Con frecuencia nos
enteramos, por medio de las noticias, de ciertos casos en que las Cortes
civiles ordenan que un niño en peligro de muerte reciba una transfusión de
sangre aun contra la voluntad de sus padres. También ha habido casos de adultos
que han sido forzados a recibir una transfusión de sangre contra su voluntad.
Estas extrañas situaciones ocurren debido a las enseñanzas de ciertos movimientos
religiosos que creen que las transfusiones de sangre están en contra de la ley
de Dios. El movimiento más conocido de estos es el de los "Testigos de
Jehová", el cual enseña que la transfusión de sangre y comer sangre es una
y la misma cosa. Ellos están dispuestos a arriesgar la vida antes que violar lo
que consideran un mandato de Dios.
Los "Testigos de
Jehová" y otros enseñan una doctrina equivocada en cuanto a esta enseñanza
bíblica, al afirmar que la transfusión de sangre es una violación del mandato
de abstenerse de comer sangre. Levítico 17-14 declara: "Porque la vida de toda carne es su sangre. Por eso dije a los
israelitas: No coman la sangre de ninguna carne, porque la vida de toda carne
es su sangre. El que la coma, será extirpado".
La ciencia ha comprobado
que aunque hay diferentes tipos, la sangre no difiere en cuanto a sexo o raza.
Se puede hacer transfusiones no importa el color o sexo de cualquier persona de
la tierra ,
siempre y cuando sea el mismo tipo. Sin embargo no se puede hacer transfusión
de sangre de un animal a un hombre.
Todo alimento que es
consumido es
transformado en sustancias nutritivas que son necesarias para
la energía y el desarrollo celular. La sangre también es consumida cuando ésta
se transforma en sustancia alimenticia. La sangre que se pasa en una
transfusión a las venas de un ser humano no se consume o se transforma. Esta
continúa viva, completa al pasar a las venas de otra persona, y no pasa el
proceso de transformación como la sangre que se utiliza como comida. La
transfusión no es ni científicamente ni bíblicamente un proceso de comer
sangre.
Un niño que no ha nacido
aún es alimentado por un medio intravenoso o sea a través del cordón umbilical,
por el cual le llega al feto la sangre de la madre. La transfusión de la sangre
materna lleva sustancias nutritivas y oxigeno que son necesarias para alimentar
y sustentar la vida del bebé durante su estado prenatal. Entonces: ¿Está el
niño comiendo la sangre de la madre? ¡Por supuesto que no! De otra manera, esto
pondría a Dios en contradicción con sus propias leyes. Dios estaría violando su
ley por medio de un proceso natural preestablecido.
Más bien la transfusión de
sangre que recibe el niño durante su existencia prenatal es un don de la vida. En la
misma manera, la transfusión de sangre para uno que está en peligro de muerte
por la pérdida de su propia sangre, recibe el don de la vida por medio de un acto de
misericordia del donador. Este no debe confundirse con comer sangre. Aquellos
que están dispuestos a sacrificar sus propias vidas antes bien que violar un
mandamiento de Dios en cuanto a comer sangre son individuos que han de ser
encomiados.
Sin embargo si ellos
erróneamente relacionan la transfusión de sangre con comer sangre, entonces
deben examinar de nuevo su posición porque ésta no tiene base bíblica. Aquellos
que utilizan sangre en cualquier forma de comida, ya sea por ignorancia del
mandato de Dios o por indiferencia, es necesario que también hagan un nuevo
examen de su posición y también estudien de nuevo este asunto -que desistan de
esta práctica y que manifiesten un respeto evidente por la vida como Dios lo
quiere.