PROGRAMA Nº 1187 | 04.09.2024

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MARTIN LUTHER KING

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Pastor baptista estadounidense, defensor de los derechos civiles. La larga lucha de los norteamericanos de raza negra por alcanzar la plenitud de derechos conoció desde 1955 una aceleración en cuyo liderazgo iba a destacar muy pronto el joven pastor Martin Luther King. Su acción no violenta, inspirada en el ejemplo de Gandhi, movilizó a una porción creciente de la comunidad afroamericana hasta culminar en el verano de 1963 en la histórica marcha sobre Washington, que congregó a 250.000 manifestantes. Allí, al pie del Lincoln Memorial, Martin Luther King pronunció el más célebre y conmovedor de sus espléndidos discursos, conocido por la fórmula que encabezaba la visión de un mundo justo: I have a dream (Tengo un sueño).

Pese a las detenciones y agresiones policiales o racistas, el movimiento por la igualdad civil fue arrancando sentencias judiciales y decisiones legislativas contra la segregación racial, y obtuvo el aval del premio Nobel de la Paz concedido a King en 1964. Lamentablemente, un destino funesto parece arrastrar a los apóstoles de la no violencia: al igual que su maestro Gandhi, Martin Luther King cayó asesinado cuatro años después. Hijo de un ministro baptista, Martin Luther King estudió teología en la Universidad de Boston. Desde joven tomó conciencia de la situación de segregación social y racial en que vivían los negros de su país, y en especial los de los estados sureños. Convertido en pastor baptista, en 1954 se hizo cargo de una iglesia en la ciudad de Montgomery, Alabama.

Muy pronto dio muestras de su carisma y de su firme decisión de luchar por la defensa de los derechos civiles con métodos pacíficos, inspirándose en la figura de Mahatma Gandhi y en la teoría de la desobediencia civil de Henry David Thoreau, las mismas fuentes que por aquellos mismos años inspiraban la lucha de Nelson Mandela contra el apartheid en Sudáfrica. En agosto de 1955 una humilde modista negra, Rosa Parks, fue detenida y multada por sentarse en la sección reservada para blancos de un autobús; King dirigió un masivo boicot de más de un año contra la segregación en los autobuses municipales.

En 1960 aprovechó una sentada espontánea de estudiantes negros en Birmingham, Alabama, para iniciar una campaña de alcance nacional. En esta ocasión, Martin Luther King fue encarcelado y posteriormente liberado por la intercesión de John Fitgerald Kennedy, entonces candidato a la presidencia de Estados Unidos, pero logró para los negros la igualdad de acceso a las bibliotecas, los comedores y los estacionamientos. En el verano de 1963, su lucha alcanzó uno de sus momentos culminantes al encabezar una gigantesca marcha sobre Washington en la que participaron unas 250.000 personas, ante las cuales pronunció el discurso hoy titulado I have a dream (Tengo un sueño), una bellísima alocución en favor de la paz y la igualdad entre los seres humanos. King y otros representantes de organizaciones antirracistas fueron recibidos por el presidente John F. Kennedy, quien se comprometió a agilizar su política contra el segregacionismo en las escuelas y en la cuestión del desempleo, que afectaba de modo especial a la comunidad negra.

No obstante, ni las buenas intenciones del presidente, quien moriría asesinado meses más tarde, ni el vigor ético del mensaje de King, premio Nobel de la Paz en 1964, parecían suficientes para contener el avance de los grupos nacionalistas de color contrarios a la integración y favorables a la violencia, como Poder Negro, Panteras Negras y Musulmanes Negros. La permeabilidad de los colectivos de color (sobre todo de los que vivían en los guetos de Nueva York y de otros estados del norte) a la influencia de estos grupos violentos ponía en peligro el núcleo del mensaje de King, sobre el pacifismo. En marzo de 1965 encabezó una manifestación de miles de defensores de los derechos civiles que recorrieron casi un centenar de kilómetros, desde Selma, donde se habían producido actos de violencia racial, hasta Montgomery. La lucha de King tuvo un final trágico: el 4 de abril de 1968 fue asesinado en Memphis por James Earl Ray, un delincuente común de raza blanca. Mientras se celebraban sus funerales en la iglesia de Atlanta, una ola de violencia se extendió por todo el país. Ray, detenido por la policía, se reconoció autor del asesinato y fue condenado con pruebas circunstanciales. Años más tarde se retractó de su declaración y, con el apoyo de la familia King, pidió la reapertura del caso y la vista de un nuevo juicio.

Pese al valor de su obra escrita, ninguno de sus textos despertó la universal admiración del más famoso de sus discursos: el que pronunció el 28 de agosto de 1963 ante los 250.000 integrantes de la marcha sobre Washington, al pie del Monumento a Abraham Lincoln, el presidente que, un siglo antes, había abolido la esclavitud: «Hace cien años, un gran americano, bajo cuya sombra simbólica nos encontramos hoy, firmó la Proclamación de la Emancipación. Este trascendental decreto apareció como un gran fanal de esperanza para millones de esclavos que habían sido marcados con el fuego de una flagrante injusticia. Llegó como el amanecer jubiloso de la larga noche de su cautividad. Pero cien años después, la América de color sigue sin ser libre.»

Considerado una obra maestra de la oratoria, el nombre con que este discurso es conocido procede de su parte central, en la que reiterando la fórmula I have a dream (Tengo un sueño), Martin Luther King eleva a la condición de ideal la simple materialización de la igualdad: «Sueño que mis cuatro hijos pequeños vivirán algún día en una nación donde no se les juzgará por el color de su piel sino por las cualidades de su carácter». Valioso tanto como condensada expresión de sus principios como por su impresionante altura emotiva, su vigencia sigue conmoviendo más de medio siglo después.

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