Jesús dijo
una vez que Él había venido sólo a predicar a los judíos, no a los paganos (Mt
15,24). Y a sus discípulos les pidió que hicieran lo mismo (Mt 10,5; 10,23).
Sin embargo, el Evangelio de Marcos relata cuatro viajes de Jesús al extranjero
para predicar a los paganos. ¿Por qué
aparecen estos extraños viajes? ¿Qué lugares dice Marcos que visitó Jesús? ¿Qué
actividades desarrolló en ellos? Los Evangelios, como sabemos, no son relatos estrictamente
históricos de la vida de Jesús. El hecho, pues, de que Marcos lo presente
tantas veces viajando fuera del territorio de Israel tiene una intención
teológica: mostrar el interés de Jesús también por los paganos, y no sólo por
los judíos.
¿Pero por
qué Marcos necesitaba recalcar el aprecio de Jesús hacia los paganos? Porque su
Evangelio estaba dirigido justamente a una comunidad de origen pagano; y sus
lectores no se habrían sentido muy contentos si Marcos sólo hubiera expuesto la
preocupación del Señor por los judíos. En cambio al narrar varias salidas de
Jesús fuera de Israel, dejó en claro que no había venido sólo a salvar a los
judíos sino también a los extranjeros.
El primer
viaje de Jesús fuera de su patria, según Marcos, lo hizo después de pronunciar
el sermón de las parábolas. Entonces dijo a sus discípulos: “Pasemos
a la otra orilla” (Mc 4,35). La frase debió de haber sonado aterradora.
La “otra orilla” del lago de Galilea era nada menos que tierra extranjera y
peligrosa, llena de paganos y de gente impura, a la que ningún judío virtuoso
habría osado ir. Pero a pesar del temor que sintieron, no pudieron decir que
no. El sermón de las parábolas que habían escuchado los obligaba a salir de su
comodidad para ir a sembrar, del otro lado del mar, la Palabra de Dios. De modo
que subieron a la barca.
Ya el viaje
comenzó mal. Apenas salieron se desató una terrible tormenta que amenazó con
hundir el barco (Mc 4,35-41). El pánico se apoderó de los discípulos, que
estuvieron a punto de hundirse. Pero Jesús, que iba con ellos, calmó la
tormenta, y así les mostró que mientras viajaran con él jamás debían temer
enfrentar lo desconocido.
En cuanto
desembarcaron, en la ciudad de Gerasa, les salió al encuentro un endemoniado
(Mc 5,1-21). Era un hombre violento, que vivía entre los sepulcros, con una
fuerza extraordinaria, capaz de romper las cadenas con que lo ataban, y que se
automutilaba con piedras. Jesús se le acercó, y luego de un breve diálogo con
él lo curó de su enfermedad. Al verse sano, el ex endemoniado quiso quedarse
con Jesús, pero él le ordenó que volviera a su casa, y contara allí lo que le
había sucedido. Inmediatamente Jesús emprendió el regreso a su país.
Este primer
viaje, con la curación del poseído, constituye un precioso detalle del evangelista
Marcos. En efecto:
a) el
primer milagro que Jesús había hecho en tierra judía, era justamente la curación de un
endemoniado (Mc 1,23-28). Ahora, el primer milagro que hace en tierra extranjera es también la curación de
un endemoniado;
b) el endemoniado
judío, al ver a Jesús lo reconoce, entra en crisis y dialoga brevemente con él.
También el endemoniado pagano al ver a Jesús lo reconoce, entra en crisis y
dialoga brevemente con él;
c) después
de curar al endemoniado judío, la fama de Jesús se extendió por toda la región.
Después de curar al endemoniado pagano, también la fama de Jesús se extendió
por toda la región;
d) en
territorio judío, la misión de Jesús había sido preparada por un predicador
(Juan el Bautista) que vivía en el desierto (Mc 1,2-5). En territorio pagano,
la misión de Jesús también es ahora preparada por un predicador (el ex
endemoniado) que vivía en el desierto; Marcos, pues, se basó en el primer
milagro de Jesús a un judío, para componer el primer milagro a un pagano. Así
podía mostrar que, para Dios, tanto unos como otros eran objetos de su amor y
de sus cuidados.
El segundo
viaje de Jesús al exterior lo realizó después de multiplicar los panes (Mc
6,45-53). Jesús ordenó nuevamente a sus discípulos embarcarse “a la otra orilla”,
a la ciudad de Betsaida, mientras él se quedaba en la orilla rezando. En cuanto
partieron, se desató sobre el lago un fuerte viento que impidió avanzar a la barca de los discípulos.
Entonces, en medio
de la oscuridad de la noche, apareció Jesús caminando sobre las aguas. Ellos se
asustaron y empezaron a gritar, creyendo que era un fantasma. Pero en cuanto
Jesús subió a la barca
con ellos, el viento se calmó. Y la
barca terminó atracando en la ciudad de Genesaret, es decir,
otra vez en territorio judío.
El segundo
viaje, pues, terminó en un fracaso. La causa fue el miedo, que paralizó a los
discípulos. También en el primer viaje habían sentido miedo, pero al menos
habían recurrido a Jesús. Esta vez ni siquiera lo reconocieron cuando estuvo a
su lado, ni acudieron a él. Marcos quiso enseñar así a sus lectores, que la
evangelización a los paganos sin Jesús, es decir, sin sus métodos, su doctrina,
su visión del mundo y del hombre, estaba condenada al fracaso.
Para ayudar
a esta misión, un autor llamado Marcos compuso su Evangelio. Sin embargo, se
dio cuenta de que un Jesús encerrado en su país, y predicando sólo a judíos, no
resultaría atractivo para sus lectores. Además, no habría hecho justicia a las
intenciones del mismo Jesús, quien de algún modo quiso también llegar con su
prédica a todos los hombres, aunque no tuviera tiempo de hacerlo durante su
vida.
Por eso al
componer su libro, Marcos presentó a Jesús rompiendo las fronteras del judaísmo
y viajando al exterior para
anunciar la Buena Noticia con sus milagros y enseñanzas.
Mediante esta original forma de presentar a Jesús, supo conquistar el corazón
de los paganos, los excluidos del sistema religioso y social, y hacerlos entrar
en la Iglesia. Porque nunca dudó de que ésa era la voluntad original del Señor.
Ariel
Álvarez Valdés
Biblista