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DIÁLOGO Y VALORES

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Martes 20.05.2008
Editorial - Programa Nº 337

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Nuestra sociedad está sumergida en una dramática crisis moral y de violencia, producto de la falta de valores. Esto exige un cambio de mentalidad y grandeza de espíritu. Para recuperar la dignidad y la esperanza de nuestra gente ya no alcanzan las palabras. El diálogo, imprescindible y urgente, necesita de renunciamientos sinceros en la mente y el corazón de toda la dirigencia. Pienso que no habrá un diálogo útil y creíble si cada sector no se pregunta francamente a qué está dispuesto a renunciar para el bien de todo el país.

Para superar esta crisis moral es necesario no mentirle a la gente con promesas que no se cumplirán y obrar con absoluta honestidad. Es la clase dirigente la que debe dar el ejemplo de compartir los sacrificios del pueblo renunciando a los privilegios que lo ofenden y empobrecen. Hay que comprender que el ejercicio de la política debe ser un noble, austero y generoso servicio a la comunidad y no un lugar de enriquecimiento personal o sectorial.

El poder económico, como el poder por gobernar, no puede destruir con voracidad insaciable la salud y el nivel de vida de nuestros pueblos. Debemos recuperar el valor de la palabra dada y de una justicia independiente al servicio de la verdad. En el deterioro de los valores tienen una significativa importancia los medios de comunicación social que, con programas desprejuiciados y superficiales, debilitan el sentido moral de la vida de nuestro pueblo.

Creo que necesitamos recrear "una nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común". Debemos pasar del deseo de ser Nación a construir la Nación que queremos: frente a la cultura de la dádiva es necesario promover el valor del trabajo, el espíritu de sacrificio, el empeño perseverante y la creatividad.

Debemos pasar del deseo de ser Nación a construir la Nación que queremos. Frente a la corrupción y la mentira, promover el sentido de justicia, el respeto por la ley y la fidelidad a la palabra dada. Frente a la fragmentación social, promover la reconciliación, el diálogo y la amistad.

Sólo buenos ciudadanos, que obren con inteligencia, amor y responsabilidad, pueden edificar una sociedad y un Estado más justos y solidarios.

Recuerdo cuando al término de la 81ª Asamblea Plenaria del 12 de mayo de 2001 la Conferencia Episcopal Argentina hacía público un mensaje que llevaba como título: HOY LA PATRIA REQUIERE ALGO INÉDITO. Allí los obispos argentinos se preguntaban y planteaban: “¿Quién piensa el futuro de la Argentina? ¿Cuál es el proyecto de país que oriente nuestra acción? ¿Qué hacer para generar esperanza? Es necesario que todos nos convirtamos, especialmente los dirigentes, evitando el creciente divorcio con el pueblo y dejando de lado, para siempre, la búsqueda de privilegios personales o sectoriales”.

Es necesario recrear la política como principal instrumento de gestión del bien común. Es necesario rehacer nuestra cultura, recuperando los valores que nos dieron existencia. Esto supone desarrollar una educación que sea promotora de la persona humana y discierna claramente los desvalores con los cuales convivimos cotidianamente.

Se ha popularizado la tendencia a confinar la religión a la esfera privada, hasta tal punto que para muchos sectores del Gobierno es irritativo y se hace intolerable que la Iglesia exponga públicamente la doctrina recibida, denuncie las injusticias o la aplique en concreto a los problemas actuales.

Parece que se ha puesto de moda mostrarse como anticatólico; se juzga distinguido hablar contra la Iglesia y su doctrina; y al difundirla por los medios, se pretende cobijar en la libertad de expresión la burla de lo sagrado, que a veces llega hasta la blasfemia.

En síntesis: todas estas circunstancias hacen comprensible que en estos momentos resulte más complicado ser cristiano. No es sencillo oponerse a las costumbres que distorsionan la ética de la sociedad y los valores humanos y remar contra la corriente, proponiendo ideas sensatas, dando ejemplo con la propia vida y empeñándose esforzadamente en influenciar el pensamiento cultural con la verdad del Evangelio.

Alfredo Musante
Director Responsable
Programa Radial
EL ALFA Y LA OMEGA

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