Queridos amigos,
Con mucha gran alegría me dirijo a todos ustedes, los
aficionados al fútbol, al comenzar la
Copa del Mundo de 2014 en Brasil. Deseo enviar un afectuoso
saludo a los organizadores y a los participantes; a todos los atletas y
seguidores, así como a todos los espectadores que en los estadios o a través de
la televisión, la radio e Internet, participan en este evento que supera las
fronteras lingüísticas, culturales y nacionales. Mi esperanza es que, además de una fiesta del deporte, este
Mundial se pueda transformar en una fiesta de la solidaridad entre los pueblos.
Esto supone, sin embargo, que los partidos de fútbol sean considerados por lo
que esencialmente son: un juego y, al mismo tiempo, una oportunidad para el
diálogo, el entendimiento, de mutuo enriquecimiento humano.
El deporte es no sólo una forma de entretenimiento, sino
también - y sobre todo, yo diría - una herramienta para comunicar los valores
que promueven el bien de la persona humana y ayudan a construir una sociedad
más pacífica y fraterna. Pensemos en la lealtad, la perseverancia, la amistad,
el compartir, la solidaridad. Ciertamente, el fútbol suscita muchos valores y actitudes
que han demostrado ser importantes no sólo en el campo, sino también en todos
los aspectos de la vida, más específicamente en la construcción de la paz. El
deporte es una escuela de paz, nos enseña a construir la paz. En este sentido, me gustaría destacar tres lecciones de la
práctica deportiva, tres actitudes esenciales a favor de la causa de la paz: la
necesidad de "entrenarse", el "juego limpio" y el respeto
entre los adversarios.
En primer lugar, el deporte nos enseña que para ganar hay
que entrenarse. Podemos ver, en esta práctica deportiva, una metáfora de la
vida. En la vida hay que luchar, "entrenarse", esforzarse para lograr
resultados significativos. El espíritu deportivo nos remite, de esta manera, una imagen
de los sacrificios necesarios para crecer en las virtudes que construyen el
carácter de una persona. ¡Si para mejorar a una persona es necesario un
"entrenamiento" intenso y continuo, un mayor compromiso deberá ser
invertido para llegar al diálogo y a la paz entre los individuos y los pueblos
"mejores"! Es necesario entrenarse mucho… El fútbol puede y debe ser una escuela para la formación de
una "cultura del encuentro", que conduzca a la armonía y a la paz
entre los pueblos. Y aquí nos ayudará una segunda lección deportiva: aprendamos
lo que el "juego limpio" en el fútbol nos puede enseñar.
Para jugar en equipo hay que pensar, en primer lugar, en el
bien del grupo, no para sí mismos. Para ganar, hay que superar el
individualismo, el egoísmo, todas las formas de racismo, de intolerancia y de
instrumentalización de la persona humana. Por tanto, ser
"individualistas" en el fútbol es un obstáculo para el éxito del
equipo; pero si somos "individualistas" en la vida, ignorando a las
personas que nos rodean, sale perjudicada toda la sociedad. La última lección útil que nos da el deporte para la
consecución de la paz es el deber de respetar al adversario. El secreto de la
victoria, sobre el campo, y también en la vida, está en saber respetar al
compañero de equipo, así como también al adversario. ¡Nadie gana solo, ni en el
campo, ni en la vida! ¡Que nadie quede aislado o se sienta excluido!
Y, si bien es cierto que al final de esta Copa del Mundo,
sólo un equipo nacional va a levantar la copa como ganador, aprendiendo las
lecciones que nos enseña el deporte, todos seremos ganadores, fortalecimiento
los lazos que nos unen.
Queridos amigos, gracias por la oportunidad de haber podido dirigir estas palabras a ustedes -en particular, agradezco a Su Excelenciala Presidenta de Brasil,
señora Dilma Rousseff, a quien saludo- y les aseguro mis oraciones para que las
bendiciones celestiales abunden sobre todos ustedes.
Queridos amigos, gracias por la oportunidad de haber podido dirigir estas palabras a ustedes -en particular, agradezco a Su Excelencia
Que esta Copa del Mundo pueda celebrarse con toda serenidad
y tranquilidad, siempre desde el respeto mutuo, la solidaridad y la fraternidad
entre los hombres y las mujeres que se identifican como miembros de una sola
familia. ¡Gracias!