PROGRAMA Nº 1202 | 18.12.2024

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LA NOCHE DE LOS BASTONES LARGOS

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El 9 de julio de 1966, 11 días después del golpe cívico militar que derrocó al doctor Illia y entronizó al dictador Onganía, el país conmemoraba los 150 años de la declaración de la Independencia nacional. La situación del país podía verse reflejada en dos discursos antagónicos el mismo día de la Independencia. Dijo Onganía: “No permitiremos que acosen a nuestra juventud extremismos de ninguna naturaleza. Si fijamos con claridad el rumbo, nadie podrá apartarla de su misión de grandeza”. Pocas horas después, el Rector de la Universidad de Buenos Aires, Hilario Fernández Long, declaraba: “En este día aciago en que se ha quebrantado en forma total la vigencia de la Constitución, hacemos un llamado a los claustros universitarios para que sigan defendiendo como hasta ahora la autonomía universitaria. La Universidad no es una máquina ni una razón; es una voluntad decidida a iluminar los caminos más difíciles del hombre”.

El 29 de julio, la historia los iba a juntar a golpes, a golpes de bastones largos. En la Facultad de Ciencias Exactas, ubicada en la Manzana de las Luces, tras una masiva asamblea, docentes y alumnos decidieron tomar el establecimiento en demanda de la anulación del decreto 16.912 de Onganía que ponía fin a casi 50 años de Autonomía, Cogobierno y Libertad de Cátedra, los ejemplares postulados de la Reforma Universitaria de 1918.

Por órdenes de Onganía, el general Fonseca mandó cortar el tránsito en torno a toda la Manzana. Unas voces metálicas intimaron a través de altavoces el desalojo del edificio. Desde adentro les respondieron con una canción que se había estrenado en 1811 a pocos metros de allí, el Himno Nacional. Estudiantes y docentes salieron cantando la canción nacional, con los brazos en alto, sin oponer resistencia. La Guardia de Infantería no ahorró insultos, patadas, golpes de machetes y palazos que por “orden superior” debían apuntar a la cabeza. Los estudiantes debieron pasar por una doble fila de policías que golpeaban a los varones y golpeaban y manoseaban a las estudiantes.

En aquella noche nefasta se llevaron detenidas a 200 personas. Otras quince fueron llevadas a distintos hospitales públicos. El profesor del MIT de Massachusetts, Warren Ambrose, presente aquella noche, publicó el 3 de agosto de 1966 una carta en The New York Times: “A los alaridos nos agarraron uno por uno y nos empujaron a la salida del edificio. Nos hicieron pasar por una doble fila de policías, que nos pegaban con palos o las culatas de sus rifles. Hoy tengo el cuerpo dolorido por los golpes, pero otros han sido seriamente heridos. El profesor Carlos Varsavsky recibió heridas en la cabeza, un ex secretario de la facultad de 70 años fue gravemente herido”.

Uno de los miembros de la pata civil del golpe, el canciller argentino Nicanor Costa Méndez, se defendía ante The New York Times: “El nuevo gobierno no es una dictadura militar: el único militar que hay en el poder es el presidente y el presidente es un militar retirado. No es una dictadura: no hay nadie en la cárcel ni se ha perseguido a nadie por sus ideas políticas”.

El profesor Ambrose concluía con una frase profética: “Esta conducta del gobierno va a retrasar seriamente el desarrollo de la Argentina. Muchos de los mejores profesores se van a ir del país”.

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