PROGRAMA Nº 1168 | 24.04.2024

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EL TETRAMORFO

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“…mientras me encontraba en medio de los deportados, a orillas del río Quebar, se abrió el cielo y tuve visiones divinas… En medio del fuego, vi la figura de cuatro seres vivientes, que por su aspecto parecían hombres” (Ez. 1,1-5)

Los cuatro seres que salen mencionados en ese pasaje de la Biblia son el Hombre, el León, el Toro y el Águila. Estos cuatro forman la corona que rodea el misterio de Cristo. A veces aparece cada uno por separado, pero en otras ocasiones surgen como una fusión de un ser único y extraño en la que se distinguen cabezas, alas y patas, todas provenientes de un mismo cuerpo. Ezequiel es el primero que los introduce al Libro Sagrado a finales del s. VII a.C., pero no el único. El evangelista San Juan incluye una visión de los mismos cuatro animales durante los primeros años de la Iglesia, sólo que invierte el orden (el León, el Hombre, el Toro y el Águila).

Estos cuatro seres animados no sólo representan a Cristo, sino que también son símbolo y compendio de la creación. Todos son reyes. El León, terrible rey de las fieras, el toro, rey de las víctimas, el Águila, rey de los aires y el Hombre, rey del mundo. Además de coincidir cada uno con un reinado diferente, ellos son símbolo de los cuatro evangelistas. El Hombre (ángel) de Mateo, el Águila de Juan, el Toro de Lucas y en León de Marcos. Llama la atención la figura del hombre entre las otras bestias, sin embargo, este hombre no siempre es representado como tal. La mayoría de las veces éste adquiere la forma convencional de un hombre alado, ésta es la única forma que se ha representado el cuerpo humano simbólicamente.

El ángel es visto como un mensajero, como un enviado de Dios a la tierra y representa la Buena Nueva. Pero no podemos hablar de un estereotipo de ángel. Con el tiempo éste ha evolucionado para adecuarse a las circunstancias. Comenzó siendo una figura muy semejante a un pájaro, con alas emplumadas, después pasó a ser un hombre común, muy relacionado con la religión cristiana, por lo que aparecían con armaduras, listos para el combate. Finalmente el ángel pasa a ser una figura etérea, con cara de persona, pero sin rostro.

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