En todo el período anterior y posterior a la revolución de Mayo, se destaca Martín Miguel de Güemes, líder salteño de la guerra gaucha, de quien hablaremos en este bloque. Héroe de la independencia que, cuando comenzó el proceso de emancipación, pudo frenar el avance español en nuestro norte, usando hábil y heroicamente tácticas de la guerra de guerrillas. Miguel nació en Salta, el 8 de febrero de 1785. Estudió en Buenos Aires, en el Real Colegio de San Carlos. Al despuntar su adolescencia, inició la carrera militar y, debido a las invasiones inglesas de 1806, participó en la defensa como edecán de Santiago de Liniers, el líder de la resistencia que logró recuperar la capital virreinal.
Y para pintar de lleno a
este hombre en estos primeros años de su vida pública, le proponemos una
pregunta insólita: ¿puede una fuerza de caballería casi gauchesca ser capaz de
detener a un barco inglés de guerra? Y ahí está este Güemes, protagonista de un
este hecho insólito que irá alentándolo a sostener siempre en su vida una
osadía como pocos. En efecto: Güemes capturó al buque inglés
"Justine" cuando, una notable bajante del Río de la Plata, lo dejó
varado y a merced del salteño. Y en mayo de 1810 llegó la Revolución de Mayo.
Güemes se sintió llamado a incorporarse al ejército patriota destinado al Alto
Perú, y con ellos colaboró en la victoria en Suipacha.
De vuelta en Buenos Aires
colaboró en el sitio de Montevideo. Pero su tierra le llamaba. En 1815 volvió a
su Salta natal dotado de una experiencia militar inigualable y
providencialmente imprescindibles para los sucesos que le tocaría enfrentar.
Con espíritu sanmartiniano se puso al frente de la resistencia a los realistas
españoles que, desde Perú, querían sofocar a los rebeldes del sur. Güemes
organizó al pueblo y militarizó la provincia. Los lugareños de todas las
clases, en principio, interpretaron la magnitud del peligro al estar tan cerca
de la frontera.
En de mayo de 1815 sus
coterráneos lo eligieron gobernador provincial, en un cargo que ejercerá hasta
1820. Pero pronto sufrió, junto con toda la patria y sus ejércitos allí
apostados, la derrota de Sipe Sipe, considerado una de los desastres militares
más graves de la guerra de la independencia argentina. Hasta tal punto fue
profundo el desbande, que España festejó el triunfo como fin de la rebelión en
Sudamérica. Las provincias del Alto Perú se perdieron para siempre, y cuando
lograran su independencia, lo harían como nación aparte, la República de
Bolivia.
Pero se equivocaron los
españoles respecto de lo que sucedía: ocho meses después, el 9 de Julio de
1816, Argentina declaró su Independencia y mantendrá en jaque hasta el final a
los realistas. En su huida del Alto Perú, el Ejército sólo pudo rehacer sus
filas en el límite norte de la actual Argentina. Desde allí Güemes se retiró y
Rondeau lo declaró traidor y desertor. Para
empeorar las cosas, el Director Supremo Álvarez Thomas envió tropas de
refuerzo, al mando de Domingo French y Juan Bautista Bustos, con orden de
derrocar a Güemes y después incorporarse al Ejército del Norte. El caudillo
salteño no los dejó pasar hasta haberse asegurado de que no lo atacarían.
Rondeau estaba más
preocupado por escarmentar a Güemes y evitar el surgimiento de un nuevo Artigas
en el Norte, -caudillo uruguayo que había desobedecido a Buenos Aires- y
mantenía en rebeldía al litoral. Sin
embargo, frente a la real amenaza de los españoles, el 22 de marzo de 1816 se
llegó a un acuerdo: Salta debería seguir con sus métodos de guerra gaucha bajo
la conducción de Güemes y brindaría auxilio a las tropas enviadas desde Buenos
Aires. Apenas nombrado el nuevo Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón,
viajó a aquella provincia para cerciorarse de las críticas y sospechas de
muchos porteños que dudaban de la capacidad militar de los gauchos de Güemes.
Pueyrredón quedó superado
por la organización y moral de los gauchos y su jefe. El director ordenó
entonces que el ejército del Norte se retirara hasta Tucumán y ascendió a
Güemes al grado de coronel mayor. El propio San Martín apoyó la decisión de
Pueyrredón. En una carta llegó a expresar lo siguiente: "Los gauchos de Salta solos, están haciendo al enemigo una guerra
de recursos tan terrible que lo han obligado a desprenderse de una división con
el solo objeto de extraer mulas y ganado".
Como sucedió en España,
con la guerra de guerrillas, Güemes postulaba así la táctica posible ante un
ejército que entonces, estaba entro los más veteranos y preparados de la
Tierra. Belgrano también valoró la acción de Güemes, y ello forjó desde
entonces una gran amistad entre ambos. En
una carta que el caudillo salteño le escribe al creador de la bandera
argentina, dice lo siguiente: "Hace
Ud. Muy bien en reírse de los doctores; sus vocinglerías se las lleva el
viento. Mis afanes y desvelos no tienen más objeto que el bien general y en
esta inteligencia no hago caso de todos esos malvados que tratan de dividirnos.
Así pues, trabajemos con empeño y tesón, que si las generaciones presentes nos
son ingratas, las futuras venerarán nuestra memoria, que es la recompensa que
deben esperar los patriotas".
El general español Joaquín
de la Pezuela también dejó pruebas de los daños que las valerosas y constantes
acciones del salteño le provocaban. En una carta que envió al virrey del Perú
le señaló la difícil situación en que se encontraba su ejército ante Güemes,
con las siguientes palabras: "Su
plan es de no dar ni recibir batalla decisiva en parte alguna, y sí de
hostilizarnos en nuestras posiciones y movimientos. Observo que, en su conformidad,
son inundados estos interminables bosques con partidas de gauchos apoyadas
todas ellas con trescientos fusileros que al abrigo de la continuada e
impenetrable espesura, y a beneficio de ser muy prácticos y de estar bien
montados y agrega más adelante lo siguiente:
“Se atreven con frecuencia a llegar hasta los
arrabales de Salta y a tirotear nuestros cuerpos por respetables que sean, a
arrebatar de improviso cualquier individuo que tiene la imprudencia de alejarse
una cuadra de la plaza o del campamento, y burlan, ocultos en la mañana, las
salidas nuestras;… en una palabra, experimento que nos hacen casi con impunidad
una guerra lenta pero fatigosa y perjudicial."
Por su capacidad para
informarse y realizar inteligencia del enemigo, descubrió el plan del Mariscal
de la Serna para desarrollar una gran invasión. Con 3.500 hombres de batallones
de Gerona, Húsares de Fernando VII y Dragones de la Unión. Todos ellos eran
veteranos vencedores de Napoleón en las guerras europeas. Martín de Güemes puso
a la provincia en pie de guerra y organizó un verdadero ejército popular con
partidas de no más de veinte hombres. Una vez más, el resultado entre las
potencias y el pobre y naciente país periférico parecía cantado. En marzo, el salteño recuperó Humahuaca y se dispuso
a esperar la invasión. Los realistas acamparon cerca, con refuerzos que
elevaron sus fuerzas a más 5.400 hombres.
Güemes planteó una
aparente retirada con tierra arrasada, manteniendo un permanente hostigamiento
al enemigo con tácticas guerrilleras. En estas condiciones las fuerzas de La
Serna llegaron a Salta el 16 de abril de 1817. Los salteños boicotearon en todo lo que
pudieron a los españoles, y sus tropas sufrieron permanentes ataques relámpago.
Mientras, San Martín triunfaba en Chacabuco. Esta noticia y el mortal
hostigamiento comenzaron a desmoralizarse las huestes realistas. Finalmente, De
la Serna se retiró. Pese a esta exitosa táctica, San Martín se demorará en
Chile por falta de recursos hasta agosto de 1820. Belgrano, quién mandaba en el
Ejército del Norte en el Tucumán, fue convocado para reprimir a los artiguistas
de Santa Fe. Güemes y sus gauchos quedaron otra vez solos frente al ejército
español.
Los españoles retomaron la
carga en marzo de 1819 y Güemes se preparó para resistir. No contaba con el
apoyo porteño, pues su viejo rival Rondeau era el nuevo Director Supremo de las
Provincias Unidas. Y la prioridad de Rondeau no era la guerra por la
independencia sino terminar con el modelo artiguista en la Banda Oriental, que
proponía federalismo y reparto de tierras entre los gauchos pobres. Rondeau
llegó incluso a ordenarle a San Martín que abandonara su campaña libertadora
para que regresara a Buenos Aires para reprimir a los federales. Y en esas
decisiones cruciales que toman las grandes personalidades y marcan el destino
de los pueblos, San Martín desobedeció y aclaró que nunca desenvainaría su espada para reprimir a sus compatriotas.
Lo cierto es que el
panorama de Güemes y la provincia de Salta eran desoladores. Guerra permanente,
campos arrasados, comercio y rutas interrumpidas. Los auxilios del gobierno
central nunca llegaron y las clases altas salteñas ya dudaban de seguir
apoyando a un caudillo que les quitaba peones y los convertía en guerrilleros
armados. El Directorio, que era la autoridad nacional, caía bajo el poder el
interior, y comenzaba una prolongada guerra civil. En ese contexto político
frágil y violento, los españoles invadieron nuevamente el norte. Ocuparon Jujuy
y a fines de mayo, tomaron Salta capital. San Martín, desde Chile, pidió a
Güemes que resistiera y lo nombró Jefe del Ejército de Observación sobre el
Perú. Este apoyo del libertador elevó la
moral del salteño. Los españoles, como años anteriores, terminaron abandonando
el norte argentino, desgastados.
En 1821 todo se le
complicó al salteño: en el Norte, los realistas; en el Sur, el gobernador de
Tucumán, Bernabé Aráoz, aliado a los terratenientes salteños, le hostigaba y
operaba en su contra. El cabildo de su ciudad aprovechó la ocasión para
deponerlo de su cargo de gobernador. Güemes irrumpió con sus gauchos y recuperó
el poder. Todos temieron ser colgados, pero las represalias del caudillo se
redujeron a aumentar los empréstitos forzosos a sus adversarios. Sin embargo,
estas divisiones internas debilitaron su poder y facilitaron la penetración
española en territorio norteño.
Los sectores poderosos de
Salta colaboraron con el enemigo para eliminar al caudillo que parecía volar
solo. Un coronel salteño a las órdenes del ejército español, José María Valdés,
alias "Barbarucho", conocedor del terreno, ocupó Salta el 7 de junio
de 1821, contando con el apoyo de los terratenientes locales a los que les
garantizó el respeto a sus propiedades. Güemes se refugió entonces en la casa
de su hermana Magdalena Güemes de Tejada, conocida como "Macacha". Le
prepararon una emboscada. Escuchó algunos disparos y logró tomar su caballo
para escapar. Entonces un tiro le dio en la espalda…y gravemente herido alcanzó
su campamento de Chamical donde reunió a sus oficiales y les transfirió el
mando.
Murió el 17 de junio de
1821 en la Cañada de la Horqueta. El tiro de la espalda era la llamarada final
de los poderosos aferrados al pasado. El pueblo salteño, que había dudado,
finalmente optó por el futuro. Concurrió en masa a su entierro y luego,
liderados por el coronel José Antonio Fernández Cornejo, derrotaron a
"Barbarucho" Valdés y expulsaron para siempre a los españoles de
Salta.