PROGRAMA Nº 1164 | 27.03.2024

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SAN JOSÉ Y LAS RAZONES DE SU DIVORCIO (Segunda Parte)

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José cree que María ha cometido adulterio. Pero él sabe que la Ley manda apedrear a las adúlteras hasta que mueran. Entonces, como es justo, es decir, bondadoso, y no quiere que ella sufra, la abandona, sí, pero en secreto para salvarle la vida. Por lo tanto, según esta teoría, justo significaba bondadoso. Pero también esta hipótesis presenta dificultades. Si José quiere abandonar en secreto a María porque es bueno, no debería llamárselo “justo”, sino “bondadoso”. ¿Por qué entonces Mateo dice que es justo? Ninguna de las dos teorías, pues, explica satisfactoriamente por qué José quiere abandonar a María. Por eso actualmente los biblistas han propuesto una tercera que, aparte de armonizar mejor con el contexto del relato, tiene el mérito de arrojar una nueva luz sobre san José.

José desde siempre conoció el misterio de María. Desde el principio supo que el niño que su esposa llevaba en las entrañas era hijo del Espíritu Santo. Por eso jamás pensó que ella lo hubiera engañado. Esto se deduce del modo como vimos que Mateo comienza su relato. Éste decía: “El nacimiento de Jesucristo fue así: María estaba comprometida con José. Pero antes de que ellos empezaran a vivir juntos ella se encontró encinta por el poder del Espíritu Santo”. O sea que empieza dando tres informaciones: a) que María estaba comprometida con José; b) que no vivían juntos; c) que ella quedó embarazada del Espíritu Santo. Nosotros normalmente suponemos que José sólo conocía dos de estos datos: el primero y el segundo. Pero no el tercero.

¿Y por qué no? ¿Por qué, si Mateo enumera juntos los tres datos, y luego presenta a José analizando este dilema, él va a saber sólo dos de esos datos? Es lógico que, según Mateo, José conociera las tres informaciones. ¿Cómo supo José del embarazo virginal de su mujer? Mateo no lo dice. Pero tampoco dice cómo se enteró María (Lucas es el que cuenta que la anunciación fue por medio de un ángel). Por lo tanto, es posible pensar que para Mateo ambos se enteraron de la misma manera. Resta un último problema. ¿Por qué un ángel le avisa en sueños a José que el hijo que espera María es del Espíritu Santo, si él ya lo sabía? En realidad las palabras del ángel están mal traducidas en las Biblias. En efecto, éstas suelen decir: “José, no tengas miedo en tomar contigo a María, tu esposa, porque lo que ella ha concebido viene del Espíritu Santo. Dará a luz a un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús”.

Pero muchos biblistas afirman que las partículas griegas “gar” y “de”, que aparecen en esta frase, no hay que traducirlas al castellano como “porque” sino como “porque si bien”. De ese modo el mensaje del ángel cambia totalmente, y queda así: “José, no tengas miedo en tomar contigo a María porque, aun si bien lo que ella ha concebido viene del Espíritu Santo, dará a luz a un hijo a quien tú pondrás por nombre Jesús”. Por lo tanto, lo que el ángel le informa a José no es el origen divino del niño (cosa que ya sabía), sino que él debe quedarse con María para ponerle el nombre al niño (cosa que no sabía).

Ahora sí, con esta nueva perspectiva, tratemos de entender el relato de Mateo. José y María, dos jóvenes israelitas de 18 y 13 años respectivamente, estaban comprometidos. Habían concretado la primera fase del matrimonio, es decir, el “quidushín”, y esperaban pronto poder ir a vivir juntos una vez que se cumpliera el plazo estipulado. Pero en el entretiempo María resultó escogida por Dios para ser la madre de su divino Hijo. Enterado José, se encontró frente a un serio problema. Él había elegido a María para sí, para que fuera su esposa, la madre de sus hijos, su compañera. Pero ahora se da cuenta de que Dios también se había fijado en ella, y también Él la había elegido como madre de su Hijo. 

¿Cómo competir con Dios por el amor de una muchacha? ¿Podría tener a Dios como contrincante? No. Tampoco podía apropiarse de un hijo que no era suyo, sino que venía del cielo. Hubiera sido una injusticia. Aquí, entonces, se aclara la decisión de José. Como él era justo, no queriendo apoderarse de un hijo que le pertenecía a Dios, y viendo además que Dios había elegido a la misma mujer que él para iniciar el plan de salvación, resuelve dejar a su esposa libre del compromiso que habían contraído, y divorciarse en secreto. Y así lo había decidido, cuando en sueños se le presenta un ángel y le dice que no tenga miedo (es decir, escrúpulos) en tomar a María como esposa (es decir, celebrar el “nissuín”). Porque si bien el hijo que ella espera viene de Dios, él le pondrá el nombre de Jesús cuando nazca.

En otras palabras, Dios le pide a José que se quede junto a María. Porque aun cuando ella ha sido elegida para Dios, él también ha sido elegido; él también forma parte del plan de salvación. ¿Y cuál es su misión en todo esto? Deberá ponerle el nombre al niño, es decir, considerarlo como suyo, asumirlo como propio. Porque al ser él descendiente de la familia del rey David, si lo adoptaba como su hijo podía convertirlo a Jesús en un “descendiente” de David, en un “hijo de David”. E introduciéndolo a Jesús en la genealogía de David, se cumplían las profecías anunciadas sobre Él. Siempre hemos tenido una imagen triste y descolorida de san José. Lo imaginamos como un pobre hombre (cuando no anciano), manso y sufrido, que mes tras mes debió ver crecer el vientre de su amada, mientras por dentro se moría de dolor en silencio.

Desorientado y casi ridículo, luchando entre la confianza y la duda, entre el amor y los celos. Incapaz de comprender el misterio de la encarnación, por eso no se lo contaban. Pero no es ése el san José del evangelio. José nunca tuvo dudas sobre su María. Lo supo todo desde el principio, porque tenía la misma madurez que su esposa. Su única duda fue si Dios lo quería o no al lado de su mujer. Y Dios le hizo saber que sí. Hoy los cristianos hemos encumbrado enormemente a María, pero no así a José. En la Liturgia tenemos muchísimas fiestas de la Virgen, pero sólo dos de san José. Los mismos estudios de Mariología dan la impresión de que ella no hubiera sido casada, que se hubiera santificado fuera del contexto matrimonial y familiar. Incluso nuestras devociones, imágenes y pinturas se centran casi exclusivamente en María, y prescinden de José. Hemos separado lo que Dios ha unido.

Pero María y José amaron a Dios en equipo. Se santificaron juntos. El uno con el otro. El uno gracias al otro. Estuvieron juntos desde el principio. Por eso hoy en día en que tantas familias atraviesan momentos de crisis, que muchos matrimonios hacen agua por todos lados, y que la Iglesia no dispone de modelos conyugales, conviene recordar a José, a quien Dios quiso santificar en familia unido para siempre a María.

Biblista
Ariel Alvarez Valdez

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