¿POR QUÉ DIOS PERMITE LA MUERTE?
Martes 11.03.2008
Editorial - Programa Nº 327
No podemos obviar un tema que, lamentablemente, nos pega de cerca a todos los bonaerenses: 17 personas murieron el pasado domingo 9 de marzo. Entre ellas dos niños, y otras 65 sufrieron heridas, 8 de gravedad, al ser atropellado un ómnibus de dos pisos por un tren, al cruzar un paso a nivel con "barreras bajas", próximo al cruce de la autovía Nº 2 y la ruta Nº 63, en el Partido Bonaerense de Dolores.
Ante esta realidad dura, viene a nuestra mente esa pregunta que nos hacemos cuando suceden este tipo de hechos: ¿Por qué Dios permite estos accidentes? ¿Acaso Dios no lo ve todo? ¿Por qué permite el sufrimiento, la muerte?
La tiranía del hombre y la destructibilidad de la guerra moderna han impuesto dolor, tortura y muerte sobre millones de seres indefensos. Incontables vidas se han perdido en actos de terrorismo por la brutalidad y los secuestros aéreos. Siempre han ocurrido accidentes, pero la escala de desastres y calamidades naturales de hoy en día es abrumadora: un avión de pasajeros se estrella; una planta de extracción de petróleo explota; el fuego atrapa a cientos de individuos en un tren subterráneo. La gente se pregunta: ¿Por qué Dios lo permite?
Las preguntas suben rápidamente a la mente y a primera vista parecen razonables. No obstante, un franco análisis de ellas muestra que presentan ciertas implicaciones. Implican que el sufrimiento en la vida humana es incompatible ya sea con el poder de Dios o con su amor. Como un Dios de amor, no tiene el poder para evitar el sufrimiento o, si lo tiene, entonces no tiene la voluntad de usarlo y, por lo tanto, no es un Dios de amor.
Se asume que la eliminación del sufrimiento, como el que afecta a seres evidentemente inocentes, es algo que deberíamos esperar de un Dios de amor, el cual también es Todopoderoso. ¿Se justifican estas suposiciones?
El hombre vive en un universo de causa y efecto, las consecuencias de ciertas causas son ineludibles. El fuego quema, el agua ahoga, los virus provocan enfermedades, como es el caso del VIH, causante del síndrome de inmunodeficiencia adquirida, SIDA, que mata o altera las células del sistema inmune y destruye progresivamente la capacidad del cuerpo de luchar contra las infecciones y ciertos cánceres, etc. Estos hechos tienen repercusiones morales. Los seres humanos viven en un mundo en el que las consecuencias de lo que hacen son inevitables y, por lo tanto, su responsabilidad por lo que hacen es igualmente inevitable.
La sentencia se impuso a la mujer y al hombre después de la desobediencia en el Jardín del Edén (Génesis 3,16-19). Con la desobediencia del hombre se produjo un trastorno en la relación entre el Creador y lo creado; la relación entre Dios y el hombre está desbaratada. El primer pecado produjo un cambio fundamental que afecta a todos con los males que son comunes al hombre. La muerte es universal: Dios no la modifica para nadie en particular. La enseñanza de la Biblia es que se ha dejado que los hombres actúen a su propia manera y sujetos a la operación de la ley natural, aunque puede haber ocasiones en que un desastre natural sea dirigido divinamente como un castigo para el hombre y además para la purificación de la tierra. El ejemplo sobresaliente es el diluvio en los días de Noé.
Esta obra de Dios en el hombre debe ser de naturaleza individual; sólo el hombre que sufre puede ganar esto como una experiencia personal. El problema mayor del sufrimiento permanece, y la única respuesta que se puede sacar del Libro de Job es que el hombre no puede poner en duda la majestad y sabiduría de Dios; Él es el Creador y el Sustentador de toda la vida, y sus obras sobrepasan el conocimiento del hombre. El hombre no puede más que aceptar que los caminos de Dios están más allá de su entendimiento.
A menudo la gente pregunta: ¿Por qué no interviene Dios para detener el sufrimiento; para poner fin a las guerras, para eliminar las enfermedades, para detener accidentes como el que ocurrió en el Partido Bonaerense de Dolores? Por supuesto, Dios efectivamente interviene en los asuntos humanos; muchas veces ha mostrado su poder en la historia. Pero hay un límite para esta intervención; le ha permitido al hombre el libre albedrío, y le permite que use ese libre albedrío para bien o para mal.
Así fue que, aproximadamente 2.000 años atrás, Dios intervino en la vida e historia del hombre dando a su Hijo Jesucristo para que participe del sufrimiento humano al máximo, a fin de llevar a cabo la redención del pecado y de la muerte. Cristo vino y tomó sobre sí la vida y naturaleza del hombre; compartió nuestra experiencia y soportó las tentaciones internas y las aflicciones externas que son la herencia común de todo el género humano.
Entonces, si Dios sufrió, y si, en obediencia al Padre, Cristo sufrió hasta la muerte, todo el problema del sufrimiento del hombre se eleva a un nuevo nivel. Sin fe en Dios, el sufrimiento es un mal que se debe soportar. Con fe, y el ejemplo del Hijo de Dios, el sufrimiento puede purificar y ennoblecer, y ser un medio por el cual Dios acerca más su presencia al sufriente. El castigo del Señor puede ser en verdad una educación divina.
¿Por qué a mí?; ¿Por qué Dios permite esto? Los que estuvieron cerca de los heridos y familiares de víctimas del 11-M ocurrido en España, recuerdan que estas preguntas resonaban en los pasillos de los hospitales, en las calles de la ciudad. El dolor forma parte de nuestra vida, como nuestro propio nacimiento. Los momentos de sufrimiento pueden hacernos caer en la desesperación, en el egoísmo.
No creo que Dios sea tan cruel y permita que 17 personas pierdan la vida, cuando Él es un Dios de vida, pero en verdad no puedo darles una respuesta a estas preguntas que todos nos hacemos, sólo sé que "el mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden; pero para los que se salvan, para nosotros, es fuerza de Dios" (1Cor. 18). En estos momentos es cuando más debemos aferrarnos a ella como lo hizo Jesús camino al Calvario.
Quizás tengamos una respuesta cuando nos llegue el tiempo de cruzar el umbral en el atardecer de la vida y seamos juzgados en el Amor, y podamos contemplar el esplendor del Amor cara a cara con Aquél que es, que era y que vendrá. Allí todas nuestras preguntas tendrán respuesta y llegaremos a decir como el apóstol: "La muerte ha sido vencida. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde esta tu aguijón?" (1 Cor. 15, 54-55). "Si nosotros pusiéramos nuestra esperanza en Cristo solamente para esta vida, seríamos los hombres más dignos de lástima". "Porque gracias a la fe, el poder de Dios los conserva para la salvación dispuesta a ser revelada en el momento final". "… a pesar de las diversas pruebas que deben sufrir momentáneamente: así la fe de ustedes, una vez puesta a prueba será mucho más valiosa que el oro perecedero purificado por el fuego y se convertirá en motivo de alabanza, de gloria y de honor el día de la Revelación de Jesucristo". (1 Ped. 1, 5-7).
Quiero terminar esta editorial, con un hecho que hace mucho me tocó muy de cerca y que fue la pérdida de la madre de un amigo muy querido por mí. En el momento en que, como todos hacemos, voy a darle el pésame y mis condolencias, él me mira y me dice: "Alfredo, no estoy triste, porque sé que no es un adiós definitivo sino… un hasta luego".
Alfredo Musante
Director Responsable
Programa Radial
EL ALFA Y LA OMEGA