PROGRAMA Nº 1164 | 27.03.2024

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¿Qué es EVANGELIZAR?

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Evangelizar quiere decir: enseñar el arte de vivir. Jesús dice al comenzar su vida pública: Él me ha ungido para llevar las buenas nuevas a los pobres (Lc 4, 18); y esto quiere decir: Yo tengo las respuestas a las preguntas fundamentales. Por este motivo tenemos necesidad de una nueva evangelización.

Gran parte de la humanidad de hoy en día, no encuentra en la evangelización permanente de la Iglesia una respuesta que convenza a la pregunta: ¿Cómo vivir? El Evangelio está hecho para todos y no sólo para un sector determinado de personas, por esto estamos obligados a buscar nuevas vías para llevar el Evangelio a todos.

Sin embargo, aquí se esconde la tentación de la impaciencia, de buscar inmediatamente el gran éxito, de buscar los grandes números. Y este no es el método de Dios. Para el reino de Dios y, de esta manera, para la evangelización, instrumento y vehículo del reino de Dios, siempre es válida la parábola del grano de mostaza (Cf. Mc 4, 31 - 32). Nueva evangelización no podría significar atraer inmediatamente con nuevos y más refinados métodos a las grandes masas alejadas de la Iglesia. No es esta la promesa de la nueva evangelización.

Es cierto que debemos utilizar razonablemente los métodos modernos para hacernos escuchar - o mejor dicho: hacer accesible y comprensible la voz del Señor... No es que busquemos ser escuchados nosotros - no queremos aumentar el poder y la extensión de nuestras instituciones, sino queremos servir al bien de las personas y de la humanidad dando espacio a Aquél que es la Vida.

Todos los métodos razonables y moralmente aceptables deben ser estudiados - es un deber utilizar estas posibilidades de la comunicación. Pero las palabras y todo el arte de la comunicación no pueden ganar a la persona humana en esa profundidad, a la que debe llegar el Evangelio.

Jesús predicaba durante el día y de noche rezaba - pero esto no es todo. Su vida entera fue - como lo muestra el Evangelio de Lucas - un camino hacia la cruz, una ascensión hacia Jerusalén. Jesús no ha redimido el mundo con bellas palabras, sino con su sufrimiento y con su muerte. Es ésta, su pasión, la fuente inagotable de vida por el mundo; la pasión da fuerza a su palabra.

En relación a los contenidos de la nueva evangelización, antes que nada se debe tener presente que no se puede obviar el Antiguo del Nuevo Testamento. El contenido fundamental del Antiguo Testamento está resumido en el mensaje de Juan Bautista: ¡Conviértanse! No hay acceso a Jesús sin el Bautista; no hay posibilidad de alcanzar a Jesús sin dar respuesta al llamado del precursor.

Dios no puede hacerse conocido sólo con las palabras. No se conoce una persona si se sabe de esta persona sólo a través de otra. Anunciar a Dios es introducir en la relación con Dios: enseñar a rezar. La oración es fe en acto. Y sólo en la experiencia de la vida con Dios aparece también la evidencia de su existencia.

Hablar de Dios y hablar con Dios siempre deben marchar conjuntamente. El anuncio de Dios es guía para la comunión con Dios en la comunión fraterna, fundada y vivificada por Cristo. Por esto la liturgia no es un tema junto a la predicación del Dios viviente, sino la puesta en práctica de nuestra relación con Dios. Si me permiten me gustaría hacer una observación general sobre la cuestión litúrgica.

Muchas veces en nuestras Iglesias el modo de celebrar la liturgia es demasiado racionalista. La liturgia se vuelve enseñanza, cuyo criterio es: hacerse entender - la consecuencia es con frecuencia hacer banal el misterio, la preponderancia de nuestras palabras, la repetición de la fraseología que parece más accesible y más agradable a la gente. Pero esto es un error no solamente teológico, sino también psicológico y pastoral.

Hoy la sociedad y por añadidura el hombre que en ella vive, una fuerte penetración de modas y estilos de vida, el esoterismo, las ciencias ocultas, la difusión de técnicas asiáticas de distensión y de auto-vaciamiento demuestran que en nuestras liturgias falta algo. Justamente en nuestro mundo actual tenemos necesidad del silencio, del misterio por encima del individuo, de la belleza.

Un último elemento central de toda evangelización verdadera es la vida eterna. Actualmente debemos con nueva fuerza anunciar en la vida diaria nuestra fe. Quisiera mencionar aquí solamente un aspecto muchas veces descuidado de la predicación de Jesús: El anuncio del Reino de Dios es anuncio del Dios presente, del Dios que nos conoce y nos escucha; del Dios que entra en la historia para hacer justicia.

Esta predicación es, por lo tanto, anuncio del juicio, anuncio de nuestra responsabilidad. El hombre no puede hacer o no hacer lo que quiere. Él será juzgado. Él debe dar cuenta de sus actos. Esta certeza tiene valor para los poderosos así como para los humildes. Donde ésta sea respetada, están trazados los límites de todo poder de este mundo. Dios hace justicia y sólo Él puede hacerlo al final de cuentas.

En síntesis:
Las injusticias del mundo no son la última palabra de la historia. Hay justicia. Sólo quien no quiere que haya justicia puede oponerse a esta verdad. Si tomamos en serio el juicio y la seriedad de la responsabilidad que nos implica, comprenderemos bien el otro aspecto de este anuncio, es decir, la redención, el hecho que Jesús en la cruz asume nuestros pecados; que Dios mismo en la pasión del Hijo se hace abogado de nosotros, pecadores, haciendo así posible la penitencia, dando esperanza al pecador arrepentido.

La bondad de Dios es infinita, de esta manera volvemos a nuestro punto de partida: DIOS. Si consideramos bien el mensaje cristiano, no hablamos de muchas cosas. El mensaje cristiano es en realidad muy simple. Hablemos de Dios y del hombre, y así decimos todo.

Alfredo Musante
Director Responsable
Programa Radial
EL ALFA Y LA OMEGA

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