios domésticos. Al terminar sus estudios básicos se dedicó al aprendizaje de carpintería y a la música. En 1930 y a los trece años de edad, que Oscar recibió su llamada al servicio de Dios. Ingresó al seminario menor en San Miguel y luego, en 1937, se mudó a Roma donde terminó sus estudios teológicos en la Universidad Gregoriana el 4 de abril de 1942.

Regresó a El Salvador en 1943, a su natal San Miguel y el obispo le confió la parroquia de Anamorós, un pueblo cerca de San Miguel donde se venera la patrona de El Salvador, Nuestra Señora de la Paz. Monseñor Oscar Arnulfo Romero En 1966, es nombrado Secretario de la Conferencia de Obispos en El Salvador, cargo en el cual permanece por once años más. Durante este tiempo, Oscar difundió centenares de sermones emotivos y espirituales a través de la radio a lo largo y ancho del país, ganándose así el respeto de la comunidad católica. En 1970, Oscar es nombrado Obispo y ejerce al lado del entonces Arzobispo de San Salvador, Monseñor Chávez y González. También desempeñó su oficio en 1974, en la parroquia de Santiago de María, en el Departamento de Usulután.

El 3 de febrero de 1977, la Iglesia Católica en el Vaticano bajo el mando de Pablo VI, le concedió el título de Arzobispo de San Salvador, sólo unas semanas antes de las elecciones presidenciales que trajeron al General Carlos Humberto Romero a la presidencia de la república. Sangre, tortura y persecuciones enmarcan los tres años que sirvió como Obispo de San Salvador Durante la guerra civil de este país que daba comienzo en 1979, Monseñor Romero se convirtió en la “voz de los sin voz” y en “el pastor del rebaño que Dios le había confiado” por su férrea defensa de los derechos de los pobres y marginados.

Tras el asesinato de su colega y buen amigo, el sacerdote Rutilio Grande, Monseñor Romero cita las enseñanzas de su Papa favorito, Pío XI: “La misión de la Iglesia no es desde luego política, pero cuando la política toca el altar, la Iglesia defiende el altar” Es por esto que Monseñor intervino en el conflicto social que estaba destruyendo a su país y a su gente. Monseñor Romero recurrió a las palabras de San Agustín y Santo Tomás para justificar a quien se levanta contra las leyes opresoras. La defensa de los pobres siempre fue su criterio para juzgar la política. Monseñor Romero, luego de luchar por los derechos humanos de los pobres y de los oprimidos por el gobierno, cae asesinado por un certero disparo de calibre 25 directo al corazón, el 24 de marzo de 1980, mientras celebraba una misa en la capilla del Hospital de la Divina Providencia en San Salvador.

Para muchos, la imagen de Monseñor Romero es el símbolo religioso más grande del país y, desde su asesinato, su legado ha traspasado fronteras y se ha convertido en un símbolo universal de la justicia y de la paz. Ahora le conocen como “El Profeta y Mártir de la Américas”.

PALESTINA EN TIEMPOS DE JESÚS

Los cristianos confesamos que en la persona de Jesús de Nazaret se ha revelado plenamente el misterio de Dios. La grandeza y el escándalo de nuestra fe se hallan en la humanidad y en la concreción de Jesús; él vivió en un país concreto, Palestina; con una geografía y una cultura particular; en una época también muy concreta, el siglo I.

Si queremos comprender la riqueza del mensaje de Jesús, la grandeza de su persona, su lenguaje, sus comparaciones, hemos de estudiar e intentar conocer cómo era el país de Jesús, cómo era la religión de entonces, qué grupos sociales y religiosos había, qué problemáticas políticas y económicas existían... De este modo entenderemos mejor no sólo la persona y el mensaje de Jesús, sino cómo él desborda y transciende a su misma época, para convertirse en centro y clave de la historia humana.

Palestina
Significa "tierra de los filisteos", ha recibido diversos nombres a lo largo de la historia: Canaán, Israel, Judea, Tierra Santa... Es un territorio de Asia Occidental, situado entre el Mediterráneo (Oeste), Siria (Norte), el desierto de Arabia (Este) y la península del Sinaí (Sur). El clima de Palestina se caracteriza por tener veranos calurosos y secos e inviernos templados y no demasiado lluviosos.

Galilea
Es una región montañosa, al norte de Palestina, con una fértil llanura bordeando el mar de Genesaret. En su parte montañosa están las poblaciones de Naín, Nazaret y Caná. La llanura del mar de Genesaret era abundante en cereales, fruta, olivos y vid, así como en pesca y derivados. Allí estaban las ciudades de Cafarnaún, Corozaín y Betsaida.

De Galilea era originario Jesús y en Nazaret vivió hasta el comienzo de su vida pública. De ahí que el lenguaje de Jesús esté plagado de comparaciones agrícolas y pesqueras. También gran parte de sus discípulos eran de esta región. En Cafarnaún Pedro tenía su casa, en ella descansaba el Señor a menudo, después de sus viajes recorriendo todas las aldeas. Por haberse fusionado la población con extranjeros, no judíos de religión, los galileos no eran bien vistos por los judíos fervientes, que llamaban a la región "Galilea de los gentiles", algo así como "el distrito de los ateos".

Samaría
Está situada entre Galilea y Judea. Es fértil y con alto nivel urbano. Sus habitantes nunca fueron auténticamente judíos de religión, ya que muchos de ellos descendían de colonos extranjeros. Los samaritanos eran seguidores de la Ley: admitían sólo el Pentateuco, rechazaban el resto de los libros del Antiguo Testamento y no reconocían a Jerusalén como centro religioso. Ellos tienen su templo en el monte Garizín, en Síquén. Entre ellos y los judíos existía un odio mutuo.

Judea
Es la región sur de Palestina, la más extensa y la más despoblada y pobre. La ciudad principal de Judea es Jerusalén. Su importancia es, en primer lugar, religiosa: allí está el único templo judío del mundo, al que todos deben peregrinar. A este motivo hay que añadirle su importancia política, ya que es la sede del sanedrín, cuya competencia se extiende a todos los judíos del mundo. Los dos motivos anteriores producían un tercero: su importancia económica. La afluencia de peregrinos la hacía centro de grandes negocios monetarios, de banqueros, recaudadores de impuestos, mercaderes de esclavos y de ganado. Otras ciudades importantes de Judea son Hebrón, Belén, Emaús, Betania y Jericó (la ciudad residencial de los sacerdotes de Jerusalén).

La dominación romana
En el año 63 a.C., Pompeyo conquista Jerusalén, y Palestina pasa a depender del poder de Roma. Cuando nace Jesús gobierna en Roma el emperador Octavio Augusto (del 31 a. C. al 14 d.C.). Cuando Jesús muere, es el emperador Tiberio (del 14 d.C. al 37 d.C.). En los territorios conquistados, Roma procura conservar las costumbres locales. Se reserva la política exterior, controla la moneda y los caminos y exige un tributo elevado. Para conseguir estos fines se sirve de hombres fieles.

El judío Herodes el Grande es uno de esos hombres. Roma lo utiliza para gobernar la Palestina ocupada. Fue puesto por el Senado romano como rey vasallo para toda Palestina. Gobernó desde el año 37 a.C. al 4 a.C. Estaba obsesionado por mantener su soberanía mediante dos métodos: estar siempre al lado del que mandaba en Roma y eliminar a los que podían aspirar a su puesto. De hecho hizo ejecutar a dos de sus hijos acusados de tramar su destitución. Hizo muchas obras públicas, entre las que se encuentran la reconstrucción del templo y la edificación de un teatro y de un anfiteatro en Jerusalén. En el terreno económico su reinado fue próspero.

¿QUÉ ES UNA PROFECÍA?

La profecía consiste en anunciar con anticipación de una manera cierta un acontecimiento cuya realización depende de la libre voluntad de Dios o del hombre. Por lo tanto puede definírsela: La predicción cierta de un acontecimiento futuro que no puede ser conocido en sus causas naturales por ninguna inteligencia creada. Por lo tanto, los acontecimientos que dependen de causas naturales y por lo mismo están al alcance del hombre, no son ni pueden llamarse profecías.

Tal sería, por ejemplo, la predicción de un eclipse o cualquier otro fenómeno astronómico, para el astrónomo, o un cambio político para un hombre de Estado. Por lo dicho se ve que la profecía es una especie de milagro, y por lo mismo la ha dado Dios como una prueba auténtica de la Revelación.

En cuanto a la posibilidad de la profecía basta considerar que Dios, inteligencia infinita, no sólo se conoce a sí mismo, sino que abarca con su mirada todos los acontecimientos que han de desenvolverse en el tiempo, no menos que todas las determinaciones libres de las criaturas racionales y los resultados futuros de todas las causas naturales. Y como puede manifestar al hombre todo cuanto conoce, de aquí la posibilidad de la profecía.

De lo dicho resulta que la profecía no sólo es un milagro, sino que es exclusiva de solo Dios, y por lo tanto una especie de revelación divina que sólo puede venir en ayuda y confirmación de la verdad, ya que Dios jamás puede enseñar el error.

De los griegos a los egipcios, pasando por los cristianos y los mayas, todas las grandes civilizaciones se han preocupado por controlar su destino prediciendo el futuro. Leonardo Da Vinci, Nostradamus, Newton, Rasputín, son algunos de los nombres propios que, junto con expertos anónimos de diferentes culturas y credos, han realizado sus propias predicciones a lo largo de los siglos. ¿Cuánto hay de imaginación y cuánto de realidad en cada una de ellas? ¿Cuáles tienen base científica? ¿En qué casos se han cumplido?

- Extinción 2012
El 21 de diciembre de 2012 será el último día sobre la Tierra según varios oráculos. El calendario maya termina misteriosamente en el solsticio de invierno de ese año. Pero no son los únicos. En la actualidad, algunos investigadores señalan extrañas convergencias entre diversas culturas antiguas que fechan nuestra desaparición en 2012.

- Jeroglíficos del Juicio Final
Algunos historiadores creen que entre las piedras de la Gran Pirámide de Guiza, en El Cairo (Egipto), se oculta un código matemático que predice el día del Juicio Final y que según las profecías de los faraones tendrá lugar en este siglo.

- El manuscrito de la Guerra
En 1947, en el desierto de Judea, dos beduinos encontraron siete rollos de manuscritos de más de 2000 años de antigüedad que decían saber cómo sería la última gran guerra.

- El oráculo de Delfos
Durante miles de años fue uno de los enigmas más desconcertantes del mundo antiguo. Filósofos, comerciantes, campesinos y reyes subían sus escaleras para conocer qué les deparaba el destino. Se creía que los dioses hablaban y que sus palabras surgían de una burbujeante grieta en la roca.

Profecías bíblicas
- El Séptimo Sello
El 7 es el número más recurrente en la cultura ya que aparece con frecuencia como el número mágico, sagrado, del destino. Pero también se considera un número de mal augurio porque marca el principio de la cuenta atrás hacia el final de los tiempos. El libro del Apocalipsis establece una escalofriante cronología para el plan maestro de Dios que pondrá fin al mundo: los siete sellos, que podrían estar empezando a romperse.

- Las tribulaciones
La Biblia anuncia siete años de calamidades, cada vez más intensas, que culminarán con el fin de los tiempos. La barbarie, el desconcierto y la anarquía se esparcirán por el mundo.

- El tercer Anticristo
Según la Biblia, un carismático líder vendrá para seducir a la humanidad, pero no será un salvador, sino un ‘rey del terror’ que traerá consigo el Armagedón.

- El ejército de Satanás
Las profecías bíblicas nos hablan de que Satán se hará con el poder total y aglutinará su maléfico ejército para destruir a la humanidad. Hay quienes ven en la inestabilidad social y la violencia actual señales de que ha llegado su tiempo.

- Los secretos de Fátima
El 1917, tres niños pastores vieron a la Virgen a las afueras de su pueblo en Portugal. María compartió con ellos tres secretos en clave sobre el oscuro futuro que esperaba a la humanidad. La tercera profecía se mantuvo oculta en el Vaticano durante casi cinco décadas, y haría referencia al cataclismo definitivo, a una Tercera Guerra Mundial o a la llegada de fenómenos devastadores que acabarían con el mundo tal y como lo conocemos.

- La guerra de Irak
La antigua ciudad iraquí de Babilonia es legendaria. Hace casi tres mil años algunos profetas anunciaron su destrucción, y en el Apocalipsis hay numerosas referencias a un final catastrófico, una guerra nuclear, en este lugar. ¿Es posible que el Antiguo Testamento predijera el fin del mundo precisamente en Irak?

Profecías modernas
- El juramento de sangre de Hitler
¿Sigue el Führer inspirando la creencia en un nuevo orden mundial? ¿Podría hacerse realidad su deseo oculto de renacer de las cenizas de su destrucción para liderar el denominado Reich milenario?

- Autenticidad en las predicciones bíblicas
Muchos investigadores insisten en que es científicamente demostrable la existencia de una clave digital entre las páginas de la Biblia, que describiría los acontecimientos pasados y futuros. Los secretos ocultos durante siglos han sido desvelados y han dejado perplejos y frustrados a teólogos, investigadores y matemáticos.

- Amenazas al planeta
Escasez de recursos, calentamiento global, desaparición de especies, maremotos, enfermedades, crisis económica... Hoy en día el mundo está siendo testigo de una nueva ola de fervor apocalíptico.

- Los cometas, profetas del destino
Los cometas llevan componentes básicos de vida en el carbono congelado de su interior. Actualmente, los científicos buscan en estos misteriosos vagabundos celestes información que pueda revelar nuestro pasado y predecir el futuro.

- 2012: el Juicio Final en los oráculos modernos
Algunos expertos actuales dicen que basta con mirar a nuestro alrededor para comprobar que las fuerzas predominantes del mundo moderno no están en equilibrio. Las predicciones de los mayas, aseguran que algo ocurrirá en el siglo XXI.

LINGUA DIABOLI EL LENGUAJE DEL DIABLO

Existen pocas referencias acerca del LINGUA DIABOLI, o LENGUAJE DEL DIABLO, básicamente el idioma en el que Satanás y el resto de los demonios que pueblan el infierno utilizan para comunicarse entre sí. De acuerdo a Dante y su obra literaria, LA DIVINA COMEDIA, el infierno está repleto de dialectos impronunciables, generalmente hablado por los réprobos. No se trata de un lenguaje articulado, sino más bien de una alucinada combinación de gritos, aullidos y ululaciones de los condenados. En el segundo recinto del infierno, donde habitan los aduladores, se habla un lenguaje hecho únicamente de términos vulgares. De hecho, Dante aclara que los que pueblan este recinto están sumergidos en excrementos, producto de las palabras que ellos mismos produjeron a lo largo de la vida.

Si bien es cierto que Dante no menciona directamente la LINGUA DIABOLI, podemos hallar evidencias de su sintaxis en la pronunciación obscena y grotesca de todas las lenguas humanas que se hablan en el infierno. Las palabras que allí se utilizan son las mismas que empleamos en la tierra, pero con una acentuación diferente, llena de ira, rencor y agonía. Algunos sostienen que la LINGUA DIABOLI, el lenguaje del diablo, no puede ser pronunciado por los humanos, sencillamente porque carecemos de las herramientas vocales para articularlo. Las palabras de esa lengua están tan cargadas de odio y resentimiento que para poder pronunciarlas es necesario sentir el mismo impulso insensato, y acaso exagerado, que las forjó en primer lugar.

De todas formas, algunos grimorios y libros prohibidos aclaran que el propio LUCIFER se encargó de diseñar una versión degradada del LINGUA DIABOLI para ser representada durante las misas negras. Se la conoce como TRANSITUS FLUVII: el lenguaje de las brujas, también utilizado por la nigromancia y la magia negra. El primero en denunciar esta variante, fue CORNELIO AGRIPPA en su obra: DE OCCULTA PHILOSOPHIA. Allí delata que el TRANSITUS FLUVII —del latín, cuyo significado en español es «CRUCE DEL RÍO»— consta de 22 caracteres que, a su vez, también son una deformación de la LENGUA ADÁNICA: el idioma en el que Dios le habló a Adán por primera vez.

Otros libros prohibidos sostienen que la LINGUA DIABOLI desciende en realidad del Enoquiano, el idioma de los ángeles, descrito en El libro de Enoc y hablado tanto por los humanos como por los ángeles caídos antes del desastre de la Torre de Babel; esencialmente, el primer y único idioma universal. En este sentido, Satanás habría empleado una versión desmejorada del Enoquiano; sin embargo, esta misma tradición explica que no fue exactamente el príncipe de las tinieblas su verdadero creador. Más allá de estas tradiciones, mitos y leyendas, es realmente poco lo que se sabe con certeza sobre la LINGUA DIABOLI; lo cual ha llevado a ciertos exégetas a preguntarse si realmente existe, o bien si su construcción y estructura responden a cuestiones que van más allá de la necesidad de comunicarse.

Es probable que la LINGUA DIABOLI esté hecha únicamente de silencios, y que cuando uno accede a las estancias infernales, ya sea como simple invitado, como Dante, o quizá como injusto condenado, como Virgilio, descubra que no hay expresión más desoladora, más indescifrable pero también más elocuente, que el imperturbable y absoluto silencio que impera en el abismo.

domingo, 12 de marzo de 2023

JOSÉ EL PADRE ADOPTIVO DE JESÚS

"…María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados". Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: "Dios con nosotros". Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa, y sin que hubieran hecho vida en común, ella dio a luz un hijo, y él le puso el nombre de Jesús". (Mateo 1,18-25)

Tal y como narran los evangelios, a José lo recordamos como descendiente del linaje de David (Mt 1,20 y Mt 13,55), la estirpe humana de la que nació Jesús. Pero por encima de todo lo tenemos en el recuerdo por su fe, por su fidelidad y por el deseo de querer seguir los deseos de Dios por muy difíciles e increíbles que parecieran.


José de Nazaret aparece en la historia evangélica a punto de casarse con una muchacha joven que se llamaba María, la cual sabemos los nombres de sus padres gracias a los evangelios apócrifos: Joaquín y Ana; pero de José únicamente conocemos algo de su padre, y aún con ciertas dudas, ya que aparece con dos nombres distintos en los evangelios. Según Mateo se llamaba Jacob (Mt 1,16) y según Lucas Helí (Lc 3,23).

Algunos exegetas han afirmado que Jacob y Helí eran hermanos y que por la "ley del levirato" uno era el padre biológico y el otro el legal. La "ley del levirato" nos sale descrita en el libro del Deuteronomio (Dt 25,5-6) y consistía en que si dos hermanos vivían juntos y uno de ellos moría sin hijos, su hermano se casaría con la esposa de éste, o sea, con su cuñada. Pero la verdad es que no se sabe con certeza si el padre de José era el de Jacob o el de Helí y lo de la "ley del levirato" son simples hipótesis.

Tras asumir la paternidad de Jesús con todas sus consecuencias, enseguida se encuentra frente a otra decisión, igualmente difícil: marcharse de Belén para salvar a Jesús ante la ira de Herodes que ordena matar a todos los niños cuando él cree que el niño que ha nacido (Jesús) le va a tomar el trono. El Evangelio de Mateo lo narra así:

"Después de la partida de los magos, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo". (Mt 2,13) Una vez fallecido Herodes, un ángel del Señor se apareció de nuevo a José y le invitó a regresar a su Tierra, más concretamente en Nazaret. A partir de entonces, José sale muy poco en los evangelios, el caso más flamante es el de la peregrinación a Jerusalén, donde va acompañado de su esposa y de Jesús. En aquellos momentos, Jesús solo tenía 12 años. Sus padres solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Es aquél conocido relato en el que Jesús se queda en el templo de Jerusalén a discutir con los doctores de la ley, que podemos leer en el Evangelio de Lucas (Lc 2,41-59).

Muchos se preguntan: ¿Cuándo murió José? Según historiadores, biblistas y exegetas creen que José habría muerto antes del relato evangélico de la bodas de Caná, ya que en dicho fragmento no se menciona a José y si en cambio a María. Sería lógico que si María y Jesús estaban invitados a una boda, José también estuviera con ellos, pero el evangelista no lo menciona, de allí dicha suposición. Lo más probable, por tanto, es que José muriese antes de que Jesús abandonase Nazaret para iniciar su predicación.

Pero... también hay otros historiadores de la Biblia que creen que José habría muerto dada su anciana edad. La edad de José es un tema muy discutido, hay unos que creen que era joven y otros que dicen que era un hombre de edad avanzada. Estos últimos se basan en los llamados "Evangelios Apócrifos", textos no reconocidos como oficiales por la Iglesia Católica, y que en algunas ocasiones han servido, para saber curiosidades, como los nombres de los padres de María entre otras cosas. Según el evangelio apócrifo titulado "HISTORIA COPTA DE JOSÉ EL CARPINTERO", José habría muerto a la edad de 111 años, y este libro incluso nos afirma la fecha, el 20 de julio.

En el mismo evangelio apócrifo, afirma que José, antes de casarse con María, era un hombre viudo y que ya tenía cuatro hijos varones y dos mujeres:

“Había un hombre llamado José, natural de la villa de Bethlehem, la de los judíos, que es la villa del rey David. Era muy instruido en la sabiduría y en el arte de la construcción. Este hombre llamado José desposó a una mujer en la unión de un santo matrimonio, y le dio hijos e hijas: cuatro varones y dos hembras. He aquí sus nombres: Judá, Josetos, Jacobo y Simeón. Los nombre da las muchachas eran Lisia y Lidia. Y la mujer de José murió, según ley de todo nacido, dejando a su hijo Jacobo de corta edad. Y José, varón justo, glorificaba a Dios en todas sus obras. E iba fuera de su villa natal a ejercer el oficio de carpintero, con dos de sus hijos, porque vivían del trabajo de sus manos, según la ley de Moisés. Y este hombre justo de que hablo es mi padre carnal, a quien mi madre María fue unida como esposa”.

María, según el apócrifo, era una muchacha que vivía en el Templo de Jerusalén sirviendo a Dios en toda santidad, y con doce años de edad. Había pasado sus tres primeros años en la casa de sus padres, y los nueve restantes en el templo. Pero al acercarse la edad de la menstruación, no podía quedarse allí porque según las leyes de entonces, provocaría la impureza del recinto sagrado.

Es por este motivo que los sacerdotes del templo decidieron convocar a la tribu de Judá y tomaron de ella a doce familias (12 hombres) para buscar a un varón y desposarlo con ella. La suerte recayó sobre José, y según el apócrifo, María tenía 15 años de edad cuando dio a luz a Jesús, mientras que José tenía 92. Aclaramos que estos datos son extractados del evangelio apócrifo "HISTORIA COPTA DE JOSÉ EL CARPINTERO", texto no reconocido como "oficial" por la Iglesia Católica.

Encontramos en este libro un momento donde Jesús consuela a los hijos de José:

“Y volví cerca del cuerpo de mi padre José, que yacía como un cesto. Le bajé los ojos y se los cerré, así como la boca, y quedé contemplándolo. Y dije a la Virgen: Oh María, ¿qué se hicieron los trabajos del oficio que José realizó desde su infancia hasta ahora? Todos han pasado en un solo momento. Es como si no hubiese venido nunca al mundo. Cuando sus hijos e hijas me oyeron decir esto a María, mi madre, me dijeron con profusión de lágrimas: Malhaya nosotros, ¡oh nuestro Señor! Nuestro padre ha muerto, ¡y nosotros no lo sabíamos! Yo les dije: En verdad, ha muerto. Mas la muerte de José, mi padre, no es una muerte, sino una vida para la eternidad. Grandes son los bienes que va a recibir mí muy amado José. Porque desde que su alma ha dejado su cuerpo, todo dolor ha cesado para él. Está en el reino de los cielos por toda la eternidad. Ha dejado tras sí este mundo de penosos deberes y de vanos cuidados. Ha ido a la morada de reposo de mi Padre, que está en los cielos, y que nunca será destruida. Cuando yo dije a mis hermanos: Ha muerto vuestro padre José, el viejo bendito, se levantaron, desgarraron sus vestiduras, y lloraron mucho rato”.

José es por excelencia el patrono de los carpinteros, ya que ejerció esta profesión según nos narra el Evangelio de Mateo (Mt 13,54-55) y por extensión, lo es también de todas aquellas personas que trabajan en oficios manuales. Así mismo, el Papa Pío IX lo declaró en 1870, patrono de la Iglesia Católica. En 1955 otro Papa, en este caso Pío XII, instituyó la fiesta de San José Obrero el día primero de mayo para cristianizar la Fiesta del Trabajo que había nacido en 1889. Es por tanto, patrono de todos los trabajadores.

SAN JOSÉ Y LAS RAZONES DE SU DIVORCIO-Primera Parte

Mateo nos cuenta, al relatar la infancia de Jesús, cómo san José estuvo a punto de divorciarse de su esposa María cuando se enteró de que ella estaba embarazada y que el hijo que esperaba no era suyo. Los cristianos siempre se han sentido desconcertados por el dramático momento que le tocó vivir a la sagrada familia, y se han preguntado: ¿Dudó realmente José de la honestidad de su esposa? ¿Pensó que le había sido infiel con otro hombre? ¿Cuánto tiempo vivió torturándose en silencio, sin saber que el niño que ella llevaba en las entrañas venía del Espíritu Santo, hasta que un ángel le contó la verdad? ¿Y por qué María no se lo dijo, si nadie le había prohibido hacerlo? ¿Por qué Dios sólo le anunció a ella lo del embarazo virginal, y no a José? ¿Sólo para mortificarlo? ¿Y por qué José quiso abandonarla en secreto?

Sin entrar a plantearnos la veracidad de este episodio (que así como está contado puede ser o no histórico), sí podemos intentar responder a estas preguntas suscitadas por el relato de Mateo. Para ello debemos tener en cuenta las costumbres matrimoniales de aquella época. Los judíos solían casarse temprano: a los 18 años los varones y a los 13 las niñas. Los mismos rabinos aseguraban que “Dios maldice al joven que a los 20 años aún no se ha casado”. Y por tratarse de una edad tan prematura, la elección de la pareja corría por cuenta de los padres. Para justificar esa costumbre los israelitas decían que era el propio Dios, en el cielo, quien concretaba las uniones matrimoniales cuarenta días antes del nacimiento de cada niño y que luego las comunicaba a sus padres. Pero sí se daban algunos casos en los que los jóvenes elegían a sus futuras novias.

Concretada la elección, se realizaba la primera fase del matrimonio, llamada por los rabinos “quidushín” (que significa consagración). Era una especie de compromiso formal, en el que la muchacha quedaba consagrada para siempre a su novio, pero todavía no podían vivir juntos debido a la corta edad de la joven, y a que los esposos casi no se conocían. El período del“”quidushín” duraba generalmente un año, y los jóvenes eran considerados ya verdaderos esposos, a tal punto que si ella llegaba a unirse en este tiempo a algún otro hombre se convertía en adúltera; y si llegaba a morir, el muchacho era tenido por viudo. Transcurrido el año del“”quidushín” se efectuaba la segunda parte del matrimonio, llamada el “nissuín”, en la que luego de una gran fiesta que duraba varios días, la joven era conducida en procesión a la casa de su esposo para que comenzaran a vivir juntos.

Debió de haber sido entre el “quidushín” y el “nissuín”, es decir, entre la primera y la segunda fase del matrimonio, cuando María quedó embarazada del Espíritu Santo. Así lo especifica Mateo: María estaba comprometida con José. Pero antes de que ellos empezaran a vivir juntos, ella se encontró encinta por el poder del Espíritu Santo (Mt. 1, 18-19). ¿Qué sucedió entonces entre los santos esposos? No lo sabemos. Mateo no lo dice. Sólo podemos imaginar el drama que vivió José, atormentado por las sospechas de infidelidad de su esposa, angustia ésta que Dios no tuvo la bondad de ahorrarle. Y las penurias de María, que veía sufrir a su esposo, pero callaba porque tenía miedo de no ser comprendida. Este período de la vida de José y María impresionó tanto el ánimo y la imaginación de los cristianos, que algunos buscaron ampliar aquellos dramáticos momentos mediante nuevos relatos.

Uno de estos relatos se halla en el evangelio apócrifo titulado El Proto Evangelio de Santiago, compuesto hacia el año 150. En él se cuenta cómo María, hallándose de visita en casa de su pariente Isabel, notaba que su vientre iba creciendo día tras día. Afligida, emprendió el camino de regreso a su ciudad y se escondió. Transcurridos unos siete meses de su embarazo, volvió José de un largo viaje de trabajo y encontró a María embarazada. Llorando amargamente le reprochó: “¿Por qué has hecho esto? ¿Por qué manchaste así tu alma, tú que te has criado en el Templo de Dios, y recibiste tu alimento de las manos de un ángel?” Pero ella llorando le contestó: “Yo soy pura. No he tenido relaciones con ningún hombre”. José le dijo: “¿De dónde ha salido entonces lo que hay en tu vientre?” Y ella respondió: “Te juro por la vida del Señor, mi Dios, que no sé de dónde me ha venido esto”. Pero las cosas se complicaron más todavía para el pobre José, porque al día siguiente un amigo suyo, enterado del estado de María, lo denunció ante el Sumo Sacerdote diciendo: “José ha violado a la virgen que tenía que custodiar, y en secreto ha consumado el matrimonio”.

El Sumo Sacerdote ordenó que ambos esposos fueran conducidos al Templo y allí, con palabras duras, los acusó de haber faltado a su palabra. Pero como ellos lloraban y juraban por Dios que eran inocentes, resolvió someter a María a la prueba de las “aguas amargas”. ¿Qué eran las aguas amargas? El libro de los Números (5,11-31) mandaba que, si algún marido sospechaba de la fidelidad de su esposa y no había forma de averiguar la verdad, éste debía llevar a la mujer al Templo para someterla a una prueba. Allí, en presencia de testigos, se le soltaba la cabellera (que toda mujer decente en Israel llevaba recogida para que nadie se la viera), como una manera de avergonzarla en público. Después el Sumo Sacerdote tomaba un vaso con agua y lo mezclaba con tierra levantada del suelo. Luego escribía en una hoja una serie de maldiciones y juramentos con tinta, la diluía haciendo correr el agua del vaso sobre el papel, y recogiendo otra vez el líquido se lo daba de beber a la mujer diciéndole: “Si has sido infiel a tu marido, si has tenido relaciones con otro hombre y te has vuelto impura, que Dios te convierta en ejemplo de maldición ante el pueblo, y haga que se te caigan los muslos y se te hinche el vientre”.

Se trataba, evidentemente, de una legislación machista, que terminaba siempre dando la razón al marido, ya que con semejante bebida cualquier mujer acababa intoxicada y con el vientre hinchado. Pero cuentan los apócrifos, cuando María bebió del vaso un imprevisto resplandor apareció sobre su rostro y su cara se transfiguró de tal manera que los testigos que presenciaban el juicio no podían mirarla de frente. De ese modo todos supieron que María era inocente. Este largo relato de los apócrifos nos muestra hasta qué punto se estimuló la imaginación de los primeros cristianos frente al paradójico episodio que ponía a José dudando injustamente de su virginal esposa. Llegamos, así, al punto más oscuro y misterioso de todo el relato. ¿Por qué José decide abandonar a María, dejándola sola y expuesta en el peor momento de su vida? Mateo dice que porque él era justo. Pero ¿qué tiene que ver su justicia con el hecho de abandonar a su mujer?

Se han propuesto dos teorías para explicar la justicia de José. Según la primera, José cree que María ha cometido adulterio. Ahora bien, la Ley de Moisés ordenaba que “la mujer adúltera debía ser repudiada por su marido” (Dt 22, 20-21). Como José era “justo”, es decir, cumplidor de la Ley, decide repudiarla (abandonarla) para cumplir con la Ley. O sea que, según esta teoría, justo significaba cumplidor de la Ley. Pero esta hipótesis choca con un inconveniente. La Ley ordenaba al marido repudiar “públicamente” a la mujer infiel. Y José decide repudiarla en secreto. Por lo tanto no estaría cumpliendo la Ley de Moisés. ¿Cómo entonces se lo puede llamar justo?

Biblista
Ariel Alvarez Valdez

LA VALKIRIA DURMIENTE

El relato, la película de Disney y la música de THAIKOVSKY que convirtió la narración de notas musicales para el ballet que se estrenó en San Petersburgo el 3 de enero de 1890, como muchos otros cuentos populares, lo que ahora conocemos de la Bella Durmiente es una evolución de distintas historias cuyo origen se pierde en los oscuros años medievales. La SAGA VOLSUNGA es un relato escrito en Islandia en el siglo XIII que rescata historias aún más antiguas que se remontan al año 800 a.C. aproximadamente. La saga recoge la historia de dos personajes míticos que podrían ser aun más lejanos en el tiempo. Se trata de SIGURD y BRUNILDA.

El relato nos presenta a una Valkiria, una deidad femenina que tiene su origen en la mitología nórdica, de nombre BRUNILDA, como todas las Valkirias, debía recoger a los héroes que habían muerto en el campo de batalla para trasladarlos al gran salón de la ciudad de ASGARD conocido como EL VALHALA, allí vive el dios principal de la mitología nórdica, ODÍN. Este le pide a BRUNILDA que elija a quién debe salvar en la batalla entre los reyes AGNAR y HJALMGUNNAR. BRUNILDA no escoge al segundo, quien era el favorito de ODÍN y este la condena a un sueño eterno después de despojarla de su naturaleza de diosa.

BRUNILDA duerme su largo sueño en el MONTE HINDARFJALL, en los Alpes, hasta donde llega un caballero llamado SIGURD enviado por su rey, GUNNAR. Este rey, conocedor de la historia y la maldición de BRUNILDA, espera conseguir su mano por mediación de SIGURD quien se disfraza con las ropas de su rey para despertar a BRUNILDA con un beso. El final de SIGURD y BRUNILDA es dramático y no conseguirán vivir su amor prohibido. En el siglo XVII, el italiano GIAMBATTISTA BASILE escribió un cuento titulado SOL, LUNA Y TALIA que narraba la historia de TALIA, hija de un rey maldita por una profecía que asegura que se pinchará con una astilla envenenada oculta entre el lino.

A pesar de los intentos del desdichado rey de evitar la presencia de lino en su reino, TALIA encuentra una rueca de hilar lino y se clava una astilla que la fulmina. El rey, desolado, deja el cadáver de su hija dentro del palacio que termina abandonando sumido en una profunda tristeza. Poco tiempo después un noble llega por casualidad a aquel extraño palacio abandonado y encuentra el cuerpo de TALIA que no está muerta, sino atrapada en un profundo sueño. Prendado de su belleza sucumbe a ella, la besa y tiene relaciones con ella. TALIA da a luz a dos gemelos, niño y niña, Sol y Luna, nueve meses después, los niños son cuidados por unas hadas que velan también el cuerpo de la princesa durmiente que despertará gracias al beso de su hijo en el dedo herido por la astilla.

En el mismo siglo XVII, CHARLES PERRAULT, y un siglo después los HERMANOS GRIMM escribieron sus propias versiones de una princesa que terminaba durmiendo por algún maleficio. Fueron estos dos cuentos los que inspirarían el clásico de Disney y el ballet clásico al que puso música THAIKOVSKY.

MASADA

Masada, es el nombre que recibe un conjunto de palacios y fortificaciones situado en la cumbre amesetada de una montaña aislada en la región oriental del desierto de Judea, próxima a la costa sudoccidental del Mar Muerto, y dentro de los límites del Consejo Regional de Tamar, en el Distrito Meridional de Israel. Masada es conocida por su destacada importancia en los compases finales de la Primera Guerra Judeo-Romana (también conocida como la Gran Revuelta Judía), cuando el asedio de la fortaleza por parte de las tropas del Imperio romano condujo finalmente a sus defensores a realizar un suicidio colectivo al advertir que la derrota era inminente.

En la época clásica varios historiadores mencionan la existencia de Masada. No obstante, es el historiador judeorromano Flavio Josefo quien proporciona una significativa información histórica en su obra La guerra de los judíos. Según narra Josefo, la fortaleza fue originalmente establecida por el sumo sacerdote Jonathán, identificado con el rey asmoneo Alejandro Janneo (103-76 a. C.) y que no debe ser confundido con Jonathán, uno de los hermanos de Judas Macabeo. El hallazgo de varias monedas y enyesados dentro de algunas cisternas de la época de Janneo son las únicas evidencias arqueológicas que confirmarían la identidad de su fundador. En este tiempo, Masada era un discreto refugio, sin llegar a poseer la importancia que tendría un siglo más tarde. Años más tarde, tras la conquista romana de Judea por Pompeyo, Herodes utilizó la fortaleza de Masada para albergar a su madre Cypros, su prometida Mariamne y su hermana Salomé durante la invasión parta del año 40 a. C. de Judea, antes de dirigirse hacia Roma para solicitar apoyo contra esta invasión.

La familia de Herodes, apoyada por una guarnición de 800 defensores liderada por su hermano José, tuvo que afrontar un asedio de las fuerzas partas, llegando casi a perecer de sed, cuando fueron salvados por una lluvia providencial que llenó las cisternas la noche anterior a una arriesgada huida que habían decidido efectuar hacia territorio nabateo. Aprovechando sus excelentes condiciones geográficas (aislada en el desierto de Judea y alejada de núcleos habitados) y sus defensas naturales, Herodes dotó a la meseta de una muralla a lo largo de su perímetro, además de erigir una amplia torre en el sendero occidental que custodiara el acceso, unos 400 metros antes de la meseta. También construyó un palacio para disponer del refugio como lugar de descanso personal y para albergar visitas de otros dignatarios que pudieran disfrutar con las impresionantes vistas del desierto de Judea, del oasis de Ein Guedi, del Mar Muerto y de las montañas de Moab.

En el año 66 d. C. dio comienzo la Primera Guerra Judeo-Romana debido a las tensiones religiosas entre judíos y griegos. La principal fuente de información es la mencionada La guerra de los judíos del historiador Flavio Josefo. Es una obra que debe tomarse con cierta cautela debido a su carácter apologético, suponiendo no obstante la única fuente coetánea existente que narra los acontecimientos acaecidos durante ese conflicto. Respecto a Masada, Josefo se hallaba en Roma en el momento de la caída de la fortaleza, y no fue por tanto testigo directo de la misma, a diferencia de la toma de Jerusalén. Según Josefo, los zelotes (etimología de la palabra en hebreo "celosos de Dios") fueron el grupo principal que llevó el peso de la sublevación para liberar la provincia de Judea de la dominación romana. Otro de los grupos que también se sublevó fue el de los sicarios, rivales no obstante de los zelotes y otros grupos judíos, que usaban el asesinato y el pillaje para lograr sus objetivos, siendo uno de los grupos más extremistas; según Josefo, constituían una escisión de los propios zelotes. De esta forma, en el mismo año de la rebelión, un grupo de rebeldes sicarios liderados por un tal Menájem asaltó y aniquiló a la guarnición romana, compuesta por una cohorte de la Legio III Gallica (acuartelada en Samosata, a orillas del Éufrates), que se hallaba estacionada en Masada desde la deposición de Herodes Arquelao (6 d. C.)

Los sicarios encontraron en la fortaleza un arsenal suficiene para equipar un ejército de diez mil hombres, e importantes reservas de metal (hierro sin trabajar, bronce y plomo) para fabricar nuevas armas y municiones. En el año 70 llegó a Masada un nuevo grupo de sicarios y sus familias, liderado por Simón bar Giora, y que habían sido expulsados de Jerusalén poco antes del asedio y destrucción de la capital judía por parte de Tito, hecho con el cual concluía prácticamente la Primera Guerra Judeo-Romana. Sólo subsistían tres fortalezas desafiantes al poder romano: Herodión, Maqueronte y la propia Masada, desde la cual se lanzaron numerosos asaltos contra unidades romanas e incluso aldeas judías durante los dos años siguientes. Dentro de Masada, los sicarios fueron conscientes de que el asalto final del ejército romano llegaría pronto. Según el relato de Josefo, el líder de los sicarios, Eleazar ben Ya'ir, reunió a sus hombres en el palacio occidental, pronunciando un discurso donde propuso darse muerte ellos mismos para evitar ser hechos prisioneros y vendidos como esclavos. De esta forma, dado que el suicidio como tal es denostado por las leyes del judaísmo, los hombres mataron a sus familias, y posteriormente eligieron por suertes a diez de ellos para quitar la vida al resto.

Finalmente, entre estos diez eligieron de nuevo a uno que acabó con la vida de los demás, y antes de darse muerte prendió fuego a la fortaleza, excepto a los depósitos de víveres, para así demostrar a sus enemigos que actuaban por resolución, no por desesperación. A la mañana siguiente los legionarios romanos colocaron pasarelas sobre la muralla incendiada e irrumpieron en la fortaleza, preparados para combatir a los sicarios, mas toparon con un silencio sepulcral y la visión del fuego y de los cuerpos sin vida de sus enemigos. Únicamente hallaron con vida a una anciana y una mujer, parienta de Eleazar, que se habían refugiado junto a sus hijos en una de las galerías subterráneas que conducía a las cisternas, siendo quienes relataron las últimas palabras que el líder sicario pronunció a sus hombres. Impresionados por la resolución de los sicarios, los romanos perdonaron la vida a los supervivientes. Suele darse como fecha tradicional de la caída de Masada el 15 de Nisán, el primer día de Pésaj, del quinto año de la rebelión judía, el año 3833 en el calendario judío.

Con la conquista del último bastión rebelde que significaba Masada concluyó la Primera Guerra Judeo-Romana. Tras la caída de la fortaleza, y pacificado todo el territorio de Judea, Silva replegó las tropas hasta Cesarea, dejando estacionada una unidad auxiliar en la meseta de Masada. Después de su abandono, Masada permaneció deshabitada hasta principios del siglo V, cuando fue visitada por San Eutimio y su discípulo Domiciano, quienes erigieron en su cumbre una capilla que sería más tarde el núcleo de un pequeño monasterio del tipo laura, perteneciente a una pequeña comunidad eremita de monjes bizantinos; algunos investigadores identifican este lugar con el topónimo Marda que aparece mencionado en algunas fuentes canónicas. La conquista árabe supuso el fin de esta comunidad y el abandono definitivo de Masada a mediados del siglo VII, con una posible ocupación esporádica durante la época de las Cruzadas. Desde entonces, la ubicación del histórico sitio cayó en el olvido.

En la actualidad, Masada es un destacado sitio turístico, a la vez que posee una importante carga simbólica para el nacionalismo judío, como uno de los postreros episodios de afirmación y resistencia nacional antes de la definitiva diáspora. La fortaleza de Masada y su entorno fueron declarados Parque Nacional de Israel en 1966, formando parte de la Reserva Natural del Desierto de Judea desde 1983, y del Patrimonio de la humanidad de la Unesco desde el año 2001.

LA SANTA VEHME


La SANTA VEHME era una sociedad secreta medieval, perduró hasta el S. XIX y sus métodos estaban pensados para tocar los miedos profundos del pueblo. Los orígenes de la SANTA VEHME están envueltos en leyenda. Se cree que Carlomagno, tras su victoria sobre los sajones y su intento de cristianizarlos, encontró unos rebeldes incontrolables que le causaban muchos inconvenientes, sobre todo el duque sajón Widukind.

Se dice que este gobernante envió un emisario al Papa León III para pedirle consejo sobre estos paganos insurrectos. El Papa no le respondió, fue al jardín, cortó las malas hierbas y las colgó para secarlas. El emisario contó a Carlomagno lo visto y éste lo interpretó a su manera creando en el 772 la SANTA VEHME, también conocida como “LOS TRIBUNALES SECRETOS DE WESTFALIA” por ser donde comenzaron su “sagrada misión”.

Carlomagno les dio el llamado “poder sobre la vida y la muerte”, es decir, la capacidad de ejecutar libremente a quien consideraran culpable de delito. Alemania se llenó de temor hacia los espías y secretos verdugos que podían ser cualquiera de sus vecinos. Básicamente se castigaba la falta hacia los diez mandamientos, la moralidad o la patria y con la pena máxima, es decir, la muerte para así sembrar el terror.

Funcionaban como una sociedad secreta, con sus rituales y pruebas de iniciación, sus secretos y códigos que sólo entendían entre ellos, así como claves para reconocerse. Los neófitos eran reclutados por un alto dignatario del tribunal. Debían pasar dos fases de iniciación. Se desconoce en qué consistían exactamente, pero si se sabe que primero estaba la fase de “el que ignoraba” que, una vez superada, se convertiría en “el sabio o el que conoce”.

El postulante debía presentarse con la cabeza rapada ante sus maestros, responder sus preguntas sobre su honor y cualidades, arrodillarse, colocar el dedo pulgar e índice sobre un dogal y la hoja de un puñal o espada ritual con las letras S.S.G.G. grabadas, de significado todavía ignorado, pero con un profundo carácter místico. Prestando el siguiente juramento bajo pena de muerte si lo incumplía: "Ocultar la SANTA VEHME de su mujer y de sus hijos, de sus padres y de sus hermanos, del fuego y del viento, de cuanto bañan los rayos del sol, de cuanto humedezca la lluvia, de cuanto esté entre el cielo y la tierra". Y prometían denunciar incluso a padres o hermanos si incurrían en falta y, si de su mano quedara darles muerte, así procederían. Tras el juramento pasarían a ser fronboten (criados de Dios).

El “modus operandi” de esta sociedad secreta era muy novelesco y psicológicamente bien pensado creando un halo enigmático y terrible. Durante la noche, cuando no hubieran testigos, dejaban su puñal ritual clavado en la puerta del acusado con una nota cerrada con un sello de cera roja que representaba un caballero con armadura. En la nota una lista de sus faltas y con esta frase: "Nosotros, los secretos vengadores del Eterno, los jueces implacables de los crímenes, y los guardias de la inocencia, lo citamos de aquí a tres días, ante el tribunal de Dios. ¡Apareced, apareced". El acusado tenía varios días para poner sus cosas en orden. Si intentaba escapar sería dado muerte sin juicio con el famoso puñal ritual a la espalda con la nota de sus faltas.

Absolutamente nadie debía escapar de la SANTA VEHME por ello los jueces francos procedían de un modo particular a la hora de enfrentarse con aquellos condenados que intentasen huir. Antes de comparecer a juicio tras resultar evidente su ausencia, uno de los asesores llamaba al acusado dirigiéndose a los cuatro puntos cardinales, si seguía sin aparecer, el funcionario procedía a la acusación formal mediante una desoladora proscripción secreta capaz de truncar una vida para siempre en el nombre de la justicia de Dios:

“…Por la presente te retiro la paz y los derechos y la libertad otorgados por el emperador Carlomagno y aprobados por el Papa león atestiguados mediante juramento por todos los príncipes, nobles caballeros y vasallos de Westfalia entregándote a la mayor desgracia y al deshonor, te declaro indigno fuera de la ley común consagramos tu cuello a la cuerda y tu cuerpo a las aves de rapiña para que lo devoren hasta que no quede nada de el que nuestra justicia santa te prive de la vida y de tus bienes que tu mujer se convierta en viuda y tus hijos en huérfanos” instantes después el juez franco escupía al suelo y entregaba a sus asesores un placet sellado con cera roja que validaba la sentencia y daba inicio a una inclemente cacería santa.

LA LEY SECA

Norma mediante la cual fue prohibida, desde 1919 y hasta 1933, en Estados Unidos, la fabricación, comercialización y consumo de alcoholes (vino, cerveza whisky, etc). La ley se acogió a la XVIII Enmienda de la Constitución y mediante ella el gobierno republicano intentó, desde una perspectiva puritana, dar un giro a la moralidad del país. La Ley seca no cumplió los objetivos que pretendía. Antes al contrario, la prohibición incentivó el consumo, especialmente, de alcoholes de alta graduación y se convirtió en un auténtico problema de salud pública al alentar indirectamente la destilación ilegal.

Pero sobre todo, dio alas al contrabando y al mercado negro, controlados por bandas de gánsters que hicieron de los Estados Unidos un lugar inseguro, debido a los sobornos a la justicia, a las autoridades y a la policía. El chantaje y los ajustes de cuentas entre bandas fueron algo corriente en este período. Mafiosos como Al Capone, acumularon un inmenso poder y el Estado hubo de crear unidades policiales especiales para atajar la corrupción de la propia policía (Elliot Ness). La Ley Seca fue derogada en 1931, por la Enmienda XXI de la Constitución, a iniciativa de la nueva Administración demócrata. El gansterismo, fuertemente instalado en la sociedad norteamericana, derivó sus negocios hacia otras actividades, tales como el comercio de drogas o la prostitución.

domingo, 5 de marzo de 2023

¿CÓMO SE DETERMINA LA FECHA DE PASCUA?

Cada año que pasa vemos que la fecha de Pascua no es siempre la misma, unas veces cae en marzo y otras veces en abril sin responder, aparentemente, a ninguna lógica. Desde los comienzos de la cristiandad, y durante muchos años, no hubo unidad de criterios respecto a la determinación de la fecha de la celebración de la Pascua de Resurrección, cuestión que estuvo ligada a discrepancias entre los diversos calendarios que existieron durante muchos siglos. En el año 325 se celebró el Concilio de Nicea y allí se resolvieron dos cuestiones muy importantes en esta historia: la Pascua debe celebrarse en el día del Señor, o sea en domingo y la fecha de la Pascua no debía coincidir con la Pascua Judía.

La Pascua judía o Pésaj recuerda el cruce del pueblo de Israel por el mar Rojo a la salida de Egipto, hecho que se habría producido en la Luna llena siguiente al equinoccio de primavera del hemisferio norte. Hay que tener en cuenta que la fecha de la Pascua judía está basada en un calendario lunar como lo era el del pueblo hebreo y se celebra el día 15 del mes de “nisán” fecha que coincide con el mes de marzo o abril de nuestro calendario actual. En el año 46 a. C. el emperador romano Julio César llevó a cabo una reforma del calendario el cual pasó de estar basado en la Luna a estar basado en el Sol, unificando así el calendario en todo el imperio. El calendario lunar anterior databa del siglo VII a. C. que, a su vez, provenía del calendario griego con sus ciclos de cuatro años basado en las olimpíadas (período entre dos juegos olímpicos)

Con el correr de los siglos se vio que el calendario tenía errores e iba sufriendo defasajes que eran cada vez más notorios, cada 128 años se producía el agregado de un día lo cual causaba que las fechas del equinoccio y del solsticio se retrasaran cada vez más. Esto afectaba a las celebraciones litúrgicas de la Iglesia Católica que estaban ligadas a la fecha de la Pascua de Resurrección, la cual a su vez estaba ligada al equinoccio. Pero este no era el único problema, también se alteraban las fechas de inicio de las estaciones del año, con el correspondiente impacto en la vida social a través de la actividad agrícola (las épocas de siembra y las épocas de cosecha), el cobro de impuestos y otras cuestiones administrativas.

Estos inconvenientes condujeron a una nueva reforma del calendario en el año 1582 impulsada por el papa Gregorio XIII. La principal medida que se tomó fue cubrir el defasaje de diez días existente entre el calendario solar y el calendario civil para lo cual se pasó inmediatamente del día 4 de octubre al día 15. Por otro lado se hicieron algunos ajustes en la determinación de los años bisiestos de acuerdo a la siguiente regla: “La duración básica del año es de 365 días; pero serán bisiestos (es decir tendrán 366 días) aquellos años cuyas dos últimas cifras son divisibles por 4, exceptuando los años que expresan el número exacto del siglo (100, 200..., 800..., 1800, 1900, 2000...), de los que se exceptúan a su vez aquellos cuyo número de siglo sea divisible por 4”.

En base a las premisas del Concilio de Nicea, se estableció que la Pascua de Resurrección se celebraría el primer domingo después de la Luna llena que coincida o que suceda al equinoccio de primavera del hemisferio norte y en caso de que la Luna llena tuviera lugar en domingo, la Pascua se traslada al siguiente. La reforma del calendario llevada adelante por el papa Gregorio XIII siguió estos lineamientos para que la Pascua de Resurrección se celebrara en la primavera del hemisferio norte, en fecha cercana al equinoccio del mes de marzo pero incluyó algunas modificaciones de forma tal que la fecha estuviera siempre entre el 22 de marzo y el 25 de abril. Desde el punto de vista estrictamente astronómico hay dos cuestiones que harían bastante complicado el cálculo preciso de la fecha de la Pascua de Resurrección:

-determinación la fecha exacta del equinoccio
-determinación el momento exacto de la Luna llena

La fecha en la que tiene lugar un equinoccio (o un solsticio) no es siempre la misma, en el caso del equinoccio de primavera en el hemisferio norte (y de otoño en el hemisferio sur) puede caer entre el 19 y el 21 de marzo producto de la complejidad del movimiento de la Tierra alrededor del Sol. Por otro lado, describir con suma precisión la órbita lunar y, por ende, determinar los instantes en que se producen las fases lunares también tiene importante grado de dificultad.

Lógicamente estas cuestiones no podían estar en discusión en el año 325 durante el Concilio de Nicea ya que no existían ni los conocimientos ni los instrumentos necesarios para resolver este tipo de problemas. Para el cálculo de las fases de la Luna, el Concilio de Nicea adoptó el ciclo de Metón, método ideado por el astrónomo ateniense Metón que vivió en el siglo V a.C. y que consiste en calcular las 235 lunaciones que tienen lugar en un lapso de 19 años. En cuanto a la determinación de la fecha del equinoccio, se adoptó convencionalmente como fecha el 21 de marzo sin tener en cuenta los desplazamientos que pueden producirse entre 19 y el 22. Si llegara a existir una superposición entre la Pascua de Resurrección y la Pascua Judía, la primera se adelanta al domingo anterior o se pasa al siguiente, de acuerdo a las tablas confeccionadas por el Vaticano en la reforma de 1582.

Si bien el origen de la celebración de la Pascua se basa en hechos históricos y en antiguas tradiciones con un profundo sentido espiritual para el judaísmo y el cristianismo, no deja de ser interesante aprender sobre sus connotaciones astronómicas. Durante siglos la humanidad tuvo un único reloj en el cual inspirarse para confeccionar sus calendarios. Un reloj de movimientos muy complejos, pero predecibles al fin, que le llevó a los científicos más de dos mil años descubrir sus más sutiles secretos. Ese reloj no es otra cosa que la esfera celeste.

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EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA EN LA HISTORIA

La penitencia es un Sacramento de la Nueva Ley instituido por Cristo donde es otorgado el perdón por los pecados cometidos luego del bautismo a través de la absolución del sacerdote a aquellos que con verdadero arrepentimiento confiesan sus pecados y prometen dar satisfacción por los mismos. Es llamado un 'sacramento' y no una simple función o ceremonia porque es un signo interno instituido por Cristo para impartir gracia al alma. 
Como signo externo comprende las acciones del penitente al presentarse al sacerdote y acusarse de sus pecados, y las acciones del sacerdote al pronunciar la absolución e imponer la satisfacción. Es importante hacer notar que la confesión no es realizada en el secreto del corazón del penitente tampoco a un seglar como amigo y defensor, tampoco a un representante de la autoridad humana, sino a un sacerdote debidamente ordenado con la jurisdicción requerida y con el poder de llaves es decir, el poder de perdonar pecados que Cristo otorgó a Su Iglesia.

La finalidad del presente estudio consiste en profundizar en el sustento bíblico e histórico del Sacramento, analizar a la luz de esta evidencia los errores introducidos a raíz de la Reforma Protestante, así como las distorsiones históricas que se manejan en las denominaciones surgidas de esta, al punto de llegar a convertirse en una historia alternativa completamente diferente a la real. La facultad que tiene la Iglesia para conceder en nombre de Dios el perdón de los pecados proviene del mismo Cristo quien confirió esta facultad a sus apóstoles al decirles. “Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo” (Mateo 18-18)

El significado de atar y desatar no se limita a la autoridad de definir que es lícito y que no en cuando a doctrina, sino también a la facultad de conceder el perdón de los pecados, ya que el poder otorgado aquí no es limitado: “…todo lo que ustedes aten…”, “…y lo que desaten…”; poder que a su vez es confirmado explícitamente por Cristo al permitir perdonar o retener los pecados. Existen numerosas objeciones de parte de las diferentes denominaciones protestantes respecto al Sacramento de la Penitencia. El protestantismo en general declara que no es necesaria la intervención humana para que Dios perdone el pecado y que este debe ser confesado en privado sólo a Dios.

Este tipo de objeción comete el error de confundir a quien concede el perdón (Dios), con el medio que Dios utiliza para administrarlo (el sacerdote). También es incorrecto afirmar que Cristo admitió que sólo Dios perdona el pecado. La Escritura señala que Él tiene facultad para hacerlo, sin entrar en polémica sobre su divinidad: “… Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- levántate, toma tu camilla y vete a tu casa…” (Mateo 9-6). Luego, prueba a través de un milagro físico (el signo externo de la curación del paralítico) lo que es un verdadero milagro espiritual (la realidad interna del perdón del pecado). Así, en la conclusión de esta enseñanza se nos declara: “…Al ver esto, la multitud quedó atemorizada y glorificaba a Dios por haber dado semejante poder a los hombres…” (Mateo 9-8).

Es obvio que esto no se refiere a la sanidad física, que era la prueba tangible de un milagro mucho más portentoso, sino al milagro en sí de la curación espiritual del enfermo a través del perdón de sus pecados. Y aunque Cristo en ese momento hubiese querido reconocer eso implícitamente, esto tampoco tendría por qué impedir que Cristo posteriormente pudiera transmitir ese poder a sus apóstoles, tal como queda firmemente atestiguado en la Escritura. Tampoco es cierto que ni ningún apóstol o ningún otro obró de confesor, o no existe en la Escritura la mención de confesar pecados a hombre alguno.

Existen referencias bíblicas explícitas que echan por tierra estas afirmaciones demostrando que los pecadores arrepentidos no se limitaban a la confesión interior. El evangelio de Marcos narra cómo quienes acudían a Juan Bautista para ser bautizados le confesaban sus pecados: “…La gente de Jerusalén, de toda la Judea y de toda la región del Jordán iba a su encuentro, y se hacía bautizar por él en las aguas del Jordán, confesando sus pecados…” (Mateo 3,5-6) Lo mismo se afirma de aquellos que, al convertirse, acudían a los apóstoles: “Muchos de los que habían abrazado la fe vinieron a confesar abiertamente sus prácticas” (Hechos 19-18) Existe evidencia también de que el pecador no solamente debía confesar su pecado a Dios, sino a la Iglesia: “Confiesen mutuamente sus pecados y oren los unos por los otros, para ser curados. La oración perseverante del justo es poderosa” (Santiago 5-16)

Aunque no vemos en estos textos una confesión auricular como la conocemos hoy, podemos ver dos hechos claves: Cristo concedió a los apóstoles la facultad de perdonar pecados, y que el pecador no se limitaba a la confesión interior. ¿Cómo pudieran los apóstoles perdonar pecados secretos a menos que los fieles se los confesaran? Es incorrecta también la objeción de que cuando en la Escritura se ordena confesar los pecados se refiere a pedir perdón a los hermanos que hemos ofendido. Si bien una ofensa es un pecado, no todos los pecados son ofensas al prójimo y reducir así el significado del texto es desvirtuar su significado real y completo del texto.

Cuando la Escritura habla de confesión de pecados no se refiere a pedir perdón a algún hermano por haberle ofendido. Comparemos esta interpretación con Marcos 1, 5: “Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus pecados”. ¿Deberíamos interpretar que toda la gente de Judea y Jerusalén había ofendido a Juan el bautista? Si lo aplicamos a Hechos 19, 18 “Muchos de los que habían abrazado la fe vinieron a confesar abiertamente sus prácticas” ¿deberíamos interpretar que todos los nuevos conversos habían ofendido a los apóstoles? Notemos que el texto aquí es particularmente claro, porque habla de confesar y declarar “sus prácticas”, no sus ofensas.

Recordemos también que el primer ofendido por nuestros pecados es Dios, pues todo pecado es primeramente una violación de la justicia divina. Evidencia de la Reconciliación en el Antiguo Testamento La realidad sacramental de la Iglesia es precedida en la historia por su modelo profético, la Ley Mosaica. En ella vemos (Levítico 4 y 5) que Dios exigía un sacrificio ceremonial por los pecados cometidos. El sacrificio se realizaba en el Tabernáculo (luego en el Templo) y delante de los sacerdotes, lo cual en sí es una admisión pública por el pecado. El ejercicio de estas ceremonias no solo era público sino además enseñaba a los pecadores la inevitable consecuencia del pecado: la muerte. El animal que se sacrificaba moría en lugar del pecador.

El modo de ejecución de dichos sacrificios es un equivalente del Sacramento de la Reconciliación que no se puede negar y en el que tanto el sacerdote como el fiel tienen una participación claramente definida, vayamos al texto de Levítico 4, 27-35 y con el dejaremos planteado para el próximo programa la evidencia histórica del sacramento de la reconciliación: “Si es una persona del pueblo la que peca inadvertidamente y se ha hecho culpable, cometiendo una falta contra alguna de las prohibiciones contenidas en los mandamientos del Señor, una vez que se le haga conocer el pecado que ha cometido, presentará como ofrenda por la falta cometida, una cabra hembra y sin defecto. Impondrá su mano sobre la cabeza de la víctima y la inmolará en el lugar del holocausto. Después el sacerdote mojará su dedo en la sangre, la pondrá sobre los cuernos del altar de los holocaustos y derramará el resto de la sangre sobre la base del altar. Luego quitará toda la grasa de la víctima, como se hace en los sacrificios de comunión, y la hará arder sobre el altar, como aroma agradable al Señor. De esta manera, el sacerdote practicará el rito de expiación en favor de esa persona, y así será perdonada”.