En
el Credo, encontramos la afirmación de que Jesús "subió a los cielos y está sentado a la diestra del Padre".
La vida terrenal de Jesús culmina en el evento de la Ascensión, que es cuando
Él pasa de este mundo al Padre, y se levanta a su derecha. ¿Cuál es el
significado de este evento? ¿Cuáles son las consecuencias para nuestra vida?
¿Qué significa contemplar a Jesús sentado a la diestra del Padre?
Partimos
en el momento en que Jesús decide emprender su última peregrinación a
Jerusalén. Lucas anota: "Cuando
estaba por cumplirse el tiempo
de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén"
(Ver Lucas 9,51). Mientras "asciende" a la Ciudad santa, donde se
llevará a cabo su "éxodo" de esta vida, Jesús ve ya la meta, el Cielo, pero sabe
que el camino que lo lleva de nuevo a la gloria del Padre pasa a través de la Cruz , a través de la obediencia
al designio divino de amor por la humanidad.
Al
final de su Evangelio, Lucas narra el acontecimiento de la Ascensión de una
manera muy sintética. Jesús llevó a los discípulos "hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los
bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Los
discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con
gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios"
(Ver Lucas 24,50-53).
En
primer lugar, durante la Ascensión Jesús cumple el gesto sacerdotal de la
bendición y los discípulos seguramente expresan su fe con la postración, se
arrodillan inclinando la cabeza. Este es un primer punto importante: Jesús es
el único y eterno Sacerdote, que con su pasión atravesó la muerte y el sepulcro
y resucitó y ascendió a los cielos; está con Dios Padre, donde intercede por
siempre en nuestro favor (Ver Hebreos 9-24). Como afirma San Juan en su primera
epístola Él es nuestro abogado.
¡Qué
hermoso es escuchar esto! Cuando uno ha sido convocado por el juez o tiene un
juicio, lo primero que hace es buscar a un abogado para que lo defienda.
Nosotros tenemos uno que nos defiende siempre, nos defiende de las insidias del
diablo, nos defiende de nosotros mismos, de nuestros pecados. Tenemos a Jesús
por abogado, no tengamos miedo de acudir a él para pedir perdón, pedir la
bendición, pedir misericordia. Él nos perdona y nos defiende siempre ¡No
olviden esto!
La
Ascensión de Jesús al Cielo nos da a conocer esta realidad tan reconfortante
para nuestro camino: en Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, nuestra
humanidad ha sido llevada a Dios; Él nos ha abierto el paso; es como un guía en
la escalada a una montaña, que llegado a la cima, nos tira de nosotros y nos
lleva a Dios. Si confiamos a Él nuestra vida, si nos dejamos guiar por Él
estamos seguros de estar en buenas manos, en las manos de nuestro Salvador, de
nuestro abogado.
Lucas
menciona que los Apóstoles, después de ver a Jesús ascender al cielo,
regresaron a Jerusalén "con gran alegría". Esto parece un poco
extraño. Normalmente cuando nos separamos de nuestros familiares, de nuestros
amigos, de una manera definitiva, principalmente debido a la muerte, hay en
nosotros una tristeza natural, porque no vamos a ver nunca más su rostro, no
vamos escuchar su voz, no podremos disfrutar más de su afecto, de su presencia.
En cambio, el evangelista pone de relieve la profunda alegría de los Apóstoles.
¿Por qué? Porque, con la mirada de la fe, entienden que, aunque nos está ante
sus ojos, Jesús permanece con ellos para siempre, no los abandona y, en la
gloria del Padre, los soporta, los guía e intercede por ellos.
Lucas
narra el hecho de la Ascensión también al comienzo de los Hechos de los
Apóstoles, para enfatizar que este evento es como el anillo que engancha y
conecta la vida terrenal de Jesús con la de la Iglesia. Aquí, Lucas también
menciona la nube que saca a Jesús de la vista de los discípulos, los cuales
permanecían con la mirada puesta en el cielo mientras Jesús subía hacia Dios (Ver
Hechos 1,9-10). Entonces aparecieron dos hombres vestidos de blanco,
instándoles a no quedarse inmóviles. “Este Jesús que les ha sido quitado y fue
elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir” (Ver Hechos
1:10-11). Es
precisamente la invitación a la contemplación del Señorío de
Jesús, para recibir de Él la fuerza para seguir y dar testimonio del Evangelio en la vida cotidiana.
La
Ascensión no indica la ausencia de Jesús, sino que nos dice que Él está vivo
entre nosotros de una manera nueva; ya no está en un preciso lugar del mundo
tal como era antes de la Ascensión; ahora está en el señorío de Dios, presente
en todo espacio y tiempo, junto a cada uno de nosotros. En nuestra vida nunca
estamos solos: tenemos este abogado que nos espera, que nos defiende, No
estamos nunca solos. El Señor crucificado y resucitado nos guía; con nosotros
hay muchos personas que en el silencio y la oscuridad, en la vida familiar y
laboral, en sus problemas y dificultades, en sus alegrías y esperanzas, viven
cotidianamente la fe y llevan al mundo, junto con nosotros, el señorío del amor
de Dios, en Cristo Jesús resucitado, ascendido al Cielo, nuestro abogado.