Comentario Bíblico
Del Evangelio de Lucas (18, 1-8)
La liturgia del domingo nos pone delante un texto del
Evangelio de Lucas que habla de oración, un tema muy querido por el narrador.
Es la segunda vez que este evangelista trae palabras de Jesús para enseñarnos a
orar.
En el análisis del contexto histórico del Evangelio de
Lucas debemos tener siempre en cuenta esta doble dimensión: la época de Jesús
después de los años treinta y la época de los destinatarios del Evangelio de
los años ochenta. Estas dos épocas influyen, cada una a su modo, en la
redacción del texto y deben estar presentes en el esfuerzo que hacemos para
descubrir el sentido que las palabras de Jesús tienen hoy para nosotros.
El contexto literario inmediato nos presenta dos
parábolas sobre la oración: orar con insistencia y perseverancia (la viuda y el
juez) (Lc 18, 1-8); orar con humildad y realismo (el fariseo y el publicano)
(Lc 18, 9-14). A pesar de su diferencia, estas dos parábolas tienen algo en
común. Nos enseña que Jesús tenía un modo diverso de ver las cosas de la vida.
Jesús descubría una revelación de Dios allí donde todo el mundo descubría algo
negativo.
Por ejemplo, descubría algo de positivo en el
publicano, de quien todos decían; “¡No sabe rezar!” Y en la viuda pobre, de
quien se decía: “¡Es tan insistente que importuna incluso al juez!” Jesús vivía
tan unido al Padre que todo se transformaba para Él en fuente de oración. Son
muchos los modos con los que una persona puede expresarse en la oración. Hay
personas que dicen: “No sé rezar”, pero conversan con Dios todo el día.
Lucas comienza una parábola con la frase siguiente:
“Les propuso una parábola para inculcarles que era preciso orar siempre sin
desfallecer”. La recomendación “orar sin desfallecer” aparece muchas veces en
el Nuevo Testamento (1 Tes 5,17; Rom 12,12; Ef 6,8; etc.). Era una de las
características de la espiritualidad de las primeras comunidades cristianas. Y
también uno de los puntos en los que Lucas insiste mayormente, tanto en el
Evangelio como en los Hechos de los Apóstoles.
Jesús nos muestra dos personajes de la vida real: un
juez sin consideración a Dios ni al prójimo, y una viuda que no desiste en
luchar por sus derechos ante el juez. El simple hecho de que Jesús nos muestre
estos dos personajes revela que conoce la sociedad de su tiempo. La parábola no
sólo presenta a la pobre gente que lucha ante los tribunales para ver
reconocido sus derechos, sino deja también entrever el contraste violento entre
los grupos sociales. Por un lado, un juez insensible, sin religión. Por
otro, la viuda que sabe a qué puerta llamar para obtener lo que le es debido.
Lucas 18, 6-8: Una aplicación de la parábola
Jesús aplica la parábola: “Oíd lo que dice el juez
injusto; pues ¿no hará Dios justicia a sus elegidos, que están clamando a él
día y noche? ¿Les hará esperar?” Y añade que Dios hará justicia en breve. Si no
fuese Jesús el que nos habla, no tendríamos el valor de comparar a Dios con un
juez en la forma de comportarse moralmente. Lo que importa en la comparación es
la conducta de la viuda que gracia a su insistencia, obtiene lo que quiere.
Lucas 18,8b: Palabras sobre la fe
Al final, Jesús expresa una duda: “Pero cuando el Hijo
del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?” ¿Tendremos el valor de
esperar, de tener paciencia, aunque Dios tarde en respondernos? Es necesario
tener mucha fe para continuar resistiendo y para obrar, a pesar de que no se
vean los resultados. Quien espera resultados inmediatos, se dejará vencer por
el desaliento. En otros diversos puntos de los salmos se habla de esta
resistencia dura y difícil delante de Dios, hasta que Él responda (Sal 71,14;
37,7;69,4; Lm 3,26). Citando el salmo 80, San Pedro dice, que para Dios un día
es como mil años (2 Pe 3,8; Sal 90,4).
Los evangelios nos presentan una imagen de Jesús que
ora, que vive en contacto permanente con el Padre. La aspiración de vida de
Jesús es hacer la voluntad del Padre (Jn 5,19). Lucas es el evangelista que nos
dice más cosas sobre la vida de oración de Jesús. Nos presenta a Jesús en
constante oración. Jesús oraba mucho e insistía, para que la gente y sus
discípulos hiciesen lo mismo. Y es en el confrontarse con Dios donde aparece la
verdad y la persona se encuentra consigo misma en toda su realidad y humildad.