Dos viejos
vagones de madera serán el símbolo de los festejos por los 100 años del subte
al cumplirse el aniversario de la inauguración de la Línea A, que le dio
impulso a toda la red de subterráneos de la ciudad de Buenos Aires. Los
centenarios coches estarán expuestos en la estación Plaza de Mayo, para que la
gente vuelva a estar en contacto con su historia, con la marca de los años y la
melancolía que provocaba verlos circular.
Ambos son
parte del lote de 96 coches belgas que salieron de circulación en enero del
2013 y que les dieron paso a otros más sofisticados. Fueron restaurados durante
meses por un equipo de expertos, que realizaron un trabajo artesanal y
puntilloso con el objetivo de mantener su historia intacta. Y serán devueltos a
los usuarios, que podrán tenerlos cerca durante una jornada de festejos en la
estación Plaza de Mayo. Allí, además de los antiguos vagones, hubo una muestra
fotográfica y audiovisual sobre la historia del subte junto a una banda
sinfónica de 46 músicos.
De los
coches belgas La Brugeoise a los vagones chinos CNR de la actualidad pasaron
millones de pasajeros que los utilizaron a diario, entre los que se encontraban
personajes de la cultura, la música y de la sociedad en general. Recuerdan los
historiadores que los escritores Roberto Arlt y Leopoldo Lugones fueron
pasajeros ilustres. Quizás hoy el más reconocido de ellos sea el papa
Francisco, que viajaba sentado en los asientos de madera cuando aún era el
cardenal Jorge Bergoglio.
La Línea A
tiene una rica historia que se inició el 1º de diciembre de 1913 cuando fue
inaugurada, pero que comenzó a gestarse en 1898 entre proyectos, leyes y
ordenanzas relacionadas con el transporte ferroviario subterráneo, en tiempos
en los que aumentaba la cantidad de pasajeros que utilizaban el tranvía.
En las
crónicas de los diarios de la época quedó plasmado que el 14 de diciembre de
1913, el primer día habilitado al público, viajaron unas 170.000 personas en la
línea A que unía Plaza de Mayo y Plaza Miserere. En ese momento se puso fin a
una obra que demandó 26 meses y que había comenzado el 15 de diciembre de 1911,
para construir lo que se convirtió en la primera red de subterráneos de América
del Sur y la 13a. en el nivel internacional, ya que el servicio sólo funcionaba
en ciudades como Londres, Atenas, Berlín, Boston y Nueva York.
Al mismo
tiempo que se iniciaba la construcción de los túneles sobre la Avenida de Mayo,
asignada a la Compañía de Tranvías Anglo Argentina en 1909, en
Bélgica comenzaba la fabricación de los coches de madera que dos años más tarde
fueron enviados a la
Argentina en barco.
Unos 1500
operarios excavaron 440.000 metros cúbicos de tierra, utilizados
luego para rellenar las zonas bajas aledañas al cementerio de Flores y la
avenida Vélez Sarsfield. También se usaron 31.000.000 de ladrillos, 108.000
barricas de 170 kilos de cemento, 13.000 toneladas de tirantes de hierro y 90.000 metros cuadrados
de capa aisladora.
La primera
etapa de la línea, entre Plaza de Mayo y Miserere, fue inaugurada por el
presidente de entonces, Roque Sáenz Peña, acompañado por el intendente
municipal Joaquín de Anchorena. Cuatro meses después se presentó la ampliación
hasta la estación Río de Janeiro y 90 días mas tarde quedó terminado el tramo
hasta Primera Junta.
Los últimos
y definitivos cambios son contemporáneos, ya que en 2008 se amplió el recorrido
con las estaciones Puán y Carabobo, en los barrios de Caballito y Flores. Dicho
proyecto de construcción demandó la instalación de vías, la construcción de un
centro de potencia, el cableado y la catenaria, la instalación de escaleras
mecánicas y ascensores, y el sistema de señales. La línea se completó en 2013
con la inauguración de San
José de Flores y de San Pedrito.
El 8 de
enero de 2013, Las Brujas, como se los conoce los coches belgas, corrieron por
última vez por las vías de la Línea A y pasaron a formar parte del patrimonio
histórico, con una protección judicial sobre el lote total, con un proyecto
para definir su reutilización.