En
primer lugar, significa que Dios no pertenece de manera propia a ningún pueblo;
porque es Él quien nos llama, nos convoca, nos invita a ser parte de su pueblo,
y esta invitación esta dirigida a todos, sin distinción, porque la misericordia
de Dios "quiere la salvación para todos "(1 Tim 2:04). Jesús no dice
a los Apóstoles y a nosotros que formemos un grupo exclusivo; un grupo de
élite. Jesús dice: "Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos"
(cf. Mt 28,19). Pablo afirma que en el pueblo de Dios, en la Iglesia, "no
hay ni judío ni griego... porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús"
(Gálatas 3:28).
Aquellos
que se sienten lejos de Dios y de la Iglesia, a los que son temerosos o a los
indiferentes, a los que piensan que ya no pueden cambiar: ¡El Señor también te
está llamando a ti a ser parte de su pueblo y lo hace con gran respeto y amor!,
¡Él nos invita a hacer parte de este pueblo; pueblo de Dios!
¿Cómo
se convierte en miembro de este pueblo? No es a través del nacimiento físico,
sino por medio de un nuevo nacimiento. En el Evangelio, Jesús dice a Nicodemo
que hay que nacer de lo alto, del agua y del Espíritu para entrar en el Reino
de Dios (cf. Juan 3:3-5). Es a través del Bautismo que nosotros somos
introducidos en este pueblo, a través de la fe en Cristo, don de Dios que debe
ser alimentado y hecho crecer en toda nuestra vida.
Preguntémonos:
¿Cómo puedo hacer crecer la fe que he recibido del Bautismo?; ¿cómo hago crecer
esta fe que yo he recibido y que el pueblo de Dios tiene?; ¿cómo hago para
hacerla crecer?
¿Cuál
es la ley del pueblo de Dios? Es la ley del amor, amor a Dios y amor al
prójimo, según el nuevo mandamiento que nos ha dejado el Señor (cf. Jn 13,34).
Un amor, sin embargo, que no es sentimentalismo estéril o algo vago, sino que
es el reconocer a Dios como único Señor de la vida y, al mismo tiempo, aceptar
al otro como un verdadero hermano, superando divisiones, rivalidades,
incomprensiones, egoísmos; las dos cosas van de la mano.
¿Qué
misión tiene este pueblo? La de llevar al mundo la esperanza y la salvación de
Dios: ser signo del amor de Dios que llama a todos a la amistad con Él; ser
levadura que hace fermentar toda la masa, sal que da sabor y preserva de la
corrupción, luz que ilumina. A nuestro alrededor, basta abrir un periódico,
para ver que la presencia del mal existe, que el Diablo actúa.
¿Cuál
es el objetivo de este pueblo? El fin es el Reino de Dios, iniciado sobre la
tierra por Dios mismo, y que debe ampliarse hasta el cumplimiento, cuando
aparecerá Cristo, vida nuestra. El fin entonces es la plena comunión con el
Señor, entrar en su misma vida divina, donde viviremos la alegría de su amor
sin medida. ¡Aquella alegría plena!
Ser
Iglesia es ser pueblo de Dios, de acuerdo con el gran proyecto de amor del
Padre, quiere decir ser el fermento de Dios en esta nuestra humanidad, quiere
decir anunciar y llevar la salvación de Dios en este mundo nuestro, que a
menudo se pierde, necesitado de tener respuestas que alienten, que den
esperanza, que den nuevo vigor en el camino.
Que
la Iglesia sea un lugar de la misericordia y de la esperanza de Dios, donde
todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según
la vida buena del Evangelio. Y para sentirse recibido, amado, perdonado,
animado. La Iglesia debe tener las puertas abiertas para que todos puedan venir
y nosotros debemos salir de esas puertas y anunciar el Evangelio.
El siguiente
comentario, fue un extracto de la catequesis que diera el Papa Francisco el 12
de Junio de 2013.