miércoles, 14 de diciembre de 2011

¿Qué es el Vudú?


El vudú es una religión que se originó a partir de las creencias que poseían los pueblos que fueron trasladados como esclavos desde el África Occidental, del contacto de estas creencias con el catolicismo, propia de los esclavistas y es posible que esté influido parcialmente por supervivencias del politeísmo céltico. Se trata de una variante teísta de un sistema animista, provisto de un fuerte componente mágico. Por su vinculación directa con la cosmología y los sistemas de creencias neolíticos, su estudio resulta de gran interés en el campo de la paleoantropología. El vudú se cuenta entre las religiones más antiguas del mundo, entre el politeísmo y el monoteísmo.

El tráfico de esclavos hacia América produjo un fuerte fenómeno de sincretismo entre esta compleja y bien esquematizada religión y las creencias cristianas de los esclavistas, así como con las religiones nativas de los lugares adonde se transportó a los esclavos. De aquí surgiría el vudú haitiano y un gran número de derivativos: la Regla de Ocha o Santería en Cuba, la Santería en República Dominicana, el Candomblé, la Umbanda y Kimbanda en Brasil, así como las manifestaciones africanistas en Puerto Rico y los demás países del área del Caribe, etcétera. Algunos de estos derivativos han llegado a Europa en décadas recientes, sobre todo de la mano de emigrantes retornados.

El vudú en América

Es un nítido ejemplo de evolución sincrética entre esta religiosidad teísta-animista, las creencias cristianas de los esclavistas y religiones locales de pueblos como los Taínos, que se inició cuando muchos africanos del Golfo de Guinea fueron utilizados como esclavos en Haití y otros lugares del Caribe. El vudú también se encuentra muy extendido en regiones tradicionalmente esclavistas de Estados Unidos hasta la abolición, especialmente en Nueva Orléans.

En Haití es notable la utilización como religión oficial de Haití por parte del gobierno de los Duvalier para reforzar poder de su gobierno, dada la popularidad de esta creencia e incluso su importancia en la historia del país, en tanto que se suele considerar como uno de los antecedentes de la Revolución Haitiana.

En sus principios careció de un clero y de ritos regulares establecidos, debido a que fue una religión perseguida por sus propietarios esclavistas, que los obligaban a convertirse al cristianismo.

Del vudú americano se derivan otras religiones como la santería, muy extendida en Cuba de naturaleza aún más mistificada por las corrientes cristianas, o la Umbanda Brasil. La santería —una de las máximas expresiones sincréticas del mundo— usa símbolos y santos cristianos, que dan imagen y representan loas y ritos anteriores, similares a los del vudú. Lo mismo sucede en la República Dominicana donde la Santería toma las figuras del cristianismo para representar sus loas.

El vudú ha sido un fuerte referente para la cultura popular, debido a la atribuida capacidad de los bokor para resucitar a los muertos y hacerlos trabajar en su provecho (zombis), así como la de provocar la muerte a voluntad. De igual interés popular han resultado otros elementos folclóricos como los muñecos de vudú, que son una especie de pequeños fetiches con forma humanoide fabricados con diversos materiales, los cuales se cree que están vinculados al espíritu de una determinada persona. Es frecuente encontrar referencias en la literatura o en el cine en el que estos fetiches se usan en rituales de magia negra, en los cuales se clavan agujas al muñeco en algún lugar del cuerpo o se le aplica algún tipo de martirio, y así la persona vinculada sufrirá algún mal o una maldición. Existe una amplia literatura y filmografía al respecto, que frecuentemente tiende a deformar y demonizar este conjunto de prácticas religiosas.

La palabra vudú se deletrea de varias formas vodun, vaudin, voudoun, vodou, y vaudoux. Es una antigua religión practicada por 80 millones de personas a través del mundo y sigue en crecimiento. Con la innumerable cantidad de deidades del vudú, posesiones demoníacas, sacrificios de animales (sacrificios humanos en el Petro – una forma de magia negra en el vudú); los practicantes del vudú no entienden por qué su religión puede ser tan malinterpretada.

Los rituales del vudú son elaborados, empapados en lenguajes secretos, bailes durante posesiones demoníacas, y dietas especiales para los sacerdotes y sacerdotisas del vudú. Se cree que los muertos ancestrales andan entre los vivos durante sus bailes encapuchados y que tocar a la persona que está bailando durante el trance puede ser tan peligroso que provoque la muerte del ofensor.

Existe la compra venta de talismanes usados como fetiches. Estos pueden ser estatuas representando a los dioses del vudú, cabezas de animales disecadas y otras partes corporales. Se venden como medicina y también por los poderes espirituales que se cree que poseen. Los participantes del lado oscuro del vudú lo usan para invocar espíritus malignos y enviar hechizos a sus adversarios.

Tanto mujeres como hombres pueden ser sacerdotes de vudú. Existen etapas de iniciación para entrar en los deberes sacerdotales. Sus funciones principales son: sanidades, rituales, ceremonias religiosas para invocar o pacificar espíritus, llevar a cabo iniciaciones para los nuevos sacerdotes y sacerdotisas, leer la fortuna, leer sueños, enviar hechizos, invocar protección y crear pociones con varios propósitos. Estas pociones tienen variados propósitos desde hechizos de amor hasta hechizos de muerte; todo por un jugoso precio, por supuesto.

Existen artículos claves en los rituales del vudú. El área de influencia geográfica del sacerdote se conoce como la parroquia. Una variedad de artículos eclécticos cubren el altar en el templo o “hounfort”; el peristilo es un lugar abierto techado donde las ceremonias del vudú se llevan a cabo. Los artículos en el altar pueden ser usados en rituales que incluyen objetos que tienen significado simbólico: velas, alimentos, dinero, amuletos, collares rituales, maracas ceremoniales, fotos o láminas de santos católicos, botellas de ron, campanas, banderas, tambores, piedras sagradas y cuchillos.

Las creencias del vudú reconocen la existencia de un Ser Supremo quién creó el universo pero que está demasiado lejos para tener una relación personal con sus adoradores. Por lo tanto, los seguidores de esta secta siguen al “loa” o deidades menores para obtener guía para sus vidas. El loa son los espíritus de los ancestros, animales, fuerzas naturales y espíritus del bien y del mal.

Cuando comparamos el cristianismo y el vudú, la diferencia más aparente es que los cristianos no tienen que llevar a cabo rituales elaborados para apaciguar a Dios. Los cristianos creen que Dios, en Su misericordia, envió a Su Hijo Jesús para llevar a efecto cualquier sacrificio necesario para aplastar el mal y levantar la bondad de Dios. Aquellos que adoran a Dios tienen una relación cercana con Él. El es más cercano a nosotros que un hermano.

Dios nos dice a través de su Palabra que evitemos las adivinaciones, la lectura de la fortuna, y la hechicería (1 Samuel 15:22; 2 Crónicas 33:6, 2 Reyes 9:22; Miqueas 5:12; Nahúm 3:4; Gálatas 5:19-21). Esto es para protegernos del padre de las mentiras, el diablo, (Juan 8:44). Cristo ya pagó el precio que le dio la victoria sobre la muerte y los malos espíritus. Los seguidores del vudú deben invocar hechizos para apaciguar espíritus enojados. Los cristianos sólo tienen que susurrar el nombre de Jesús (1 Corintios 15:54-57; 1 Juan 5:4-5).

El hombre: un mal administrador de la creación

En algunas escenas culturales y científicas europeas va extendiéndose cada vez más la conciencia de que la crisis ecológica y la crisis de la sociedad pueden ser atajadas únicamente desde la intervención de una ética que sea capaz de dialogar e incluso de controlar, en algunos casos con la expresión de la ley, los programas económicos y científicos con el fin de humanizar la población.

La ecología, entendida no sólo como ciencia sino también como resultado de la acción del hombre, pasa hoy por momentos de crisis. Las relaciones del hombre de hoy han llegado a interplanetarizarse de manera que han de ser estudiadas desde el ámbito de la globalización. El hombre vive con la conciencia de ser “habitante” de una “aldea global”, donde los medios de comunicación son el “areópago moderno”, que en un instante nos posibilitan la relación con los más lejanos y el conocimiento de lo trascendente, aunque con el peligro de parcializarlo.

El reconocimiento de la sociedad ideal como aquella que no favorece el consumismo de los recursos no-renovables. Es importante situar el comportamiento humano frente a las cosas, a los animales y a la naturaleza. El hombre obra bien si lo hace según su propio ser, su propia naturaleza y desde su puesto como ser inteligente y libre.

El hombre además es un ser-con-las-cosas y con-los-vivientes. Se define como ser respecto a la naturaleza, con ella y para ella. Es un ser con-los-demás. El hombre es un ser diverso, es una persona, es superior a los animales y a las cosas ya que puede perfeccionar, destruir y fabricar otras realidades. Siendo él mismo, sólo lo podrá hacer en el ámbito de un desarrollo armónico de todo el hombre y de todos los hombres. El hombre sabe lo que es por la razón y la conciencia.

Las referencias a la creación del mundo y del hombre por la acción divina aparecen sobre todo en el primer capítulo del Génesis (Gen. 1, 1-31). Ante las obras nacidas de la voluntad creadora, Dios se siente complacido y expresa su satisfacción seis veces, pues ve que son buenas y conformes a su designio. Dios pone fin a su trabajo creador con su descanso del séptimo día, el cual no significa que Dios haya entrado en un estado de quietud pasiva, desinteresado de la suerte de nuestro mundo, sino más bien indica su señorío sobre las cosas y sobre el tiempo.

A la luz del relato del Génesis aparece claro que el trabajo es anterior al pecado. Ya antes de la caída, Adán y Eva habían recibido el mandato de trabajar y de cuidar del Edén y de no haber existido aquella caída, sus descendientes habrían tenido que trabajar como ellos. Pero este trabajo habría sido muy distinto del actual. El libro del Génesis, por otra parte, nos enseña que la penosidad del trabajo, lo mismo que el sufrimiento, tiene su raíz teológica y antropológica en el misterio del pecado (Gn.3, 17-19). Entre el trabajo de antes del pecado original y el del después hay una gran diferencia: el trabajo de antes no era penoso, sino agradable; el de después se convierte en una cruz que el hombre tiene que llevar.

El trabajo de Jesús era divino y humano a la vez. Desde un ángulo teológico, tenía un valor infinito. Nos redimió tanto cuando trabajaba de carpintero como cuando derramaba su sangre en la Cruz. El trabajo que encallecía sus manos y cubría de sudor su frente era instrumento de nuestra salvación.

El hombre recibió el encargo de "dominar la tierra". Es preciso "despenalizar" el trabajo. Este no es considerado en la Sagrada Escritura como castigo del pecado. Antes de la narración del pecado, los primeros Padres trabajaban y recibían el encargo de multiplicarse y extenderse por la tierra.

El problema afecta al mundo del trabajo. Hoy vivimos preocupados por la productividad pero también por el desarrollo integral y por el descanso. Tenemos presente aquella enseñanza del Concilio que “la finalidad fundamental de la producción no es el mero crecimiento de los productos, ni el beneficio, ni el poder, sino el servicio del hombre, del hombre integral. Teniendo en cuenta sus necesidades materiales y las exigencias intelectuales, morales, espirituales y religiosas de todo hombre, decimos de todo grupo de hombres, sin distinción de raza y continente. De esta forma a actividad económica debe ejercerse, siguiendo sus métodos y leyes propias, dentro del ámbito del orden moral, para que se cumplan así los designios de Dios sobre el hombre” (GS 64).

Nos encontramos hoy ante una sociedad industrial que instrumentaliza el sector primario y la misma naturaleza que en el ámbito económico se caracteriza por una agresividad expansiva. La forma como aparecen estos rasgos deja al mundo sin futuro y aumenta el sentimiento de impotencia entre los ciudadanos. Este mundo sin futuro viene dado por la ley de la competencia y de la ley del más fuerte que produce entre otros efectos negativos el paro. Hoy, el mercado tiene visos de globalidad y concentración. De globalidad, porque todo movimiento económico alcanza a toda la humanidad y afecta a la misma naturaleza. De concentración, porque el motor de la globalización está en manos de unos pocos.

Así podemos ir ya sufriendo el agotamiento de las reservas de petróleo; la expansión de la capa de ozono, deteriorada por las emisiones de diversos gases; los océanos se han convertido en unos enormes vertederos, incluso de materiales radiactivos, que habrá que vigilar en los próximos 5.000 años o incluso más; la superficie arbolada disminuye.

En síntesis:
Después de este panorama que he tratado de presentar, aquí es donde yo creo que tenemos que poner nuestro énfasis, en defender el derecho de todos los hombres a vivir dignamente y eso es sólo posible si se produce un cambio de mentalidad que consiga hacer que el hombre piense que es más importante ser que tener, que su felicidad es compartir con todos los recursos de la Tierra, que ésta está amenazada y es necesario quererla y cuidarla y que sólo si el hombre, en compañía de los demás hombres se siente compenetrado con los demás seres de la creación, será posible seguir habitando en un planeta que está al límite de sus recursos.

Para terminar me viene a la memoria la parábola del rico Epulón y Lázaro el mendigo y de lo único que me entran ganas es de pedir perdón a Dios por mi riqueza, por mi abundancia, por mi falta de solidaridad. No puedo por menos pensar que queda mucho camino que recorrer para que sean verdad las palabras de Jesús, “Padre, que sean uno”

Alfredo Musante
Director Responsable
Programa Radial
EL ALFA Y LA OMEGA