PROGRAMA Nº 1171 | 15.05.2024

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NUESTRA SEÑORA DE LA RÁBIDA

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Muchos años atrás, por el 711, en una pequeña población de pescadores sobre el río Tinto, aldea de Palos, se produce un revuelo. Han llegado noticias del avance de hordas árabe-bereberes. Lo que al principio se había creído una de tantas avanzadas de piratas del África se había convertido en invasión. Pero hay algo más grave aún: es que han destrozado las poderosas huestes godas y desde el Guadalete están avanzando sin cesar. Comienzan a huir los que pueden, a ocultar todos sus bienes en la montaña. Es necesario alejarse del avance de esos piratas. Fue entonces que se pensó en la imagen de la Virgen que estaba entronizada en el monasterio. No es que la historia está conformada por o con leyendas, pero al ser embellecida por las mismas, a veces uno no se resiste a, por lo menos, hablar de ellas.

Ya se sabe que muchos rincones de la historia están repletos de narraciones que, frecuentemente, se apoyan en un hecho real, histórico, embellecido más tarde por la imaginación de los cronistas y comentaristas, hasta que aparece la historia con sus documentos y deshace la poesía, quedando con fríos datos. Vamos a hablar de la imagen de la Virgen de Palos, por estar íntimamente unida a la historia de América, pues se trata de la Virgen de la Rábida. Hace más de mil novecientos años existía en el mismo lugar donde hoy se alza el monasterio de la Rábida un templo romano consagrado a Proserpina, la hija de la diosa Ceres raptada por Plutón al sombrío Tártaro, templo que muy posiblemente fue erigido en homenaje a la hija del emperador Trajano.

Hay una tradición de que, aún en esa época, se realizaba el sacrificio de una doncella junto al río Tinto aledaño, y su cuerpo se traslada procesionalmente hasta el templo. Acabado el paganismo, en el siglo IV se eleva allí un templo cristiano dedicado a san Jorge. Estaba terminándose el edificio cuando se recibió de san Macario, obispo de Jerusalén, una imagen de la Virgen que, entronizada en el lugar principal, pronto recibió fervoroso culto. Cuando en 711 se produce la invasión musulmana, el pueblo que huía determinó depositar la imagen en el fondo del mar, pues siendo de piedra no sufriría ningún daño. Al haber poca profundidad en ese lugar, tenían la esperanza de recuperarla fácilmente. Esta historia, recibida por tradición, es la única que se posee. En la misma crónica de este hecho se dice que en el lugar donde estaba el templo de Proserpina un eremita árabe erigió más tarde su refugio, al que años después los árabes, ya fallecido el morabito, dedicaron para su veneración. El lugar recibió el nombre de "Rábita" entre los mismos árabes, de donde con el tiempo se llamó "Rábida". En Marruecos se denomina actualmente "Rábita" o "Rápita", en el dialecto el país zauía a la antigua "Rapta", que indica, precisamente, "Ermita".

Cuando Alfonso el Sabio, entre 1257 y 1258 se apoderó de la región expulsando a los invasores, los Caballeros Templarios que lo acompañaban en la lucha ocuparon el morabito, el cual entregaron más tarde a los franciscanos. Nos encontramos con una gran laguna entre esa fecha y mediados del siglo XV. De esta última época se conserva, el monasterio antiguo, su iglesia y un claustro. Lo único cierto es que, a mediados del 1400 unos pescadores, al recoger su red, encontraron la imagen ya olvidada. Retornó a su mundo con el nombre de los Milagros, acompañada de hechos juzgados milagrosos, como la solución de la disputa entre la ciudad de Palos y la de Huelva, cada una de las cuales reclamaba la imagen como suya, por estar en el límite de sus jurisdicciones marítimas el lugar de la recuperación. Ya estamos en los momentos en que Colón llega a la Rábida. Está agotado físicamente y muy desmoralizado. Tiene un cuñado y peregrino proyecto por el que sólo recibe, como respuesta, buenas palabras y algunas promesas. La caridad de los franciscanos recoge a Colón y a su hijo, y en la Rábida reposa el cansado peregrino durante varios meses. Y allí profundiza su devoción a Nuestra Señora de la Rábida. En 1485, al fin, recibe contención de la reina Isabel I. Pese a la lucha que aún sostienen con los últimos restos de los musulmanes invasores y a las mil preocupaciones de la reina cruzada, será recibido. Hay algo de misterioso que traza un camino entre esas dos almas. Al despedirse de los generosos frailes, el superior del monasterio, fray Juan Pérez, le dirá: "La gracia de Dios esté con vos y Nuestra Señora de la Rábida te acompañe".

Antes se había realizado una ceremonia en el Monasterio de la Rábida, donde el Gran Almirante se encomendaría al Señor a fin de rogarle buen logro en la espeluznante empresa. Pero iría bien sujeto al mando de la Señora Santa María. El nombre de la capitana era el de "Marigalante", apodada "la Gallega" por haber sido construida en Galicia. El almirante fue quien la bautizó con el nombre de "Santa María". Ya no es necesario continuar con la presencia de Colón en la escena. Conviene, sin embargo, agregar una frase de quien fuera uno de sus marineros, Pedro de las Casas que mas adelante tendrá un hijo que será fray Bartolomé de las Casas, el ingenuo responsable de los orígenes e la leyenda negra, que agrega en sus escritos: "Colón era devotísimo de Nuestra Señora". La Virgen de los Milagros o Santa María de La Rábida, conocida por ambos nombres indistintamente, es la patrona del monasterio y de Palos de la Frontera. La imagen de la Virgen es una escultura de alabastro de pequeño tamaño (unos 54 cm), fechada en el siglo XIV. Es una muestra del gótico-francés, concretamente del manierista y elegante estilo normando, que imprime en la figura una singular curvatura, de manera que cambia de aspecto según se varíe la perspectiva desde donde se contemple. La imagen de la Virgen fue coronada por el Papa Juan Pablo II el 14 de junio de 1993, siendo los Padrinos de la Coronación los Reyes de España, Juan Carlos I y Sofía, representados en su hija la Infanta Cristina. Es la única imagen de la Virgen coronada por el papa polaco en España. Asimismo, recibió el título de "Alcaldesa perpetua de la ciudad".

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