Comentario Bíblico
Del Evangelio de Lucas (13,22-30)
El evangelio Lucas
(13,22-30), puede sonar un poco desconcertante, dependiendo en gran parte del
dicho aislado “esforzaros de entrar por la puerta estrecha”. El pasaje se sitúa
en el camino que Jesús emprende hacia Jerusalén y el seguimiento que ello
implica, es una catequesis lucana del verdadero discipulado. Pero ¿para qué es
necesario ser discípulo de Jesús? ¿para salvarse, para salvarnos? ¿Esa era la
mentalidad del tiempo de Jesús heredada en ciertos círculos cristianos
rigoristas? ¿Son pocos los que se salvan? Conociendo el mensaje de Jesús y su
confianza en Dios, tendríamos que afirmar que Jesús no respondía a preguntas
que se resolvieran desde el punto de vista legal.
En realidad la lectura a
fondo de este evangelio plantea cuestiones muy importantes desde el punto de
vista de la actitud cristiana. Jesús no responde directamente a la pregunta del
número, porque no es eso algo que pueda responderse. Lo de la puerta estrecha
es un símil popular y no debe producir escándalo, porque los caminos de Dios no
son lo mismo que los caminos de los hombres: esto es evidente. Esta es una
llamada a la “radicalidad” en todo caso, que pudiéramos transcribir así: quien
quiera salvarse debe vivir según la voluntad de Dios.
Eso lo dice todo, aunque
para algunos no resuelve la cuestión. Por ello deberíamos decir que esa
preocupación numérica fue más de los discípulos que trasmitieron estas palabras
de Jesús, que estaban más o menos obsesionados con un cierto legalismo
apocalíptico y no bebían los vientos del talante profético de Jesús. Siempre se ha dicho que
Jesús lo que busca son los corazones y la actitudes de los que le siguen. Les
pone una parábola de contraste, la del dueño de la casa que cierra la puerta.
La mentalidad legalista es la de esforzarse por entrar por la puerta estrecha.
En la parábola se adivina
un mundo nuevo, un patrón, Dios en definitiva, que no entiende las cosas como
nosotros, por números, por sacrificios, por esfuerzos personales de lo que se
ha llamado “do ut des” (te doy para que me des). Muchos pensarán que han sido
cristianos de toda la vida, que han cumplido los mandamientos de Dios y de la
Iglesia de toda la vida (si es que eso se puede decir), que han sido muy
clericales… pero el “dueño” no los conoce. ¿No es desesperante la conclusión?
¿Las cosas deberían ser de
otra manera? ¡Sin duda! Debemos aprender a recibir la salvación como una gracia
de Dios, como un regalo, y a estar dispuestos a compartir este don con todos
los hombres de cualquier clase y religión. Eso es lo que aparece al
final de esta respuesta de Jesús. Los que quieren “asegurarse” previamente la
salvación mediante unas reglas fijas de comportamiento no han entendido nada de
la forma en la que Dios actúa. Por eso no reconoce a los que se presentan con
señas de identidad legalistas, que ocultan un cierto egoísmo. No es una
cuestión de número, sino de generosidad. Pero sí debemos afirmar rotundamente:
si la salvación no sabemos recibirla como una “gracia”, como un don, no
entenderemos nada del evangelio.
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