martes, 27 de octubre de 2020

LA CARTA DE LA TIERRA-Parte 1

Estamos en un momento crítico de la historia de la Tierra, en el cual la humanidad debe elegir su futuro. A medida que el mundo se vuelve cada vez más interdependiente y frágil, el futuro depara, a la vez, grandes riesgos y grandes promesas. Para seguir adelante, debemos reconocer que en medio de la magnífica diversidad de culturas y formas de vida, somos una sola familia humana y una sola comunidad terrestre con un destino común.

Debemos unirnos para crear una sociedad global sostenible fundada en el respeto hacia la naturaleza, los derechos humanos universales, la justicia económica y una cultura de paz. En torno a este fin, es imperativo que nosotros, los pueblos de la Tierra, declaremos nuestra responsabilidad unos hacia otros, hacia la gran comunidad de la vida y hacia las generaciones futuras.

La Tierra es nuestro hogar.

La humanidad es parte de un vasto universo evolutivo. La Tierra, nuestro hogar, está viva con una comunidad singular de vida. Las fuerzas de la naturaleza promueven a que la existencia sea una aventura exigente e incierta, pero la Tierra ha brindado las condiciones esenciales para la evolución de la vida. La capacidad de recuperación de la comunidad de vida y el bienestar de la humanidad dependen de la preservación de una biosfera saludable, con todos sus sistemas ecológicos, una rica variedad de plantas y animales, tierras fértiles, aguas puras y aire limpio. El medio ambiente global, con sus recursos finitos, es una preocupación común para todos los pueblos. La protección de la vitalidad, la diversidad y la belleza de la Tierra es un deber sagrado.

La situación global.

Los patrones dominantes de producción y consumo están causando devastación ambiental, agotamiento de recursos y una extinción masiva de especies. Las comunidades están siendo destruidas. Los beneficios del desarrollo no se comparten equitativamente y la brecha entre ricos y pobres se está ensanchando. La injusticia, la pobreza, la ignorancia y los conflictos violentos se manifiestan por doquier y son la causa de grandes sufrimientos. Un aumento sin precedentes de la población humana ha sobrecargado los sistemas ecológicos y sociales. Los fundamentos de la seguridad global están siendo amenazados. Estas tendencias son peligrosas, pero no inevitables.

Los retos venideros.

La elección es nuestra: formar una sociedad global para cuidar la Tierra y cuidarnos unos a otros o arriesgarnos a la destrucción de nosotros mismos y de la diversidad de la vida. Se necesitan cambios fundamentales en nuestros valores, instituciones y formas de vida. Debemos darnos cuenta de que, una vez satisfechas las necesidades básicas, el desarrollo humano se refiere primordialmente a ser más, no a tener más. Poseemos el conocimiento y la tecnología necesarios para proveer a todos y para reducir nuestros impactos sobre el medio ambiente. El surgimiento de una sociedad civil global, está creando nuevas oportunidades para construir un mundo democrático y humanitario. Nuestros retos ambientales, económicos, políticos, sociales y espirituales, están interrelacionados y juntos podemos proponer y concretar soluciones comprensivas.

Responsabilidad Universal.

Para llevar a cabo estas aspiraciones, debemos tomar la decisión de vivir de acuerdo con un sentido de responsabilidad universal, identificándonos con toda la comunidad terrestre, al igual que con nuestras comunidades locales. Somos ciudadanos de diferentes naciones y de un solo mundo al mismo tiempo, en donde los ámbitos local y global, se encuentran estrechamente vinculados. Todos compartimos una responsabilidad hacia el bienestar presente y futuro de la familia humana y del mundo viviente en su amplitud. El espíritu de solidaridad humana y de afinidad con toda la vida se fortalece cuando vivimos con reverencia ante el misterio del ser, con gratitud por el regalo de la vida y con humildad con respecto al lugar que ocupa el ser humano en la naturaleza.

Necesitamos urgentemente una visión compartida sobre los valores básicos que brinden un fundamento ético para la comunidad mundial emergente. Por lo tanto, juntos y con una gran esperanza, afirmamos los siguientes principios interdependientes, para una forma de vida sostenible, como un fundamento común mediante el cual se deberá guiar y valorar la conducta de las personas, organizaciones, empresas, gobiernos e instituciones transnacionales. Sobre estos principios hablaremos detalladamente en nuestra próxima entrega. Por ahora muchas gracias por su atención. 

martes, 13 de octubre de 2020

RESUMEN DE LA ENCÍCLICA PAPAL FRATELLI TUTTI-Primera Parte

“Fratelli tutti” (Hermanos todos) es la tercera encíclica del Papa Francisco, y en ella habla sobre la fraternidad y la amistad social. Estas palabras –Fratelli tutti- las escribía san Francisco de Asís para dirigirse a todos los hermanos y las hermanas, y proponerles una forma de vida con sabor a Evangelio. Aquí te presentamos un pequeño resumen de este bello texto:

INTRODUCCIÓN

Desde las primeras páginas, el Santo Padre nos dice que su intención con esta encíclica no es resumir la doctrina sobre el amor fraterno, “sino detenerse en su dimensión universal, en su apertura a todos”.

“Fratelli tutti” es, asegura el Papa, una encíclica social y un aporte a la reflexión para que, frente a diversas y actuales formas de eliminar o de ignorar a otros, seamos capaces de reaccionar con un sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras.

“Si bien la escribí desde mis convicciones cristianas, que me alientan y me nutren, he procurado hacerlo de tal manera que la reflexión se abra al diálogo con todas las personas de buena voluntad”.

CAPÍTULO PRIMERO: Las sombras de un mundo cerrado

El Papa Francisco alerta que, los pasos que la humanidad había dado en las últimas décadas hacia diversas formas de integración, parecen estar quedándose atrás, con el regreso de conflictos anacrónicos que parecían superados y nacionalismos cerrados y agresivos.

El Papa hace un recuento de las amenazas como la pérdida de conciencia histórica, la desconfianza disfrazada de la pérdida de algunos valores, la polarización política, la imposición de un modelo cultural único, la cultura del descarte que afecta principalmente a los no nacidos y a los ancianos, la inequidad que favorece el crecimiento de la pobreza, las diversas formas de injusticia, la esclavitud moderna, guerras, atentados, persecuciones por motivos raciales o religiosos, la globalización sin rumbo, la pandemia, la desinformación y la amenaza a los migrantes.

Pese a estas “sombras densas que no conviene ignorar”, el Papa asegura que, con esta encíclica, busca dejar un mensaje de esperanza “Dios sigue derramando en la humanidad semillas de bien”, y recuerda la labor heroica del personal de salud y hospitalario durante la pandemia, y los empleados de supermercados, cuidadores, transportistas, voluntarios, sacerdotes y religiosas que “comprendieron que nadie se salva solo”.

CAPÍTULO SEGUNDO: Un extraño en el camino

El Santo Padre cita el capítulo 10 del Evangelio de Lucas, en el que el evangelista narra la Parábola del buen samaritano, “un ícono iluminador, capaz de poner de manifiesto la opción de fondo que necesitamos tomar para reconstruir este mundo que nos duele”.

El Papa explica cómo desde el Antiguo Testamento hay un llamado de amar al extranjero. En el Nuevo Testamento resuena con fuerza el amor fraterno, con citas como: “Toda la Ley alcanza su plenitud en un solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Ga 5,14).; y “Quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve”(1 Jn 4,20).

El Papa lamenta cómo la humanidad ha crecido en distintos aspectos, “pero somos analfabetos en acompañar, cuidar y sostener a los más frágiles y débiles de nuestras sociedades desarrolladas. Nos acostumbramos a mirar para el costado, a pasar de lado, a ignorar las situaciones hasta que estas nos golpean directamente”.

Reconoce que, a veces, le asombra cómo la Iglesia tardó tanto en condenar contundentemente la esclavitud y diversas formas de violencia, pero con el desarrollo de la espiritualidad y la teología ya no hay excusas. No obstante, lamenta cómo algunos se sienten alentados “o al menos autorizados por su fe” para sostener diversas formas de nacionalismos cerrados y violentos, y actitudes xenófobas.

“Para ello –agrega- es importante que la catequesis y la predicación incluyan de modo más directo y claro el sentido social de la existencia, la dimensión fraterna de la espiritualidad, la convicción sobre la inalienable dignidad de cada persona y las motivaciones para amar y acoger a todos”.

CAPÍTULO TERCERO: Pensar y gestar un mundo abierto

El Papa nos dice que un ser humano sólo se desarrolla plenamente en la entrega sincera a los demás, pero no sólo con nuestra familia o amigos, pues “grupos cerrados y las parejas autorreferenciales, que se constituyen en un ‘nosotros’ contra todo el mundo, suelen ser formas idealizadas de egoísmo y de mera autopreservación”.

Ante los creyentes que piensan que su grandeza está en la imposición de ideologías al resto, en la defensa violenta de la verdad o en grandes demostraciones de fortaleza, el Papa les dice: Todos los creyentes necesitamos reconocer esto: “lo primero es el amor, lo que nunca debe estar en riesgo es el amor, el mayor peligro es no amar”.

El amor que se extiende más allá de las fronteras tiene en su base lo que llamamos “amistad social” en cada ciudad o en cada país. Cuando es genuina, esta amistad social dentro de una sociedad es una condición de posibilidad de una verdadera apertura universal.

No se trata –dice el Papa- del falso universalismo de quien necesita viajar constantemente porque no soporta ni ama a su propio pueblo, o del universalismo autoritario y abstracto, planeado por algunos para homogeneizar, dominar y expoliar. En cambio, hace un llamado promover el bien, para nosotros mismos y para toda la humanidad, y reivindica el valor de la solidaridad y la importancia de reconocer la dignidad humana sin importar si nacieron ricos o pobres, o en uno y otro país.

“Si se acepta el gran principio de los derechos que brotan del solo hecho de poseer la inalienable dignidad humana, es posible aceptar el desafío de soñar y pensar en otra humanidad. Es posible anhelar un planeta que asegure tierra, techo y trabajo para todos”.

CAPÍTULO CUARTO: Un corazón abierto al mundo entero 

Este capítulo el Papa se centra en el problema migratorio. Es verdad, asegura, que lo ideal es que todas las personas encuentren en sus países de origen la posibilidad efectiva de vivir y de crecer con dignidad, “pero mientras no haya serios avances en esta línea, nos corresponde respetar el derecho de todo ser humano de encontrar un lugar donde pueda no solamente satisfacer sus necesidades básicas y las de su familia, sino también realizarse integralmente como persona”.

El Papa recuerda que los esfuerzos ante los migrantes se resumen en cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar; y retoma el llamado a los jóvenes que hizo en la Exhortación Christus Vivit: “no caigan en las redes de quienes quieren enfrentarlos a otros jóvenes que llegan a sus países, haciéndolos ver como seres peligrosos y como si no tuvieran la misma inalienable dignidad de todo ser humano”.

Aunque reconoce que en la acogida existe el riesgo de una “esclerosis cultural”, para evitarlo “se necesita un diálogo paciente y confiado, para que las personas, las familias y las comunidades puedan transmitir los valores de su propia cultura y acoger lo que hay de bueno en la experiencia de los demás”.

El Papa hace un llamado al intercambio entre países, pues la ayuda mutua “en realidad termina beneficiando a todos”.

“Necesitamos desarrollar esta consciencia de que hoy o nos salvamos todos o no se salva nadie. La pobreza, la decadencia, los sufrimientos de un lugar de la tierra son un silencioso caldo de cultivo de problemas que finalmente afectarán a todo el planeta”.

Toda cultura sana –puntualiza el Papa-, es abierta y acogedora por naturaleza, de tal modo que una cultura sin valores universales no es una verdadera cultura.

miércoles, 7 de octubre de 2020

DEFENDER LA AMAZONÍA ES DEFENDERNOS A NOSOTROS MISMOS

Defender la Amazonía de las tantas pandemias que se vive en la actualidad es uno de los desafíos humanos más grandes, porque “defender la Amazonía es defendernos a nosotros mismos, porque la Amazonía nos sustenta donde quiera que estemos”.  Así piensa la teóloga laica boliviana Tania Ávila en el diálogo virtual que se llevó a cabo el jueves 24 de septiembre, en el marco del ciclo de “Conversatorios para construir el futuro en medio de la pandemia”, promovidos conjuntamente por SIGNIS ALC, Comisión Ecuatoriana Justicia y Paz, SIGNIS Ecuador y el Instituto de Espiritualidad Santa Teresa del Niño Jesús.

“La amazonía nos sustenta para purificar el aire, para fertilizar la tierra, para tener el agua, pero sobre todo está habitada por diferentes seres y todos son necesarios para tener una vida digna”, dijo, al comentar sobre la urgencia de defender el amplio bioma amazónico y sus pueblos. “Podemos defender a la Amazonía desde afuera, por ejemplo, desde los Andes”, subrayó.

Recordó lo que se dice en la Exhortación Postsinodal Querida Amazonía, en la que apunta que “todo está interconectado”, y que las conexiones se dan a cuatro niveles: “Conexión con la divinidad, la conexión con la tierra; la conexión con otros seres humanos y la conexión entre nosotros mismos”.

Cuando hablamos de defender la Amazonía de las pandemias que la amenazan, no solo debemos hablar de defender el territorio si no a quienes lo habitan, porque la crisis y las pandemias afectan tanto a lo social, como lo ambiental, porque “todo está interconectado”, destacó. Uno de los sueños del Papa Francisco dice, “Sueño con una amazonía que custodie celosamente la abrumadora belleza natural que la engalana, la vida desbordante que llena sus ríos y sus selvas”.

En el sentir de Tania Ávila, para cuidar el territorio amazónico es necesario conocer lo que las leyes y los derechos amparan, como los derechos de los pueblos indígenas, el convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que da fuerza y empodera a los pueblos sobre sus derechos, pero que no se cumple, insistió.

Al comentar sobre la relación del ser humano consigo mismo, que se debe cuidar y defender, recordó otro de los sueños del papa Francisco, que dice: “Sueño con una Amazonía que lucha por los derechos de los más pobres, de los pueblos indígenas, de los últimos donde su voz sea escuchada y su dignidad sea promovida”.

Sabemos que vivimos un tiempo de pandemia y que debemos usar los tapabocas, para cuidar la salud, cuidarse a uno mismo y para cuidar a los demás que están en relación con nosotros, pero debemos tener cuidado que este cubrebocas no nos calle la voz, que nos silencie, que nos quite la dignidad.  Es un tiempo en que debemos cuidar de no despojar a los pueblos indígenas de sus propios conocimientos naturales como la medicina, no despojarles de su historia y sabiduría cultural, destacó Tania Ávila.

Lamentó que la muerte de personas en la Amazonía se está dando por el Covid, pero también por los asesinatos a líderes y lideresas indígenas de la Amazonía y que ello está acabando con la transmisión de sabiduría de adultos a jóvenes.  Sabemos que donde hay crisis también hay oportunidades y debemos alimentar la autoestima de los pueblos, insistió.

Para Tania Ávila, debemos ser conscientes que en la Amazonía no hay espacios sanitarios en ningún nivel y tampoco hay espacios dignos donde cuidar la salud de los pueblos. La muerte de ancianos acaba también con la fuente viva de conocimiento, se pierde la historia, se pierde el conocimiento y la cultura, agregó.

Para recuperar las voces de aquellos que están muriendo, debemos empezar a defender, siendo una iglesia hermana que enfatiza sus luchas y potencia sus voces, siendo una iglesia que discierna cuando empuje y cuando sea pasiva; además tener un diálogo intercultural generando espacios de inter-aprendizaje. A la vez, Tania Ávila destacó la necesidad de Amazonizarnos desde donde estemos. Es un desafío tomar conciencia, reconocer que hay un legado sagrado, tener la mente abierta, corazón abierto, conexión espiritual.

“Al cuidar Amazonía, me cuido, cuidando mi entorno”, enfatizó.