El cielo no es un lugar al que vamos sino una situación en la que seremos transformados si vivimos en el amor y en la gracia de Dios. El cielo de las estrellas y de los viajes espaciales de los astronautas y el cielo de nuestra fe no son idénticos. Por eso cuando rezamos el Credo un domingo tras otro y decimos que Cristo subió a los cielos no queremos decir que El, anticipándose a la ciencia moderna, emprendiera un viaje espacial. En el cielo de la fe no existe
Del mismo modo, la subida de Cristo al cielo no es igual a la subida de nuestros cohetes; éstos se trasladan constantemente de un espacio a otro, se encuentran constantemente dentro del tiempo y nunca pueden salir de estas coordenadas por más lejanos que viajen por espacios indefinidos. La subida de Cristo al cielo es también un pasar, pero del tiempo a la eternidad, de lo visible a lo invisible. De la inminencia a la transcendencia, de la opacidad del mundo a la luz divina, de los seres humanos a Dios.
Con su ascensión al cielo Cristo fue por consiguiente entronizado en la esfera divina; penetró en un mundo que escapa a nuestras posibilidades. Nadie sube hasta allí si no ha sido elevado por Dios. El vive ahora con Dios, en la absoluta perfección, presencia, ubicuidad, amor, gloria, luz, felicidad, una vez alcanzada la meta que toda la creación está llamada a lograr. Cuando proclamamos que Cristo subió al cielo pensamos en todo eso. ¿Qué decir entonces de la narración de Lucas al final de su evangelio (24,50-53) y al comienzo de los Hechos de los Apóstoles (1,9-11) donde cuenta con algunos detalles la subida de Cristo a los cielos hasta que una nube lo oculto de los ojos de los espectadores? Si la ascensión de Cristo no significa una subida física al cielo estelar, ¿por qué entonces Lucas la describió así? ¿Qué pretendía decir? Para dar respuesta a esto tenemos que comprender una serie de datos acerca del estilo y género literario de la literatura antigua.
La ascensión, ¿fue visible o invisible?
En primer lugar constatemos el hecho de que es Lucas el único que narra el acontecimiento de la ascensión en términos de una ocultación palpable y de un desaparecer visible de Cristo en el cielo, cuarenta días después de
Y aquí se Impone la pregunta: si la ascensión no es ningún hecho narrable sino una afirmación acerca del nuevo modelo de vivir de Jesús junto a Dios, ¿porqué Lucas la transformó en una narración? Finalmente, ¿estaba él interesado en comunicar sobre todo hechos históricos externos? ¿o es que a través de semejante narración nos quiere transmitir una comprensión más profunda de Jesús y de la continuidad de su obra en la tierra? Creemos que esta última pregunta ha de transformarse en una respuesta.
La ascensión, esquema literario
Veamos en primer lugar los textos. Al final de su evangelio nos cuenta: «Condujo a los discípulos cerca de Betania y alzando las manos, los bendijo. Y sucedió que mientras los bendecía se separó de ellos y era elevado al cielo. Y ellos, después de postrarse ante él volvieron a Jerusalén con gran alegría y estaban continuamente en el templo bendiciendo a Dios» (24, 50-53). En los Hechos se nos cuenta: «Y dicho esto, se elevó mientras ellos miraban y una nube lo ocultó a sus ojos. Y según estaban con los ojos fijos en el cielo mientras él partía, he aquí que se presentaron ante ellos dos varones con vestiduras blancas que les dijeron: Galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este Jesús elevado de entre vosotros al cielo volverá tal como lo habéis visto ir al cielo» (1,9-11).
En estos dos relatos se trata realmente de una escena de ascensión visible y de ocultamiento. Escenas de ocultamiento y de ascensión no eran desconocidas en el mundo antiguo greco-romano y judío. Era una forma narrativa de la época para realzar el fin glorioso de un gran hombre. Se describe una escena con espectadores; el personaje famoso dirige sus últimas palabras al pueblo, a sus amigos o discípulos; en ese momento es arrebatado al cielo. El Antiguo Testamento cuenta el arrebato de Elías descrito por su discípulo Eliseo (2 Re 2, 1-18) y hace una breve referencia a la ascensión de Henoc (Gen 5, 24). Es interesante observar cómo el libro eslavo de Henoc, escrito judío del siglo primero después de Cristo, describe
Los paralelos entre la narración de Lucas y las demás narraciones saltan a
¿Por qué historificó Lucas la verdad de la glorificación de Jesucristo junto a Dios? Analizando su evangelio descubrimos en él no sólo un gran teólogo sino también un escritor refinado que sabe crear la «punta» en una narración y sabe cómo comenzar y concluir de forma perfecta un libro. En ese sentido se entienden las dos narraciones de la ascensión, una al concluir el evangelio y otra abriendo los Hechos de los Apóstoles. En cuanto conclusión del evangelio cobra una gran fuerza de expresión porque utiliza un género que se prestaba exactamente para exaltar el fin glorioso de un gran personaje. Jesús era mucho mayor que todos ellos pues era el mismo Hijo de Dios que retornaba al lugar del que había venido, el cielo. A eso le añade motivos más que destacan quién era Jesús: en el Evangelio lucano Jesús nunca había bendecido a los discípulos; ahora lo hace; nunca había sido adorado por ellos y ahora es adorado por vez primera. Queda así claro que con su subida al cielo la historia de Jesús alcanzó su plena perfección; con la ascensión los discípulos comprenden la dimensión y profundidad del acontecimiento.
Pero, ¿por qué se relata la ascensión dos veces y con formas diversas? En los Hechos, además de los motivos literarios presentes en el evangelio lucano, entran también motivos teológicos. Sabemos que la comunidad primitiva esperaba la venida del Cristo glorioso y el fin del mundo. En
Para Lucas la venida de Cristo y el fin del mundo ya no son inminentes, aprendió la lección de la historia y ve en ello el designio de Dios. El tiempo que ahora se inaugura es el tiempo de la misión, de la Iglesia y de la historia de
Comparando las dos narraciones, la del evangelio con
Ahora estamos en mejor situación para responder de lo que estaban los contemporáneos de Lucas, pues tenemos detrás de nosotros una historia de casi dos mil años de cristianismo. Podemos con toda seguridad y toda fe decir: Lucas tenía
La nube por consiguiente significa que Dios o Jesús esta presente, aunque de forma misteriosa. No se le puede tocar y sin embargo está ahí, a la vez revelado y velado. La Iglesia es su signo-sacramento en el mundo, los sacramentos lo hacen visible bajo la fragilidad material de algunos signos, la Palabra le permite hablar en nuestra lengua invitando a los hombres a una adhesión a su mensaje que, una vez vivido, los llevará hacia aquella dimensión en la que él existe ahora, al cielo.