De vez en cuando los diarios y las revistas dan la noticia de que la
Virgen María se apareció en alguna parte del mundo, y que reveló ciertos
mensajes a la persona que tuvo la suerte de verla. Unos reaccionan de una
manera incrédula. Otros las admiten como ciertas. Y algunos les dan tal
importancia, que las equiparan casi a las Sagradas Escrituras y las convierten
en el centro de su espiritualidad y de su reflexión. Ante todo, y para evitar
confusiones, debemos distinguir dos tipos de “revelaciones”: LA
PÚBLICA Y LA PRIVADA. La REVELACIÓN PÚBLICA
es la que Dios hizo al pueblo de Israel durante su historia. Comenzó a revelar
su Palabra a Abraham (según la tradición, hacia el año 1800 a.C.) y terminó con
la muerte de Jesucristo y de sus apóstoles (alrededor del año 100 d.C.). Es
decir, duró 1900 años, y ya ha terminado. Actualmente, esa revelación está
recogida en la Biblia, y se la considera obligatoria e imprescindible para la
vida y la salvación de cualquier creyente. Sin conocer estos mensajes, nadie
puede decir seriamente que es cristiano. La SEGUNDA REVELACIÓN, LA PRIVADA, ocurre cuando Dios, la
Virgen o algún santo se aparecen a alguien y le dan a conocer un nuevo mensaje. ¿Qué valor tienen estas revelaciones privadas? La Iglesia enseña dos
cosas sobre ellas: a) que sólo el Papa o los obispos pueden aceptar
oficialmente el culto nacido de la
aparición de la Virgen; b) que aunque una devoción sea aprobada por la
Iglesia, los mensajes que la acompañan nunca son obligatorios; uno puede
rechazarlos y negarse a aceptarlos. Las
apariciones de la Virgen surgieron ya en los primeros siglos de la
Iglesia, pero fue a partir del siglo XIX cuando se dieron las grandes
manifestaciones: en 1803 la MEDALLA
MILAGROSA; en 1846 NTRA. SRA. DE LA
SALETTE; en 1858 NTRA. SRA. DE
LOURDES; en 1917 NTRA. SRA. DE
FÁTIMA.
Junto con estas devociones, que se extendieron rápidamente por todas
partes, se propagó también, aunque quizás de buena fe, el afán de videncia y de
lo sobrenatural. Y entre 1928 y 1975 se registraron 255 apariciones de la Virgen en distintas partes del mundo.
Italia fue el lugar más prolífico (83). Le siguieron Francia (30), Alemania
(20) y Bélgica (17). Desde 1975 las apariciones de la Virgen, lejos de
disminuir, aumentaron en forma considerable, así como las personas que se
presentan anunciando mensajes y revelaciones de ella. Ahora bien, ¿qué actitud deben tomar los cristianos frente a un mensaje
supuestamente revelado por María? En los casos en que la Iglesia no se pronuncia
oficialmente (es decir, el 95 % de las veces, ya que conserva una extrema
prudencia), ¿podemos nosotros averiguar si una determinada visión tiene cierta
seriedad, o es mera sugestión del vidente? No solamente podemos, sino que
debemos hacerlos. El Nuevo Catecismo
de la Iglesia Católica dice al respecto: “A lo largo de los siglos hubo
revelaciones llamadas privadas, algunas de las cuales han sido reconocidas por
la autoridad de la Iglesia. Sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe.
Guiados por el Magisterio de la Iglesia, los fieles deben discernir y acoger lo
que en estas revelaciones constituye una llamada auténtica de Cristo o de sus
santos a la Iglesia” (Nº 67).
El Catecismo, pues, advierte dos cosas: a) que no todos esos mensajes
vienen necesariamente de Dios; b) que son los fieles quienes deben aprender a
discernir cuáles son auténticos y cuáles no. Pero, ¿cómo saber si
una revelación es auténtica? ¿Existe alguna regla práctica que pueda aplicarse?
Sí, existe. Pero antes de enunciarla debemos hacer tres aclaraciones. La
primera, y siguiendo en esto a las Sagradas Escrituras, es que jamás la Virgen
María SE APARECIÓ A NADIE, NI PODRÁ
APARECERSE A NINGÚN SER HUMANO EN ESTE MUNDO. NO EXISTEN LAS APARICIONES DE LA
VIRGEN. ¿POR QUÉ NO? PORQUE LA VIRGEN MARÍA HA MUERTO.
Y según la Biblia, los muertos no pueden aparecerse nunca a nadie. Quien ha
partido de este mundo a la otra vida, al más allá, no puede regresar, ni entrar
en contacto físico, ni en comunicación sensible con los vivos (Sal 39,14; Job 10,21-22; 2 Sm 14,14;
12,22-23; Dn 12,2; 2 Mac 7,9; 7,36; Sab 16,14; Lc 16,19-31).
El mundo de los vivos y el de los muertos que resucitaron son de dos
especies distintas. Y mientras vivamos en la tierra jamás podremos ver, ni oír, ni palpar a éstos, pues no tienen ya
un cuerpo físico como el nuestro. Por eso la Biblia condena severamente todo
intento de comunicación con los muertos (Lv
19,31; 20,6), dice que es algo
abominable para Dios (Dt
18,11-12), y hasta decretaba la pena
de muerte para quien lo hiciera (Lv
20,27). Dios no aprueba,
los intentos de comunicación física o sensible con el más allá. La única
excepción fue la de Jesús resucitado, que pudo aparecerse a sus apóstoles
porque aún no se había ido al más allá. Pero luego de 40 días subió a los
cielos y ya no se apareció más en la tierra. La Biblia afirma que sólo
aparecerá por segunda vez al final de los tiempos (Hch 1,11; Jn 14,1-3; Hb 9,28).
¿Entonces cómo debemos tomar los fenómenos marianos llamados “APARICIONES”? Para explicarlos,
debemos distinguir entre “APARICIÓN”
Y “VISIÓN”. Una “APARICIÓN”
es un hecho objetivo, que se produce fuera de nosotros, que no depende de quien
lo capta sino de quien se presenta. Pongamos un ejemplo. Si se reúne un grupo
de personas en una habitación, y de pronto entra alguien por la puerta, todos
lo verán. Esa es una “APARICIÓN”.
Si, en cambio, en ese mismo grupo alguien comienza a decir: “¡Veo
a la Virgen, veo a la Virgen!”, y nadie más que esa persona la percibe,
se trata de una “VISIÓN”, no
de una “APARICIÓN”. Para que
sea una “APARICIÓN” debe producirse
fuera de la persona, y ser captada por todos. Todos los fenómenos marianos que
se han dado en la historia, han sido siempre “VISIONES”, no “APARICIONES”.
En el de LOURDES, por
ejemplo, la única en “ver” a
la Virgen fue la pequeña BERNADETTE.
En el de FÁTIMA o de LA SALETTE, a pesar de los muchos
testigos, sólo los pastorcitos “vieron”
a la Señora. No fueron, “APARICIONES”.
Incluso las miles de personas que el 13 de octubre de 1917, último día de las
manifestaciones de FÁTIMA, notaron
cómo el sol giraba alocadamente en el cielo cual si fuera una bola de fuego, no
contemplaron un hecho real sino una “VISIÓN”,
aunque de tipo colectiva. En primer lugar, porque en los países vecinos, que
estaban alumbrados en ese momento por el mismo sol, no lo vieron girar. Y
además, porque de haber girado
nuestro sistema solar se habría desencajado y habría saltado hecho trizas. No debemos pensar que por tratarse de “VISIONES”, sean necesariamente delirios o desvaríos. Puede suceder que, en ciertas
ocasiones, Dios toque la retina, o la
sugestión, o la imaginación de una persona y le permita tener una experiencia
divina cierta. Pero no deja de ser una “VISIÓN”. Ya el papa BENEDICTO
XIV, en 1738, pedía que no se hablara más de “APARICIONES” de la Virgen, sino de “VISIONES”.
Ariel Alvarez Valdés
Biblista