La Tradición asocia el Rosario no a Pedro el Ermitaño sino a Santo Domingo de Guzmán (1170-1221), de quien se dice que lo recibió de la Virgen María para combatir la herejía albigense. Esta leyenda parece ser que viene de los escritos de Alan de la Roche (1428-1475), aquel infatigable predicador dominico del Rosario. Estudios críticos más modernos llevados a cabo por dominicos y otros estudiosos del tema, revelan que la historia es bastante más complicada, aunque ciertamente sin ninguna relación con hindúes o musulmanes.
Los monjes del medioevo tenían la costumbre de rezar diariamente los 150 salmos. Como quiera que los hermanos laicos de las ordenes eran iletrados y no podían leerlos, entre ellos surgió la práctica de recitar el Padrenuestro 150 veces. Usaban cuentas para contabilizarlos. Esta práctica se extendió entre los laicos y así, otras oraciones fáciles de recordar fueron añadidas. Durante los siglos XV y XVI el Rosario se estableció tal como lo conocemos hoy, consistiendo en el Credo de los Apóstoles, el Padrenuestro, el Avemaría y el Gloria. El Credo de los Apóstoles apareció por primera vez como credo bautismal en Roma en el siglo II, y tomó su forma presente en el siglo V. Aunque no estaba escrito por los Apóstoles, está generalmente aceptado que pudo muy bien haber sido de origen apostólico.
El Padrenuestro se corresponde con las cuentas que aparecen en solitario, separadas de los grupos de 10 cuentas (las "décadas"). A todo cristiano le suena esa oración: es la que se encuentra, en su versión larga, en Mt 6-9,13. Curiosamente está en el mismo pasaje de la Escritura en el que Jesús dice "Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados". (Mt 6-7). Este es uno de los versículos que muchos hermanos separados utilizan para condenar la "práctica pagana" de "recitar oraciones". Aunque Jesús mismo nos dio el Padrenuestro, algunos cristianos fundamentalistas intentan disuadir a los demás cristianos de usarlo más que como una oración modelo, ya que creen que rezarlo constituiría una "vana repetición".
Pero miremos el contexto del versículo en cuestión. Mateo 6:5-6 trata de las prácticas de oración de los mismos judíos. Jesús las tacha de hipócritas. No condena las oraciones repetitivas judías, de las cuales había muchas. Por ejemplo, el libro de los Salmos es una colección de himnos y oraciones usadas repetidamente en celebraciones judías en las cuales el mismo Jesús participaba. Uno de los salmos, el 136, es en sí mismo una oración repetitiva, en forma de letanía. La Pascua, celebrada por Jesús antes de su crucifixión, incluía oraciones fijas que eran repetidas anualmente, entre ellas los salmos del 113 al 118. A continuación de la Ultima Cena, Jesús fue al Huerto de Getsemaní y oró la misma oración tres veces seguidas (Mt 26-39,44). Así pues, también El recurrió a la oración repetitiva.
Las oraciones de los profetas paganos eran “vanas” porque, después de pasar el día entero llamando desesperadamente a Baal, este nunca les respondía. No era un dios real, a diferencia del Dios de Israel, que siempre responde a la oración sincera. El argumento de Jesús en Mt 6-7 es que no necesitamos pasarnos todo el día saltando sobre altares, cortándonos con cuchillos o delirando para ser escuchados por nuestro Padre del Cielo. El escucha nuestras oraciones al margen de qué tipo de oración sea, larga o corta, compuesta o improvisada, en grupo o individual, repetitiva o única, eso sí, siempre y cuando sea sentida, entendida, y no “de corrido”, en cuyo caso es vana y vacía.
El Avemaría es el corazón del Rosario y se dice diez veces, una por cada una de las cuentas agrupadas en décadas, quince en total, totalizando por tanto 150 Avemarías, tantas como salmos tiene el salterio. La primera parte de la oración está compuesta de dos versículos bíblicos, “Dios te salve, María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo” (Lc 1-28) y “bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús” (Lc 1-42).
El resto de la oración es “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”. El título “Madre de Dios” (que proviene de “Theotokos” en el original griego, o “quien porta a Dios”) es muy antiguo. Aparece en un papiro encontrado en Egipto y fechado entre el año 250 y el 270 e invoca la intercesión de la “Theotokos”. Los católicos mantenemos que la persona nacida de la Virgen María es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, la Palabra de Dios (en griego, Logos), y por tanto, es Dios (Jn 1-1,14). Como Jesús es Dios, humanidad y divinidad unidas completamente en una Persona, la madre de Jesús es por tanto la madre (que no la creadora) de Dios; la Theotokos.
Muchos no católicos se oponen a la práctica de pedir a los santos del Cielo, incluida María, que rueguen por nosotros. A menudo citan 1 Tim 2-5 “Hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo, hombre él también”. Como Jesús es el único mediador, argumentan que María (o cualquier otro santo) no debería ser invocada para pedir por nosotros. Al rezar “Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”, los católicos se entrometen en la única mediación de Cristo.
Nuestros hermanos separados dicen que rezar diez Avemarías por cada Padrenuestro confirma sus peores sospechas acerca del catolicismo: los católicos prefieren a María en una proporción de 10 a 1 sobre Dios. Tal aseveración no solo es ofensiva para los católicos sino que además es lógicamente absurda. En algunas versiones protestantes de la Biblia, aparece el nombre de San Pablo en los Hechos de los Apóstoles 126 veces, mientras que el de Jesús solo aparece 68. Implica esto que el autor de los Hechos daba doble importancia a San Pablo que a Jesús. Y el hecho de que en la traducción protestante del libro de Ester no aparezca ni una sola vez la palabra “Dios” o “Señor”, significa que el autor de ese libro era ateo. Tales “pruebas” estadísticas no prueban nada en absoluto. El Rosario es una devoción en honor a María quién, bajo inspiración divina, profetizó que todas las generaciones le llamarían bienaventurada (Lc 1-48). En tales devociones, los católicos felizmente dan cumplimiento a la profecía, recordando que Dios nos bendice cuando bendecimos a aquellos a quien El ha favorecido especialmente, lo leemos en Génesis 12-3: “Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra".
Después de las diez Avemarías, se reza el Gloria correspondiente a la cuenta que aparece en solitario inmediatamente después de las anteriores diez y justo antes de la siguiente década. Es una “doxología” (aclamación final) usada desde tiempos de la Iglesia primitiva en que había controversias sobre la Trinidad. “Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por lo siglos de los siglos. Amén”.
El Avemaría es el corazón del Rosario y se dice diez veces, una por cada una de las cuentas agrupadas en décadas, quince en total, totalizando por tanto 150 Avemarías, tantas como salmos tiene el salterio. La primera parte de la oración está compuesta de dos versículos bíblicos, “Dios te salve, María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo” (Lc 1-28) y “bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús” (Lc 1-42).
El resto de la oración es “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”. El título “Madre de Dios” (que proviene de “Theotokos” en el original griego, o “quien porta a Dios”) es muy antiguo. Aparece en un papiro encontrado en Egipto y fechado entre el año 250 y el 270 e invoca la intercesión de la “Theotokos”. Los católicos mantenemos que la persona nacida de la Virgen María es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, la Palabra de Dios (en griego, Logos), y por tanto, es Dios (Jn 1-1,14). Como Jesús es Dios, humanidad y divinidad unidas completamente en una Persona, la madre de Jesús es por tanto la madre (que no la creadora) de Dios; la Theotokos.
Muchos no católicos se oponen a la práctica de pedir a los santos del Cielo, incluida María, que rueguen por nosotros. A menudo citan 1 Tim 2-5 “Hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo, hombre él también”. Como Jesús es el único mediador, argumentan que María (o cualquier otro santo) no debería ser invocada para pedir por nosotros. Al rezar “Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”, los católicos se entrometen en la única mediación de Cristo.
Nuestros hermanos separados dicen que rezar diez Avemarías por cada Padrenuestro confirma sus peores sospechas acerca del catolicismo: los católicos prefieren a María en una proporción de 10 a 1 sobre Dios. Tal aseveración no solo es ofensiva para los católicos sino que además es lógicamente absurda. En algunas versiones protestantes de la Biblia, aparece el nombre de San Pablo en los Hechos de los Apóstoles 126 veces, mientras que el de Jesús solo aparece 68. Implica esto que el autor de los Hechos daba doble importancia a San Pablo que a Jesús. Y el hecho de que en la traducción protestante del libro de Ester no aparezca ni una sola vez la palabra “Dios” o “Señor”, significa que el autor de ese libro era ateo. Tales “pruebas” estadísticas no prueban nada en absoluto. El Rosario es una devoción en honor a María quién, bajo inspiración divina, profetizó que todas las generaciones le llamarían bienaventurada (Lc 1-48). En tales devociones, los católicos felizmente dan cumplimiento a la profecía, recordando que Dios nos bendice cuando bendecimos a aquellos a quien El ha favorecido especialmente, lo leemos en Génesis 12-3: “Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra".
Después de las diez Avemarías, se reza el Gloria correspondiente a la cuenta que aparece en solitario inmediatamente después de las anteriores diez y justo antes de la siguiente década. Es una “doxología” (aclamación final) usada desde tiempos de la Iglesia primitiva en que había controversias sobre la Trinidad. “Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por lo siglos de los siglos. Amén”.