miércoles, 26 de septiembre de 2012

Santa Teresita de Lisieux

María Francisca Teresa Martín Guerin nace en Alençon, en la provincia de Normandía (Francia), el 2 de enero de 1873. Era la menor de sus hermanos. Cuando contaba 14 años sintió el deseo de convertirse en religiosa. Tuvo muchos inconvenientes para su entrada al convento esto llevo a Don Martín y Teresa a conversar con el Padre superior quien también se negó, de ahí con el Obispo que tampoco aceptó y deciden ir a hablar con el Sumo Pontífice a Roma, para aquel entonces León XIII, quien le recomendó obedecer las instrucciones de los superiores.

Finalmente luego de la intervención de la madre superiora, la insistencia de Teresa el día 9 de abril de 1888 es recibida por fin en el Monasterio del Carmelo. El nombre Teresa del Niño Jesús fue elegido por la superiora del Carmelo de Lisieux, la madre Gonzaga, quien en un momento de enfermedad de Teresa le envió un mensaje de aliento, en ese mensaje le trata así; "...mi hijita Teresita del Niño Jesús". En su vida dio gran valor a la oración y a los pequeños actos. Sufrió la prueba de la fe desde el 5 de abril de 1896, hasta su muerte, tras unos meses de terribles padecimientos. Sus últimas palabras fueron: "Oh, le amo...", mirando a su crucifijo; y un instante después: "¡Dios mío...os amo!"

El centro de su espiritualidad fue la misericordia o amor de Dios. Por encima de todo enfatiza siempre la misericordia divina, ante la cual confía y nada hay que temer. Ante todo, Dios es Padre; y Jesús es su Hijo misericordioso. Escribió: “¡Oh Jesús!...estoy segura de que, si por un imposible, encontraras un alma más débil, más pequeña que la mía, te complacerías en colmarla de favores más grandes aun, si ella se abandona con entera confianza a tu misericordia infinita”

En una carta escrita el 17 de septiembre de 1896 a su hermana escribe la frase que resume el mensaje e ideario de Teresa, sus ideas y pensamientos más arraigados, el motor de su existencia: "La confianza, y nada más que la confianza, es la que debe conducirnos al amor (de Dios)".

Se ha vinculado su espiritualidad con la de santa contemporánea Faustina Kowalska (devoción a la Divina Misericordia). Su doctrina habla de que Dios está en todas partes y de que son los sencillos actos, hechos con amor, el camino hacia la santificación:

“La santidad no consiste en ésta o la otra práctica, sino en una disposición del corazón que nos hace humildes y pequeños entre los brazos de Dios, conscientes de nuestra flaqueza y confiados hasta la audacia en su bondad de Padre”

En 1897 cae enferma y muere a las 19 horas 20 minutos del 30 de septiembre tras una agonía de dos días en Lisieux, Normandía (Francia). En 1923 es beatificada y en 1925 canonizada. En 1927 es proclamada patrona de la misiones pese a no haber abandonado nunca el convento, pero siempre rezaba por los misioneros y siempre fue su deseo ardiente el convertirse en una.

En 1997 es declarada Doctora de la Iglesia, siendo la tercera mujer en conseguir ese nombramiento. Anteriormente habían sido declaradas doctoras Santa Teresa de Jesús, también carmelita, y Santa Catalina de Siena. La Festividad de Santa Teresa de Lisieux es el 1 de octubre. Considerada por Pío XI como "la estrella de su pontificado", fue rápidamente beatificada y canonizada, declarada santa patrona de las misiones y patrona secundaria de Francia, después de Juana de Arco. En 1997, el Papa Juan Pablo II hizo de ella la 33° Doctor de la Iglesia, y es conocida como la "Doctora del Amor".

Mensajeros de Dios

“Mientras Josué estaba cerca de Jericó, alzó los ojos y vio a un hombre que estaba de pie frente a él, con la espada desenvainada en su mano. Josué avanzó hacia él y le preguntó: "¿Eres de los nuestros o de nuestros enemigos?". El respondió: "No, yo soy el jefe del ejército del Señor y ahora he venido”. (Josué 5, 13-14)

Así hoy doy comienzo a la editorial, con este texto del Antiguo Testamento, libro de Josué donde nos cuenta cuando el jefe de los ejércitos del Señor se le aparece en un momento crucial en la historia, era el sitio de Jericó.

En estos días la Iglesia conmemora la festividad de los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, me gustaría que pudiéramos juntos conocer un poco a estos “mensajeros de Dios” y como nos ayudan en la actualidad, pero antes como saben que es un poco mi estilo, indaguemos un poco en la escritura y la tradición, que sabemos de estos seres que por momentos y en diferentes circunstancias se confunden con la propia presencia de Dios.

Estas figuras de los ángeles que es relatada en diversas partes del Antiguo Testamento, sirve para demostrar la dignidad de la misión de ellos, pues en muchas oportunidades el Pueblo llego a confundir la presencia divina con la manifestación de sus mensajeros, incluso en el Antiguo Testamento judaico, los ángeles no son meras figuras simbólicas, sino ayudantes mensajeros directos de Dios y como tales, objetos de fe.

San Agustín, el obispo de Hipona, respecto a los ángeles decía: "El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel"

Los ángeles son parte del universo; de su grandiosa armonía y de su espléndida unidad. Criaturas de Dios, inteligentes y libres, ellos cumplen con el fin por el cual Dios los llamó a la existencia: lo adoran, lo aman y lo sirven cumpliendo conforme al designio divino, su misión en el mundo visible y para con el hombre.

Vayamos brevemente a conocer a tres de los arcángeles.

Que nos dice el Judaísmo del Arcángel Miguel: además de considerar que fue uno de los tres ángeles que anunciaron el nacimiento de Isaac y proteger al pueblo de Israel durante el desierto.

Actualmente, el Judaísmo invoca a San Miguel como amparador de sus sinagogas. La liturgia del Yom Kipur el sermón concluye con las palabras: “Miguel, príncipe de misericordia, reza por Israel”.
Sobre el Arcángel Rafael y de acuerdo con el Libro de Tobías 7, 15, Rafael fue enviado por Yahvé para acompañar a Tobías, hijo de Tobit, en un largo y peligroso viaje para conseguirle una esposa piadosa al joven. Ésta es Sara, quien había visto morir a siete prometidos debido a que un demonio, de nombre Asmodeo, estaba enamorado de la mujer y mataba al esposo en la noche de bodas.

En un principio Rafael se presenta como «Azarías, hijo del gran Ananías», pero al finalizar el viaje cura la ceguera de Tobit y se manifiesta como «el ángel Rafael, uno de los siete en la presencia del Señor».

Durante el viaje, da instrucciones a Tobías para pescar un pez, del que extraería las vísceras que usaría más tarde para alejar al demonio Asmodeo, enamorado de Sara, y curar la ceguera de su padre. Debido a esto, a Rafael se le considera protector de los novios o el noviazgo, mas no quien promueve los noviazgos como el Eros (Cupido) grecorromano.

San Rafael es invocado para alejar enfermedades y lograr terminar felizmente los viajes. El Islam lo considera el ángel responsable de anunciar la fecha del Juicio Final mediante el sonido de un corno. En ocasiones se le representa con atuendo de peregrino y portando un gran pescado en su mano.

Hablemos de otro Arcángel, como es el caso de Gabriel, aparece por primera vez en el Libro de Daniel. La historia se sitúa en la cautividad de Babilonia: el líder de los Judíos, Daniel, reflexiona sobre el significado de varias visiones que ha experimentado en el exilio, cuando Gabriel se le aparece con un mensaje sobre el "Fin de los Días".

“Mientras yo, Daniel, miraba la visión y trataba de comprender, vi que estaba de pie frente a mí alguien con aspecto de hombre. Y oí una voz de hombre en medio del río Ulai, que gritaba, diciendo: "Gabriel, explícale la aparición a este hombre". El llegó hasta donde yo estaba, y cuando llegó, sentí un gran temor y caí sobre mi rostro. El me dijo: "Entiende, hijo de hombre, que la visión se refiere al tiempo del Fin”. (Daniel 8:15-17)

Gabriel es el único ángel que hablaba Sirio y Caldeo. Es también, según el Judaísmo, la voz que le dijo a Noé que salvase a dos animales de cada especie en su arca antes de la gran inundación. La voz invisible que dijo a Abraham que no era necesario que sacrificase a su hijo Isaac; la fuerza invisible que luchó con Jacob, y la voz de la zarza ardiente.

En el Evangelio de Lucas, Gabriel revela a los judíos, fariseos y al sacerdote Zacarías que Juan el Bautista nacerá de la esposa de Zacarías, Santa Isabel (Lucas 1:5-20) y visita a la prima de Isabel, María, anunciándole que ella dará a luz a un niño al que pondrá de nombre Jesús. Esta visita de Gabriel a María es frecuentemente llamada "La Anunciación".

Según una antigua leyenda, él es además el ángel de la unificación que revela a Juan el libro del Apocalipsis. Gabriel sopla el cuerno que anuncia el Día del Juicio. Otras ramas de la religión hablan de Gabriel como un ser femenino, pero la tradición Católica generalmente lo representa de modo masculino. De hecho, en el sentido más estricto los ángeles carecen de sexo.

Después de este breve recorrido de nuestros tres personajes que han sido convocados para ser partícipes de esta editorial, me tomaría el atrevimiento de acercar la presencia de estos mensajeros de Dios a nuestros días y citar las adversidades que vivimos en la actualidad diariamente cada uno de nosotros.

La sociedad actual esta necesitada de la presencia de estos seres angelicales que nos traigan el bienestar y protección de Dios. Me gustaría situar a los arcángeles en diferentes situaciones y espero estén de acuerdo conmigo:

Creo que al arcángel San Miguel, hoy lo pondría a ser el gran defensor de la vida en el vientre materno, ya que ante las atrocidades que se hacen en nombre del aborto y la planificación familiar, el como no los recuerda la escritura y su nombre “Quien como Dios” de batalla a los demonios ya no provenientes de las profundidades del Infierno sino, de los diferentes estados que gobiernan los países, venza a las malignas maquinaciones que tejen en la oscuridad, socavando los valores y la dignidad humana.

Al arcángel Gabriel que tuvo la hermosa tarea de ANUNCIAR a María que iba a ser la Madre del Salvador, considero que tendría la misión de difundir en todos los confines de la Tierra y en todas las lenguas, que es necesario que el hombre vuelva al Creador y descubra en él la vocación para que fuera llamado en este mundo.

Por último al arcángel Rafael, que tuvo que repeler al demonio Asmodeo, que nos cuide y cubra con su poder para que podamos ahuyentar los demonios que socavan nuestra razón, nuestros pensamientos y nuestros sentimientos. Y que nos avoquemos a ser más justos y solidarios, que nos exorcice de los feroces enemigos que cada día nos quitan la libertad de ser persona, de aceptarnos como somos y aceptar al otro como es…

En síntesis: en este tiempo providencial que tenemos para acercarnos a estos tres arcángeles que a veces se nos pasan desarpecibidos, podamos ver en ellos una cercanía de Dios en nuestras vidas y atrevernos a rezar esa oración que le hacíamos cuando éramos niños al ángel de la guarda:

Ángel de la Guarda
dulce compañía.

No me desampares,
ni de noche, ni de día
hasta que descanse en
los brazos de
Jesús, José y María.


Alfredo Musante
Director Responsable
Programa Radial
EL ALFA Y LA OMEGA

jueves, 13 de septiembre de 2012

Exaltación de la santa cruz

La liturgia romana dedicó a la Santa Cruz de Nuestro Señor, además del Viernes Santo (cuyo acto central es precisamente la adoración del instrumento de nuestra Redención), dos festividades peculiares, celebradas en la Iglesia universal: la Invención (3 de mayo) y la Exaltación (14 de septiembre). El calendario particular español contempla, por su parte, una tercera: la del Triunfo de la Cruz (17 de julio), en conmemoración de las Navas de Tolosa. La festividad del 3 de mayo recuerda el hallazgo (inventio) de la verdadera Cruz por santa Elena Augusta, madre del emperador Constantino (cuya historia está tan ligada a aquélla desde la famosa aparición la víspera de la batalla del Puente Milvio: In hoc signo vinces). La del 14 de septiembre, que es más antigua, originalmente evocaba el mismo suceso, pues se creía que era ésta la fecha en la que tuvo lugar. Pero para no crear confusiones, acabó por dedicarse a conmemorar la recuperación de la cruz de manos de los persas por el emperador Heraclio.

La célebre peregrina Eteria, valioso testigo de la vida cristiana del siglo IV, refiere con todo detalle en su Peregrinatio la celebración que tenía lugar en Jerusalén el 14 de septiembre, día en el que se juntaba en una misma fiesta la de la Invención de la Cruz y la dedicación de la basílica constantiniana tripartita del Martyrion y la Anastasis (Santo Sepulcro). El concurso de fieles era inmenso y acudían gran número de obispos y monjes y hasta anacoretas provenientes de Siria, Mesopotamia, Egipto y la Tebaida. Llegaban peregrinos de muchas provincias del Imperio. La importancia de la festividad era tal que se equiparaba a la Pascua y a la Epifanía, por lo cual todas las iglesias de Jerusalén se adornaban con la misma riqueza que en estas ocasiones. Con el tiempo la dedicación de la basílica del Santo Sepulcro pasó a segundo plano hasta quedar casi por completo obnubilada.

Con el tiempo, la fiesta de la Exaltación de la Cruz se comenzó a celebrar en todos aquellos lugares donde se conservaba la reliquia de la Vera Cruz (Lignum Crucis). En Roma se introdujo bajo el reinado del papa Sergio I (687-701), según consta por el Liber Pontificalis. En ese día se exponía y adoraba el fragmento de la Cruz llevado a Roma por santa Elena. La ceremonia revestía la misma solemnidad que la adoración que tenía lugar en Viernes Santo y se celebró hasta el siglo XIII. Mientras tanto, a través de los sacramentarios galicanos, había entrado en la liturgia romana la festividad del 3 de mayo, que se celebraba desde la época carolingia sin estar claro su origen. Al fundirse los libros litúrgicos galicanos con el sacramentario gregoriano subsistieron, sin embargo, ambas fiestas, aunque tenían el mismo objeto. Como queda dicho, la del 14 de septiembre, originalmente dedicada al hallazgo de la Cruz, pasó a ser el recuerdo litúrgico de su recuperación del poder de los paganos.

El año 614, los persas, al mando del general Sharbahraz, conquistaron Damasco y Jerusalén. De la Ciudad Santa se llevaron la Cruz como trofeo, siendo incrustada en el trono de madera del rey sasánida Cosroes II Parviz (el Victorioso). Durante años, los cristianos, sumidos en disputas internas, no pudieron hacer frente al avance de los persas, pero en 622 el emperador Heraclio tomó finalmente el control de la situación y empezó a avanzar victoriosamente contra aquéllos. En 627 los venció en Nínive, logrando avanzar hasta Ctesifonte, la capital de Cosroes II, el cual huyó sin resistir pero sólo para ser depuesto por los magnates, que pusieron en el trono a su hijo Khavad II, el cual le hizo asesinar, lo mismo que a sus dieciocho hermanos, y entró en negociaciones con Heraclio. En el curso de éstas murió Khavad, siendo sucedido por su hijo Ardacher III, quien firmó la paz con Bizancio, sellándola con la devolución de la Cruz a los cristianos el año 629. Heraclio llevó en triunfo la sagrada reliquia de regreso a Jerusalén. Al llegar a sus puertas, la comitiva hubo de detenerse porque se derrumbó una parte del muro obstaculizando el paso. Apareció entonces un ángel que hizo ver al emperador que la gran pompa de la que iba acompañado no casaba con la humildad con la que Jesucristo había entrado en la Ciudad Santa, montado sobre un pollino. Emocionado hasta las lágrimas, Heraclio se despojó de sus ricas vestiduras y, tomando la Cruz a hombros, entró con ella en Jerusalén, llevándola al Calvario y restaurando la iglesia del Santo Sepulcro.

Tanto la historia de la Invención de la Cruz por santa Elena como la de su recuperación por Heraclio forman parte de lo que se llama la Legenda Sanctae Crucis (Leyenda de la Santa Cruz), que no significa que se trate de un relato mítico o fabuloso, sino una historia para ser leída (legenda) y meditada. El dominico Jacopo de Voragine (1228-1298) la inmortalizó en su famosa Legenda Áurea (Leyenda Dorada). Basándose en ella, Piero de la Francesca (1415-1492) pintó una serie de magníficos frescos en la capilla Bacci de la catedral de Arezzo bajo el título de Storie della Vera Croce (Historias de la Vera Cruz). Es una de las grandes obras maestras del Renacimiento.

La festividad nos lleva a reflexionar en la Santa Cruz como un signo de victoria: la de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte, la del Bien sobre el mal, la de la Luz sobre las tinieblas. Cristo, crucificado en ella, alzado entre el cielo y la tierra, reconcilia a Dios con los hombres, al Creador con sus criaturas, y juzga al mundo y su iniquidad. Su poder se manifiesta precisamente cuando parece despojado de él; por eso dice el himno de Venancio Fortunato “regnavit a ligno Deus” (ha reinado Dios desde el madero). El signo de la Cruz es, pues, un signo poderoso de protección contra el maligno y sus insidias. De allí que debamos usarlo constantemente, en todos nuestros actos importantes, para vencer las tentaciones, para que nuestras obras tengan un buen resultado y para que el Señor nos proteja en todos los momentos de nuestra vida.

Usamos de la señal de la Cruz de dos maneras: santiguándonos y persignándonos. Santiguarse es llevar las yemas de los dedos de la mano derecha de la frente al pecho y del hombro izquierdo al derecho (los orientales invierten el movimiento horizontal: y llevan la mano del hombro derecho al izquierdo para ser como un reflejo exacto de los movimientos del sacerdote que bendice). Al mismo tiempo que uno se santigua dice: “In nomine Patris (+), et Filli (+), et Spiritus (+) Sancti. Amen” (En el nombre del Padre (+), y del Hijo (+), y del Espíritu (+) Santo. Amén). Hay quienes acostumbran al final besar el dedo pulgar extendido sobre el índice formando una cruz, como reverencia y devoción al signo de nuestra redención. Sin embargo, por piadosa que sea esta práctica no forma parte del acto de santiguarse. Cuando se hace la señal de la cruz tomando el agua bendita se ha de decir primero, al sumergir los dedos en la pila: “Haec aqua benedicta sit nobis salus et vita” (Que esta agua bendita, nos sea salvación y vida). Santigüémonos frecuentemente: cuando comenzamos el día, al salir de casa, al pasar delante de una iglesia, en los peligros y tentaciones, al entrar y salir de la iglesia, al oír blasfemar o jurar, al bendecir la mesa, al empezar una obra importante, al pasar frente a un cementerio o encontrarse con un cortejo fúnebre como señal de respeto a las ánimas de los difuntos, al volver al hogar y al encomendar nuestro sueño a Dios.

Además de santiguarnos también nos persignamos y lo hacemos con la yema del dedo pulgar de la mano derecha, haciendo pequeñas cruces respectivamente sobre la frente, los labios y el corazón y, acto seguido, santiguándonos. Al hacerlo decimos: Per signum (+) Sancta Crucis, de inimicis (+) nostris, libera nos (+), Domine Deus noster. In nomine Patris (+), et Filli (+), et Spiritus (+) Sancti. Amen” (Por la señal (+) de la Santa Cruz, de nuestros (+) enemigos líbranos (+), Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre (+), y del Hijo (+), y del Espíritu (+) Santo. Amén). Esta manera de hacer la señal de la cruz se emplea para empezar algún ejercicio de piedad importante, como el Vía Crucis, el Santo Rosario, las Coronas de Gozos y Dolores, las Novenas, la meditación, etc. También cuando, al entrar en la iglesia, después de santiguarnos con el agua bendita y hacer la genuflexión ante el tabernáculo, nos arrodillamos para empezar nuestras devociones.

En la liturgia hay varios signos de la cruz. La misa empieza con el acto de santiguarse. El mismo se efectúa: al versículo Adiutorium nostrum antes del acto penitencial, al Indulgentiam, a las primeras palabras del Introito, al final de la doxología mayor, al final del Credo, al Benedictus después del Sanctus, al Indulgentiam que precede la comunión de los fieles y a la bendición final (a veces también antes y después de la homilía o sermón, si lo hay). Nos persignamos, en cambio (aunque sin santiguarnos) al anuncio del Evangelio de la misa y del Prólogo de san Juan. En los demás ritos católicos se usa ampliamente el signo de la Cruz, especialmente siempre que se recibe la bendición, pero sobre todo en la bendición eucarística que sigue a la exposición y a la reserva del Santísimo Sacramento.

Hacer la señal de la cruz, sea santiguándose sea persignándose, es un acto de la virtud de religión, que debemos hacer con toda devoción y decoro y no a la volada o de cualquier manera. Muchas veces parece que algunas personas hacen una mueca o un pase mágico en lugar de evocar el signo bendito y sagrado de nuestra salvación. Es como si nos avergonzáramos de que nos vieran y tratáramos de disimular. No: el cristiano ha de confesar a Cristo delante de los hombres (si no quiere que Jesucristo se avergüence de él delante de Dios Padre) y, por consiguiente, debe santiguarse o persignarse de modo sobrio, pausado y sin precipitaciones. Es una elemental regla de urbanidad para con Dios. Si nos esmeramos en homenajear a los grandes de este mundo al saludarlos, ¡cuánto más debe ser nuestro cuidado al dirigirnos a Dios e invocar su asistencia con la señal de la Cruz! Que ésta sea hoy la enseñanza del gran día de la Exaltación de la Santa Cruz.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Domingo Faustino Sarmiento

Sarmiento nació el 15 de febrero de 1811 en el Carrascal, un barrio pobres de de San Juan. Aprendió sus primeras letras de su padre, José Clemente Sarmiento y su tío José Eufrasio Quiroga Sarmiento. En 1816 ingresó a una de las llamadas "Escuelas de la Patria", fundadas por los gobiernos de la Revolución. Allí conoció a los educadores Ignacio y José Rodríguez, hermanos que fueron sus primeros maestros profesionales.

Doña Paula Albarracín, su madre, quiso que Domingo estudiara para sacerdote en Córdoba. Pero Sarmiento se negó y tramitó una beca para estudiar en Buenos Aires. No la obtuvo y tuvo que quedarse en San Juan donde comenzó a convivir con el clima tenso de las guerras civiles que asolaban la provincia. Marchó al exilio en San Francisco del Monte, San Luis, junto a su tío, José de Oro. Allí fundaron una escuela que será el primer contacto de Sarmiento con la educación. De regreso en San Juan, pudo trabajar como dependiente en la tienda de su tía. En sus memorias recuerda de estas épocas lo siguiente de sus horas libres:

"La Historia de Grecia la estudié de memoria, y la de Roma enseguida…; y esto mientras vendía yerba y azúcar, y ponía mala cara a los que me venían a sacar de aquel mundo que yo había descubierto para vivir en él. Por las mañanas, después de barrida la tienda, yo estaba leyendo, y una señora pasaba para la Iglesia y volvía de ella, y sus ojos tropezaban siempre, día a día, mes a mes, con este niño inmóvil insensible a toda perturbación, sus ojos fijos sobre un libro, por lo que, meneando la cabeza, decía en su casa: ‘¡Este mocito no debe ser bueno! ¡Si fueran buenos los libros no los leería con tanto ahínco!’"

En 1827 los montoneros de Facundo Quiroga invaden la provincia. Esto marcará su vida. Una intuición muy personal le llevó a oponerse al caudillo riojano, y se incorporó al ejército unitario del General Paz. Llegó al grado de teniente y participó en varias batallas. Sin embargo esta era la época de oro de Facundo, quien parecía imparable. El caudillo tomó San Juan y, Sarmiento tuvo que exiliarse en Chile nuevamente en 1831. Allí se empleó como maestro en una escuelita de la localidad de Los Andes. Innovador innato, sus ideas lo enemistaron con el gobernador. Se mudó a Pocura y fundó su propia escuela. Allí se enamoró de una alumna con quien tendrá su primera hija, Ana Faustina.

Cuando vio la oportunidad, en 1836 regresó a San Juan y fundó el periódico, El Zonda. Su pluma clara y encendida le puso en contra al gobierno sanjuanino, que le aplicó al diario un impuesto exorbitante que le llevó a cerrar el diario. Buscó nuevamente suerte en Chile, donde obtuvo éxito como periodista tratando temas de educación y fue convocado como consejero educativo de los sucesivos gobiernos. La libertad de prensa, en vistas de sus vivencias, se convirtió en un valor sagrado para el sanjuanino. Recordó, años después, lo siguiente:

"¿Que es pues un periódico? Una mezquina hoja de papel, llena de retazos, obra sin capítulos, sin prólogo, atestada de bagatelas del momento. Se vende una casa. Se compra un criado. Se ha perdido un perro, y otras mil frioleras, que al día siguiente a nadie interesan. ¿Qué es un periódico? Examinadlo mejor. ¿Qué más contiene? Noticias de países desconocidos, lejanos, cuyos sucesos no pueden interesarnos. (...) Trozos de literatura, retazos de novelas. Decretos de gobierno. (...) Un periódico es el hombre. El ciudadano, la civilización, el cielo, la tierra, lo pasado, lo presente, los crímenes, las grandes acciones, la buena o la mala administración, las necesidades del individuo, la misión del gobierno, la historia contemporánea, la historia de todos los tiempos, el siglo presente, la humanidad en general, la medida de la civilización de un pueblo."

Llevó una vida tranquila en Chile. Se casó con Benita, viuda de Don Castro y Calvo, adoptó a su hijo Dominguito y publicó su obra más importante: Facundo, Civilización y Barbarie. Hizo del periodismo su trinchera para luchar contra Rosas desde detrás de los Andes, donde fundó dos nuevos periódicos: La Tribuna y La Crónica para atacar a quien consideró siempre un tirano. El gobierno chileno le encargo, entre 1845 y 1847, visitar Uruguay, Brasil, Francia, España, Argelia, Italia, Alemania, Suiza, Inglaterra, EEUU, Canadá y Cuba. Las vivencias de un mundo afectado por la revolución industrial, el ferrocarril, los avances incesantes de la ciencia y el progreso social profundizaron su pesar por el atraso argentino, que él sintetizaba con la frase "civilización y la barbarie".

En cada uno de estos países se interesó por el sistema educativo, el nivel de la enseñanza y las comunicaciones. Todas estas impresiones las volcó en su libro Viajes por Europa, África y América. En 1845 conoció en Montevideo a Esteban Echeverría, uno de los fundadores de la generación del ’37 y como él, opositor a Rosas y exiliado. Estando en Francia, en 1846, conoció personalmente al general San Martín en su casa de Grand Bourg, con quien mantuvo una larga entrevista. En Argentina, Rosas pedía su cabeza, y solicitó dos veces la extradición a Chile, pero allí se negaron.

Sarmiento quería civilizar, es decir, desarrollar el país. Como muchos en su época, entendía que la civilización se identificaba con la ciudad, con lo urbano, con lo que estaba en contacto con lo europeo. La barbarie era el campo, lo rural, el atraso, el indio y el gaucho. Lamentablemente el progreso no llegó para todos y muchos "salvajes y bárbaros" pagaron con su vida o su libertad el "delito" de haber nacido indios o de ser gauchos y no tener un empleo fijo, debido a esta forma prejuiciosa de entender el desarrollo. Su visión sudamericana la marcó en su libro Argirópolis (1850) dedicado a Urquiza, donde postuló crear una confederación en la cuenca del Plata, compuesta por las actuales Argentina, Uruguay y Paraguay, cuya capital estaría en la Isla Martín García. El modelo de organización era la Constitución norteamericana y proponía fomentar la inmigración, la agricultura y la inversión de capitales extranjeros.

Polemizó mucho con otro gran intelectual de su tiempo, Juan Bautista Alberdi, con quien no coincidía en apoyar a Urquiza. Alberdi escribió Complicidad de la prensa en las guerras civiles de la República Argentina y Cartas Quillotanas y Sarmiento le respondió con Las ciento y una y Época preconstitucional y Comentarios a la Constitución de la Nación Argentina. Cuando en 1862 el general Bartolomé Mitre asumió la presidencia, y se propuso unificar al país, Sarmiento accedió la gobernación de San Juan. Dictó una Ley Orgánica de Educación Pública que imponía la enseñanza primaria obligatoria y creaba escuelas para los diferentes niveles de educación, entre ellas una con capacidad para mil alumnos, el Colegio Preparatorio, más tarde llamado Colegio Nacional de San Juan, y la Escuela de Señoritas, destinada a la formación de maestras

En dos años cambió la fisonomía de su provincia. Abrió caminos, ensanchó calles, construyó nuevos edificios públicos, hospitales, fomentó la agricultura y apoyó la fundación de empresas mineras. Y como para no aburrirse, volvió a editar el diario El Zonda. Como no muchos en Argentina, lo que había escrito y prometído, podían verlo sus votantes y ciudadanos. En 1863 se produjo en la zona el levantamiento del Chacho Peñaloza y Sarmiento decretó el estado de sitio y como coronel que era, asumió personalmente la guerra contra el caudillo riojano hasta derrotarlo. El ministro del interior de Mitre, Guillermo Rawson, criticó la actitud de Sarmiento de decretar el estado de sitio por considerar que era una decisión exclusiva del poder ejecutivo nacional. Sarmiento, según su estilo, renunció. Corría 1864 y en ese mismo año viajó a los EE.UU. como ministro plenipotenciario de la Argentina. De paso por Perú, donde se hallaba reunido el Congreso Americano, condenó el ataque español contra Perú, a pesar de las advertencias de Mitre para que no lo hiciera. Este era Sarmiento, librepensador e independiente, pese a todo.

Sarmiento quedó muy impresionado por el Asesinato de Abraham Lincoln y escribió la Vida de Lincoln. Frecuentó los círculos académicos norteamericanos y fue distinguido con los doctorados "Honoris Causa" de las Universidades de Michigan y Brown. Esto no siempre se recuerda del padre de la educación Argentina, su enorme prestigio internacional. Estando en los Estados Unidos, un grupo de políticos argentinos los postuló para la candidatura presidencial. Los comicios se realizaron en abril de 1868 y el 16 de agosto, mientras estaba de viaje hacia Buenos Aires, el Congreso lo consagró presidente de los argentinos. Asumió el 12 de octubre de ese año.

En la presidencia anterior, se había suscitado la Guerra con el Paraguay, y Sarmiento toma las riendas del país a pleno combate. La guerra se llevó la vida de su querido hijo Dominguito. El sanjuanino no volvería a ser el mismo. Siguió impulsando la educación fundando en todo el país unas 800 escuelas y los institutos militares: como Liceo Naval y el Colegio Militar que sentaron las bases de nuestras fuerzas armadas modernas. Como había visto en sus viajes, consideró fundamental desarrollar las comunicaciones, por lo que impulsó el tendido de 5.000 kilómetros de cables telegráficos. En 1874, poco antes de dejar la presidencia, inauguró la primera línea telegráfica con Europa. Modernizó el correo y se enfocó también en la extensión de las líneas férreas, con la idea de impulsar el mercado interno como sucedía en Estados Unidos, para unir las regiones entre sí y fomentar el comercio nacional.

Sin embargo, éstos no eran los planes de las compañías británicas inglesas, cuyo único interés era traer los productos del interior al puerto de Buenos Aires para poder exportarlos a Londres, los que además eran los viajes más rentables. En lugar de un modelo ferroviario en forma de telaraña e interconectado, surgió un modelo con forma de abanico impuesto por los inversores ingleses, sin conexiones en el interior. Propició el primer censo nacional en 1869, que arrojó una población de más 1.800 millón de habitantes, de los cuales el 31% habitaba en la provincia de Buenos Aires y el 71% era analfabeto, 5% eran indígenas y 8% europeos. El 75% de las familias vivía en la pobreza, en ranchos de barro y paja. Los profesionales sólo representaban el 1% de la población.

Sarmiento fomentó la llegada al país de inmigrantes ingleses y de la Europa del Norte y desalentó la de los de la Europa del Sur. Creía que los del norte eran más laboriosos y cultos, y que eso aceleraría el desarrollo industrial y la cultura. Pero los sajones preferieron emigrar hacia los EE.UU. donde había puestos de trabajo en las industrias. La argentina de entonces era un país rural, por lo que lógicamente tentaba a campesinos sin tierras, y analfabetos. Entre otras labores presidenciales de Sarmiento hay que mencionar la organización de la contaduría nacional y el Boletín Oficial, la creación el primer servicio de tranvías a caballo, el diseñó de los Jardines Zoológico y Botánico. Y, al terminar su presidencia, más de 100.000 niños cursaban la escuela primaria.

En agosto de 1873 sufrió un atentado mientras se dirigía hacía la casa de Vélez Sarsfield, mientras caminaba la esquina de Corrientes y Maipú. El sanjuanino no escuchó la explosión porque ya padecía una profunda sordera. Intentaron su asesinato dos anarquistas italianos, los hermanos Francisco y Pedro Guerra, contratados por hombres de López Jordán, el caudillo que el sanjuanino había sometido. Salió ileso y se enteró porque se lo contaron después. Una vez terminado su período presidencial en 1874, asumió en 1875 como Director General de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires, y retomó el periodismo en el diario La Tribuna. Poco después fue electo senador por San Juan. Vivió entonces con su hermana, su hija y sus nietos en la calle Cuyo, actual Sarmiento 1251.

Fue ministro del Interior de Nicolás Avellaneda, aunque se distanció al mes de éste por su política agresiva contra el gobernador de Buenos Aires Carlos Tejedor, en el proyecto de hacer capital federal a la ciudad que actualmente lo es. Con Julio Argentino Roca como presidente, el indomable Sarmiento ejerció el cargo de Superintendente General de Escuelas del Consejo Nacional de Educación, donde siguió supervisando la construcción, el desarrollo de contenidos, la formación y prácticas de los maestros. Encontró un límite casi insalvable en el campo, pues la mayoría de los estancieros no tenían ningún interés en que los peones y sus hijos estudiaran.

Trató de hacerles entender que la educación no pondría en peligro sus intereses. Pero no pudo. Recién en 1882, con la sanción de su viejo proyecto de ley de educación gratuita, laica y obligatoria, que llevó el número 1420, comenzarán a aparecer las escuelas rurales. Data de 1885 una de sus últimas actuaciones públicas. Roca prohibió a los militares emitir opiniones políticas. Sarmiento, que no podía ser él mismo con una mordaza, pidió su baja como militar, y opinó libremente en su diario El Censor.

En 1888 se trasladó a Paraguay para ver si el clima le asentaba. Le acompañó Aurelia Vélez, hija de Dalmacio Vélez Sarsfiled, autor del Código Civil. La mujer fue compañera de Sarmiento durante los últimos años de su vida. El sanjuanino murió el 11 de septiembre de ese año, en Paraguay, como su hijo Dominguito. En una suerte de testamento político que había escrito unos años antes, dijo lo siguiente:

"Nacido en la pobreza, criado en la lucha por la existencia, más que mía de mi patria, endurecido a todas las fatigas, acometiendo todo lo que creí bueno, y coronada la perseverancia con el éxito, he recorrido todo lo que hay de civilizado en la tierra y toda la escala de los honores humanos, en la modesta proporción de mi país y de mi tiempo; he sido favorecido con la estimación de muchos de los grandes hombres de la Tierra; he escrito algo bueno entre mucho indiferente; y sin fortuna que nunca codicié, porque ere bagaje pesado para la incesante pugna, espero una buena muerte corporal, pues la que me vendrá en política es la que yo esperé y no deseé mejor que dejar por herencia millones en mejores condiciones intelectuales, tranquilizado nuestro país, aseguradas las instituciones y surcado de vías férreas el territorio, como cubierto de vapores los ríos, para que todos participen del festín de la vida, de que yo gocé sólo a hurtadillas".

miércoles, 5 de septiembre de 2012

LA VIRGEN DE COVADONGA

La Virgen de Covadonga, conocida popularmente como la Santina, es una imagen de María que se encuentra en una cueva en Covadonga, concejo de Cangas de Onís, Principado de Asturias, España. Es la Patrona de Asturias.

Es una talla policromada cubierta de ropaje y manto, aunque fue concebida para mostrarse sin el ropaje y el manto está pintado sobre la madera en un color azul verdoso adornado con flores rojas. La capa es de color rojizo con los bordes dorados, así como el cinturón y los bajos del faldón tallados en la escultura. La Virgen sujeta al Niño Jesús en su mano izquierda y en la derecha sujeta una flor dorada y sobre su cabeza figura una corona dorada con perlas en sus aristas y brillantes incrustados. Del arco que describe la parte superior de la corona pende un águila rodeada de un círculo de brillantes

La primera imagen de la Santina se perdió por culpa de un incendio que destruyó la iglesia que la albergaba dentro de la Cueva (la palabra Covadonga quiere decir precisamente Cueva de la Señora, Cova Dominica). Dicha imagen, de estilo románico, formaba parte de una estructura de madera que colgaba en el aire, rodeada por la cascada del río Deva. Justo un año después y dada la importancia religiosa y también política del santuario, la catedral de Oviedo donó la imagen de la Virgen actual. Esta imagen que se bautizó por su pasado histórico como la “Virgen de las Batallas”, es una talla policromada cubierta con ropaje y manto.

En el rostro de la figura, adornado por una larga melena, se dibujan rasgos sencillos y muy poco expresivos. La cara del Niño, desnudo, resulta también inexpresiva. Ambos tienen la boca pequeña, una nariz fina y a alargada, y la mirada perdida bajo unas cejas extremadamente finas y simétricamente perfectas.

Sobre la cabeza de la Virgen está adornada con una enorme corona dorada con perlas en cada una de sus aristas y adornada con brillantes incrustado. Del arco que describe la parte superior de la corona pende un águila rodeada por un círculo también de brillantes. En ocasiones, cuando la imagen va a ser expuesta, se sustituye esta corona, así como la del Niño, por otras de menor valor.

En un pequeño santuario burgalés situado a orillas del Ebro, se halla la talla de la Virgen de Cillaperlata, cuya imagen es gemela de la primera Virgen de Covadonga, que desapareció en el incendio en 1777.

Existe una tercera imagen de la Santina, donada en el año 1957 por la Institución Teresiana y que es la que se exhibe en la peregrinación que realiza la imagen por tierras asturianas al coincidir con el año mariano. Para hacerla más resistente al frío, al agua y a las humedades, propias se realizó, a diferencia de las otras réplicas, en material plástico.

En el interior de la Basílica existe una imagen mariana que crea confusiones frecuentes entre los visitantes y turistas. No se trata de la Virgen de Covadonga, que en todas las imágenes mira de frente, sino de una talla de Sansó llamada la Virgen con el Niño. La talla es prácticamente contemporánea a la basílica y en ella la Virgen está cabizbaja y en actitud reflexiva.