LA
PAZ EN LA TIERRA, promulgada el día jueves santo, 11 de abril del año 1963, por
el Papa Juan XXIII. El motivo del documento “Pacem in terris” es un llamado del papa a construir la paz entre
todos los pueblos instaurados sobre la verdad, la justicia, el amor y la
libertad.
Parte I: El orden entre los
seres humanos.
Parte II: Relaciones entre los
hombres y los poderes públicos en el seno de las distintas comunidades
políticas.
Parte III: Relaciones entre
comunidades políticas.
Parte IV: Relaciones entre los
individuos, las familias, las asociaciones y comunidades políticas por una
parte y la comunidad mundial por otra.
El
papa en esta carta encíclica enseña la importancia de vivir en paz en todos los
pueblos, respetando los derechos y cumpliendo los deberes en un orden social,
político y económico. Además, hace un llamado a todos los hombres para que,
como seres sociales por naturaleza, participen en el desarrollo eficaz de los
pueblos, en sus políticas y proyectos, especificando que se necesita un origen
divino de la autoridad y que la razón de ser de los poderes públicos es el bien
común en todo sentido.
Nos
dice el papa que en todo momento se debe mantener las buenas relaciones
políticas, buscando el bien de todos los pueblos, construyendo la paz, no con
armas, sino con el desarme de los corazones de los hombres y por consiguiente
de las naciones, manteniendo el diálogo y el amor de hermanos que los lleva a una
unión múltiple de intereses y espíritus. Se necesita una solidaridad eficiente
de los pueblos más desarrollados para con los pueblos menos desarrollados. Es
deber de todos los hombres construir la paz a ejemplo de Cristo, príncipe de la
paz, practicando la justicia el amor y la verdad; contribuyendo al desarrollo
integral del ser humano y las buenas relaciones con todos los hombres.
Hablar
de la “Pacem in terris”es hablar de
los Derechos del Hombre. Como antecedente podemos mencionar que el 26 de agosto
de 1789 la Revolución Francesa condujo a la Declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano. Se inspiraba en la declaración norteamericana, que
encarnaba en el siglo XIX los ideales liberales de la sociedad. Pío XII se
preocupó durante la Segunda Guerra Mundial de la reconstrucción y desarrollo de
los pueblos. 1963 era el año en que se celebraba el Concilio Vaticano II. Las
Naciones Unidas, la UNESCO, la Liga de los derechos del hombre y otros
organismos se habían consagrado a la búsqueda de una defensa de la paz, en
beneficio de todos los seres humanos sin distinciones discriminatorias. SS.
Juan XXIII escribe este documento que pudiera servir a todos los hombres de
buena voluntad en la constitución orgánica de los Estados y de sus relaciones
internacionales.
Apoyándose
en la razón y la ley natural, Juan XXIII esboza una lista de derechos y deberes
que deben observar tanto los individuos como las autoridades públicas, los gobiernos nacionales y la comunidad
mundial. La paz exige la observancia del orden querido por Dios. Este orden ha
de reconocer ante todo las leyes que impone la naturaleza del hombre en las que
se descubren los planes de Dios. El punto de partida y fundamento de toda ley
humana, arranca de la personalidad natural y dignidad natural del hombre,
dotado de derechos y de deberes. Dignidad acrecentada por la luz de la
Revelación Cristiana.
Así
pues, la encíclica habla de las relaciones entre los poderes públicos y los
ciudadanos y de las relaciones que deben de existir entre los Estados. La
encíclica se dirige a todos los hombres de buena voluntad. Afirma que la paz no
puede darse en la sociedad humana si primero no se da en el interior de cada
hombre, es decir, si primero no guarda cada uno en sí mismo el orden
establecido por Dios. Esta verdad es la que obliga a todos los seres humanos a
respetar a sus semejantes, además de dignificar el mundo de trabajo, a poner
especial atención en la actuación de la mujer en la vida pública.
Considera
que las relaciones internacionales son consideradas bajo la misma óptica de la
persona, es decir, deberán regirse por la ley moral, por la verdad, la justicia
y el respeto. El Papa exhorta a todos a
luchar por reconstruir todas las formas de convivencia en la tierra. Conjuntar
amor y libertad, es tarea ardua pero nobilísima, pero vale la pena por el bien
de todos. A esta labor se llama a todos los hombres de buena voluntad.
¿Qué
ofrece “Pacem in terris” a los
hombres de hoy?, ¿Qué me aporta? Aceptar a Dios que asegura el fundamento, el
fin y la garantía de todo orden en el mundo y entre los hombres. Por tanto,
también en la empresa. El respeto a la vida humana incipiente y terminal, la
relación solidaria y subsidiaria entre naciones, la construcción de una
sociedad a la medida de la persona, siguen teniendo la misma vigencia que 1963 ¿No
se habrá aumentado la urgencia hoy que algunos Estados intervienen en otros
estados de una manera letal?
“Pacem in terris” nos sugiere criterios
de acción y dirección a todos, incluso a los no cristianos. Es una clara
exhortación a vivir bajo el amparo de la paz. Y no habrá paz y justicia, sino
hay paz en las familias y en la empresa. Estas son las células de la vida
económica y de la vida social de un país y del mundo.