miércoles, 30 de abril de 2014

Curiosidades de la Canonización de San Juan XXIII y San Juan Pablo II

En un encuentro histórico de papados presentes y pasados, el papa Francisco y el emérito Benedicto XVI honraron a los pontífices Juan XXIII y Juan Pablo II. Aunque la ocasión es trascendental la ceremonia es breve y sorprendentemente directa, aunque tendrá el beneficio de que se presento las reliquias de los dos nuevos santos para su veneración por vez primera.  La parte preliminar de la ceremonia comenzó con oraciones, himnos y culminó con el canto de la hipnótica letanía de los Santos, la enunciación de la lista de santos, tras la pronunciación de cada nombre se usa la frase "Ora pro nobis" que significa "reza por nosotros.

El jefe de la oficina de la causa de los santos, cardenal Ángelo Amato, pidió al papa en tres ocasiones que incluyera a Juan XXIII y Juan Pablo II entre los santos. En el rito de beatificación la petición se hace sólo una vez. Las tres peticiones repetidas de canonización "representan la importancia de esta celebración", subrayó el vocero del Vaticano Federico Lombardi. Luego el papa Francisco dijo: "Por la honra de la santa Trinidad, al exaltación de la fe católica y el incremento de la vida cristiana, por la autoridad de nuestro señor Jesucristo y de los santos apóstoles Pedro y Pablo y la nuestra, tras la debida deliberación, y la oración para recibir la ayuda divina, y habiendo buscado consejo en muchos de nuestros hermanos obispos, declaramos bendecidos y definimos como santos a Juan XXIII y Juan Pablo II y los incluimos entre los santos, decretando que deberán ser venerados como tales por toda la Iglesia. En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo".

Las reliquias de los dos nuevos santos fueron llevadas hacia el altar. En el caso de Juan Pablo II se usó la misma reliquia empleada para su beatificación, su sangre, que fue llevada al altar por Floribeth Mora, una mujer de Costa Rica que en 2011 se recuperó de un aneurisma cerebral inoperable, hecho que fue atribuido a la intercesión de Juan Pablo II y que se consideró el milagro necesario para declararlo santo. En el caso de Juan XXIII, un pequeño trozo de piel que fue removido de su cuerpo, exhumado en 2001 para su beatificación. Las reliquias —los restos físicos de un santo o los objetos que tocó en vida— se usan para que los fieles puedan venerar. Amato entonces agradeció a Francisco y le pidió que elaborara un documento oficial para dejar testimonio de la canonización. Francisco responderá: "Entonces lo decretamos". Y el rito finalizó con el canto del "Gloria". Luego se celebró la misa como de costumbre.

La doble canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII es un golpe maestro del papa Francisco para reconciliar dos visiones de la Iglesia y balancear el culto a la personalidad que suscita el conservador y carismático pontífice polaco. Elevar a la gloria de los altares en una única ceremonia el 27 de abril en la plaza de San Pedro al carismático y conservador Juan Pablo II (1978-2005), primer papa no italiano en más de cuatro siglos, y a Juan XXIII (1958-63), que abrió la Iglesia a la pluralidad del mundo moderno, generó tanto elogios como críticas. La decisión de canonizar a Juan XXIII (Ángelo Giuseppe Roncalli) sin comprobación de milagros no ha sido tomada con frecuencia, pero corresponde a una prerrogativa del jefe de la Iglesia Católica, que ha querido así valorizar el ejemplo del llamado "papa bueno", autor de la encíclica "Pacem in terris", y equilibra de algún modo la veneración que suscita el polaco Karol Wojtyla."Francisco quiso santificar a alguien que considera realmente un santo", aunque no se le atribuya ningún milagro específico, sostiene el vaticanista del diario La Stampa Marco Tosatti, al referirse al papa italiano.

Juan XXIII pasó a la historia como el pontífice que convocó el gran Concilio Vaticano II (1962-1965), que abrió a la Iglesia al mundo para modernizarla. Fue una persona simple y de buen humor, una actitud parecida a la que mantiene actualmente su sucesor Francisco, primer papa latinoamericano y primer jesuita al frente del Vaticano. La canonización conjunta muestra, por un lado, la intención de Francisco de mantener el equilibrio entre dos figuras tan contrapuestas como "el agua y el aceite". Esa decisión le valió a Francisco críticas indirectas de una parte de la Iglesia polaca, bastión del catolicismo en Europa, que ve con inquietud el interés del papa argentino por los problemas de los laicos y su abordaje de cuestiones sociales. El presidente de la conferencia episcopal polaca, Stanislaw Gadecki, reconoció recientemente que "poner en práctica el estilo del papa Francisco puede resultar difícil para nuestra Iglesia", criticando el estilo directo y poco protocolar del pontífice que en 2013 sucedió al alemán Benedicto XVI (Joseph Ratzinger), quien renunció al cargo.

La muerte de Juan Pablo II en abril de 2005 desencadenó el grito espontáneo de la muchedumbre reunida en la plaza de San Pedro para que fuera declarado "Santo Súbito" (Santo ya).Para el fallecido cardenal Carlo María Martini, identificado como la cabeza pensante de los sectores progresistas de la iglesia, "no era necesario" canonizar a Juan Pablo II, según afirma en un libro el fundador de la Comunidad de San Egidio, Andrea Riccardi. Juan Pablo II "ya era un hombre de Dios, no era necesario hacerlo santo", aseguró Martini, quien había cuestionado la decisión de Juan Pablo II de no renunciar pese a su grave enfermedad, que el mundo entero siguió dramáticamente en directo. La canonización del primer papa polaco de la historia se celebra en un plazo récord, aunque ha seguido todos los pasos exigidos por la Iglesia, entre ellos la demostración, según la Iglesia, de dos milagros, uno de ellos realizado el día de su beatificación, el 1º de mayo del 2011, con la cura inexplicable de la enfermedad de Parkinson a una mujer de Costa Rica.

Los caminos de la santidad fueron muy distintos para los dos papas. "Uno era reformista, abierto y bonachón; el otro amaba el espectáculo (Karol Wojtyla fue de joven actor en Polonia) y era intransigente y enemigo del pensamiento teológico libre". La idea de una "Iglesia de los pobres", que fue la propuesta estrella de Juan XXIII a través del Concilio Vaticano II, "fue un camino que no siguieron Juan Pablo II y Benedicto XVI", sostiene en un artículo el renombrado teólogo progresista español Juan José Tamayo. Francisco, en su año de pontificado, volvió por su lado a tender algunos puentes con la Teología de la Liberación, que se había visto marginada en los tiempos de Juan Pablo II y de Benedicto XVI. La doble canonización invita a apreciar y a venerar a dos modelos de religiosos, tanto por su modo de actuar como de pensar, pese a la rivalidad histórica entre sectores conservadores y progresistas en el seno de la Iglesia.

Ironía de la historia, en el año 2000 Juan Pablo II beatificó (paso previo a la canonización) a Juan XXIII junto con Pío IX, que tuvieron trayectorias inversas. Mientras el llamado "papa bueno" pasó de ser un eclesiástico conservador a convertirse en el pontífice de la apertura, Pío IX (1846-1878), con una imagen inicial de liberal, se convirtió en el papa que rechazó el modernismo.

NUESTRA SEÑORA DEL BUEN CONSEJO


Mucho antes de la venida de Cristo, el pequeño pueblo de Genazzano, a unos cincuenta kilómetros de Roma, en Italia, construyó un templo a Venus, la diosa pagana del amor, a la que le tenían particular adhesión. Allí se le ofrecía culto y celebraban grandes fiestas en su honor, especialmente el 25 de abril. Todos los años la gente de Genazzano gozaba de las festividades bailando y cantando.

En el siglo IV de nuestra era, cuando el cristianismo había sido públicamente reconocido en el Imperio Romano, el papa san Marco (336 d.C.) mandó construir una iglesia en una colina sobre el pueblo, no muy lejos de las ruinas del antiguo templo pagano. La iglesia, firme y fuerte pero pequeña y sencilla, fue dedicada a Nuestra Señora del Buen Consejo.

El Papa declaró el 25 de abril como día de celebración cristiana en honor de Nuestra Señora del Buen Consejo. A través de los siglos, Nuestra Señora fue honrada de manera especial en la pequeña iglesia de la colina, la cual se puso a cargo de los frailes de la Orden de San Agustín en 1356. Con el tiempo, el uso y los desgarros comenzaron a afectar al viejo templo. Para el siglo XV, muchos temían su total colapso.

Petruccia de Geneo, una viuda que amaba a la Virgen devotamente, se sintió inspirada a reconstruir la iglesia. Deseaba que fuera más grande y más bonita; más apropiada para la Madre de Dios. Contrató trabajadores y constructores, compró también los materiales y vio las paredes subir.

Sus vecinos la observaron por un tiempo en silencio, luego comenzaron a burlarse de ella, especialmente cuando les pedía ayuda. Sabían que construir una iglesia grande y bonita era un gran proyecto y que Petruccia tenía dinero; pero no lo suficiente. Percibían la obra como un acto de orgullo y presunción por parte de Petruccia y la criticaban. Cuando la obra tuvo que detenerse por falta de fondos, las paredes sin terminar fueron nombradas "la locura de Petruccia".

Probablemente Nuestro Señor permitió todo esto para fortalecer el amor y la confianza de Petruccia. Ella no se dejó dominar por los obstáculos; estaba determinada a hacer todo lo que pudiese para ver la iglesia completada. Sentía que Nuestra Señora había inspirado el trabajo y que Ella lo apoyaría cuando fuese su tiempo y que algún día una gran Señora vendría a tomar posesión de ella.

Un tiempo después, durante la fiesta del pueblo, el 25 de abril de 1467, muchas personas estaban congregadas en la plaza del mercado festejando, bailando y cantando. Ya no le rendían honor a Nuestra Señora del Buen Consejo en ese día. En medio de la fiesta alguien vio una nube flotando bien bajo a través del claro cielo azul. El asombro paralizó el baile y el canto. Toda la atención fue puesta en la nube que bajaba despacio y que finalmente se detuvo en las paredes sin terminar de la iglesia de Petruccia. La nube se abrió gradualmente y en su centro apareció una bellísima pintura de Nuestra Señora con el Niño Jesús. Todas las campanas del pueblo comenzaron a sonar sin la ayuda de manos humanas.

Atraídos por el inesperado y fuerte repicar de las campanas, la gente de las villas aledañas se apresuró a ir a Genazzano para averiguar la causa. Petruccia, que estaba orando en su casa, se apresuró a la iglesia para arrodillarse ante la pintura. Llena de alegría dijo que ella sabía que Nuestra Señora vendría a tomar posesión de su iglesia. Toda la gente se le unió en las alabanzas.

Nadie conocía la procedencia de la pintura ni la había visto antes. Pronto una maravillosa lluvia de gracias y milagrosas curaciones comenzó a suceder. En sólo cuatro meses, 171 milagros fueron documentados. La gente comenzó a llamar a la imagen Nuestra Señora del Paraíso porque creían que había sido traída a Genazzano por manos de los ángeles ocultos en la nube. Otros, por los numerosos milagros, la llamaban Nuestra Señora de los Milagros.

Cuando el santo padre en Roma escuchó acerca de la pintura y de sus muchos milagros, mandó a dos obispos como comisionados a examinar y estudiar aquellos acontecimientos extraordinarios. Después de una cuidadosa investigación, el Papa y los comisionados quedaron convencidos de que la pintura era verdaderamente Nuestra Señora del Buen Consejo, que había sido venerada por siglos en el pequeño pueblo de Scutari, Albania. El espacio vacío con las dimensiones exactas donde había estado la imagen pintada como un fresco empotrado en la pared de la iglesia fue evidente para todos.

La imagen ­finísima, del espesor de una cáscara de huevo­ había sido pintada sobre yeso mezclado con clara de huevo, en la pared. Ninguna habilidad humana podría haber extraído con éxito la pintura de la pared sin romperla. Ninguna mano humana podría haberla trasladado a través del mar Adriático y aplicarla en el borde angosto de la iglesia sin dañarla.

Naturalmente, la iglesia de Petruccia fue finalmente completada. Más bien: hubo tantas donaciones y fue ofrecida tanta ayuda que se convirtió en una bella basílica. La pintura fue expuesta tras un relicario maravilloso con un marco de oro adornado con piedras preciosas. Más tarde dos coronas de oro enviadas por el Vaticano fueron colocadas en las cabezas de la Madre y el Niño.

El cuadro aún está en la iglesia la locura de Petruccia: los monjes agustinos son los guardianes especiales de la iglesia y de su pintura milagrosa. En los últimos cuatro siglos innumerables peregrinaciones y muchos milagros han ocurrido en el santuario de Nuestra Señora Madre Amorosa, que es para todos un tesoro de la gracia divina.

martes, 29 de abril de 2014

Especial Juan Pablo II: Encuentro de Jóvenes en Madrid 03.05.2003

En su célebre encuentro con los jóvenes, en el que se desarrolló en la explanada de 4 Vientos, en Madrid, el 3 de mayo de 2003, en su quinto viaje apostólico a España. En esta oportunidad hizo un llamamiento a la juventud a perseverar en el testimonio y en la esperanza cristiana para ser constructores de un mundo mejor, como auténticos hombres y mujeres pacíficos y pacificadores…

“Amados jóvenes, sabéis bien cuánto me preocupa la paz en el mundo. La espiral de la violencia, el terrorismo y la guerra provoca, todavía en nuestros días, odio y muerte. La paz - lo sabemos - es ante todo un don de lo Alto que debemos pedir con insistencia y que, además, debemos construir entre todos mediante una profunda conversión interior. Por eso, hoy quiero comprometeros a ser operadores y artífices de paz. Responded a la violencia ciega y al odio inhumano con el poder fascinante del amor. Venced la enemistad con la fuerza del perdón. Manteneos lejos de toda forma de nacionalismo exasperado, de racismo y de intolerancia. Testimoniad con vuestra vida que las ideas no se imponen, sino que se proponen. ¡Nunca os dejéis desalentar por el mal! Para ello necesitáis la ayuda de la oración y el consuelo que brota de una amistad íntima con Cristo. Sólo así, viviendo la experiencia del amor de Dios e irradiando la fraternidad evangélica, podréis ser los constructores de un mundo mejor, auténticos hombres y mujeres pacíficos y pacificadores”

El accidente nuclear de Chernóbil

El 26 de abril de 1986 sucedió el accidente nuclear más grave según la Escala Internacional de Accidentes Nucleares y uno de los mayores desastres medioambientales de la historia de la humanidad. Aquel día, durante una prueba en la que se simulaba un corte de suministro eléctrico, un aumento súbito de potencia en el reactor 4 de esta central nuclear, produjo el sobrecalentamiento del núcleo del reactor, lo que terminó provocando la explosión del hidrógeno acumulado en su interior. La cantidad de dióxido de uranio, carburo de boro, óxido de europio, erbio, aleaciones de circonio y grafito expulsados, materiales radiactivos y/o tóxicos que se estimó fue unas 500 veces mayor que el liberado por la bomba atómica arrojada en Hiroshima en 1945, causó directamente la muerte de 31 personas y forzó al gobierno de la Unión Soviética a la evacuación de 116 000 personas provocando una alarma internacional al detectarse radiactividad en, al menos, 13 países de Europa central y oriental.

Después del accidente, se inició un proceso masivo de descontaminación, contención y mitigación que desempeñaron aproximadamente 600 000 personas denominadas liquidadores en las zonas circundantes al lugar del accidente y se aisló un área de 30 km de radio alrededor de la central nuclear conocida como Zona de alienación, que sigue aún vigente. Solo una pequeña parte de los liquidadores se vieron expuestos a altos índices de radiactividad. Los trabajos de contención sobre el reactor afectado evitaron una segunda explosión de consecuencias dramáticas que podría haber dejado inhabitable a toda Europa.

Dos personas, empleadas de la planta, murieron como consecuencia directa de la explosión esa misma noche y 31 en los tres meses siguientes. Mil personas recibieron grandes dosis de radiación durante el primer día después del accidente. En total, 600.000 personas recibieron dosis de radiación por los trabajos de descontaminación posteriores al accidente. 5.000.000 de personas vivieron en áreas contaminadas y 400.000 en áreas gravemente contaminadas, hasta hoy no existen trabajos concluyentes sobre la incidencia real, y no teórica, de este accidente en la mortalidad poblacional.

Unos 200.000 kilómetros cuadrados de Ucrania, Bielorrusia y Rusia fueron contaminados con altos niveles de radionucleidos, entre ellos cesio-137, un material altamente tóxico cuyo periodo de semidesintegración es de 30 años y cuya permanencia en el medio ambiente llega a los 300 años. Depositado en el suelo, se incorpora a las plantas y animales y luego llega al hombre a través de la cadena alimenticia, convirtiéndose en una fuente de radiación interna.

Tras prolongadas negociaciones con el gobierno ucraniano, la comunidad internacional financió los costes del cierre definitivo de la central, completado en diciembre de 2000. Cuando han pasado 25 años desde el accidente de la central nuclear de Chernobil, el efecto de la radiactividad sobre el área circundante está muy lejos de estar superado. La atención se ha fijado en el entorno más inmediato a la planta atómica, donde cientos de miles de personas fueron desalojadas en un radio de 30 kilómetros y donde todavía se mantiene una Zona de Exclusión para restringir la permanencia en ella.

domingo, 27 de abril de 2014

San Juan XXIII y San Juan Pablo II tuvieron el valor de mirar las heridas de Jesús, de tocar sus manos llagadas y su costado traspasado, el Papa en su homilía de canonización

En su homilía de la solemne Misa de canonización de los Papas San Juan XXII y San Juan Pablo II el Papa Francisco recordó que en el centro de este domingo, con el que se termina la octava de Pascua, y que Juan Pablo II quiso dedicar a la Divina Misericordia, están las llagas gloriosas de Cristo resucitado. El Obispo de Roma también afirmó que estos nuevos Santos no se avergonzaron de la carne de Cristo, no se escandalizaron de él, de su cruz; no se avergonzaron de la carne del hermano, porque en cada persona que sufría veían a Jesús. Fueron dos hombres valerosos, llenos de la parresia del Espíritu Santo, y dieron testimonio ante la Iglesia y el mundo de la bondad de Dios, de su misericordia.

Además, el Papa Francisco destacó que ambos fueron sacerdotes, obispos y Papas del Siglo XX. Conocieron sus tragedias, pero no se abrumaron. En ellos, Dios fue más fuerte; fue más fuerte la fe en Jesucristo Redentor del hombre y Señor de la historia; en ellos fue más fuerte la misericordia de Dios que se manifiesta en estas cinco llagas; más fuerte la cercanía materna de María. Juan XXIII y Juan Pablo II colaboraron con el Espíritu Santo para restaurar y actualizar la Iglesia según su fisionomía originaria, la fisionomía que le dieron los santos a lo largo de los siglos, dijo también el Santo Padre Francisco. Y pidió que no olvidemos que son precisamente los santos quienes llevan adelante y hacen crecer la Iglesia.

En la convocatoria del Concilio – prosiguió – Juan XXIII demostró una delicada docilidad al Espíritu Santo, se dejó conducir y fue para la Iglesia un pastor, un guía-guiado. Éste fue su gran servicio a la Iglesia; fue el Papa de la docilidad al Espíritu. Y en este servicio al Pueblo de Dios, Juan Pablo II fue el Papa de la familia. Él mismo, una vez, dijo que así le habría gustado ser recordado, como el Papa de la familia. “Me gusta subrayarlo ahora – añadió Francisco – que estamos viviendo un camino sinodal sobre la familia y con las familias, un camino que él, desde el Cielo, ciertamente acompaña y sostiene”.

Texto de la homilía del Papa Francisco
En el centro de este domingo, con el que se termina la octava de pascua, y que San Juan Pablo II quiso dedicar a la Divina Misericordia, están las llagas gloriosas de Cristo resucitado.

Él ya las enseñó la primera vez que se apareció a los apóstoles la misma tarde del primer día de la semana, el día de la resurrección. Pero Tomás aquella tarde, como hemos escuchado, no estaba; y, cuando los demás le dijeron que habían visto al Señor, respondió que, mientras no viera y tocara aquellas llagas, no lo creería. Ocho días después, Jesús se apareció de nuevo en el cenáculo, en medio de los discípulos, y Tomás también estaba; se dirigió a él y lo invitó a tocar sus llagas. Y entonces, aquel hombre sincero, aquel hombre acostumbrado a comprobar personalmente las cosas, se arrodilló delante de Jesús y dijo: «Señor mío y Dios mío» (Jn 20,28).

Las llagas de Jesús son un escándalo para la fe, pero son también la comprobación de la fe. Por eso, en el cuerpo de Cristo resucitado las llagas no desaparecen, permanecen, porque aquellas llagas son el signo permanente del amor de Dios por nosotros, y son indispensables para creer en Dios. No para creer que Dios existe, sino para creer que Dios es amor, misericordia, fidelidad. San Pedro, citando a Isaías, escribe a los cristianos: «Sus heridas nos han curado» (1 P 2, 24; Cf. Is 53, 5).

San Juan XXIII y San Juan Pablo II tuvieron el valor de mirar las heridas de Jesús, de tocar sus manos llagadas y su costado traspasado. No se avergonzaron de la carne de Cristo, no se escandalizaron de él, de su cruz; no se avergonzaron de la carne del hermano (Cf. Is 58,7), porque en cada persona que sufría veían a Jesús. Fueron dos hombres valerosos, llenos de la parresia del Espíritu Santo, y dieron testimonio ante la Iglesia y el mundo de la bondad de Dios, de su misericordia.

Fueron sacerdotes, y obispos y Papas del Siglo XX. Conocieron sus tragedias, pero no se abrumaron. En ellos, Dios fue más fuerte; fue más fuerte la fe en Jesucristo Redentor del hombre y Señor de la historia; en ellos fue más fuerte la misericordia de Dios que se manifiesta en estas cinco llagas; más fuerte la cercanía materna de María.

En estos dos hombres contemplativos de las llagas de Cristo y testigos de su misericordia había «una esperanza viva», junto a un «gozo inefable y radiante» (1 P 1,3.8). La esperanza y el gozo que Cristo resucitado da a sus discípulos, y de los que nada ni nadie les podrá privar. La esperanza y el gozo pascual, purificados en el crisol de la humillación, del vaciamiento, de la cercanía a los pecadores hasta el extremo, hasta la náusea a causa de la amargura de aquel cáliz. Ésta es la esperanza y el gozo que los dos papas santos recibieron como un don del Señor resucitado, y que a su vez dieron abundantemente al Pueblo de Dios, recibiendo de él un reconocimiento eterno.

Esta esperanza y esta alegría se respiraba en la primera comunidad de los creyentes, en Jerusalén, como se nos narra en los Hechos de los Apóstoles (Cf. 2, 42-47) que hemos escuchado en la segunda Lectura. Es una comunidad en la que se vive la esencia del Evangelio, esto es, el amor, la misericordia, con simplicidad y fraternidad.

Y ésta es la imagen de la Iglesia que el Concilio Vaticano II tuvo ante sí. Juan XXIII y Juan Pablo II colaboraron con el Espíritu Santo para restaurar y actualizar la Iglesia según su fisionomía originaria, la fisionomía que le dieron los santos a lo largo de los siglos. No olvidemos que son precisamente los santos quienes llevan adelante y hacen crecer la Iglesia. En la convocatoria del Concilio, San Juan XXIII demostró una delicada docilidad al Espíritu Santo, se dejó conducir y fue para la Iglesia un pastor, un guía-guiado, guiado del Espíritu. Éste fue su gran servicio a la Iglesia; por eso a mí me gusta pensar en él como el Papa de la docilidad al Espíritu Santo.

En este servicio al Pueblo de Dios, San Juan Pablo II fue el Papa de la familia. Él mismo, una vez, dijo que así le habría gustado ser recordado, como el Papa de la familia. Me gusta subrayarlo ahora que estamos viviendo un camino sinodal sobre la familia y con las familias, un camino que él, desde el Cielo, ciertamente acompaña y sostiene.

Que estos dos nuevos santos pastores del Pueblo de Dios intercedan por la Iglesia, para que, durante estos dos años de camino sinodal, sea dócil al Espíritu Santo en el servicio pastoral a la familia. Que ambos nos enseñen a no escandalizarnos de las llagas de Cristo, a adentrarnos en el misterio de la misericordia divina que siempre espera, siempre perdona, porque siempre ama.

Fuente
www.news.va 

miércoles, 23 de abril de 2014

San Marcos, Evangelista

Suele identificársele con Juan, llamado Marcos. Este personaje aparece varias veces en los Hechos de los Apóstoles. Se le cita por primera vez en Hechos 12:12, cuando Simón Pedro, milagrosamente liberado de la cárcel, se refugia en casa de María, madre de "Juan, por sobrenombre Marcos". Acompañó a Pablo de Tarso y a Bernabé en el primer viaje de Pablo (Hechos 13:5), pero se separó de ellos cuando llegaron a Panfilia, regresando a Jerusalén (Hechos 13:13 (en estos versículos se hace referencia a él simplemente como "Juan". Cuando Pablo iba a iniciar su segundo viaje, tuvo una grave disputa con Bernabé a propósito de "Juan, llamado Marcos": Bernabé quería que fuese con ellos, pero Pablo se negaba, ya que les había abandonado en el viaje anterior. Pablo y Bernabé terminaron por separarse, y Marcos acompañó al segundo en su viaje a Chipre (Hechos 15:37-39).

En el final de la Primera Epístola de Pedro, éste se refiere a "mi hijo Marcos". Mientras que las iglesias católica y ortodoxa interpretan que se trata de un hijo espiritual (es decir, que Marcos hubiese sido bautizado por Pedro) o que simplemente Pedro le tenía mucho cariño, varios teólogos protestantes no tienen inconveniente en admitir que podría tratarse de un hijo físico.

Marcos es considerado por la tradición cristiana el autor del evangelio que lleva su nombre. Puesto que él no fue discípulo directo de Jesús basó su relato -siempre según la tradición- en las enseñanzas de Pedro. El autor más antiguo que asignó a Marcos la autoría de este evangelio fue Papías de Hierápolis, en la primera mitad del siglo II, en un testimonio citado por Eusebio de Cesárea:

«Y el anciano decía lo siguiente: Marcos, que fue intérprete de Pedro, escribió con exactitud todo lo que recordaba, pero no en orden de lo que el Señor dijo e hizo. Porque él no oyó ni siguió personalmente al Señor, sino, como dije, después a Pedro. Éste llevaba a cabo sus enseñanzas de acuerdo con las necesidades, pero no como quien va ordenando las palabras del Señor, más de modo que Marcos no se equivocó en absoluto cuando escribía ciertas cosas como las tenía en su memoria. Porque todo su empeño lo puso en no olvidar nada de lo que escuchó y en no escribir nada falso».

La tradición cree que Marcos es el joven que va envuelto en una sábana siguiendo a los que llevaban preso a Jesús (Mc 14, 51-52), y se escapa desnudo; esta sería una especie de firma secreta de su autoría. Así mismo se cree que la "estancia superior", en la cual se celebró la última cena y donde se reunían los discípulos después de muerto Jesús era propiedad de su familia.

Según la tradición, Marcos predicó el evangelio en Alejandría, donde realizó varios milagros y estableció una iglesia, nombrando un obispo, tres presbíteros y siete diáconos. También se cree que fue martirizado allí hacia el año 68, y que sus asesinos trataron de quemar su cuerpo, sin conseguirlo. Los cristianos de Alejandría rescataron su cuerpo intacto, lo envolvieron y le dieron sepultura en la parte oriental de la iglesia que habían construido.

En 828, las reliquias atribuidas a San Marcos fueron llevadas de Alejandría por navegantes italianos, que las trasladaron a Venecia, donde se conservan en la Basílica de San Marcos, construida expresamente para albergar sus restos. Los coptos creen que la cabeza del santo quedó en Alejandría. Cada año, en el día 30 del mes de Babah, la Iglesia Copta conmemora la consagración de la iglesia de San Marcos, y la aparición de la cabeza del santo en la iglesia copta de San Marcos, en Alejandría, donde se conservaría su cabeza.

Se asocia a San Marcos con el león porque su Evangelio empieza hablando del desierto, y el león era considerado el rey del desierto y porque su Evangelio empieza hablando del río Jordán y a sus alrededores había muchas fieras, entre ellas el león. También se dice que es el león porque en su Evangelio comienza hablando de Juan el Bautista como "Voz que clama en el desierto", voz que sería como la de un león. La Iglesia católica celebra su fiesta el 25 de abril.

miércoles, 9 de abril de 2014

El Alfa y la Omega, se alzó con dos estatuillas en la 2º Edición del Premio Bionacional Río de los Pájaros 2014

Buenos Aires (AI) 09 de Abril de 2014.- El programa de radio que produce ANUNCIAR Grupo Multimedio de Comunicación, Asociación Civil, EL ALFA Y LA OMEGA, se hizo de otra estatuilla en el rubro RELIGIOSO, la misma fue entregada en la cena de gala que organizó la Fundación Paralelo Turístico en la 2º Edición del Premio Bionacional Río de los Pájaros 2014, realizada en la Ciudad de Concordia, Provincia de Entre Ríos.


Nuevamente el multipremiado programa conducido por la dupla exitosa de Guzmán-Musante, obtuvo el preciado galardón, que al finalizar la gala la sorpresa fue aún mayor ya que EL ALFA Y LA OMEGA, obtuvo el Premio Bionacional Río de los Pájaros de Oro, como MEJOR PROGRAMA DE RADIO, elegido por el jurado y la gente.



Felicitaciones al equipo que sostiene esta producción radial, única en su estilo y contenidos y que siga siendo un instrumento de evangelización y transmisión de buenas noticias a través de los medios.

martes, 8 de abril de 2014

Síntesis de la Encíclica "Pacem in terris"



LA PAZ EN LA TIERRA, promulgada el día jueves santo, 11 de abril del año 1963, por el Papa Juan XXIII. El motivo del documento “Pacem in terris” es un llamado del papa a construir la paz entre todos los pueblos instaurados sobre la verdad, la justicia, el amor y la libertad.

Parte I: El orden entre los seres humanos.
Parte II: Relaciones entre los hombres y los poderes públicos en el seno de las distintas comunidades políticas.
Parte III: Relaciones entre comunidades políticas.
Parte IV: Relaciones entre los individuos, las familias, las asociaciones y comunidades políticas por una parte y la comunidad mundial por otra.

El papa en esta carta encíclica enseña la importancia de vivir en paz en todos los pueblos, respetando los derechos y cumpliendo los deberes en un orden social, político y económico. Además, hace un llamado a todos los hombres para que, como seres sociales por naturaleza, participen en el desarrollo eficaz de los pueblos, en sus políticas y proyectos, especificando que se necesita un origen divino de la autoridad y que la razón de ser de los poderes públicos es el bien común en todo sentido.

Nos dice el papa que en todo momento se debe mantener las buenas relaciones políticas, buscando el bien de todos los pueblos, construyendo la paz, no con armas, sino con el desarme de los corazones de los hombres y por consiguiente de las naciones, manteniendo el diálogo y el amor de hermanos que los lleva a una unión múltiple de intereses y espíritus. Se necesita una solidaridad eficiente de los pueblos más desarrollados para con los pueblos menos desarrollados. Es deber de todos los hombres construir la paz a ejemplo de Cristo, príncipe de la paz, practicando la justicia el amor y la verdad; contribuyendo al desarrollo integral del ser humano y las buenas relaciones con todos los hombres.

Hablar de la “Pacem in terris”es hablar de los Derechos del Hombre. Como antecedente podemos mencionar que el 26 de agosto de 1789 la Revolución Francesa condujo a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Se inspiraba en la declaración norteamericana, que encarnaba en el siglo XIX los ideales liberales de la sociedad. Pío XII se preocupó durante la Segunda Guerra Mundial de la reconstrucción y desarrollo de los pueblos. 1963 era el año en que se celebraba el Concilio Vaticano II. Las Naciones Unidas, la UNESCO, la Liga de los derechos del hombre y otros organismos se habían consagrado a la búsqueda de una defensa de la paz, en beneficio de todos los seres humanos sin distinciones discriminatorias. SS. Juan XXIII escribe este documento que pudiera servir a todos los hombres de buena voluntad en la constitución orgánica de los Estados y de sus relaciones internacionales.

Apoyándose en la razón y la ley natural, Juan XXIII esboza una lista de derechos y deberes que deben observar tanto los individuos como las autoridades públicas,  los gobiernos nacionales y la comunidad mundial. La paz exige la observancia del orden querido por Dios. Este orden ha de reconocer ante todo las leyes que impone la naturaleza del hombre en las que se descubren los planes de Dios. El punto de partida y fundamento de toda ley humana, arranca de la personalidad natural y dignidad natural del hombre, dotado de derechos y de deberes. Dignidad acrecentada por la luz de la Revelación Cristiana.

Así pues, la encíclica habla de las relaciones entre los poderes públicos y los ciudadanos y de las relaciones que deben de existir entre los Estados. La encíclica se dirige a todos los hombres de buena voluntad. Afirma que la paz no puede darse en la sociedad humana si primero no se da en el interior de cada hombre, es decir, si primero no guarda cada uno en sí mismo el orden establecido por Dios. Esta verdad es la que obliga a todos los seres humanos a respetar a sus semejantes, además de dignificar el mundo de trabajo, a poner especial atención en la actuación de la mujer en la vida pública.

Considera que las relaciones internacionales son consideradas bajo la misma óptica de la persona, es decir, deberán regirse por la ley moral, por la verdad, la justicia y el respeto. El Papa exhorta  a todos a luchar por reconstruir todas las formas de convivencia en la tierra. Conjuntar amor y libertad, es tarea ardua pero nobilísima, pero vale la pena por el bien de todos. A esta labor se llama a todos los hombres de buena voluntad.

¿Qué ofrece “Pacem in terris” a los hombres de hoy?, ¿Qué me aporta? Aceptar a Dios que asegura el fundamento, el fin y la garantía de todo orden en el mundo y entre los hombres. Por tanto, también en la empresa. El respeto a la vida humana incipiente y terminal, la relación solidaria y subsidiaria entre naciones, la construcción de una sociedad a la medida de la persona, siguen teniendo la misma vigencia que 1963 ¿No se habrá aumentado la urgencia hoy que algunos Estados intervienen en otros estados de una manera letal?

“Pacem in terris” nos sugiere criterios de acción y dirección a todos, incluso a los no cristianos. Es una clara exhortación a vivir bajo el amparo de la paz. Y no habrá paz y justicia, sino hay paz en las familias y en la empresa. Estas son las células de la vida económica y de la vida social de un país y del mundo.

Año Nuevo Hindú

Es celebrado de acuerdo al Calendario Lunar Hindú – Panchanga. El nombre popular del Año Nuevo Hindú es Vikram Samvat. En el Calendario Indio, las estaciones siguen al sol, los meses siguen a la luna y los días a ambos. Esta era de Vikram Samvat comienza en el 57 A.C. Para corresponderse con el calendario solar, 57 años son sustraídos del Calendario Hindú. Así, el Año Nuevo empieza con el primer día de Kartik Maas siguiendo el Deepwali Amavasya.

El origen del Año Nuevo Hindú se relaciona con el legendario Rey Hindú Vikramaditya en el 57 A.C. De acuerdo a la leyenda, el Rey Gardabhilla (en el siglo 12 D.C.) secuestró a una monja con el nombre de Saraswati. Ella era la hermana del famoso Monje Jainista Kalakacharya. El indefenso monje buscó la ayuda del gobernante Saka en Sakasthana para derrotar a Gardabhilla. Fue derrotado y cautivo por el rey Saka y aunque luego fue liberado, se retiró al bosque donde fue presa de un tigre. Su hijo, invadió luego Ujjain y expulsó a los Sakas. Así, para celebrar ese evento, conmemoró una nueva era llamada Vikram Samvat.

Múltiples religiones son practicadas en India y así también son las celebraciones de variadas festividades. El Año Nuevo Hindú se celebra con regocijo y pompa en toda India. La inspiración de la festividad puede verse mayormente entre las personas del Norte de India y Gujarat. El Año Nuevo en el Sur de India también enfatiza el Año Nuevo Hindú pero la fecha y las tradiciones varían.

La gente enciende lámparas de aceite y decora la casa con flores, aquellas de colores como el rosado, rojo, púrpura o amarillo. Los diseños de rangoli son también un parte atractiva de las decoraciones de Año Nuevo. Los hindús se levantan temprano en la mañana, toman un baño y visten ropas nuevas. Llevan a casa deidades como la Diosa Lakshmi (Diosa de la Abundancia) y al Señor Ganesha. Se ofrecen oraciones y se distribuye prasad entre los miembros de la familia. En la época de Año Nuevo se intercambian regalos y dulces. La gente considera esta festividad como un modo auspicioso de iniciar el año.

La Orden de Caballería de Santiago

La Orden de Santiago fue una orden religiosa y militar surgida en el siglo XII en el Reino de León. Debe su nombre al patrón nacional de España, Santiago el Mayor. Su objetivo inicial era proteger a los peregrinos del Camino de Santiago y hacer retroceder a los musulmanes de la península Ibérica.

Tras la muerte del gran maestre Alonso de Cárdenas en 1493, los Reyes Católicos incorporaron la Orden a la Corona de España y el papa Adriano VI unió para siempre el maestrazgo de Santiago a la corona en 1523.

La I República suprimió la Orden en 1873 y, aunque en la Restauración fue nuevamente restablecida, quedó reducida a un instituto nobiliario de carácter honorífico regido por un Consejo Superior dependiente del Ministerio de la Guerra, que quedó a su vez extinguido en 1931.

La Orden de Santiago, junto con las de Calatrava, Alcántara y Montesa, fue reinstaurada como una asociación civil en el reinado de Juan Carlos I con el carácter de organización nobiliaria honorífica y religiosa y como tal permanece en la actualidad.

Entre 1157 y 1230, la dinastía real se dividió en dos ramas opuestas, por lo que la rivalidad tiende a oscurecer los inicios de la Orden. Aunque Santiago de Compostela, en Galicia, es el centro de la devoción a este apóstol, no es ni la cuna ni la principal sede de la Orden. Dos ciudades lucharon por tener el honor de ser la sede de la misma, León, en el reino de ese nombre, y Uclés en el antiguo reino de Castilla.

Algunas fuentes apuntan a que la Orden de Santiago fue creada a raíz de la victoria en la batalla de Clavijo, que supuestamente tuvo lugar en La Rioja en el año 844. Aunque la atribución a la creación de la Orden tras dicha batalla, que hoy se considera un hecho ficticio que nunca tuvo lugar, se debe a la devoción hacia el Apóstol, al que la leyenda atribuye una intervención en dicho combate, por lo que la representación de esta batalla se repite constantemente en cuadros, esculturas, miniaturas y relieves pertenecientes a la Orden.

El origen de esta orden militar es confuso, debido a la doble fundación que tuvieron las órdenes militares. La primera fundación fue militar, cuando en el año 1170 el rey Fernando II de León y el obispo de Salamanca, Pedro Suárez de Deza, encargaron a un grupo de trece caballeros, conocidos como los Fratres o Caballeros de Cáceres, la defensa de la ciudad de Cáceres (que tuvieron que abandonar al ser conquistada por los musulmanes).

Este grupo de caballeros estaba encabezado por Pedro Fernández de Fuentencalada, que era descendiente de los reyes de Navarra, por línea paterna, y de los condes de Barcelona, por la materna. Según relata la bula fundacional, estos caballeros, arrepentidos de la vida licenciosa que hasta entonces habían llevado, se habían unido previamente bajo unos mismos Estatutos y decidieron formar una congregación para defender a los peregrinos que visitaban el sepulcro de Santiago Apóstol en Galicia y para guardar las fronteras de Extremadura.

Anteriormente a 1170, los primeros que tuvieron la idea de acudir al socorro de los numerosos peregrinos que se dirigían a Compostela, fueron los canónigos regulares de San Agustín. Vivían bajo la obediencia de un prior elegido y confirmado por ellos en el convento llamado de San Loyo o San Eloy de Loio, cerca de Compostela, fundado a ejemplo de los caballeros de la Orden de Calatrava, que también estaba destinada a proteger la seguridad de los caminos.

El 29 de julio de 1170, quedó fundada, organizada y establecida la Orden de Santiago, y en 1172 se había extendido a Castilla. Aunque la Orden de Santiago había nacido en el reino de León, también se extendió por los reinos de Portugal, Aragón, Francia, Inglaterra, Lombardía y Antioquía, pero su expansión fundamental se limitaría a los reinos de León y Castilla. Los Caballeros de Ávila se agregaron a su Regla.

El nombre definitivo de la Orden tiene su fundamento en la devoción que durante los siglos medievales se tuvo al apóstol Santiago. Toda España considera a Santiago el Mayor como el primero en predicar el evangelio a los habitantes de Hispania. Más tarde, volvió a Jerusalén, donde fue el primero de los apóstoles en derramar su sangre por mandato de Herodes Agripa I y, según la tradición, sus discípulos trasladaron su cuerpo a España y lo depositaron en Iría-Flavia (Galicia) a principios del siglo IX. Sus reliquias fueron descubiertas durante el reinado de Alfonso II el Casto y trasladadas después al lugar que luego recibió el nombre de Compostela.

Es natural que los caballeros se encomendasen de un modo especial al patrocinio de Santiago al entrar en batalla, y es lógico que creyeran sentir en muchas ocasiones la protección celestial gracias a la intervención favorable del Apóstol. Por esto, de acuerdo con el segundo arzobispo de Compostela, don Pedro Godoy, en 12 de febrero de 1171 don Pedro Fernández y toda su milicia se consagraron vasallos y caballeros del apóstol Santiago, nombrando al Maestre y sus sucesores canónigos de la iglesia compostelana y el arzobispo y los suyos frailes de la nueva orden de caballería. Así todos se nombrarían en lo sucesivo Caballeros de Santiago y así los nombraría el papa en su bula.