Esta
advocación mariana evoca el saludo del Arcangel San Gabriel a María, cuando el
emisario de Dios le presentó sus planes de salvación y de maternidad; era la
alegría para encarnar a su hijo; éste llevaría a cabo la redención de los
hombres y ella sería la Madre corredentora; por eso, "Dios te salve María, llena eres de gracia". Para los
cristianos esta advocación no hace más que resaltar esta cualidad divina que
Dios puso en Santa María. Muchas son las imágenes que se veneran bajo esta
advocación, como la Virgen de Gracia de Puertollano, la Virgen de Gracia de
Caudete (Albacete), la de Biar (Alicante), la de Ayora (Valencia), la de Mahón
(Menorca) la de Oliva de la Frontera (Badajoz), o la de Úbeda. En estas localidades
destacan las fiestas que se realizan en honor a esta advocación mariana, como
los Moros y Cristianos de Caudete, los más antiguos de España.
Es
incierto el origen y circunstancias históricas de la elección del nombre y del
culto particular de la Orden de San Agustín a esta advocación. Sabemos que
desde tiempo inmemorial el culto florecía en los ámbitos agustinianos; pero
desconocemos dónde y cómo surgió. Había sido norma generalizada que las órdenes
mendicantes, a raíz de su institucionalización apostólica, aprovecharan
devociones antiguas ya establecidas en el corazón de los cristianos y las
acomodaran a su peculiar manera de pensar. Probablemente sea esta la
explicación más verosímil de lo que aconteció respecto a su devoción arraigada
por Nuestra Señora de la Gracia. Con lentitud, pero sin pausa, la advocación
fue cobrando resonancia en sus expresiones comunitarias y litúrgicas.
A partir
del Siglo XVI la devoción adquirió gran difusión en toda la Orden; contribuyó
en ello el que se empezaron a edificar conventos bajo este epígrafe y también
el relato de una leyenda que se extendió posteriormente, según la cual, María habría
impedido que el Papa quitara a la Orden el habito blanco que se vestía entonces
en su honor. A partir del Siglo XVII la advocación es considerada como propia
de la Orden. Si bien el culto general es antiguo, la liturgia específica no
fue concedida hasta 1807; en esta fecha, el Papa Pío VII, concedió a la Orden
de San Agustín facultad para incluir en su liturgia la festividad en
honor de Nuestra Señora de la Gracia, con Misa y Oficio propios. Se celebra el
25 de marzo, en clara alusión a la escena de la anunciación del ángel a María.