El
beso es uno de los gestos más universalmente utilizados en nuestra vida social.
También en la liturgia, más veces de las que a primera vista parece, besamos a
las personas o a los objetos sagrados, aunque la reforma litúrgica haya
suprimido algunos besos redundantes.
En
casi todos los sacramentos se besa a las personas como signo de lo que quieren
comunicar eficazmente. Respecto al beso de objetos sagrados, son el altar y el
libro de los Evangelios los que más expresivamente reciben este símbolo de
aprecio "según la costumbre
tradicional en la liturgia, la veneración del altar y del libro de los
Evangelios se expresa con el beso".
Al
comienzo de la Eucaristía se usa el beso como signo de veneración al altar. Es
costumbre antiquísima en la liturgia cristiana: al menos desde el siglo IV. Su
sentido es expresar simbólicamente el aprecio que se tiene a la "mesa del Señor", la mesa en
la que va a realizarse la Eucaristía y donde vamos a ser invitados a participar
del Cuerpo y Sangre del Señor.
Es
como un saludo simbólico, hecho de fe y de respeto, al comenzar la celebración.
Con el correr de los siglos se habían añadido demasiados besos al altar. Actualmente
han quedado sólo dos:
-
el del comienzo de la celebración, que es el más antiguo, y que realizan no
sólo el presidente, sino también el diácono y todos los concelebrantes.
-
y el de despedida, que da sólo el presidente y el diácono, y no los
concelebrantes.
También
se besa el Evangelario. El que proclama la lectura del Evangelio, besa al final
el libro. Al hacerlo el sacerdote dice en voz baja: "Las palabras del Evangelio borren nuestros pecados". Esta
frase expresa el deseo de que la Palabra evangélica ejerza su fuerza salvadora
perdonando nuestros pecados. Besar el Evangelio es un gesto de fe en la
presencia de Cristo que se nos comunica como la Palabra verdadera.
Si
preside el obispo se le llevará para que también éste lo bese. El beso al
Evangelario se inserta dentro de una serie de acciones simbólicas en torno al
Evangelio: escucharlo de pie, reservarlo al ministro ordenado, hacer al
principio la señal de la cruz, incensarlo, etc.
El
beso de paz antes de la comunión es uno de los modos de realizar este gesto, se
puede dar con una simple inclinación de cabeza, o con un apretón de manos, pero
sobre todo en grupos más reducidos, o entre familiares, o en una comunidad
religiosa, es más expresivo el beso. El "ósculo
de paz", como se llamaba en los primeros siglos, es algo más que un
saludo o un signo de amistad. Es un deseo de unidad, una oración, un acto de fe
en la presencia de Cristo y en la comunión que Él construye, un compromiso de
fraternidad antes de acudir a la Mesa del Señor.
El
beso a la Cruz es también frecuente. El Viernes Santo ha quedado un beso lleno
de sentido: el que damos a la Cruz en el rito de su adoración. También besa la
Cruz el obispo, en la recepción en su Iglesia Catedral o al comienzo de la
visita pastoral en una parroquia. Lo mismo en el rito de bendición de una nueva
Cruz. También son significativos otros besos, no litúrgicos, pero igualmente
llenos de fe, como puede ser:
-
el beso al Niño en las celebraciones de la Navidad, o
-
el beso al crucifijo o a las imágenes sagradas, que muchos cristianos tenemos
todavía la costumbre de dar.
Además
de la Eucaristía, hay otras muchas celebraciones en que el beso se vuelve "litúrgico" y quiere expresar
valores que contienen los diversos sacramentos. Sobre todo son significativos
aquellos besos que se presentan como una bienvenida o una acogida oficial cuando
una persona "entra en un estado" diferente dentro de su camino de fe:
-
así, en las ordenaciones, al nuevo diácono le besan el obispo y los diáconos
presentes; al nuevo presbítero, el obispo y los presbíteros presentes; al nuevo
obispo, el obispo consagrante y los demás obispos presentes;
-
lo mismo sucedía en los primeros siglos cuando un neófito, un recién bautizado,
era besado por los ya cristianos, según describe Justino;
-
en la Confirmación, el Ritual dice que el obispo saluda y desea la paz al
confirmado, pero invita a las Conferencias Episcopales que piensen si es
oportuno que le dé esa paz con algún gesto, podría ser el beso;
-
en la celebración del Matrimonio, como una especie de ratificación del
matrimonio, los mismos esposos “se dan la
paz, según se juzgue oportuno”. En muchos casos este modo oportuno y
espontáneo suele ser el besarse.
-
la misma idea de acogida y bienvenida tiene el que los religiosos que profesan
sus votos perpetuos sean abrazados y besados por los que ya los habían hecho
con anterioridad.
Fuera
de la liturgia, hemos besado muchas veces la mano de los sacerdotes - costumbre
hoy en desuso - y muchos lo seguimos haciendo con los obispos. Un beso que ha
quedado en la celebración litúrgica, por su particular significado, es el beso
de los pies en el lavatorio del Jueves Santo. En aquellos lugares en los que
besar no se considere una forma de reverencia se sustituirá este gesto por otro
de reverencia de la cultura propia.