La
canonización es el acto mediante el cual la Iglesia católica, en ambos ritos
(Oriental y Occidental), declara como santo a una persona fallecida. Este
proceso comprende la inclusión de dicha persona en el canon, o lista de santos
reconocidos. Anteriormente, los individuos eran reconocidos como santos sin
requerimientos o procesos formales. La canonización, sea formal o informal, no
santifica a ninguna persona. Se trata de una declaración de que ella fue santa
al momento de su muerte, con anterioridad al mismo proceso de canonización.
La
Iglesia católica, en ambos ritos, posee un mecanismo formal continuo para
llevar a cabo el proceso de canonización de una persona. Asimismo la Iglesia
ortodoxa también tiene sus formas y mecanismos de Canonización. Actualmente las
canonizaciones se efectúan después de un proceso judicial, llamado Proceso de
Beatificación y Canonización, o simplemente proceso de canonización. Se puede
definir como el proceso que dilucida la duda acerca de la santidad de una
persona. Existen dos vías para llegar a la declaración de canonización:
La vía de virtudes
heroicas
La vía de martirio
En
el proceso de canonización se establece la duda procesal de si el candidato a
santo (o siervo de Dios) ha vivido las virtudes cristianas en grado heroico, o
si ha sufrido martirio por causa de la fe. Además, para llegar a la
canonización se requiere de la realización confirmada de uno o dos milagros. La
canonización se lleva a cabo mediante una solemne declaración papal de que una
persona está, con toda certeza, contemplando la visión de Dios. El creyente
puede rezar confiadamente al santo en cuestión para que interceda en su favor
ante Dios.
El
nombre de la persona se inscribe en la lista de los santos de la Iglesia y a la
persona en cuestión se la "eleva a
los altares", es decir, se le asigna un día de fiesta para la
veneración litúrgica por parte de la Iglesia católica. El tiempo transcurrido
entre la muerte y la canonización de los santos ha sido sumamente variable:
desde siglos —tal el caso de san Pedro Damián, canonizado 756 años tras su
muerte—, hasta menos de un año. Entre estos últimos casos, pueden citarse los
ejemplos de san Antonio de Padua, canonizado 352 días después de su deceso, y de
san Pedro de Verona, cuyo proceso de canonización tuvo una duración de tan solo
337 días.
En
el año 1588 el Papa Sixto V puso el proceso en manos de la Congregación para
las Causas de los Santos y del Santo Padre, que se encarga de estudiar, comprobar
y verificar todo el proceso. Hay cinco pasos en el proceso oficial de la causa
de los santos transcurridos cinco años desde la muerte del candidato o candidata:
Etapa Inicial:
-
se postula la Causa
-
la persona es declarada "Siervo de Dios"
-
la persona es declarada "Venerable"
-
beatificación, la persona es declarada "Beato" (requiere de un
milagro atribuido al candidato)
-
canonización, la persona es declarada "Santa" (requiere de la
autenticación de otro milagro)
Con
el título de Venerable se reconoce
que un fallecido vivió virtudes heroicas. Esta declaración la hace el Cardenal
correspondiente a la zona geográfica donde vivió esa persona, en la catedral,
basílica más importante de esa zona.
Se
reconoce por el proceso llamado de beatificación.
Además de los atributos personales de caridad y virtudes heroicas, se requiere
un milagro obtenido a través de la intercesión del Siervo de Dios y verificado después de su muerte. El milagro no es
requerido si la persona ha sido reconocida mártir.
La beatificación la hace el Papa o un Cardenal en nombre del Papa, generalmente
en la Basílica de San Pedro o en la Plaza de San Pedro del Vaticano. En algunos
casos, puede que la Ceremonia de
Beatificación, se efectúe en el lugar de nacimiento de la persona a
beatificar.
Con
la canonización, al beato le corresponde el título de santo. Para la canonización hace falta
otro milagro (en total dos milagros o un
milagro más haber muerto como mártir) atribuido a la intercesión del beato
y ocurrido después de su beatificación. Al igual que ocurre en el proceso de
beatificación, el martirio no requiere habitualmente un milagro. Esta
canonización la hace el Papa en la Basílica de San Pedro o en la Plaza de San
Pedro del Vaticano. En la actualidad, se efectúa en algunos casos en el País de
Origen del Beato a canonizar. Mediante la canonización se concede el culto
público en la Iglesia católica. Se le asigna un día de fiesta y se le pueden
dedicar iglesias y santuarios. No existe un cómputo preciso de quiénes han sido
proclamados santos desde los primeros siglos.