INDIFERENTES AL SUFRIMIENTO
Martes 22.07.2008
Editorial - Programa Nº 346
Estuve pensando y tratando de encontrar una explicación, un sentido a una palabra que encontraba en los diarios. Apenas tres letras: “rom”. Si la buscan en Internet van a ver que se la relaciona con las grabaciones, los CDs, etc.
¿Que tendrá que ver esto con una editorial verdad? Y buscando significados y palabras surgió la palabra “gitano”, que es la forma en que nosotros conocemos a este pueblo que en Europa también se lo llama rom.
“Gitano”, para nuestro buen saber, deriva de la palabra “egiptano”, ya que a principios del siglo XV, cuando este pueblo llegó a Europa, se creía que venían del norte de África, del reino de Egipto. Sin embargo, si uno busca en la historiografía, el pueblo gitano tiene un origen mucho más remoto, mucho más lejano y de un origen bastante diferente.
El pueblo romaní, como también se los conoce, tiene tal vez un origen en el Punjab, en la India, lo que hoy sería un lugar próximo al límite con Pakistán. Paradójicamente lugar de enfrentamiento en este momento. Este pueblo indoeuropeo comenzó una emigración, primero hacia el Asia Menor y luego hacia Europa.
Hay alrededor de 11 o 12 millones de gitanos en el mundo de los cuales cerca del 80 % conviven en el viejo territorio europeo. Tienen una particularidad ancestral muy profunda, aun mantienen el idioma romaní, sus costumbres y particularidades. Y desde aquel lejano comienzo del siglo XV han sido resistidos, perseguidos, segregados, discriminados, matados. ¿Por quienes? Qué terrible que es, a veces, encontrar respuesta a preguntas tan crueles.
Aunque ustedes no lo crean, entre tantos que persiguieron a los gitanos estaba nuestra Santa Iglesia Católica. Allá por los siglos XV, XVI y XVII en España era una de sus grandes perseguidores, junto también con los judíos que habían emigrado del norte de África hacia la península ibérica. Perseguía judíos y gitanos. Uno podrá recordar, seguramente, que en el gran exterminio alemán de la Segunda Guerra Mundial, el grueso del holocausto lo padeció el pueblo judío, pero también una buena parte de los seres humanos que murieron en esos campos de concentración eran gitanos.
Y traigo a cuento esto porque uno debe pensar que tal vez en el siglo XXI, ya no deben suceder estas cosas. Y es verdad, ya no suceden estas cosas, suceden cosas peores. Los que tuvieron oportunidad de leer el diario descubrieron que en una playa de Nápoles, Italia, dos niñas gitanas de aproximadamente 9 y 11 años murieron ahogadas. Vendían en la playa vituallas y otras cosas. Seguramente, como cualquiera que disfruta de las hermosas costas que tiene Italia, deben haber sentido muchas ganas de introducirse en el mar. No sabían nadar, murieron ahogadas, fueron sacadas a la playa y tapadas con un toallón. Lo notable es que, como nos cuenta la crónica, que tardaron más de una hora y media en venir a buscar sus cuerpos. Durante todo ese tiempo esas criaturas muertas, tapadas con un simple toallón, estuvieron en exposición para muchísima gente que, en muchos casos, le resultó algo absolutamente indiferente y para otros fue un tema de comentario para llamar al celular y contarle a alguien.
La gente siguió su vida porque, en definitiva, a quién le importa que hayan muerto dos gitanas, a quién le importa que la gente muera, a quién le importa lo que le pasa a los otros. Y realmente, después de tanto hablar y discutir los temas entre el campo y el gobierno, uno se pregunta al ver que en el mundo pasan tantas cosas al igual que en nuestro país: ¿todas ellas nos resbalan? ¿Somos tan crueles con nuestra indiferencia? Vemos la muerte caminar a nuestro alrededor: adolescentes y chicos que se drogan, que sabemos que tienen un futuro absolutamente breve, gente totalmente carenciada, desnutrida.
Italia se considera una sociedad progresista, primermundista. Pero la cruel indiferencia parece borrar siglos de historia. Para que ese pueblo italiano pueda vivir hoy como vive, hubo mucho derramamiento de sangre en su territorio. Y hoy parece que no nos importa, esto es lo más cruel, lo más puntual. Lo podría relacionar con la expulsión de los emigrados que quieren llegar a una tierra donde puedan comer, donde puedan subsistir, un lugar donde puedan vivir dentro de este mundo injusto en el que los alimentos son para los ricos sin importar las personas más desposeídas.
Y lamentablemente cada vez son más. Y uno piensa, Señor ¿por qué somos tan indiferentes? ¿Por qué nos importa tan poco el otro? Descuento, por supuesto, que estas dos niñas deben estar a tu lado en este momento. Pero no te olvides de esto que hacemos los humanos. No te olvides de pasarnos las facturas correspondientes en el momento oportuno. No es justo que seamos tan injustos.
No podemos dar vuelta la cara a los problemas del mundo mientras no nos toca a nosotros.
Dios nos libre de ser tan crueles;
Dios nos libre de ser tan indiferentes;
Dios nos libre de dar vuelta la cara.
Carlos Guzmán
Coordinador de Contenidos
Programa Radial
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