"NO SOMOS COMPETIDORES, SINO HERMANOS"
1. Por la voluntad de Dios Padre, de quien procede todo don,
en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, con la ayuda del Espíritu Santo
Consolador, nosotros, Francisco, Papa y Obispo de Roma, y Kiril, Patriarca de
Moscú y Toda Rusia, reunimos hoy en La Habana. Damos gracias a Dios,
glorificado en la Santísima Trinidad, por este encuentro, el primero en la
historia.
Con alegría, nos reunimos como hermanos en la fe cristiana
que se encontraron para “hablar… personalmente” (2 Juan, 12), de corazón a
corazón, y discutir las relaciones mutuas entre las Iglesias, los problemas
palpitantes de nuestro rebaño y las perspectivas del desarrollo de la
civilización humana.
2. Nuestro encuentro fraterno se llevó a cabo en Cuba, en la
encrucijada entre el Norte y el Sur, el Este y el Oeste. Desde esta isla, un
símbolo de esperanza del Nuevo Mundo y de los dramáticos acontecimientos de la
historia del siglo XX, dirigimos nuestras palabras a todas las naciones de
América Latina y de otros continentes.
Nos alegra el hecho de que hoy en día aquí la fe cristiana
evoluciona dinámicamente. El potencial religioso de gran alcance en América
Latina, sus tradiciones cristianas multiseculares, manifestadas en la
experiencia personal de millones de personas, son clave para un gran futuro de
esta región.
3. Al reunirnos a distancia de las antiguas disputas del
Viejo Mundo, sentimos muy fuertemente la necesidad de colaboración entre los católicos
y los ortodoxos, que deben estar siempre preparados para responder a cualquiera
que les pida razón de la esperanza (1 Pedro 3, 15).
4. Damos gracias a Dios por los dones que hemos recibido a
través de la venida al mundo de su Hijo Unigénito. Compartimos la Tradición
espiritual común del primer milenio del cristianismo. Los testigos de esta
Tradición son la Santísima Madre de Dios, la Virgen María, y los santos a
quienes veneramos. Entre ellos están innumerables mártires que mostraron su
fidelidad a Cristo y se convirtieron en “la semilla de cristianos”.
5. A pesar de tener la Tradición común de diez primeros
siglos, los católicos y los ortodoxos, durante casi mil años, están privados de
comunicación en la Eucaristía. Permanecimos divididos dado a las heridas
causadas por los conflictos del pasado lejano y reciente, por las diferencias
heredadas de nuestros antepasados, en la comprensión y la explicación de
nuestra fe en Dios, un ser único que existe como tres personas: Padre, Hijo y
Espíritu Santo. Lamentamos la pérdida de la unidad, que era una consecuencia de
la debilidad y la pecaminosidad humana, que se produjo a despecho de la oración
del Primer Sacerdote, Cristo Salvador: “Te pido que todos ellos estén unidos;
que como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, también ellos estén en nosotros,
para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17, 21).
6. Conscientes de muchos obstáculos que hay que superar,
esperamos que nuestro encuentro contribuya a la obtención de la unidad mandada
por Dios, por la que Cristo había rezado. Que nuestro encuentro inspire a los
cristianos de todo el mundo para invocar con el nuevo fervor al Señor, orando
sobre la plena unidad de todos sus discípulos. Que ésta, en el mundo que espera
de nosotros no sólo palabras, sino acciones, sea un signo de esperanza para
todas las personas de buena voluntad.
7. Teniendo firmeza en hacer todo lo necesario para superar
las diferencias históricas heredadas por nosotros, queremos reunir nuestros
esfuerzos a fin de dar testimonio del Evangelio de Cristo y del patrimonio
común de la Iglesia del primer milenio, respondiendo conjuntamente a los
desafíos del mundo moderno. Los ortodoxos y los católicos deben aprender a
llevar el testimonio común de la verdad en aquellas áreas, en las que es posible
y necesario. La civilización humana ha entrado en un período de cambios
epocales. La conciencia cristiana y la responsabilidad pastoral no nos permiten
que permanezcamos indiferentes ante los desafíos que requieren una respuesta
conjunta.
8. Nuestra atención está dirigida principalmente hacia
aquellas regiones del mundo donde los cristianos están sometidos a persecución.
En muchos países de Oriente Medio y África del Norte, se exterminan familias
completas de nuestros hermanos y hermanas en Cristo, pueblos y ciudades enteros
habitados por ellos. Sus templos están sometidos a la destrucción bárbara y a
los saqueos, los santuarios – a la profanación, los monumentos – a la
demolición. En Siria, Irak y otros países de Oriente Medio observamos con dolor
el éxodo masivo de cristianos de la tierra donde nuestra fe comenzó a
extenderse, y donde ellos vivían a partir de los tiempos apostólicos, junto con
otras comunidades religiosas.
9. Hacemos un llamamiento a la comunidad internacional a
tomar medidas inmediatas para evitar un mayor desplazamiento de los cristianos
de Oriente Medio. Levantando nuestras voces en defensa de los cristianos
perseguidos, también solidarizamos con sufrimientos de seguidores de otras
tradiciones religiosas, que se han convertido en víctimas de la guerra civil,
el caos y la violencia terrorista.
10. En Siria e Irak esta violencia ha cobrado miles de
vidas, dejando sin hogares y medios de vida a unos millones de personas.
Hacemos un llamamiento a la comunidad internacional a unirse para poner fin a
la violencia y al terrorismo y al mismo tiempo, a través del diálogo, a
contribuir a la pronta obtención de la paz civil. Se requiere una ayuda
humanitaria de gran escala para el pueblo que sufre, y para muchos refugiados
en los países vecinos.
Solicitamos a todos los que pueden, influir en el destino de todos los secuestrados, incluyendo a los Metropolitas de Alepo, Pablo y Juan Ibrahim, capturados en abril de 2013, para hacer todo lo necesario a fin de su pronta liberación.
11. Enviamos oraciones a Cristo, Salvador del mundo, sobre
el establecimiento en suelo de Oriente Medio de la paz, que es producto de la
justicia (Isaías 32, 17), sobre el fortalecimiento de la convivencia fraterna
entre diversos pueblos, Iglesias y religiones situados en esta tierra, sobre el
regreso de los refugiados a sus casas, sobre la curación de los heridos y el
reposo de almas de las víctimas inocentes.
Dirigimos a todas las partes que puedan estar involucradas
en los conflictos, un ferviente llamamiento para manifestar buena voluntad y
llegar a la mesa de negociación. Al mismo tiempo, es necesario que la comunidad
internacional haga todos los esfuerzos posibles para poner fin al terrorismo
mediante acciones comunes, conjuntas y sincronizadas. Hacemos un llamamiento a
todos los países involucrados en la lucha contra el terrorismo, a las acciones
responsables y prudentes. Hacemos un llamado a todos los cristianos y a todos
los creyentes en Dios para rezar al Señor Creador y Providente que cuida el
mundo, que guarde su creación de la destrucción y no permita una nueva guerra
mundial. Para que la paz sea duradera y fiable, se requieren esfuerzos
especiales destinadas al regreso a los valores comunes, que nos unen, basados
en el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo.
12. Admiramos la valentía de aquellos que entregan sus vidas
por haber dado testimonio de la verdad del Evangelio, prefiriendo la muerte
ante la abjuración de Cristo. Creemos que los mártires de nuestros tiempos,
procedentes de diferentes Iglesias, pero unidos por un sufrimiento común, son
la clave para la unidad de los cristianos. A vosotros, los que sufren por
Cristo, dirige su palabra el Apóstol del Señor: “Queridos hermanos,… alegraos
de tener parte en los sufrimientos de Cristo, para que también os llenéis de
alegría cuando su gloria se manifieste” (1 Pedro 4, 12-13).
13. En esta época turbadora se necesita el diálogo
interreligioso. Las diferencias en comprensión de las verdades religiosas no
deben impedir que las personas de diversas religiones vivan en paz y armonía.
En las circunstancias actuales, los líderes religiosos tienen una
responsabilidad especial por la educación de su rebaño en el espíritu de
respeto por las creencias de aquellos que pertenecen a otras tradiciones
religiosas. Los intentos de justificar actos criminales por consignas
religiosas son absolutamente inaceptables. Ningún crimen puede ser cometido en
el nombre de Dios, “porque Dios es Dios de paz y no de confusión” (1 Corintios
14, 33).
14. Atestiguando el alto valor de la libertad religiosa,
damos gracias a Dios por el renacimiento sin precedentes de la fe cristiana que
ahora se lleva a cabo en Rusia y muchos países de Europa del Este, donde por
décadas han gobernado regímenes ateos. Hoy en día, las cadenas del ateísmo
militante cayeron, y en muchos lugares los cristianos son libres de profesar su
fe. Durante un cuarto de siglo, aquí se erigieron decenas de miles de nuevos
templos, se abrieron cientos de monasterios y escuelas teológicas. Las
comunidades cristianas realizan amplias actividades caritativas y sociales,
prestando diversa asistencia a los necesitados. Los ortodoxos y los católicos a
menudo trabajan hombro con hombro. Ellos defienden la base espiritual común de
la sociedad humana, dando testimonio de los valores evangélicos.
15. Al mismo tiempo, nos preocupa la situación que tiene
lugar en tantos países, donde los cristianos enfrentan cada vez más la
restricción de la libertad religiosa y del derecho a dar testimonio sobre sus
creencias y a vivir de acuerdo con ellas. En particular, vemos que la
transformación de algunos países en las sociedades secularizadas, ajenas de
cualquier memoria de Dios y su verdad, implica una grave amenaza para la
libertad religiosa. Estamos preocupados por la limitación de los derechos de los
cristianos, por no hablar de la discriminación contra ellos, cuando algunas
fuerzas políticas, guiadas por la ideología del secularismo que en numerosos
casos se vuelve agresivo, tienden a empujarles a los márgenes de la vida
pública.
16. El proceso de la integración europea, que comenzó
después de siglos de conflictos sangrientos, fue acogido por muchas personas
con esperanza, como prenda de paz y seguridad. Al mismo tiempo, advertimos en
contra de aquella clase de integración que no respeta la identidad religiosa.
Respetamos la contribución de otras religiones a nuestra civilización, pero
estamos convencidos de que Europa debe mantener la fidelidad a sus raíces
cristianos. Hacemos un llamamiento a los cristianos en Europa Occidental y
Europa Oriental a unirse a fin de dar testimonio conjunto sobre Cristo y el
Evangelio, para que Europa mantenga su alma formada por dos mil años de la
tradición cristiana.
17. Nuestra atención está destinada a las personas que se
encuentran en una situación desesperada, viven en la pobreza extrema en el
momento en que la riqueza de la humanidad está creciendo. No podemos permanecer
indiferentes al destino de millones de migrantes y refugiados que tocan a las
puertas de los países ricos. El consumo incontrolado, típico para algunos
estados más desarrollados, agota rápidamente los recursos de nuestro planeta.
La creciente desigualdad en la distribución de bienes terrenales, aumenta el
sentido de la injusticia del sistema de las relaciones internacionales que se
está implantando.
18. Las Iglesias cristianas están llamadas a defender
exigencias de la justicia, del respeto a las tradiciones nacionales y de la
solidaridad efectiva con todos los que sufren. Nosotros, los cristianos, no
debemos olvidar que “para avergonzar a los sabios, Dios ha escogido a los que
el mundo tiene por tontos; y para avergonzar a los fuertes ha escogido a los
que el mundo tiene por débiles. Dios ha escogido a la gente despreciada y sin
importancia de este mundo, es decir, a los que no son nada, para anular a los
que son algo. Así nadie podrá presumir delante de Dios” (1 Corintios 1, 27-29).
19. La familia es el centro natural de la vida de un ser
humano y de la sociedad. Estamos preocupados por la crisis de la familia en
muchos países. Los ortodoxos y los católicos, compartiendo la misma visión de
la familia, están llamados a testificar acerca de la familia como de un camino
hacia la santidad, que se manifiesta en la fidelidad mutua de los cónyuges, su
disponibilidad para dar a luz a los niños y formarles, en la solidaridad entre
las generaciones y el respeto hacia los enfermizos.
20. La familia es fundada sobre el matrimonio que es un acto
libre y fiel de amor entre un hombre y una mujer. El amor fortalece su unión,
les enseña a aceptar uno a otros como a un don. El matrimonio es la escuela del
amor y de la fidelidad. Lamentamos que otras formas de convivencia se equiparan
ahora con esta unión, y la visión de la paternidad y la maternidad como de
especial vocación del hombre y de la mujer en el matrimonio, santificada por la
tradición bíblica, se expulsa de la conciencia pública.
21. Hacemos un llamamiento a todos para respetar el derecho
inalienable a la vida. Unos millones de bebés están privados de la propia
posibilidad de aparecer a la luz. La sangre de los niños no nacidos pide a
gritos a Dios que haga justicia. (Génesis 4, 10). La divulgación de la así llamada eutanasia conduce al hecho
de que los ancianos y enfermos comienzan a sentirse carga excesiva para su
familia y la sociedad en conjunto. Expresamos nuestra preocupación por el uso cada vez más
extendido de las tecnologías biomédicas de reproducción, porque la manipulación
de la vida humana es un ataque contra los fundamentos del ser de la persona
creada a imagen de Dios. Consideramos que nuestro deber es hacer acordarse
sobre la inmutabilidad de los principios morales cristianos, basados en el
respeto por la dignidad de la persona que está destinada a la vida de acuerdo
con el plan de su Creador.
22. Queremos hoy dirigir unas palabras especiales a la
juventud cristiana. Vosotros, los jóvenes, no debéis esconder dinero en la
tierra (Mateo 25, 25), sino usar todas las dotes dadas por Dios, para afirmar
la verdad de Cristo en el mundo, realizar los mandamientos evangélicos del amor
a Dios y al prójimo. No tengáis miedo de ir contra la corriente, defendiendo la
verdad de Dios, con la que no siempre se ajustan las normas seculares modernas.
23. Dios os ama y espera de cada uno de vosotros que seáis
sus discípulos y apóstoles. Sed la luz de este mundo, para que otros, viendo el
bien que hacéis, alaben todos a vuestro Padre que está en el cielo (Mateo 5,
14-16). Educad a los niños en la fe cristiana para entregarles la perla
preciosa de la fe (Mateo 13, 46) que recibisteis de vuestros padres y antepasados.
No olvidéis que “Dios os ha comprado por un precio” (1 Corintios 6, 20), el
precio de la muerte en la cruz de Dios Hombre, Jesucristo.
24. Los ortodoxos y los católicos están unidos no sólo por
la Tradición común de la Iglesia del primer milenio, sino también por la misión
de predicar el Evangelio de Cristo en el mundo contemporáneo. Esta misión
requiere respeto mutuo entre los miembros de las comunidades cristianas,
excluye cualquier forma del proselitismo.
No somos competidores, sino hermanos: debemos arrancar de este concepto ejecutando todas actividades relacionadas con nuestros lazos y contactos con el mundo exterior. Instamos a los católicos y a los ortodoxos de todo el mundo para aprender a vivir juntos en paz, amor y armonía unos con otros (Romanos 15, 5). Es inaceptable el uso de medios incorrectos para obligar a los fieles a pasar de una Iglesia a otra, dejando de lado su libertad religiosa y sus propias tradiciones. Estamos llamados a poner en práctica el mandamiento de San Pablo Apóstol y “anunciar el evangelio donde nunca antes se había oído hablar de Cristo, para no construir sobre cimientos puestos por otros” (Romanos 15, 20).
25. Esperamos que nuestro encuentro contribuya a la
reconciliación donde hay tensiones entre los greco-católicos y los ortodoxos.
Hoy en día es obvio que el método de “la unión” de los siglos pasados que
implica la unidad de una comunidad con la otra a costa de la separación de su
Iglesia, no es la manera de restaurar la unidad. Al mismo tiempo, las
comunidades eclesiásticas que han aparecido como resultado de circunstancias
históricas tienen derecho a existir y hacer todo lo necesario para satisfacer
menesteres espirituales de sus fieles, buscando la paz con sus vecinos. Los
ortodoxos y los greco-católicos necesitan la reconciliación y la búsqueda de
formas de convivencia mutuamente aceptables.
26. Lamentamos el enfrentamiento en Ucrania que ya cobró
muchas vidas, causó sufrimientos innumerables a los civiles, hundió la sociedad
en una profunda crisis económica y humanitaria. Hacemos un llamamiento a todas
las partes del conflicto a tener prudencia, mostrar la solidaridad social y
trabajar activamente para el establecimiento de la paz. Instamos a nuestras
Iglesias en Ucrania a trabajar para lograr la armonía social, abstenerse de
participar en la confrontación y de apoyar el desarrollo del conflicto.
27. Esperamos que la división entre los creyentes ortodoxos
en Ucrania sea vencida sobre la base de las normas canónicas existentes, que
todos los cristianos ortodoxos de Ucrania vivan en paz y armonía, y que las
comunidades católicas del país contribuyan a ello, para que nuestra hermandad
cristiana sea aún más evidente.
28. En el mundo de hoy, multifacético y al mismo tiempo
unido por el destino común, los católicos y los ortodoxos están llamados a
colaborar fraternamente para anunciar el Evangelio de la salvación, dar
testimonio común de la dignidad moral y la auténtica libertad humana, “para que
el mundo crea” (Juan 17, 21). Este mundo, en el que se están socavando rápidamente
los fundamentos morales de la existencia humana, espera de nosotros el fuerte
testimonio cristiano en todos los ámbitos de la vida personal y social.
¿Podremos en la época crucial dar testimonio conjunto del Espíritu de la
verdad? De esto depende, en gran medida, el futuro de la humanidad.
29. Que Jesucristo, Dios Hombre, Nuestro Señor y Salvador,
nos ayude en el anuncio valiente de la verdad de Dios y de la Buena Noticia de
salvación. El Señor nos fortalece espiritualmente con su promesa infalible: “No
tengáis miedo, pequeño rebaño, que el Padre, en su bondad, ha decidido daros el
reino” (Lucas 12, 32).
Cristo es una fuente de alegría y de esperanza. La fe en él
transfigura la vida del ser humano, la llena de significado. Lo han vivido por
su propia experiencia todos aquellos de los que se puede decir con las palabras
de San Pedro Apóstol: “Antes, ni siquiera erais pueblo, pero ahora sois pueblo
de Dios; antes Dios no os tenía compasión, pero ahora tiene compasión de
vosotros” (1 Pedro 2, 10).
30. Llenos de gratitud por el don de comprensión mutua que
se manifestó en nuestra reunión, nos dirigimos con esperanza a la Santísima
Madre de Dios, haciendo solicitud con las palabras de la antigua oración: “Bajo
tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios”. Que la Santísima Virgen María con
su amparo fortalezca la hermandad de todos que la veneran, para que ellos, en
un momento determinado por Dios, se junten, en paz y concordia, en el único
pueblo de Dios, ¡sea glorificado el nombre de la Trinidad Consustancial e
Inseparable!
Francisco
Obispo de Roma,
Papa de la Iglesia Católica
Kiril
Patriarca de Moscú y Toda Rusia
12 de Febrero de 2016
La Habana (Cuba)