"Se hace Billiken más
con el corazón que con las manos". La frase pertenece a Constancio C.
Vigil, el creador de la revista infantil que el noviembre próximo cumplirá un
siglo. Sí, 100 años. Algo impensado en tiempos en donde casi no hay proyecto
que nazca sin fecha de vencimiento. Entonces, ¿cómo es posible que una
publicación se convierta en centenaria en pleno siglo XXI? Para intentar
responder esa pregunta lo conveniente sería retrotraerse a los inicios de esta
historia. Todo comenzó el lunes 17 de noviembre de 1919. Ese día Billiken llegó
por primera vez a los kioscos. El objetivo de Vigil era ofrecerles a los
pequeños argentinos una entrada a la creciente modernidad de un país que en ese
momento era gobernado por el radical Hipólito Yrigoyen.
Para su fundador, "el
Billiken" debía reunir ciertas cualidades fundamentales: tenía que ser
novedoso, popular y cosmopolita. El nombre de la publicación fue una muestra de
ello. Fue bautizada de ese modo por el muñequito de buena suerte que la
ilustradora estadounidense Florence Pretz había creado en 1908. La perspectiva
internacional de la revista también se ve en la imagen ahora icónica del niño
de la primera tapa. Se trató de una versión "acriollada" de una ilustración
de la publicación estadounidense The Saturday Evening Post de 1914. Billiken no
fue la primera revista infantil de la Argentina y Vigil mismo había hecho un
primer intento con Pulgarcito en 1904.
Después de otros
emprendimientos periodísticos, incluyendo la fundación de Mundo Argentino para
Editorial Haynes en 1911, Vigil comenzó a publicar la revista Atlántida en 1918
y poco después fundó los Talleres Gráficos Atlántida. Con su trío de revistas:
Billiken, El Gráfico (desde 1919) y Para Ti (desde 1922), Vigil se dirigía a
cada miembro de la familia. Se consideraba a Billiken a la par de las revistas
para adultos. Todas se imprimían con el mismo papel de alta calidad y se
vendían al mismo precio de 20 centavos. Aun en la ausencia de competidores,
Billiken quería ser realmente 'la revista de los niños', divirtiendo y
entreteniendo a sus lectores. Además mantenía contentos a padres y maestros con
la garantía de proveer contenido moral que, según los criterios de la época,
ayudaría en la formación de los futuros ciudadanos argentinos.
En sus primeras décadas,
Billiken publicaba cientos de cuentos de entrega tomados de revistas francesas
y británicas y que aparecían traducidos (no necesariamente con el
consentimiento de las editoriales europeas). Entre los cuentos originales se
destaca una serie de Horacio Quiroga, publicada sin firma en 1924. Más tarde
Billiken ofreció las novelas históricas de Arturo Capdevila sobre la vida y
familia de San Martín y publicaba adaptaciones gráficas de la literatura
universal y argentina. La serie Emociones Futbolísticas de Comeuñas de la
década de 1930, pionera en la literatura infantil argentina, fue escrita por Borocotó,
reconocido periodista de El Gráfico. Entre las historietas nacionales se
encuentran Pelopincho y Cachirula, de Fola, y Aventuras de Pi-Pío, de Manuel
García Ferré.
En 1925 Vigil se convirtió
en director general de Editorial Atlántida dejando a sus hijos a cargo de las
revistas. Su presencia se seguía sintiendo en Billiken, sobre todo en las notas
al pie de página que reunían consejos como "Sé para tu madre un motivo de
alegría", "Procura descubrir tu vocación" y "Un hoy vale
más que dos mañanas". Fue Carlos Vigil quien impulsó el contenido escolar
de la revista con la publicación de material educativo gráfico. Las famosas
láminas centrales, impresas a todo color y de temas que abordaban desde los
próceres hasta la geografía, proveían a escuelas de todo el país valioso
material didáctico a bajo costo.
Ya instalado en el
mercado, la circulación subió de 139.500 ejemplares en 1939 a 415.000 en 1945,
llegando a ser en 1958 la primera publicación en español en alcanzar medio
millón. Estas cifras se debían al alcance internacional de Billiken que llegó a
venderse por toda Latinoamérica cumpliendo con el sueño panamericano de su
fundador. Constancio C. Vigil
redactó más de 85 libros para niños, cinco de los cuales fueron aceptados
oficialmente como libros de lectura escolares en Argentina. Su dedicación a
escribir para niños tenía motivos tanto personales como ideológicos. Había
sufrido la muerte de una hija, Marta, y de un hijo, Jorge, a quienes dedicaría
uno de sus libros. Era pacifista, al punto de ser candidato al Premio Nobel de
la Paz en 1934. También tenía profundos intereses pedagógicos. Entre sus muchos
contactos del mundo escolar estaba Carmen Scarlatti de Pandolfini, la primera
mujer vocal en el Consejo Nacional de Educación, que escribía en Billiken bajo
el nombre de Mamá Catalina al "ponerse las gafas para contestar a las
cartas de los lectores". Pero Vigil era, sobre todo, empresario y el
ímpetu comercial estaba siempre a la altura de lo ideológico.
En una carta de 1941 a su
amiga Gabriela Mistral le pide a la futura ganadora del Nobel una antología de
sus poemas para Editorial Atlántida. La quiere publicar para el mercado
femenino porque 'la mujer algo lee, nada el hombre, mucho el niño'. Constancio C. Vigil
falleció en 1954 y durante el resto de esa década son pocos los números de
Billiken que no muestran fotografías de una inauguración de una escuela o
biblioteca dedicada a su nombre. De todos sus logros como periodista, como
autor y como empresario, es evidente que Billiken ocupaba un lugar especial
para él, ya que, como solía decir: "Se hace Billiken como para los propios
hijos".
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