viernes, 21 de mayo de 2010

Atomizar, parece ser una practica rentable

Primero fueron los partidos políticos mediante aquello de la “transversalidad”, luego fueron los sindicatos, las obras sociales, y por último, después de las controversias con el campo, los medios de difusión. Es como que, atomizar, curubicar, desmembrar o dividir las cosas en muchas partes, políticamente paga bien.

La atomización de los partidos políticos que logra el kirschnerismo, da buenos resultados cuando, a pesar de haber perdido su mayoría parlamentaria, la oposición ha quedado tan dividida que le permite ejercer presiones sobre aquellas partes –que aun siendo muy minoritarias- le posibilitan ganar posiciones dentro del Congreso.

Con el espectro radioeléctrico de frecuencias de radiodifusión pasa algo muy parecido. El gobierno dice que el pluralismo debe expresarse a través de la mayor cantidad de medios que sean posibles de instalar, y que estos deben ser autorizados a todo tipo de entidad, de empresa o al propio Estado Nacional. Sin embargo, cualquier entendido en comunicación social, sabe que la saturación de información, en realidad desinforma, y que la atomización del espectro (más emisoras chicas, que grandes) impide acceder a la información amplia y general y sólo permite la información del ámbito local.

Y seguramente, para los gobiernos debe ser más conveniente que la ciudadanía esté solamente informada de lo que pasa a su acotado alrededor, que a ésta le lleguen todas las noticias que se producen más allá de sus alcances.

Por otra parte, que cada sector posea su propia emisora sólo contribuiría a la polarización de las opiniones, cosa rotundamente contraria al criterio de pluralidad. Esa, también es una forma de atomizar la audiencia para que cada parte sólo se escuche a sí misma y no conozca lo que piensa o dice la otra.

Y, en nuestro país todo lo que pasa se parece a otras cosas que ya ocurrieron en el pasado y sobre las cuales la ciudadanía –imposibilitada de impedirlas- no tiene más remedio que ser una sometida espectadora de las consecuencias.

La atomización –en estos casos- se produce dentro la misma sociedad; por ejemplo: la contaminación del Riachuelo separa a la gente entre sanos y enfermos; la contaminación del espectro radioeléctrico por causa de su atomización, incomunicaría a los argentinos, y como estos, muchos ejemplos más podrían ser señalados para advertir que existe una estrategia que consiste en “atomizar” para gobernar.

Conductas –históricamente- repetidas que conducen de manera irremediable a las mismas consecuencias.

Pero, parece que, atomizar, dividir, curubicar o desmembrar, resulta ser rentable para las apetencias políticas. Mientras esto no cambie, tampoco cambiará nuestro destino como país.

No se trata –específicamente- del peligro que estaría corriendo la libertad de expresión, sino, de la posibilidad de que se quiera dominar la orientación de la información. Es sólo para pensar.

Edgardo Molo
Asesor Técnico Legal
Especialista en Radiodifusión

domingo, 16 de mayo de 2010

Wojtyla el musical: El amor es más fuerte

Era esperable encontrarse con semejante obra musical si estaba de por medio alguien que hace más de veinte años está trabajando en los medios de comunicación. Hablo de “Wotjyla, el musical” y la mano de Héctor “Tito” Garabal haciendo una nueva incursión en la producción teatral.

Quien les escribe no encuentra las palabras justas para hacer un comentario apropiado debido a no ser un especialista en este arte de las tablas. No obstante, intentaré contar lo experimentado en mi corazón antes que una opinión técnica sobre la obra presentada.

Este musical refleja como pudo haber sido el Papa Juan Pablo II en su juventud expresándose toda la fuerza, la frescura, la elocuencia y los diferentes carismas que como un crisol brillaban en el espíritu del joven Lolek.

Hay una brillante actuación del joven actor Andrés Bagg dando vida a ese personaje que encarna a un “polaco” pregonando siempre que “con la palabra se podría cambiar el mundo”. Andrés logra encarnar a un Wojtyla con todos sus carismas y nos lleva de la mano a recorrer los momentos más importantes de la vida del joven Karol y que fueron forjando su personalidad. En esta maravillosa obra, podemos observar la intachable amistad de Wojtyla con Jurek Kluger, de descendencia judía, personaje interpretado por Chacho Gabaral.

Se destacan momentos de mucha tensión como la ocupación Nazi en Polonia, la decisión de Jurek de querer formar parte de la resistencia, tomando las armas y la figura de Lolek tratando de convencer a su amigo que solo las palabras y el amor vencerán al odio, cerrando con una promesa de dos los amigos de volver a encontrarse algún día.

A lo largo de la obra vamos viendo como se va presentando el llamado de Dios en Karol modelando su vocación al sacerdocio, el nombramiento como obispo auxiliar de Cracovia primero y cardenal después, hasta llegar a su elección como pontífice. Al finalizar la obra tiene lugar el reencuentro de alta emotividad con su amigo Jurek, para cumplir aquella promesa hecha cuando eran jóvenes.

La música original es una excelente y cuidada obra de Ángel Mahler quien hace escuchar al público un verdadero canto a la vida. En tanto, la producción general es de James Murray y las espléndidas coreografías son de Natalia Mezzera. Debo destacar que Marcelo Kotliar y Chacho Garabal, creadores del libro y las letras, no dejaron escapar ningún detalle. Con el gesto superlativo en la escena del saludo entre el flamante Juan Pablo II y el Cardenal Stefan Wyszynski, primado de Polonia.

A modo de síntesis cabe decir que esta obra es un canto a la vida, al amor, a la esperanza, a la amistad y a permanecer firmes en la lucha por encontrar las “claves para un mundo mejor”. Decir que la recomiendo y que no se la pierdan es poco, al punto de advertir que sería un pecado mortal no ir a disfrutar de esta obra maestra que nos devolvió, aunque sea por un ratito a Karol Józef Wojtyla… al entrañable Juan Pablo II.

Alfredo Musante
Director Responsable
Programa radial
EL ALFA Y LA OMEGA
http://www.elalfaylaomega-elprograma.blogspot.com/

miércoles, 12 de mayo de 2010

¿Que entendemos por Matrimonio?

Martes 11.05.2010
Editorial - Programa Nº 440
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En la editorial que me toca desarrollar aquí en el programa voy a plantear un tema muy polémico y es la del proyecto de ley sobre matrimonio entre personas del mismo sexo: pero quisiera que explicar que entendemos por Matrimonio:

La palabra matrimonio como denominación de la institución social y jurídica deriva de la práctica y del Derecho Romano. El origen etimológico del término es la expresión "matri-monium", es decir, el derecho que adquiere la mujer que lo contrae para poder ser madre dentro de la legalidad.

La concepción romana tiene su fundamento en la idea de que la posibilidad que la naturaleza da a la mujer de ser madre quedaba subordinada a la exigencia de un marido al que ella quedaría sujeta al salir de la tutela de su padre y de que sus hijos tendrían así un padre legítimo al que estarían sometidos hasta su plena capacidad legal: es la figura del pater familias.

La forma tradicional de matrimonio es entre un hombre y una mujer, con la finalidad de constituir una familia. Esa definición ortodoxa ha sido cuestionada, de una parte, porque se ha otorgado reconocimiento a las uniones entre un hombre y una mujer con finalidades prácticamente idénticas al matrimonio, pero que adoptan formas y denominaciones distintas. Por otro lado, el desarrollo de nuevos modelos de familia (parejas no casadas con hijos, madres solteras), han desvinculado la función reproductiva del matrimonio. Finalmente, en varios países y estados se ha producido una ampliación de derechos que ha dado reconocimiento al matrimonio entre personas del mismo sexo.

El matrimonio es una institución social que crea un vínculo conyugal entre sus miembros. Este lazo es reconocido socialmente, ya sea por medio de disposiciones jurídicas o por la vía de los usos y costumbres. El matrimonio establece entre los cónyuges —y en muchos casos también entre las familias de origen de éstos— una serie de obligaciones y derechos que también son fijados por el derecho, que varían, dependiendo de cada sociedad.

Desde el punto de vista del derecho occidental, el matrimonio constituye una unión de dos personas que tiene por finalidad constituir una familia. Hasta hace pocos años se consideraba un elemento esencial de la definición el hecho que ambos contrayentes debían ser de sexo opuesto, pero en el último tiempo este elemento ha sido objeto de moderaciones debido a la introducción, por algunos ordenamientos, del matrimonio entre personas del mismo sexo.

En las sociedades de influencia occidental suele distinguirse entre matrimonio religioso y matrimonio civil, siendo el primero una institución cultural derivada de los preceptos de una religión, y el segundo una forma jurídica que implica un reconocimiento y un conjunto de deberes y derechos legal y culturalmente definidos.

Para el cristianismo, el origen del matrimonio entre una pareja no es sólo cultural, sino que procede de la misma naturaleza humana en cuanto que (como dice el libro del Génesis (1-27) “Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer”. El matrimonio sería, por tanto, una institución y no un producto cultural cuyas principales características -unidad, indisolubilidad y apertura a la vida- vendrían definidas por la propia naturaleza del concepto católico de amor entre hombre y mujer, que exige a los esposos o cónyuges amarse el uno al otro para siempre y que alcanza su mayor expresión en la procreación.

Las características generales de la institución del matrimonio incluidas en algunos ordenamientos jurídicos son la dualidad, la heterosexualidad y el contenido en cuanto a derechos y deberes. A partir del siglo XX, en las sociedades de influencia occidental y procedente del liberalismo se recoge también el principio de igualdad, con un peso creciente en las regulaciones derivadas.

La dualidad del matrimonio es el principio por el que la institución está prevista, en principio, para unir a dos personas y vincularlas para su convivencia y procreación. En algunos ordenamientos (en especial los de base islámica) se que reconoce la posibilidad de que un hombre contraiga matrimonio con más de una mujer. Pero incluso en este caso la institución vincula a una persona con otra, pues las diversas mujeres que un musulmán pueda tener no están unidas, en principio, por ningún nexo matrimonial ni tienen derechos y obligaciones entre sí.

Tradicionalmente el matrimonio exige la pertenencia de cada contrayente a uno de ambos sexos, de manera que un hombre y una mujer son los únicos que, en principio, pueden contraer matrimonio. Este principio está siendo modificado en algunos países en favor del principio de igualdad, a fin de reconocer la paridad de derechos y obligaciones entre hombre y mujer y extender los beneficios que implica la institución del matrimonio a parejas formadas por personas del mismo sexo (matrimonio homosexual), lógicamente ya que hay parejas heterosexuales que se casan y tampoco tienen hijos.

El contenido en cuanto a derechos y deberes de los cónyuges varía en función del ordenamiento jurídico de cada país, pero por lo general todos les imponen la obligación de vivir juntos y guardarse fidelidad, de socorrerse mutuamente, de contribuir al levantamiento de las cargas familiares y de ejercer conjuntamente la potestad doméstica y la patria potestad sobre los hijos, que se presumen comunes salvo prueba en contrario. Las singularidades del contenido del matrimonio en cuanto a derechos y deberes de los cónyuges derivan en cada país de su propia concepción cultural de la institución, que ha dado forma a la misma en su legislación positiva y en su práctica jurídica.

En síntesis: cuando hablamos de matrimonio homosexual, se pone en juego la familia. Es importante conocer que el 96,5% de los países no tienen matrimonio para homosexuales. Es decir, de 198 países existentes, sólo 7 lo aceptan en su normativa (Canadá, Suecia, Noruega, Sudáfrica, España, Bélgica y Holanda).

Hoy en día los tratados universales de Derechos Humanos expresan el carácter de derecho fundamental el acceso al matrimonio sólo entre un varón y una mujer. Igualar hoy el matrimonio para personas del mismo sexo representaría producir una falta de sintonía entre la legislación y la manera en que vive y piensa la mayor parte de los ciudadanos, no solo de la Argentina, sino también del mundo. Todos los ciudadanos tienen derecho a ser respetados en la diversidad, en el estilo de vida que elijan para si mismos. Sin embargo, como plantea la Diputada Nacional Cyntia Hotton: “creo y considero que no es el matrimonio, con su historia, su identidad y su normativa legal, la institución para equiparar jurídicamente con las uniones homosexuales. Esto es promover en las nuevas generaciones una concepción errónea de la sexualidad y del matrimonio”.

Por otro lado, el derecho reclamado por los homosexuales a adoptar niños responde al deseo de ser padres y no a las necesidades de los menores de tener las figuras de padre y madre que ayuden en su desarrollo psicosexual. El niño que es adoptado ya viene con problemas. Si lo damos en adopción a un papá y un papá, no le doy derecho a una mamá. La ley protege al matrimonio entre un hombre y una mujer, lo resguarda por su fin social de procreación. Defender al matrimonio y mantenerlo como institución no quiere decir que se esté discriminando. Tiene que tener distinto nombre, no son comparables, ni legalmente puede tener el mismo término. Respecto al derecho de adopción que reclaman, ello es bregar por su propio interés y no por el interés superior del niño.

Son signos de que debemos estar atentos ante los nuevos desafíos que se nos presentan en este siglo XXI, en este Continente de la Esperanza y quisiera cerrar mi editorial con lo que nos exhorta Pablo en su carta a los cristianos de Tesalónica: “Pero ustedes, hermanos, no viven en las tinieblas para que ese Día los sorprenda como un ladrón: todos ustedes son hijos de la luz, hijos del día. Nosotros no pertenecemos a la noche ni a las tinieblas. No nos durmamos, entonces, como hacen los otros: permanezcamos despiertos y seamos sobrios. Los que duermen lo hacen de noche, y también los que se emborrachan. Nosotros, por el contrario, seamos sobrios, ya que pertenecemos al día: revistámonos con la coraza de la fe y del amor, y cubrámonos con el casco de la esperanza de la salvación. Porque Dios no nos destinó para la ira, sino para adquirir la salvación por nuestro Señor Jesucristo, que murió por nosotros, a fin de que, velando o durmiendo, vivamos unidos a él”. (1º Tes. 5, 4-9)

Alfredo Musante
Director Responsable
Programa Radial
EL ALFA Y LA OMEGA