En la carta que en ocasión del bicentenario de la independencia
argentina envió al presidente de la Conferencia Episcopal, el papa Francisco
hace una referencia al profeta Joel, del Antiguo Testamento. Con el propósito
de ilustrar acerca de este profeta y su profecía, el doctor Roberto Bosca,
profesor de la Universidad Austral.
"Estoy convencido de que nuestra Patria necesita hacer viva la
profecía de Joel (cf. Jl 4,1). Sólo si nuestros abuelos se animan a soñar y
nuestros jóvenes a profetizar cosas grandes, la Patria podrá ser libre.
Necesitamos de abuelos soñadores que empujen y de jóvenes que -inspirados en
esos mismos sueños- corran hacia adelante con la creatividad de la
profecía".
Esta referencia del papa Francisco a la profecía de Joel, que forma
parte de la carta escrita por el Sumo Pontífice en ocasión del Bicentenario,
remite a un texto bíblico anterior a la venida de Jesucristo, que pertenece por
lo tanto al Antiguo Testamento. Joel fue uno de los llamados profetas menores, su nombre significa
"El Señor es Dios" y se cree que vivió alrededor del año 800 a.C. En
el Antiguo Testamento, los profetas eran enviados divinos para denunciar los
pecados de su tiempo y llamar al pueblo al arrepentimiento y a la penitencia
como un modo de reconciliarse con el bien y volver a una armonía en su relación
con Dios. A menudo, por esta misma misión, ellos fueron perseguidos. La misión
esencial y propia de los profetas era formular un llamado a la conversión ante
una situación en la que el pueblo elegido se apartaba del camino señalado por
Yahveh (Dios, en el lenguaje veterotestamentario).
Frecuentemente los profetas usaron figuras literarias para comunicar
mejor el mensaje que debían transmitir, y Joel sigue ese mismo estilo. Ya en el
Nuevo Testamento, hay varios pasajes de los Evangelios que contienen
referencias explícitas e importantes a esta profecía, por ejemplo, para
explicar a los fieles el universalismo cristiano, un mensaje para todos, sin
distinción de particularismos, sin exclusiones. Este rasgo se revela claramente
en el magisterio del papa Francisco.
La teología atribuye a Jesucristo una triple misión u oficio: sacerdote,
rey y profeta, una condición de la que participa la jerarquía eclesiástica, en
primer lugar el Papa, pero también todos los fieles cristianos por medio del
bautismo. Estas funciones se especifican en enseñar, santificar y regir, de las
cuales la profética es la función de enseñar.
La enseñanza del mensaje cristiano es el anuncio de la palabra revelada
y la denuncia de lo que no se halla conforme al designio divino. Uno y otra
forman parte del magisterio pontificio. El estilo del pontificado del papa
Francisco tiene un tono marcadamente profético, que se expresa en la denuncia
de situaciones de pecado, pero también en el anuncio de la misericordia divina.
El capítulo cuatro del libro de Joel es el último y se lo conoce como "El juicio de las naciones". Comienza así: "Porque en aquellos días, en aquel tiempo, cuando yo cambie la suerte de Judá y de Jerusalén, congregaré a todas las naciones y las haré bajar al valle de Josafat. Allí entraré en juicio con ellas a favor de Israel, mi pueblo y mi herencia, porque lo han dispersado entre las naciones y se han repartido mi tierra".
El mensaje del Papa parece remitir así a un momento final, a una
instancia conclusiva de la historia humana en la que Dios juzgará a las
naciones como tales, es decir, que además del juicio individual seremos también
juzgados como pueblo. Allí se realizará un juicio sobre nuestras acciones y
omisiones en relación con nuestras responsabilidades como miembros de una
comunidad.
De todo ello se nos pedirá cuenta a los argentinos. Mirando nuestra
historia, frecuentemente he pensado que no me gustaría estar en ese lugar y en
ese momento. Francisco escribe a los hijos de esta tierra bendita. Se trata de
un mensaje que nos llega con motivo del Bicentenario de una Declaración de
Independencia que dio nacimiento a un nuevo pueblo.
Los males que aquejan a nuestra patria han sido objeto de una denuncia
en una gran multitud de documentos a lo largo de nuestra historia patria, y los
actuales que padecemos hoy están a la vista, en primer lugar una monstruosa
corrupción que es de toda la sociedad, no sólo de las clases dirigentes, aunque
ellas tengan una responsabilidad primaria. Joel describe una tierra devastada. Es una Argentina que exhibe sus
llagas, con una dramaticidad hasta ahora desconocida.
Pero el mensaje de Francisco no remite solamente a esa realidad oscura y
no se queda solamente en una pura admonición, sino que -fiel a su espíritu-
aparece cuajado de esperanza, señalando un camino privilegiado en el cual sitúa
en primer lugar a los jóvenes y a los ancianos. El sueño de los abuelos y la
creatividad de la juventud. Ilusión y heroísmo. Es un llamado para salir de la
oscuridad a la luz, a los sueños, pero también a la creatividad. El grito del
profeta ha resonado en nuestros oídos una vez más.