PROGRAMA Nº 1164 | 27.03.2024

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LA GUARDIA DE LAS ESTRELLAS

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En el valle de Salta caía la tarde aquel jueves 7 de junio de 1821 no distaba de ser un día distinto hacia la Oración; irrumpen de pronto órdenes militares y fuertes gritos que provienen de la plaza central, a la vez resuenan numerosos ruidos de ojotas de suela en la calle cercana al inmueble de la Tesorería Real, hay aprestos de armas y preparativos de combate ¡¡ todo tiende a una emboscada !!, es que adentro de la casona se encuentra el gobernador de Salta, el general Martín Miguel de Güemes; su escolta, apostada vigilante no sabe aún que ocurre. 

Una voz socarrona rompe el silencio: - ¡¡ Alto ¡¡ ¿Quién vive?-, la respuesta es espontánea: - ¡La Patria!-. Y otra vez el silencio envolvente como esperando una señal; alguien sale presuroso de la distinguida casa y se dirige a montar, en ese instante desde las sombras en fuerte grito se ordena: -¡ Fuego!- y decenas de arcabuces una y otra vez atruenan en las angostas calles y en los cerros; son demasiados, algunos jinetes caen malheridos, otros atropellan sable en mano frente a la masa uniforme que se había congregado sigilosamente, hay marchas y contramarchas, de los montados algunos logran llegar y cruzar el Tagarete de Tineo, hay francotiradores en las esquinas y en los techos. En medio de la fusilería mortal y de la noche, un disparo suena distinto, estremecedor, que no sólo alcanza a quien monta un alazán oscuro; porque el disparo no está dirigido sólo contra él, el disparo está dirigido al corazón de la revolución de Mayo, a la lucha Continental. No es hacia un hombre, sino hacia la Libertad, hacia las Provincias Unidas, hacia la Patria Vieja. 

El jinete herido se recuesta sobre el lomo del animal que lanzado al galope se encamina hacia los campos de la Cruz primero y Castañares después en los extramuros de la ciudad. Recorre leguas, casi desmayado. Ha logrado romper la trampa aunque con su vida está pagando aquel precio. Muchas horas han transcurrido y llega la madrugada, de a poco logran hacerlo descansar hasta llegar a un lugar seguro. Continúa desmayado y es conducido al centro del tupido bosque. Su cuerpo está envuelto en sangre. La noticia del suceso recorre cerros y hondonadas como lo son las malas nuevas. El gauchaje se reagrupa y llegan de todos lados, presurosos, angustiados porque presienten que su Jefe está con las horas contadas. No existe milagro posible en la guerra, no en esta. 

Es aquí que nace el “velamiento” o “guardia bajo las estrellas” como un estado de ánimo somnoliento del gauchaje salto jujeño por su jefe herido en las afueras de la capital salteña; allí entre arbustos y matas del Chamical durante diez días de rezos y aflicciones se protege y vigila al General patriota hasta llegada su muerte. Finalmente ha regado con su sangre el monte convirtiéndolo en sagrado. El coronel Jorge Widt conducirá ahora la guerra. Dos años después, en el año 1823, el Capitán General de la Provincia, José Ignacio Gorriti traerá a la Catedral sus restos mortales entre el sollozo y plegarias de la multitud. Luego, en 1853 el país está pacificado y hasta el año 1921, esporádicamente familiares y autoridades concurrieron a misa en el sitio de su muerte en espontáneas Guardias y Recordación al General muerto. 

Posteriormente en Junio de 1924, el gobernador Adolfo Güemes, nieto del general Güemes, decreta el inicio institucional de la Agrupación Tradicionalista de Gauchos. El día 17 de junio del año 1932 se descubre el monumento ecuestre en la falda del cerro que recuerda su martirio y su lucha. La Guardia bajo las Estrellas comienza a tener fuerte presencia y convocatoria alternándose entre la Quebrada de la Horqueta y el Monumento Gaucho a partir del año 1944. Hoy, es la presencia de la juventud en la Historia. Por eso cada 16 de junio con su postrer día, los que creemos que la Patria Suramericana aún está inconclusa participamos hondamente de su veneración en uno u otro sitial.

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