La popularidad de los llamados bestiarios, se expandió a lo largo de la Edad Media, especialmente a partir del siglo XII, con destacada presencia en países como Francia e Inglaterra. Aunque su origen se remonta a épocas anteriores, estos manuscritos representaban una categoría especial de literatura que fusionaba la fascinación por animales, tanto reales como fantásticos, con enseñanzas morales y simbología religiosa.
Cada bestiario solía constar de dos páginas: una que mostraba la imagen de un animal y otra que narraba su historia, incorporando lecciones moralizantes y la idea de que todas las criaturas eran creación de Dios y tenían un propósito en el mundo. Estos textos eran, además, una forma entretenida y accesible de explorar criaturas que, de otro modo, habrían permanecido en el misterio. El primer antecedente occidental de los bestiarios se encuentra en el "Fisiologus", un manuscrito de origen griego redactado por un autor desconocido, que se cree se escribió en Alejandría entre los siglos II y IV.
Este texto recopilaba conocimientos sobre animales de obras clásicas, como las de Heródoto, Plinio el Viejo y Aristóteles, con un propósito moralizador. El "Fisiologus" sentó las bases para los bestiarios medievales posteriores y se convirtió en uno de los libros más populares de la Edad Media, siendo traducido a diversas lenguas. Aunque el texto original en griego se ha perdido, se conservan algunas versiones y se hacen referencias a él en obras posteriores.
La influencia del "Fisiologus" se refleja en los bestiarios posteriores, como las "Etimologías" de Isidoro de Sevilla, una extensa recopilación del conocimiento de la época; el "Bestiario de Rochester" y el "Bestiario de Aberdeen", ambos escritos en latín en el siglo XII en Inglaterra. Estos textos continuaron la tradición de combinar descripciones de animales con contenido moral y religioso, utilizando citas del Antiguo y Nuevo Testamento para enlazar las criaturas con temas religiosos.
El único bestiario en español que se conserva es el de Juan de Austria, datado en 1570, que tenía como objetivo guiar a los viajeros en sus travesías, funcionando prácticamente como un manual de supervivencia. Esta diversidad de enfoques muestra la versatilidad de los bestiarios y su capacidad para adaptarse a diferentes propósitos. Además de sus aspectos morales y religiosos, los bestiarios a menudo contenían información sobre la migración animal, que fue posteriormente confirmada por la ciencia moderna.
También se utilizaban como advertencias para los navegantes sobre las zonas peligrosas en el mar. Aunque es difícil determinar si todas las personas creían en la existencia de las criaturas fantásticas descritas en estos textos, es innegable que se les tomaba muy en serio. Los bestiarios se empleaban en la enseñanza de niños en escuelas y como base para sermones en iglesias, contribuyendo a la comprensión del lugar de cada ser en el mundo.
La representación de animales en los bestiarios a menudo tenía un toque cómico y peculiar, ya que los artistas no habían visto muchos de estos animales en persona y debían confiar en descripciones de segunda mano. A pesar de estas imperfecciones, los bestiarios continuaron influyendo en la cultura a lo largo de la historia, siendo retomados por figuras y autores contemporáneos como Rowling y Tolkien, quienes crearon sus propios bestiarios llenos de criaturas fantásticas.
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