En 1924
asumió la presidencia de México Plutarco Elías Calles, socialista ateo y masón.
Y decidido a hacer cumplir a rajatabla la Constitución de 1917, de fuerte cuño
anticlerical, surgida de la Revolución Mexicana de 1910. Entre las disposiciones
que Calles decidió aplicar a sangre y fuego estaban la privación de
personalidad jurídica a la Iglesia católica, la nacionalización de los sitios
de culto, la completa secularización de la educación, el cierre de las órdenes
monásticas y hasta la prohibición del uso de hábitos y del voto por parte de
los sacerdotes.
Un
discurso de Calles, denunciando un "complot (católico) para envenenar las
mentes y corazones" de los mexicanos, fue la mecha que encendió el
fuego. El presidente apeló al ejército para hacer cumplir las nuevas leyes
antirreligiosas: hubo arrestos y hasta fusilamientos de sacerdotes,
expropiaciones y clausura de tempos. La Iglesia respondió con una "huelga": suspendió toda
ceremonia religiosa. Esto fue la señal de largada de una rebelión católica que
adquirió proporciones inesperadas y que fue liderada esencialmente por
asociaciones católicas laicas, como la Liga Nacional de Defensa Religiosa o la
Acción Católica de la Juventud Mexicana.
Los
católicos apelaron a un militar profesional -el general Enrique Gorostieta
Velarde- para organizar un verdadero ejército profesional con lo que hasta
entonces eran milicianos mal equipados y peor entrenados. La Guerra Cristera
había comenzado: duraría tres años y llegaría a poner en jaque al gobierno y a
forzarlo a negociar con la Iglesia. A posteriori, y en especial desde la década
de 1940, reina un entendimiento entre el Estado y la Iglesia Católica.
Esa
guerra le daría a la iglesia mexicana muchos mártires. Uno de ellos fue "Joselito", como lo llamaba
su familia. Para vencer la resistencia de su madre a su deseo de sumarse al
Ejército Cristero, José le dijo: "Nunca ha sido tan fácil ganarse el
cielo como ahora". Nacido en Sahuayo, Michoacán, el 28 de marzo de
1913, en el seno de una familia de buena posición, José Sánchez del Río era un
muy joven militante de la Acción Católica de la Juventud Mexicana y cuando
estalló la Guerra Cristera, en 1926, quiso sumarse a la lucha a pesar de tener
sólo 13 años.
En razón
de su corta edad, José fue designado portaestandarte de la imagen de la Virgen
de Guadalupe, y no tomaba parte activa en los enfrentamientos armados. Sin
embargo, el 6 de febrero de 1928, durante una batalla, el joven fue capturado
cuando, para salvar al general cristero Luis Guízar Morfín, le cedió su caballo
y no pudo escapar. "Mi general, tome usted mi caballo y sálvese; usted es más
necesario y hace más falta a la causa que yo", le dijo Joselito al
jefe cristero. Irónicamente, fue encerrado en la Iglesia de Santiago Apóstol de
Sahuayo, la misma donde había sido bautizado, y que las tropas del gobierno
federal habían convertido en cárcel y caballeriza.
José le
dijo a uno de sus carceleros: "La casa de Dios es para rezar, no para
usarla como un establo de animales. Estoy dispuesto a todo. Puede fusilarme.
Así me encontraré enseguida en la presencia de Dios y podré pedirle que le
confunda". A José le hicieron varias propuestas tentadoras para
hacerlo desistir de su fe y de su lucha, e incluso pidieron un rescate a su
familia. Pero él rechazó todas las ofertas.
Luego de
cuatro días de cautiverio en manos del ejército federal, el 10 de febrero fue
sacado de la parroquia donde estaba encerrado, torturado -le rebanaron las
plantas de los pies- y conducido por las calles de Sahuayo hasta el paredón
municipal. José iba llorando pero al mismo tiempo rezando y vivando a Cristo
Rey. Frente a una tumba abierta, fue conminado una vez más a retractarse de su
fe y, ante su negativa, primero lo colgaron y luego lo remataron de un tiro en
la sien. Estaba próximo a cumplir los 15 años.
Antes de
ejecutarlo, sus verdugos le preguntaron: "¿Qué quieres que le digamos a tus
padres?" Y él contestó: "Que viva Cristo Rey y que en el cielo
nos veremos".
El niño
cristero, venerado por los católicos mexicanos desde entonces, fue beatificado
el 20 de noviembre de 2005 junto a otros 11 mártires de su país. En enero
pasado, el papa Francisco anunció que José Sánchez del Río sería canonizado, lo
que lo convierte en el santo mexicano más joven. Fue elevado a los altares como
santo el pasado domingo 16 de Octubre de 2016.