Según la tradición católica, fue la mujer que, durante el Viacrucis,
tendió a Cristo un velo, lienzo o paño (el paño de la Verónica, lienzo de la
Verónica o velo de la Verónica) para que enjugara el sudor y la sangre. En la
tela quedaron milagrosamente impresas las facciones del Redentor (el Santo
Rostro). Esta escena no se encuentra en la Biblia. Se le suele rendir culto por
su vinculación con la figura de Cristo, y es muy común su representación
pictórica o escultórica portando el paño. En ocasiones, el personaje de
Verónica se identifica con el de la Hemorroísa. El paño de la Verónica sería
una de las reliquias que se consideran verdaderas imágenes de Cristo, como el Mandylion de Edesa, la Sábana Santa de
Turín o el Santo Sudario de Oviedo.
Según una tradición que ya existía en el siglo VIII, cuando el papa
Juan VII consagró en Roma una capilla denominada de sancta María in Verónica, el emperador Tiberio, contemporáneo de
Cristo, fue curado milagrosamente de una terrible enfermedad por esta reliquia.
Esta sería la imagen que se conserva en la Basílica de San Pedro del Vaticano;
aunque en otros tres lugares distintos se conservan reliquias conocidas como el
paño de la Verónica: dos en España (la Catedral de Nuestra Señora de la
Asunción de Jaén, y el Monasterio de la Santa Faz de Alicante) y uno en Francia
(la Basílica del Sacré Cœur de París).
La paradoja de la multiplicidad de paños se resolvía con el recurso a
la posibilidad de que Verónica doblara el pañuelo dos veces antes de que la
sangre de Jesús se secara, con lo que serían cuatro las imágenes obtenidas. La
palabra griega tetradiplon
("doblado cuatro veces") se reserva no obstante para la denominación
del Mandylion de Edesa. Se ha
señalado la coincidencia de que en las leyendas más antiguas, Verónica aparezca
citada como una princesa de Edesa.
La etimología del nombre Verónica ha sido interpretada popularmente
como proveniente del latín vera icon,
'imagen verdadera', aunque en
realidad procede del griego Βερενίκη
(Berenice), forma dialectal macedonia de Φερενίκη (Ferenice), "portadora
de la victoria". El velo de la Verónica se encuentra en el Santuario
del Santo Rostro, en Manoppello, Italia desde el comienzo del siglo XVI.
Posiblemente fue robado de la Basílica de San Pedro mientras estaba en
construcción. Tras trece años de investigaciones sobre el "velo de la
Verónica" (el que, según la tradición, utilizara para enjugar el rostro de
Cristo camino del Calvario), el prestigioso historiador alemán P. Heinrich
Pfeiffer S.J. certifican su autenticidad. Según Pfeiffer, el rostro de Cristo
que aparece en el velo de la Verónica (hoy conservado en Manoppello, Italia),
se sobrepone perfectamente a la imagen de la Sábana Santa de Turín.
Los trazos son los mismos: rostro oval ligeramente redondo y
asimétrico, cabello largo, un mechón de cabellos sobre la frente, la boca
ligeramente abierta, la mirada dirigida a lo alto; rasgos que influyeron en
toda la iconografía de Cristo en los siglos posteriores.
Entre los exámenes a los que ha sido sometido el Velo de la Verónica
destacan las fotografías digitales realizadas por Donato Vittore, experto de la
Universidad de Bari, así como las observaciones bajo luz ultravioleta que
confirman la inexistencia de pintura sobre el paño. En efecto, la densidad del
color del rostro es muy fuerte sobre el tejido blanco casi transparente, pero
estas tomas digitales dejan bien a las claras que no hay pintura. No puede, por
lo tanto ser la obra de un artista.
Además, en el rostro se observan dos manchitas y da la impresión de
que un líquido, que bien podría ser sangre, se impregnó en las fibras del
tejido. El historiador alemán P. Heinrich Pfeiffer S.J expreso que: Las imágenes sobre la "Verónica"
no fueron producidas por ninguna técnica conocida. Igual que con el Sudario
de Turín, la imagen sirvió de modelo a las representaciones posteriores del
rostro de Cristo, incluso las de las catacumbas romanas del siglo IV.
No se sabe mucho de su vida excepto de la escena del Vía Crucis en la
que limpia a Jesús su rostro de sudor. En Europa, la mención más temprana hacia
la santa procede de los textos de san Gregorio de Tours, hacia finales del
siglo VI. San Gregorio la cita como una piadosa mujer palestina, de confesión
cristiana, desposada con un centurión romano natural de las Galias que prestaba
servicio en el palacio del gobernador romano, Poncio Pilato. Tras la muerte de
Jesucristo, el matrimonio cristiano huyó de Jerusalén y acompañó a José de
Arimatea hacia las costas francesas.
El episodio de la mujer Verónica no aparece en los evangelios
canónicos, como aparece por ejemplo el de Simón Cirineo, San Juan Evangelista,
María Magdalena, María la madre de Santiago y Juan, o la Virgen María, en todo
lo que los evangelistas narran referente a la Pasión de Cristo. En cambio, sí
se cita todo lo que se refiere a la Mujer Verónica en los evangelios apócrifos.
En el evangelio apócrifo de Nicodemo la identifica con la Hemorroisa del
evangelio de San Mateo. Otras tradiciones orales dicen que era prima de San
Juan Bautista y que en su martirio, recogió la sangre al ser decapitado.