Muchos
años atrás, por el 711, en una pequeña población de pescadores sobre el río
Tinto, aldea de Palos, se produce un revuelo. Han llegado noticias del avance
de hordas árabe-bereberes. Lo que al principio se había creído una de tantas
avanzadas de piratas del África se había convertido en invasión. Pero hay algo
más grave aún: es que han destrozado las poderosas huestes godas y desde el
Guadalete están avanzando sin cesar. Comienzan a huir los que pueden, a ocultar
todos sus bienes en la montaña. Es necesario alejarse del avance de esos
piratas. Fue entonces que se pensó en la imagen de la Virgen que estaba
entronizada en el monasterio. No es que la historia está conformada por o con
leyendas, pero al ser embellecida por las mismas, a veces uno no se resiste a,
por lo menos, hablar de ellas.
Ya se
sabe que muchos rincones de la historia están repletos de narraciones que,
frecuentemente, se apoyan en un hecho real, histórico, embellecido más tarde
por la imaginación de los cronistas y comentaristas, hasta que aparece la
historia con sus documentos y deshace la poesía, quedando con fríos datos.
Vamos a hablar de la imagen de la Virgen de Palos, por estar íntimamente unida
a la historia de América, pues se trata de la Virgen de la Rábida. Hace más de
mil novecientos años existía en el mismo lugar donde hoy se alza el monasterio
de la Rábida un templo romano consagrado a Proserpina, la hija de la diosa
Ceres raptada por Plutón al sombrío Tártaro, templo que muy posiblemente fue erigido
en homenaje a la hija del emperador Trajano.
Hay una
tradición de que, aún en esa época, se realizaba el sacrificio de una doncella
junto al río Tinto aledaño, y su cuerpo se traslada procesionalmente hasta el
templo. Acabado el paganismo, en el siglo IV se eleva allí un templo cristiano
dedicado a san Jorge. Estaba terminándose el edificio cuando se recibió de san
Macario, obispo de Jerusalén, una imagen de la Virgen que, entronizada en el
lugar principal, pronto recibió fervoroso culto. Cuando en 711 se produce la
invasión musulmana, el pueblo que huía determinó depositar la imagen en el
fondo del mar, pues siendo de piedra no sufriría ningún daño. Al haber poca
profundidad en ese lugar, tenían la esperanza de recuperarla fácilmente. Esta
historia, recibida por tradición, es la única que se posee. En la
misma crónica de este hecho se dice que en el lugar donde estaba el templo de
Proserpina un eremita árabe erigió más tarde su refugio, al que años después
los árabes, ya fallecido el morabito, dedicaron para su veneración. El lugar
recibió el nombre de "Rábita" entre los mismos árabes, de donde con
el tiempo se llamó "Rábida". En Marruecos se denomina actualmente
"Rábita" o "Rápita", en el dialecto el país zauía a la
antigua "Rapta", que indica, precisamente, "Ermita".
Cuando
Alfonso el Sabio, entre 1257 y 1258 se apoderó de la región expulsando a los
invasores, los Caballeros Templarios que lo acompañaban en la lucha ocuparon el
morabito, el cual entregaron más tarde a los franciscanos. Nos encontramos con
una gran laguna entre esa fecha y mediados del siglo XV. De esta última época
se conserva, el monasterio antiguo, su iglesia y un claustro. Lo único cierto
es que, a mediados del 1400 unos pescadores, al recoger su red, encontraron la
imagen ya olvidada. Retornó a su mundo con el nombre de los Milagros,
acompañada de hechos juzgados milagrosos, como la solución de la disputa entre
la ciudad de Palos y la de Huelva, cada una de las cuales reclamaba la imagen
como suya, por estar en el límite de sus jurisdicciones marítimas el lugar de
la recuperación. Ya
estamos en los momentos en que Colón llega a la Rábida. Está agotado
físicamente y muy desmoralizado. Tiene un cuñado y peregrino proyecto por el
que sólo recibe, como respuesta, buenas palabras y algunas promesas. La caridad
de los franciscanos recoge a Colón y a su hijo, y en la Rábida reposa el
cansado peregrino durante varios meses. Y allí profundiza su devoción a Nuestra
Señora de la Rábida. En 1485, al fin, recibe contención de la reina Isabel I. Pese
a la lucha que aún sostienen con los últimos restos de los musulmanes invasores
y a las mil preocupaciones de la reina cruzada, será recibido. Hay algo de
misterioso que traza un camino entre esas dos almas. Al despedirse de los
generosos frailes, el superior del monasterio, fray Juan Pérez, le dirá:
"La gracia de Dios esté con vos y Nuestra Señora de la Rábida te
acompañe".
Antes se
había realizado una ceremonia en el Monasterio de la Rábida, donde el Gran
Almirante se encomendaría al Señor a fin de rogarle buen logro en la
espeluznante empresa. Pero iría bien sujeto al mando de la Señora Santa María.
El nombre de la capitana era el de "Marigalante", apodada "la
Gallega" por haber sido construida en Galicia. El almirante fue quien la
bautizó con el nombre de "Santa María". Ya no es necesario continuar
con la presencia de Colón en la escena. Conviene, sin embargo, agregar una
frase de quien fuera uno de sus marineros, Pedro de las Casas que mas adelante
tendrá un hijo que será fray Bartolomé de las Casas, el ingenuo responsable de
los orígenes e la leyenda negra, que agrega en sus escritos: "Colón era
devotísimo de Nuestra Señora". La Virgen
de los Milagros o Santa María de La Rábida, conocida por ambos nombres
indistintamente, es la patrona del monasterio y de Palos de la Frontera. La
imagen de la Virgen es una escultura de alabastro de pequeño tamaño (unos 54
cm), fechada en el siglo XIV. Es una muestra del gótico-francés, concretamente
del manierista y elegante estilo normando, que imprime en la figura una
singular curvatura, de manera que cambia de aspecto según se varíe la
perspectiva desde donde se contemple. La imagen de la Virgen fue coronada por
el Papa Juan Pablo II el 14 de junio de 1993, siendo los Padrinos de la
Coronación los Reyes de España, Juan Carlos I y Sofía, representados en su hija
la Infanta Cristina. Es la única imagen de la Virgen coronada por el papa
polaco en España. Asimismo, recibió el título de "Alcaldesa perpetua de la
ciudad".