No hay pintura más enigmática en la Historia del Arte. La fantasía
desbocada de este delirio erótico, sus mensajes cifrados, su fabulación
poética... han fascinado durante siglos los que han tenido la fortuna de
contemplar este tríptico de cerca. Muy de cerca. Uno no sabe adónde mirar y no
puede dejar de comentar lo que ven sus ojos. ¿Qué es esto? ¿Qué quiere decir?
Desde los primeros años del siglo XVI, cuando «El Jardín de las Delicias», de El Bosco, lucía en el palacio de
los Nassau en Bruselas, ha dado pie a todo tipo de interpretaciones: una
herejía para unos, una utopía para otros, una sátira moralizadora del mundo
entregado al pecado para la mayoría.
No sabemos su título original, ni quién fue su comitente (Engelberto II
de Nassau o su sobrino Enrique III), ni siquiera la fecha de su ejecución (se
suele datar entre 1500-1505, pero recientes estudios lo sitúan hacia 1494-98).
Lo que sí sabemos es que Felipe II se encaprichó de esta obra, la compró y la
llevó al Escorial en 1593. Congrega a diario, en la sala donde se exhibe en el
Prado, a miles de personas a su alrededor, que se afanan en descifrar el
jeroglífico más hermoso pintado nunca.
El Bosco no escoge el pasaje en el que Dios crea a Eva de la costilla de
Adán, ni siquiera cuando ella muerde la manzana del pecado. Inmortaliza el
momento en el que Dios presenta a la pareja y bendice la unión: coge la mano de
Eva, mientras los pies estirados de Adán rozan el manto del creador. Adán, que
acaba de despertarse, mira embelesado a la seductora Eva, arrodillada y que
baja la mirada. A la izquierda de la escena, un drago canario. Representa el
árbol de la vida. Pero, justo encima de la escena, asomado en un hueco de la
fuente de los cuatro ríos, vemos una lechuza, que se repite en varias zonas del
tríptico. Encarna la maldad y el pecado. Junto a Adán, El Bosco pinta animales
(un elefante, aves) que representan la fuerza, la inteligencia... Junto a Eva,
una jirafa, un cisne, un conejo..., símbolos de pureza, soberbia y fecundidad.
El tríptico, un óleo sobre tabla de roble del Báltico, de 220 x 389
centímetros, representa el episodio del Génesis. En las puertas exteriores El
Bosco pintó en grisalla el tercer día de la creación del mundo. Llama la
atención sobre una roca antropomorfa, en la que advertimos el perfil del
diablo. Fue utilizada por Dalí en obras como «El gran masturbador». Sobre la roca, una palmera, que simboliza el
árbol de la ciencia, del bien y del mal, pero la serpiente tentadora baja por
su tronco y por la roca reptan alimañas. El Bosco nos advierte con todo ello de
que, pese a estar en el Paraíso, el pecado ya está acechando. Es una
premonición de lo que se avecina.
El Bosco hizo una composición muy equilibrada, que distribuye en tres
planos en cada una de las tablas, siempre con un elemento de agua en medio. La
tabla central está presidida por esta escena, en la que jinetes cabalgan a
lomos de jabalíes, unicornios, caballos, osos, toros, leones, panteras, que
simbolizan pecados como la gula, la avaricia, la ira, la soberbia o la lujuria.
Ésta última domina la escena. El Bosco lo pinta como un cortejo de vicio y
seducción en torno a las mujeres que se bañan desnudas en un estanque.
La tabla central de «El Jardín de
las Delicias» es un derroche de fantasía e imaginación. El Bosco hace una
inversión del universo: pinta animales reales y fantásticos, plantas y frutos a
un tamaño igual o mayor que los seres humanos. Se resquebrajan las fuentes, así
como las esferas, burbujas y cilindros, que parecen sacos amnióticos, donde el
pintor aprisiona a algunos de los personajes del cuadro. Otros aparecen
atrapados en conchas de moluscos. Escoge apetitosas y jugosas frutas asociadas
al placer carnal, como cerezas, moras y fresas, símbolos del amor, el erotismo,
la fertilidad... También flores como las rosas y peces. Estos se asocian al
pecado.
Las figuras desnudas –tanto de personas de raza blanca como negra–
inundan el tríptico. El Bosco incluye relaciones heterosexuales y homosexuales
(a la izquierda, un personaje agachado tiene flores en el trasero y otro a su
lado porta una flor en la mano). En el siglo XVI la homosexualidad estaba
prohibida y era duramente castigada. Pero, El Bosco ha representado a las
figuras desnudas tan tenues, tan transparentes, que apenas tienen carne. Es
como si representasen el alma humana. No llaman a los sentidos, a la
sensualidad. Apenas distinguimos sus edades ni los atributos sexuales
masculinos y femeninos. Este tríptico, representa el mundo entregado al pecado,
especialmente a la lujuria.
La tabla del Infierno, también se conoce como «El Infierno musical», debido a los numerosos instrumentos
musicales que aparecen en él: un arpa, un laúd, un tambor, una gaita... Pero en
este caso se tornan objetos de tortura, donde se crucifican a los pecadores. La
escena está presidida por una gigantesca figura antropomórfica: el
hombre-árbol, «el gran engañador, el
diablo», que mira al espectador y algunos asocian a un autorretrato del
Bosco. Su cuerpo destrozado deja al descubierto una taberna. El hombre-árbol
sostiene sus heridas piernas sobre unas barcas. Y es que en el Infierno el agua
se torna hielo resquebradizo. Desde los textos medievales, el hielo es el castigo
de los envidiosos. A la izquierda de la escena, dos orejas atravesadas por un
cuchillo con un claro significado sexual. El cuchillo tiene la letra «M», marca de un platero de la época. A
la derecha, unos perros devoran a un hombre con armadura, que sostiene un cáliz
en la mano. Es el castigo de los sacrílegos.
La tabla de la derecha, dedicada al Infierno, es donde la fantasía del
Bosco se desborda por completo con grupos de imágenes muy complejos. Es uno de
los más célebres de «El Jardín de las
Delicias». Un monstruo azul mitad pájaro, mitad hombre, sentado sobre una
especie de trono-orinal engulle a seres humanos y los defeca sobre un pozo
inmundo en el que un hombre vomita y otro expulsa monedas de su trasero
(avaricia). Abajo, a la izquierda, una mujer con un sapo en el pecho es
abrazada por un demonio (la imagen alude a la lujuria). Su rostro se refleja en
el espejo que tiene en sus nalgas otro demonio verde (simboliza la soberbia).
No solo los pecados capitales están representados en «El Jardín de las Delicias». En la
época se perseguía y se castigaba la bebida, los juegos de azar, la
prostitución... En esta escena aparece un hombre clavado a la mesa donde ha
estado jugando y una mano atravesada por un puñal con un dado en sus dedos. Al
lado, naipes y el tablero de una especie de back gamón. De nuevo, la inversión
de papeles. Aquí vemos un conejo que lleva clavado sobre un palo a una persona
que acaba de cazar.
Llama la atención esta imagen, en la que El Bosco pinta un cerdo, con el
tocado de una monja clarisa (forma parte de la orden franciscana), que trata de
convencer a un hombre, con unos documentos sobre sus piernas, para que los
firme. A un lado, el tintero; al otro, una figura porta los sellos. Es una
crítica a los que hacen malos usos: jueces, notarios... Pero también a cómo
manejaban el dinero las órdenes mendicantes.
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