Pocos países católicos poseen una historia de luchas y fidelidad a la Iglesia,
como Croacia. Situada en el este de Europa, veía como los pueblos vecinos a
ella apostataban y se apartaban de la fe. El pueblo croata, sin embargo
permaneció fiel. Los serbios, sus más cercanos vecinos, adhirieron en primer
lugar al cisma de los griegos. Ese cisma devoró a varias naciones, pero al
llegar a Croacia se estancó. Luego fue la herejía de los BOGOMILOS en el siglo
XIII que contaminó diversas regiones de Europa oriental, pero que en la
frontera croata fue detenida. Surgió después un peligro mucho mayor, el ISLAMISMO DE LOS TURCOS, que llegaron con una fuerza avasalladora, ante el cual los
pueblos vecino de Croacia se rindieron. Los croatas, muy inferiores en número, sin embargo superiores en cuanto
a su fe, decidieron resistir. Apelaron a María, pidieron su auxilio maternal
y... resistieron contra toda esperanza por mucho tiempo. Su territorio era
invadido, pero después los invasores eran expulsados. Tal resistencia evitó que
los turcos entrasen en Italia, Austria y Alemania. Croacia fue un dique que
defendió toda Europa. Por eso el Papa León X le concedió en el siglo XVI el
título de “ANTEMURALE CHRISTIANITATIS”, o sea, BALUARTE DE LA CRISTIANDAD.
No culminaron ahí los inestimables servicios que los católicos croatas
prestaron a la Iglesia y a la Civilización Cristiana. En el siglo XX los
croatas supieron permanecer fieles a su fe, cuando el comunismo subyugó toda
Europa Oriental, sufriendo varios croatas el martirio o terribles
persecuciones, como el heroico CARDENAL STEPINAC. Y en la reciente guerra que
estalló en el territorio de la ex Yugoslavia, los croatas demostraron una vez
más sus cualidades guerreras en la defensa de sus santuarios, varios de ellos
ferozmente bombardeados por las fuerzas del régimen comunista de Belgrado. Fue en el medio de uno de esos combates en defensa de la fe que comenzó
la historia del Santuario considerado hoy un símbolo de la nación croata. Cuando
en 1545 los musulmanes se aproximaron a una capilla en la colina del vino, el
pueblo de la región se refugió en la cercana ciudad de BYSTRICA, llevando
consigo una pequeña imagen que representa a Nuestra Señora vestida como dama
noble de la región, con el Niño Jesús en brazos. El párroco de la ciudad,
temiendo la invasión de los turcos, tomó la imagen y la escondió en un agujero
efectuado en el muro de la iglesia.
Los turcos dominaron la ciudad, el párroco huyó y murió sin haber
revelado a nadie donde había escondido la imagen. La lucha continuó algunos
años, y los católicos reconquistaron la ciudad. En 1588, el nuevo párroco de la
iglesia se sorprendió al ver que una luz salía de adentro del muro. Con ayuda
de los parroquianos, el sacerdote perforó la pared encontrando la imagen de
Nuestra Señora. La noticia del milagroso hecho se difundió rápidamente por la
región, comenzando las peregrinaciones hacia BYSTRICA. Pero, en el correr de aquellas incesantes guerras, los musulmanes
invadieron una vez más la ciudad. Nuevamente, en 1640 el párroco escondió la
imagen atrás de la pared del altar mayor de la iglesia. La devoción a la imagen
disminuyó en medio de la confusión de la guerra. Años después ya nadie se
recordaba más a la Virgen. Esta vez, la victoria de los turcos parecía que se
llevaba a cabo. En 1683, ellos ya estaban a las puertas de Viena. Todo indicaba
que el BALUARTE DE LA CRISTIANDAD sería destruido. Sin embargo, los turcos
fueron aplastados en Viena por las tropas del Rey de Polonia JAN SOBIESKI; los
turcos se retiraron y Croacia se mantuvo firme como frontera entre los
católicos y los infieles.
En un domingo de septiembre, luego del sermón del párroco, los católicos
presentes en la Misa subían hasta el púlpito de la iglesia para rezar a fin de
obtener ciertas gracias. Entre esas personas, apareció una señora vestida de
azul, teniendo en sus manos una vela. Ella pidió: “Rezad con todo el pueblo para
que yo pueda volver a ver”. El pedido no dejaba de ser extraño, una vez
que dicha señora había subido y bajado del púlpito sin ayuda. Luego de la Misa, el párroco fue a visitar a otro sacerdote, y se
encontró a mitad de camino con la señora que había hecho tal pedido. Deseó
preguntar el motivo, pero la señora desapareció repentinamente. El párroco
concluyó que se trataba de la Virgen Santísima. Solicitó ayuda al obispo el
cual recordaba que, cuando era niño, peregrinó descalzo hasta la imagen
milagrosa de BYSTRICA. El párroco no tenía idea que imagen podía ser esa, pero,
estimulado por el Prelado, y luego de minuciosa búsqueda, acabó por derrumbar
la pared del altar mayor, descubriendo así la imagen, que de esta manera volvió
a ver a su pueblo. La historia de esa imagen constituye un símbolo para los croatas devotos
en nuestros días. María puede estar escondida de nuestra visión, debido a las
persecuciones. ¡Pero si confiamos y resistimos, Ella misma operará los
prodigios necesarios para reaparecer a nuestros ojos! Y si por cualquier razón
cometemos la desgracia de olvidarnos de Ella, María jamás se olvidará de nosotros,
y deseará vernos nuevamente.
Fuente: