Si se pudiera elegir las SIETE
MARAVILLAS MUSICALES DEL MUNDO, seguramente LA OBERTURA 1812 estaría entre ellas en lugar privilegiado. TCHAIKOVSKY, uno de los más grandes
compositores que dio la música, sin embargo, fue un alma torturada, esclavo de
la sociedad rígida ortodoxa que lo vio crecer, sin que pudiera expresar
libremente su homosexualidad. Esta composición celebra la derrota de Napoleón
en su campaña por conquistar Rusia, y con el paso del tiempo se ha convertido en
una representación de la libertad y la lucha contra la tiranía. El 7 de
septiembre de 1812, las tropas de Napoleón se enfrentaron a las fuerzas rusas
en Borodino (a 120 km al oeste de Moscú). Aunque el ejército francés fue el
ganador, resultó una victoria pírrica para Napoleón pues con más 100.000 bajas
la batalla de Borodino es considerada una de las más sangrientas de la
historia.
Con sus fuerzas agotadas Napoleón avanzó hasta Moscú. Los franceses se
encontraron con una ciudad incendiada y sin provisiones. Como estaba muy lejos
de sus líneas de abastecimiento, Napoleón se vio obligado a abandonar Rusia. En
su larga marcha de regreso el ejército francés se enfrentó a varios
contratiempos: hambre, bajas temperaturas, y el constante asedio de las fuerzas
rusas. Para cuando llegó a Polonia, LA
GRANDE ARMÉE se encontraba reducida a la décima parte de su fuerza
original. Esta derrota de Napoleón inspiró a LEON TOLSTOI a escribir su famosa novela “LA GUERRA Y LA PAZ” y a PIOTR
ILLYCH TCHAIKOVSKY, a componer la célebre "OBERTURA 1812".
PIOTR ILLYCH TCHAIKOVSKY nació en Vótkinsk
(Rusia) el 7 de mayo de 1840. Al nacer en una familia de clase media, recibió
una educación dirigida a prepararle como funcionario público. En contra de los
deseos de su familia, decidió seguir una carrera musical y en 1862 accedió al Conservatorio de San Petersburgo,
graduándose en 1865. En 1880 el ZAR
ALEJANDRO II quería conmemorar la derrota de Napoleón de 1812, por lo que
mandó construir la Catedral de Cristo Salvador de Moscú. Nikolai Rubinstein,
director del Conservatorio, sugirió una pieza conmemorativa para emplearse en
la inauguración de la catedral, encargándosele este trabajo a TCHAIKOVSKI. El compositor ruso empezó
el proyecto en octubre de 1880, acabándolo en seis semanas. TCHAIKOVSKI había planeado que la obra
sea interpretada al aire libre, en la plaza frente a la catedral, con una banda
de metales acompañando a la orquesta, las campanas de la catedral tocando
repiques y salvas de artillería. Sin embargo, el asesinato de ALEJANDRO II en marzo de 1881 pospuso
las celebraciones.
LA OBERTURA recién pudo ser
estrenada en 1882, durante la Exhibición de Arte e Industria, pero solo con una
orquestación convencional y bajo techo. TCHAIKOVSKI
nunca quedó muy conforme de esta obra. El opinaba que podría ser "fuerte
y ruidosa, pero carente de mérito artístico, porque la escribí sin calidez ni
cariño". Pero el genial compositor se equivocó, ya que con el
tiempo LA OBERTURA 1812 se convirtió
en pieza obligada del repertorio orquestal y una de las más grandes
composiciones de la historia musical rusa. Los tempos usados por LA OBERTURA
1812 fueron cinco, aunque fundidos todos en uno solo. Comienza el
compositor con un leve Lento con un
grupo de violonchelos, que describen la apacible pradera rusa, con los
campesinos trabajando en paz, mientras una pieza litúrgica ortodoxa los
acompaña. Son los compases de la obra Plegaria
al Salvador. Le sigue un Andante,
que ya comienza a sentirse la entrada de otros chelos, los invasores, en contrapunto
con una flauta que defiende los primeros compases. La música se torna
dramática. Entran entonces los primeros compases de La Marsellese (expresados en vientos), señal de la amenaza que
estaba por acaecer. Los campesinos se preparan; es necesario un gran sacrificio.
Un Allegro Giusto, ya impregnado del
himno galo se muestra brioso ante los ojos del campesino, ante los oídos de
quien está atento a la obertura; el ejército francés es poderoso y aunque hay
mezclas con danzas rusas, es evidente su superioridad.
El contrapunto está dado por los vientos, que representan al invasor
francés, y las cuerdas, los rusos. Un golpe de platillos anuncia que la batalla
ya ha comenzado. Los sones de sus himnos son más estruendosos que las
cantarinas marchas eslavas. Los primeros compases de La Marsellesa se escucha en tono más alto que el resto. Pero el
pueblo ruso, ni el ejército se atemoriza del poderío y de historia de los
franceses y comienza un Largo que
describe la dura batalla. Los campases del himno francés se van debilitando
expresados en cornos, se apagan de a poco, aunque reviven una y otra vez como
últimos estertores. Los violines, en forma de fuga, representan la persecución.
La batalla es feroz. Los cornos anuncian que el ejército va a cargar contra los
moribundos que han sido pillados en suelo ruso.
Los Contrabajos y los oboes no descansan, pero al fin esos sonidos
franceses desaparecen, o mejor dicho se transforman en campanadas al viento
(campanas de verdad) en el Allegro
Vivace final. El ejército ruso regresa victorioso, las iglesias lo reciben
auspiciosa y los cañones saludan su paso. Es el retorno a la danza rusa, y
tenues compases “marsellescos” in dimnuendo
muestran al soldado huyendo desbandado, expresados en violines y chelos que van
apagándose y el poder de una nación pujante. (El regreso del debilitado
ejército francés lo describe Beethoven en la 3ª Sinfonía “La Heroica” en su 2º
Movimiento Marccia Fúnebre). El final es apoteótico: fuegos artifíciales, las
campanas de la iglesia relatan la liberación de Rusia, mezclado con el “Dios salve al Zar”, años posterior
himno nacional ruso, contrapunto del francés cada vez menos estridente.
Es el ejército vencedor que regresa, el pueblo lo recibe con gritos de
vítores y flores. Toda la orquestación, con tutti, tocan las estrofas
iniciales. Es la victoria final. Cabe una aclaración histórica. Ni La Marsellesa ni Dios salve al Zar eran entonces (hacia 1882 cuando se estrenó la
obertura), himnos de sus respectivos países, lo que llama la atención la selección premonitoria de TCHAIKOVSKY.
Otra, que dado el evidente problema de ejecutar esta obra con cañones
verdaderos, no a ser que se toque al aire libre, estos son reemplazados por
timbales y otros instrumentos de percusión. Si bien es cierto que la semilla de
la revolución quedó sembrada en tierras rusas, que la larga germinación le
llevó un siglo para deshacerse del yugo del zar, también es verdad que para los
rusos la batalla contra el ejército francés es considerada como una de las
cosas más apoteóticas de su historia.