El siglo XVIII amaneció
convulso en el norte de Europa. Desde 1600 Suecia se había convertido en una
gran potencia tras vencer en sucesivas guerras a Dinamarca, Noruega, Rusia y
Polonia. Tanto es así que después de varios tratados y una más que importante
contribución a la Guerra de los Treinta Años, el imperio sueco dominaba la
actual San Petersburgo, Estonia, Livonia y otros pueblos costeros de la costa
norte de Alemania.
Ante este panorama, Rusia,
Sajonia-Polonia y Dinamarca-Noruega entablaron una alianza para unir sus
fuerzas contra los suecos y su rey, Carlos XII. Es lo que se conoce a orillas
del Báltico como la Gran Guerra del Norte, conflicto que tiene lugar entre 1700
y 1721. El propio rey sueco moriría en esta guerra, en 1718, durante el asalto
a la plaza de Frederiksten en Noruega, uno de los episodios que precisamente
desencadenó el hundimiento posterior de Suecia.
Durante los diez primeros
años de la contienda Suecia supo mantener a raya a las potencias aliadas. Sin
embargo todo comenzó a cambiar a partir de 1709, cuando los rusos repelen una
invasión sueca de su territorio. Es entonces cuando se igualan las fuerzas,
hasta que entran en juego en 1715 Hanover y Prusia en favor de los aliados. Los
enemigos de Suecia se multiplican, hasta que en 1721 no queda más remedio que
firmar el Tratado de Nystad.
Dicho tratado rebajó el
dominio de Suecia en el norte de Europa, consolidando a Rusia y su monarca
Pedro I como primera potencia. Este último estaba realmente obsesionado con la
idea de convertir a los rusos en la principal potencia marítima del norte de
Europa. Tanto es así que llegó a enemistarse con todos sus vecinos con salida
al mar para declararles la guerra. Dominar el Báltico era su principal interés,
de ahí su inquina contra el imperio sueco, hasta aquel entonces claro dominador
de la zona.
La más famosa de las
batallas de esta contienda fue la Batalla de Poltava entre los ejércitos del
zar Pedro I y el rey sueco Carlos XII. Se libró el 8 de julio de 1709 y acabó
con victoria rusa. Este enfrentamiento supuso el inicio del fin del imperio
sueco en el Norte de Europa.