La
renuncia de un papa es un decisión aceptada y regulada por el Código de Derecho
Canónico, que en el canon 332.2
establece que «si el Romano Pontífice renunciase a su oficio, se requiere para la
validez que la renuncia sea libre y se manifieste formalmente, pero no que sea
aceptada por nadie». No es necesario que se haga por escrito, pero sí
que se haga de forma oficial.
En
este caso, el papa Benedicto XVI formalizó su decisión personalmente a través
de una carta. Una vez formalizada la renuncia, se abre un periodo conocido como
«sede
vacante». La Constitución
Apostólica Universi Dominici Gregis, de 22 de febrero
1996 -que hasta ahora solamente ha sido aplicada en una ocasión, durante la
elección de Ratzinger tras la muerte de Juan Pablo II- rige actualmente el
procedimiento a seguir en este caso de final de un Pontificado, ya sea por
fallecimiento como por renuncia.
Desde
el momento que se produce la vacante, se aplica, según declara el canon 335, el principio de nihil
innovetur, o que no se innove nada. El gobierno de la
Iglesia se confía a los cardenales, que se reúnen en las llamadas Congregaciones
Generales, para despachar únicamente los asuntos ordinarios o
inaplazables.
A
la hora de elegir un nuevo papa, solo podrán votar los cardenales menores de 80
años hasta alcanzar un máximo de 120 electores. Cada cardenal validado para
votar deberá escribir en su propia papeleta, que doblará dos veces antes de
entregarla al decano, el nombre de su elegido después de la fórmula Eligo Sumum
Pontífice. Aunque no es un requisito indispensable, normalmente el
nuevo papa suele ser alguno de los integrantes del Colegio Cardenalicio.
Una
vez que arranca en Cónclave, que se celebra en la Capilla Sixtina ,
los cardenales pronunciarán el correspondiente juramento y no podrán
comunicarse con el exterior. La primera votación que se produce se denomina «de
sondeo». A ella le siguen cuatro votaciones diarias, dos por la mañana
y dos por la tarde, cuyo resultado se manifiesta al final de cada turno con la
clásica fumata -humo que sale por la chimenea-, que será negra, en caso de no
haber llegado a ninguna conclusión, o fumata blanca, cuando se decide quién
será el nuevo papa.