Se
llama cátedra al sillón en que se
sienta el obispo en los oficios litúrgicos. A lo largo de la historia, también
han recibido el nombre de cátedras los confesionarios, las sillas de coro y los
púlpitos. Se han encontrado ya cátedras episcopales en las catacumbas y se
encuentran en el testero de los cubículum
talladas en la misma roca y teniendo forma de sillón de brazos con respaldo. En
las primeras basílicas y durante la época románica estuvo la cátedra en el
fondo del ábside o de la capilla mayor levantada sobre el suelo con gradas.
Ostentaba rica ornamentación formada con relieves cuando la silla era de mármol
añadiéndose incrustaciones de marfil si constaba de madera.
De
este tipo es la cátedra del Papa en
la Archibasílica de San Juan de Letrán en Roma. Al trasladarse el coro al medio
de la catedral, se trasladó igualmente la cátedra del obispo aunque también se
situara en el presbiterio. Desde el siglo XIV, la cubre un dosel de respeto.
Del baldaquino o palio como trono de los obispos habla Inocencio III como
ornamento litúrgico usado en su siglo XII. Con funciones y honores de cátedras
se han dado también sillones movibles dispuestos unos a modo de sillas curules
romanas o sillas de tijera. De esta última clase es la cátedra de San Pedro que
se venera en la basílica del Vaticano dentro de un monumento en forma de enorme
trono, en el ábside, y que la leyenda dice que regaló a San Pedro el senador
Prudente. Otros eran sillas gestatorias con anillas laterales por donde pasaban
unos fuertes barrotes horizontalmente para llevarlas sobre los hombros. De la
forma curul es la silla de San Ramón, obispo de Barbastro que se guarda en la
antigua catedral de Roda.
Los
confesionarios pueden contarse dentro de las cátedras toda vez que antes del
siglo XVI se reducían a un simple sillón con respaldo alto. La invención de la
forma que tienen ahora puede atribuirse a los Padres de la Compañía de Jesús.
En las catacumbas hubo confesionarios idénticos a las cátedras episcopales pues
no otra cosa parece que fueran los sillones sin forma presidencial situados en
algunas criptas sobre todo los del cubículum
del cementerio de Santa Inés.
La
Cátedra de San Pedro (en latín:
Cathedra Petri) es un trono de madera que la leyenda medieval identifica con la
cátedra de obispo perteneciente a San Pedro como primer obispo de Roma y Papa. La
cátedra que actualmente se conserva fue donada por Carlos el Calvo al Papa Juan
VIII en el siglo IX, con motivo de su viaje a Roma para su coronación como
emperador romano de occidente. Este trono se conserva como una reliquia en la
Basílica de San Pedro de Roma, en una magnífica composición barroca, obra de
Gian Lorenzo Bernini construida entre 1656 y 1665.
La
obra de Bernini se encuentra en el presbiterio de la Basílica de San Pedro,
enmarcada por pilastras. En el centro se sitúa el trono de bronce dorado, en
cuyo interior se encuentra la silla de madera y que se decora con un relieve
representando la «traditio clavum» o «entrega
de llaves». El trono se apoya sobre cuatro grandes estatuas, también en
bronce, que representan a cuatro doctores de la Iglesia, en primer plano San
Agustín y San Ambrosio, para la Iglesia latina, y San Atanasio y San Juan
Crisóstomo, para la Iglesia oriental. Por encima del trono aparece un sol de
alabastro decorado con estuco dorado rodeado de ángeles que enmarca una
vidriera en la que está representada una paloma de 162 cm de envergadura,
símbolo del Espíritu Santo. Es la única vidriera coloreada de toda la Basílica
de San Pedro.
La
Cátedra de San Pedro es también
símbolo de la doctrina católica sobre la sucesión y la autoridad del
episcopado, fundamentada en el mandato de Cristo a San Pedro y a sus sucesores
romanos.