“¡Tengo que gritar, tengo que arriesgar!” ¡Ay de mí si no lo hago, ¿cómo
escapar de ti?, ¿cómo no hablar?, si tú voz me quema dentro!”
(Estribillo de la Canción del Profeta).
Todos creyentes y no creyentes, tenemos algo de profetas, porque debemos
anunciar, comunicar, compartir, llevar. Bajo este compromiso, nosotros desde este frente de lucha, asumimos el
reto de nuestro tiempo. Lucha contra el cambio climático y una mejor calidad de
vida para todo ser vivo en el planeta. En nuestro tiempo, en que todo se acelera, el calentamiento global es
una realidad. Es un fenómeno sociocultural y medioambiental, que ya está generando
refugiados climáticos. En los cinco continentes hay desertificación, inundaciones, muerte por
inanición de millones de seres vivos, en mayor cantidad las plantas, luego
animales y seres humanos. Las imágenes de gente totalmente adelgazada por la
hambruna, nos quedan guardadas en lo más profundo de la retina y en el corazón.
De continuar este ritmo de degradación y calentamiento, que provoca la
inanición de millones de plantas y de animales. Porque a falta de agua en unas
zonas y de inundaciones en otras, todos mueren de sed y de hambre, unos porque
les falta y otros porque les sobra estos dos elementos totalmente contaminados. Este proceso generará millones de refugiados climáticos. Por eso
evocando la Canción del Profeta, en este párrafo, algo nos invita a arriesgar y
a gritar. No podemos callar, debemos cambiar de rumbo. El silencio puede costar la
vida y el sufrimiento de una de las naciones más pobres de nuestro continente,
su nombre es Haití. En la lengua de los Taínos, los nativos originarios de las Antillas,
esta tierra en que se estableció la primera población española en el Nuevo Mundo
se llamó Ayití, que significaba “Tierra de las Altas Montañas” o “La Montaña
Sobre el Mar”. Hoy Haití, está muy lejos de representar lo que significa su
nombre taíno, ya que ha sido completamente arrasada, explotada, saqueada,
desertizada.
Los habitantes de la América, en pleno, debemos exigir que este país sea
reforestado, que se importe tierra cultivable y se reintegre a la nación en la
agricultura para satisfacer el hambre de su gente. Que se le devuelva la
riqueza artística que se le arrebató. No debemos callar, no podemos callar. Este país ha sido empobrecido,
luego de ser la nación más rica del continente antes y después de la conquista,
se le ha robado, se le ha destruido por decisión política del imperialismo y,
por el silencio de los cómplices de lo inhumano. Y pensar que Haití es solo la punta del iceberg de la pobreza y del gran
compromiso que tenemos de reparar esta casa que amenaza con ruina. Si no le devolvemos a las tierras americanas su riqueza para producir la
mejor la mejor agricultura del planeta, nunca podremos construir una
civilización basada en el amor, la paz, la concordia y el respeto. No queremos más países empobrecidos, no queremos más saqueo cultural y
económico, no más silencio, porque el silencio mata. En la década en la que Carl Sagan, realizó su programa Cosmos, para
popularizar la ciencia y hacer conciencia del grave peligro de una guerra
nuclear, debido a la tensión existente entre el oriente y el occidente, nos
encontramos muchos años después con otro peligro, “el cambio climático” y esto
nos debe llevar a un cambio de rumbo radical.
Que sea el mismo profesor Carl Sagan quien de viva voz, nos muestre el
rumbo:
Desde Costa Rica
Jorge Muñoz Somarribas
Coordinador
ANUNCIAR Contenidos Latinoamérica