A horas
de regresar de su viaje a la isla griega de Lesbos, donde se hacinan miles de
refugiados que huyen de la guerra en Oriente Medio, el Papa recordó emocionado
su visita al campamento de Moria y en especial su encuentro con un viudo, que “lloraba tanto”, padre de dos hijos. “¡Vi tanto dolor!”, exclamó ante una
multitud reunida en la plaza de de San Pedro, en su tradicional plegaria
dominical. Al
dirigirse a miles de fieles que lo aclamaban, Francisco explicó que, junto al
patriarca de Constantinopla Bartolomé y el arzobispo ortodoxo de Atenas y de
toda Grecia, Jerónimo, “visitamos uno de
los campos de refugiados” el sábado, durante su visita a Lesbos. Entre
estos migrantes, “había tantos niños:
algunos de estos niños vieron morir a sus padres, a sus amigos, en el mar”.
El Papa prosiguió: “Ví tanto dolor.
Querría contarles un caso particular, el de un hombre joven, tenía menos de 40
años”.
“Lo conocí ayer (por el sábado),
con sus dos hijos. Es musulmán y me explicó que estaba casado con una
cristiana, que se querían y se respetaban mutuamente”. Pero, su mujer “fue degollada por los terroristas porque
no quiso renunciar al Cristo y abandonar su fe”, continuó Francisco “¡Es una mártir!”, exclamó. “Y este hombre lloraba tanto...” El sábado
en Lesbos, la puerta de entrada a Europa, el Papa hizo un llamamiento al mundo
para que responda de forma “digna”
al éxodo iniciado en 2015, recordando que “todos
somos migrantes”. Al regresar de Lesbos, el Papa trajo en su avión –en un
gesto sorpresivo que apareció como un reproche a la inacción de muchos
gobiernos europeos– a doce refugiados sirios, a los que acogió en el Vaticano. “Francisco nos ha devuelto la
vida”, es nuestro
“salvador”, “estaremos a la altura de esta oportunidad”, agradecieron ayer los
doce emigrantes al llegar a Roma. Las tres familias, musulmanas y en situación
regular, pasaron su primera noche en Italia, hospedados por la Comunidad
católica de San Egidio en el barrio romano del Trastévere.
En un
gesto desafiante del pontífice hacia Europa, Francisco había reconocido ante la
prensa que “es una gota en el mar, pero
después de esta gota el mar no será más el mismo”. Francisco, nieto de
emigrantes italianos, contó que la idea se la sugirió hace una semana un
colaborador y que le dijo “enseguida que
sí”. “Había también dos familias
cristianas, pero los papeles no estaban listos (...) Para mí todos los
refugiados son hijos de Dios”, insistió. Tras su
llegada a Roma, los refugiados sirios agradecieron a Francisco “la suerte que (les) ha sido dada, con su
gesto de esperanza que (los) ha conmovido”, según informó el diario La
Stampa. Si al principio pensaban en ir hasta Alemania o el norte de Europa,
ahora se sienten totalmente agradecidos con el pontífice argentino: “Somos los invitados del Papa. Vimos morir
amigos y parientes bajo los escombros, huimos porque en Siria no teníamos
ninguna esperanza”, explica Hasan, ingeniero originario de Damasco,
acompañado por su mujer Nour y su hijo de dos años. “Esperamos que la opinión pública comprenda nuestras razones y que el
gesto del Papa tendrá sus consecuencias en la política respecto a los
refugiados”, declaró por su parte Nour al diario La Repubblica.
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